martes, 18 de agosto de 2015


     -Mario, hijo, levántate…- lo zarandeó suavemente del hombro Lucía
-¡¿Qué pasa mamá?!- se despertó al instante sobresaltado- ¡¿Es Luna?! ¡¿Pasó algo con mi niña?!- interrogó levantándose de un impulso de la cama- ¡¡Ay Dios!!- exclamó cayendo sentado al borde de la cama mientras se sujetaba dolorido su cabeza con ambas manos al sentir un terrible pinchazo en sus sienes por aquel impetuoso movimiento; su madre posó compasiva su mano sobre el hombro de Mario
-No, ella está bien y duerme... pero es Larita hijo- le contestó mirándolo muy preocupada a los ojos, Mario confundido giró levemente la cabeza para observar la cama y descubrió que estaba vacía -¡¿Dónde esta Lara mamá?! ¡Acaso le pasó algo?!- volvió a inquietarse tremendamente mirando muy asustado a los ojos de su madre que se apresuró a entregarle tres pastillas del bote amarillo junto al vaso de agua que había sobre la mesilla
-Tómate esto corazón...- le indicó cariñosa, él se las tragó juntas dándole un pequeño sorbo al agua del vaso pero sin dejar de mirarla atemorizado
-Lara mamá- clamó impaciente
-Leo y nana se la llevaron al hospital cielo mío...
-¡¿Qué?!- clamó abriendo aterrado sus ojos y, calzándose apresurado las deportivas, salió ya del cuarto en dirección a la puerta principal; su madre lo siguió- ¡¿Cuándo?! ¡¿Qué le ha pasado a Lara mamá?! ¡¿Por qué no me llamaste antes?!- siguió gritando mientras buscaba en los bolsillos de los vaqueros que llevaba puestos desde el día anterior las llaves de su coche
-Lara no quiso llamarte, no quería angustiarte más...- contestó acongojada su madre
-Pero ¡¿qué le pasó mamá?!- exclamó extremadamente impaciente mientras seguía revisando sus bolsillos sin obtener ningún éxito- ¡¡Malditas llaves!! ¡¿Dónde puñetas las he metido?!- protestó nervioso
-El bebé, hijo... el bebé no se movió en toda la noche- sollozó aterrorizada
-¡¿Qué?!- clamó de nuevo mirando con pavor a su madre- ¡¿Dónde están esas puñeteras llaves, maldita sea?!- chilló desesperado registrando de nuevo sus bolsillos
 -¡¡Sube hijo, vamos!!- apareció Ricardo con su flamante Audi negro justo ante la puerta de la casa, Mario se subió rápidamente al coche
 -¡Yo también quiero ir!- sollozó angustiada Lucía
-¡¿Estás tonta mamá?! ¡¿Y qué hacemos con Luna?!- le recordó Mario afligido, ella se mordió el labio inferior recordándola de pronto
-Tranquila cielo, tú quédate con nuestra princesita que yo te llamo así sepa algo- le habló dulcemente Ricardo besándola amoroso en los labios y puso en marcha el coche volando por aquel camino de grava que llevaba al portalón de la entrada
 -¿Por qué demonios no me despertó? ¿Por qué prefirió ir con Leo y no avisarme?- repetía agobiado Mario mientras hundía sus dedos temblorosos en su pelo mesándose muy nervioso y dolorido las sienes
-Según me dijo Leo no quiso agobiarte más de lo que ya estás- le respondió Ricardo guiando con gran precisión el potente coche entre el tráfico que ya empezaba a moverse por la autopista
-¿Y él, Ricardo? ¿Por qué él no me avisó?- expresó enfadado y otro terrible pinchazo le atravesó la frente
-Para no angustiarla más de lo que ya estaba, hijo; pero así tuvo oportunidad, llamó de inmediato- aclaró observándolo de reojo, Mario estaba con los ojos cerrados masajeándose las sienes con rostro dolorido- ¿te encuentras bien?- se preocupó
-Sí tranquilo, no se preocupe por mí; lo importante es llegar cuanto antes junto a mi ángel- expresó terriblemente agobiado y muy inquieto; Ricardo regresó su atención a la carretera y aceleró aún más el coche.
Mario entró corriendo en urgencias buscando con desesperación a Leo con la mirada mientras Ricardo le seguía muy de cerca. Leo se levantó así los vio llegar y se dirigió a toda prisa hacia ellos, Mario aún se aterró más al ver su cara angustiada y sus ojos enrojecidos de llorar
-¡¿Dónde está mi ángel Leo?! ¡¿Le pasó algo a ella o a mi hijo?!- interrogó mortificado y lleno de pánico mientras lo sujetaba fuertemente de ambos brazos
 -Aún no sé nada Mario; ni los médicos ni mi madre han salido para decirme algo…- expresó angustiado y rompió a llorar como un niño, Mario lo abrazó amistosamente
-Tranquilo, amigo mío…Todo va a estar bien, todo tiene que salir bien...- repitió tranquilizador Mario palmeándole suavemente la espalda aunque más bien parecía que lo decía para convencerse él que para serenar a Leo. Apareció una enfermera por las puertas automáticas de urgencias y los tres la miraron impacientes
-¿La familia de Lara Méndez?- preguntó suavemente mostrando una cordial sonrisa
-¡Aquí!- saltó angustiado Mario acudiendo raudo a su lado siendo rodeado al instante por Ricardo y Leo que miraban asustados a la enfermera, ella los observó uno a uno a los ojos
-Solo el esposo por favor, el doctor quiere hablarle- indicó amable mirándolos a los tres compasiva -Soy yo- aclaró rotundo Mario ya echando a andar hacia las puertas automáticas
 -Pero yo soy su padre y también tengo derecho a saber qué tiene mi niña- protestó tajante Ricardo mirándola ofendido, la pobre muchacha se quedó mirándolo indecisa
-Está bien, pase usted también- resolvió finalmente muy amable
 -¿Y yo? ¡¡Soy su hermano señorita!! ¡¿Me va a dejar aquí solo sin saber?!- clamó angustiado Leo mirando suplicante a la enfermera que lo miró atrapada y sin saber qué hacer; de pronto sonrió resuelta
-¡Qué caray: pase también!- resolvió desenfadada y Leo le sonrió agradecido- síganme por aquí por favor- indicó señalando hacia la derecha del ancho pasillo que se encontraron tras cruzar las puertas automáticas donde se podían ver docenas de puertas cerradas muy cercanas unas a otras plagando la pared derecha, ellos obedecieron apurando su paso por aquel pasillo pero sin saber muy bien a donde iban- aquí por favor- los detuvo ante una de las puertas mientras ya la abría y les permitió pasar primero; dentro se encontraron a un doctor relativamente joven tras la mesa de su consultorio que los miró a los tres sorprendido
 -¡Vaya! ¿Qué tenemos aquí? ¿Acaso es un caso de trigamia o qué?- bromeó chistoso, ellos no pudieron evitar sonreír divertidos
-No doctor: yo soy el único esposo y padre de la criatura: Mario Carrizo- se presentó Mario mostrándole educado la mano que el doctor le estrechó amistoso- él es el padre de mi esposa y el muchacho su hermano- siguió presentando afable y el doctor también les estrechó desenfadado la mano
-Me daba penita dejarlos atrás, doctor; están tan preocupados e inquietos los pobrecitos, que me dije: “¡bah ¿qué más da?!”- explicó con desparpajo la joven enfermera moviendo desenfadada los hombros, todos rieron amenos
-Si a mí no me importa, Elena; pero es que desde la última reforma nos dejaron unos despachos “tan grandes...”- expresó irónicamente burlón mirando desconforme a su alrededor provocando de nuevo una sonrisa en los tres- que si entra uno más ¡¡yo tendré que atenderlos por la ventana!!- acabó diciendo guasón y todos rieron divertidos- pero siéntense- los invitó amable señalando las sillas tras su mesa frente a él, Mario y Ricardo las ocuparon quedándose Leo de pie
-¿Cómo está mi esposa doctor?- preguntó directo e impaciente Mario sin perder más tiempo
-Bien, ambos están bien, tranquilo; la paciente está perfectamente aunque la encontré muy nerviosa y en el cardiograma que le hemos realizado nos sale una pequeña arritmia... por eso prefiero dejarla en observación hoy- explicó ameno y muy profesional revisando el expediente de Lara que tenía sobre la mesa
 -Mi hija nunca ha padecido del corazón doctor, puede que sea temporal: ayer recibió una terrible noticia que la alteró en demasía- aclaró resuelto Ricardo
 -Sí, ya me lo ha aclarado muy bien su madre, como del medicamento que le administró el doctor que la atendió... ¿por qué esa mujer tan dispuesta y servicial es su madre, verdad?- le preguntó resuelto a Ricardo
 -No señor; pero como si lo fuera: la crió desde que nació y hasta la amamantó- contestó desenfadado Ricardo, el doctor movió asintiendo la cabeza
-¿Y mi hijo doctor? ¿Qué tiene? ¿Por qué no se ha movido en toda la noche mi hijo?- volvió a preguntar muy nervioso mirándolo aterrado
-Ya le he dicho que están bien ambos, tranquilícese- expresó sumamente compasivo, pero Mario lo miraba sin poder controlarse- el chiquitín es fuerte y está perfectamente, sus constantes son perfectas y es un muchachote sano y fuertote... está más que demostrado que los fetos sienten y padecen todo cuanto les ocurre a sus madres; con un disgusto tan grande como el que sufrió su esposa, algunos pequeñines se alteran muchísimo y su nerviosismo puede llegar a límites de hasta provocar partos prematuros pero otros simplemente prefieren mantenerse muy calmados y quietos esperando que la tormenta pase: eso es lo que ocurre con su hijo, se mantuvo inmóvil a la espera de que su mami se tranquilizara de nuevo, además el pobrecillo parece que sufría un poquito de “colocón” debido al sedante que mi colega le dio a su mami- añadió guasón provocando unas risas mucho más relajadas en ellos- pero nada que no se le haya pasado ya y al poco rato de estar aquí ya obtuvimos algunos movimientos- remató complacido, Mario sonrió emocionado
-¿Ha dicho... “muchachote” y “mi hijo” doctor?- expresó sagaz Mario mirando con un brillo de inmensa ilusión en los ojos, el doctor sonrió guasón
-Creo que sin querer me he adelantado a lo que su esposa está deseando decirle; así que, antes de que meta más la pata, ya pueden pasar a verla- resolvió desenfadado aunque sonriendo pícaro y Mario sonrió pletórico de felicidad
 -¡¡Un niño, suegro, es un niño!!- exclamó eufórico abrazando lleno de dicha a Ricardo que también sonrió repleto de alegría como Leo también hacía.
 El doctor los acompañó a la habitación de Lara donde estaba acompañada de nana, tenía conectadas dos máquinas: de las cuales, de una salían unos cables que iban a su pecho bajo su camisón hospitalario recogiendo información de su corazón y de la otra a una ancha correa que rodeaba su vientre tomando datos del bebé; Lara así lo vio entrar se le iluminó el rostro de felicidad y él corrió a abrazarla con ansiedad
-Te quiero, mi vida... No sabes cuánto te quiero, Dios; no vuelvas a darme otro susto como este o acabarás conmigo cielo mío- exclamó acongojado atrapando aquel bello rostro que nunca en la vida se cansaría de mirarlo entre sus manos y la besó amoroso por todo el rostro, Lara sonrió enamorada -No más que yo a ti mi amor- expresó llena de pasión y se fundieron en un ardiente beso casi con desesperación; Lara se retiró levemente mirándolo encandilada- Al final te has salido con la tuya ¿eh? Sí es Alejandro- expresó llena de deleite acariciando con gran ternura su vientre, él soltó una jocosa carcajada y, sonriéndose tremendamente felices, se besaron de nuevo pero esta vez más tranquilos y plácidamente deleitados. Todos los observaban enternecidamente conmovidos por todo aquel gran amor que se procesaban sin reticencias y que cualquiera podía apreciar a simple vista.
-Por lo que veo esto ya va perfecto, creo que no es necesario ni dejarla en observación como pensaba hacer- aclaró satisfecho el médico revisando atento las pantallas de ambas máquinas y todos sonrieron complacidos, de pronto el bebé se movió de tal manera que Lara tuvo que sujetarse la cinta que tenía sujeta al vientre pues parecía iba a arrancársela provocando las risas divertidas de todos- ¡¡Caray, parece que ya se le pasó del todo el resacón del calmante!!- bromeó chistoso el doctor y todos volvieron a reírse explayados
 -Lleva así de imparable desde hace un buen rato doctor- explicó nana con cara de feliz satisfacción -¡¡Ya veo ya, se despertó con marcha el muchachito tras la pedazo de siesta que se echó!!- exclamó guasón revisando el monitor de la máquina volviendo a provocar las risas alegres de todos- bueno, todo está perfecto, hasta tu arritmia parece ir cesando; así que no veo razón para que te quedes ingresada- anunció resuelto apagando las máquinas y todos sonrieron más felices aún- Así que puedes irte preparando que en unos minutos te traigo el alta; pero a la mínima sospecha de algo, vienes enseguida como muy bien has hecho esta vez ¿de acuerdo?- repuso satisfecho palmeando cariñoso la mano de Lara que asintió con la cabeza mientras le sonreía sumamente agradecida; él le correspondió dulcemente y salió de la habitación.
-No se te ocurra moverte de aquí ¿eh princesa? Voy a buscar a Relámpago y ahora regreso ¿vale?- le indicó cariñoso Pedro besando tierno la cabeza de Luna que estaba subida a la valla del cercado mirando entretenida a dos de los caballos que él había sacado ya de sus caballerizas y encerrado dentro del vallado abajo en la escuela de equitación
-No nano, tranquilo que de aquí no me muevo- respondió obediente, Pedro la miró sorprendidamente confundido
-¿Nano, cielo? ¿De dónde sacaste eso mi chiquitina?- expresó pasmado por aquel inesperado apodo por parte de aquella preciosa muñequita que lo tenía enamorado
-Hombre Pedro: vamos a ver, si el marido de mi tía, es mi tío y el marido de mi madrina, es mi padrino... tú eres el marido de nana y por tanto: ¡¡eres nano!!- resolvió chispeantemente resuelta, Pedro no pudo contenerse y soltó una sonora carcajada alegre y divertida
 -¡Y tú un diablillo encantador, maldita sea!!- exclamó lleno de pasión besándola fuertemente en la mejilla, la pequeña rió felizmente entretenida y él regresó dentro del gran establo sin poder dejar de reírse complacidamente deleitado. Luna obediente se quedó mirando encandilada a los caballos dentro del recinto mientras canturreaba una alegre cancioncilla cuando vio acercarse un magnífico coche negro levantando una pequeña polvareda que se detuvo muy cerca de ella. Observó intrigada como una mujer rubia con oscuras gafas de sol y vestida con un pantalón blanco y una camisola también blanca ceñida a su cintura con una cadena de oro y muy escotada por el cual podía percibirse unos llamativos pechos descendía del coche y empezó a acercarse a ella sonriéndole dulcemente -Hola- la saludó animada retirándose los grandes lentes descubriendo unos enorme y preciosos ojos grises
 -Hola- le respondió desenfadada Luna devolviéndole amistosa la sonrisa
-¿Cómo te llamas preciosa?- se interesó amable
-Luna ¿y tú?- respondió resuelta, la mujer sonrió complacida
-¿Te gustan los caballos chiquitina? ¿Sabes montar?- evitó contestar a su pregunta observando los dos buenos ejemplares que recorrían tranquilamente el recinto vallado
 -Me gustan mucho y sí se montar; mi abuelito Ricardo dice que si sigo así pronto seré una magnífica amazona- contestó vanidosamente inocente, la mujer sonrió con orgullosa satisfacción
-¿Tu abuelito... Ricardo?- expresó con retintín mirando muy interesada a la pequeña
-Sí, el papá de Larita: la novia de mi papá- explicó con resolución, aquella mujer movió irritada su mandíbula al tiempo que entrecerraba los ojos con rabioso desdén- ¿y a ti te gustan los caballos? ¿sabes montar? Porque si no sabes, mi abuelito puede enseñarte: es un gran profesor- añadió orgullosa de su abuelo mirando intrigada a la mujer que de inmediato mudó su rostro volviendo a sonreírle dulcemente melosa a la pequeña
 -Sí sé y me encantan los caballos también- respondió sincera extendiendo su mano a través del cercado y uno de los caballos se acercó a olisquearla con tranquilidad- son preciosos ¿verdad?- expresó deleitada acariciándole tierna el hocico al dócil caballo- ¿tu papá sigue teniéndoles miedo?- indagó curiosa, la pequeña la miró sorprendida
 -¿Tú cómo sabes eso?- expresó atónita mirándola con gran sorpresa; aquella mujer sonrió nerviosa
-¿Cómo se llama?- cambió de tema sin dejar de acarciar el morro del bello equino
-Ese se llama Capitán y aquel otro es Sultán... nano va a traer ahora a Relámpago: ese sí que es precioso, ya lo verás; es todo blanco y tiene unas crines larguísimas que me encanta cepillar- explicó con sumo gusto y ya con gran familiaridad como si conociera a aquella mujer de toda la vida; la mujer no podía dejar de observarla detenidamente calibrando cada uno de los rasgos y gestos de su hermosa cara intentando descifrar a quien se parecía y sonrió complacidamente satisfecha y cínicamente orgullosa al concluir que se parecía mucho más a ella que a Mario: “nunca podrás olvidarme por mucho que lo intentes porque tu hija te estará recordándome a cada segundo de tu puñetera vida” pensó gozosamente orgullosa sonriendo con gran cinismo
Pedro le estaba poniendo la cabezada a Relámpago cuando le pareció escuchar la llegada de un coche, se asomó curioso a la puerta del establo encontrándose a una mujer alta y verdaderamente despampanante hablando con Luna, tomó las riendas del caballo y salió del establo en dirección a ellas
 -¿Puedo ayudarla en algo?- se ofreció servicial aunque observándola con gran curiosidad: nunca la había visto delante o se acordaría... pero le sonaba terriblemente su cara...
-Hola buenos días; pues espero que sí- contestó esperanzada mostrándole una gran sonrisa muy bonita por cierto- ¿es usted el famoso “abuelo Ricardo”?- indagó con enorme interés examinando minuciosamente el rostro de Pedro
 -No señorita ¿por qué?- contestó desenfadado Pedro
 -¡¡Oh!!- exclamó defraudada, pero tomó aire profundamente recuperando su postura coqueta de nuevo- ¡Bah, da igual, usted también puede que me ayude! es que llegué hace poco a la ciudad y de donde vengo estoy acostumbrada a montar casi diariamente; la verdad es que echo mucho de menos seguir haciéndolo y, preguntando, me han hablado muy bien de este sitio... pero no me han sabido decir si solo dan clases de equitación o alquilan caballos para monta libre- aclaró mirándolo con una coquetería algo deslumbrante que a Pedro le hizo tragar inquieto saliva; aquella mujer sabía encamelar a un hombre solo con aquella provocadora mirada...
-Pues...- intentó hablar pero le salió un gallo inesperado que le hizo sonrojarse al tiempo que tosió rápidamente para deshacer aquel nudo de excitación que ya se le había hecho en la garganta sin haberlo notado siquiera; la mujer sonrió de medio lado satisfechamente burlona- pues eso tendrá que hablarlo con el dueño, señorita; yo no soy quien a decidir algo así y por ahora aquí solo se enseña a montar y se dan clases de integración a niños discapacitados... pero creo que se puede hacer una excepción si habla con Ricardo- aclaró más resuelto y recuperado de su azoramiento momentáneo -Que es mi abuelito- recalcó alegremente dichosa la pequeña
-¿Y dónde puedo encontrarlo? ¿Está por aquí? ¿O su hija? Me gustaría conocerla, la pequeña acaba de hablar de ella...- se interesó examinando curiosa a su alrededor pero su voz sonó algo cínica y demasiado impaciente en contraste con su coquetería anterior descolocando muchísimo a Pedro
 -Ahora no están, ambos tuvieron que salir; pero creo que ya por la tarde estarán de regreso y entonces podrá hablar con él si así lo desea- contestó Pedro algo más frío y desconfiado que antes, la mujer lo miró desconcertada unos segundos pero pareció darse cuenta de inmediato de su metedura de pata
 -Volveré entonces a la tarde- resolvió apresurada sonriéndole nuevamente muy provocadora y sensual a Pedro, aunque a él ya no le afectó y siguió mirándola muy receloso; ella se volvió rápidamente colocándose de nuevo sus gafas de sol y regresó a su coche con paso apurado pero caminando con un estilo garboso y altanero algo increíble
-Que guapa es esa mujer ¿verdad nano?- expresó Luna mirándola inocentemente
-Sí angelito, muy guapa... pero también muy extraña- murmuró suspicaz sin quitarle desconfiado la vista de encima mientras el flamante coche recorría el camino hasta la salida del recinto- si vuelve por aquí, no quiero que te acerques a ella si estás sola ¿de acuerdo princesa?- resolvió tajante pero muy dulcemente
-¿Por qué nano?- preguntó cándida la pequeña
-Porque no me gusta, no me da buena impresión esa mujercita y no quiero que te acerques a ella ángel mio- expresó sincero besando a la pequeña en la cabeza y ella asintió obediente con su cabecita. Pedro le sonrió complacido- ¡venga, vamos a montar a Relámpago mi chiquitina preciosa!- resolvió animoso y, cogiéndola en brazos, la sentó sobre el lomo del blanco caballo; Luna rió feliz sujetando rauda las riendas del animal y tomando ya la postura perfecta y correcta sobre él. Pedro sonrió orgulloso de su pequeña amazona viéndola feliz y con tan buen arte encima de aquel hermoso caballo que pronto se olvidó por completo de aquella extraña mujer.

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