domingo, 23 de agosto de 2015


    -¡¡Oh Dios santo, no!!- oyó clamar angustiada entre lágrimas a su madre tras él, Ricardo la abrazó compasivamente amoroso contra su pecho mientras Mario miró aterrado a Alberto que hizo un gesto leve con la mano indicándole calma
 -¡Señoría!- reclamó apurado Alberto, el juez lo miró a los ojos- Señoría, la niña no conoce a esta mujer de nada… No podemos obligarla a estar con una desconocida todo un día…
-Pues por eso mismo es mi resolución, señor letrado: quiero que mantengan un contacto y ver cómo resulta- instó rotundo
-¡Pero su señoría, es muy pequeña y nuca ha visto delante a esta señora; la pobrecilla no comprenderá nada!- Mientras Alberto seguía protestando categórico buscando una salida para que aquella decisión del juez no se llevara acabo, a Mario cada vez se le apretaba más el corazón provocándole un dolor inmenso que apenas le dejaba respirar y un nudo en la garganta cada vez más enorme se le formaba hasta que no pudo aguantar más y las lágrimas empezaron a rodar por su rostro sin cesar. Sol lo observaba sonriendo cínicamente satisfecha
-¡Mira la cara de esa harpía Ri, es mala, muy mala; solo quiere hacerle daño a mi hijo y lo está consiguiendo! ¿Es que el juez no lo ve, Dios bendito?- sollozaba sin consuelo Lucía mientras Ricardo, haciendo un gran esfuerzo por contenerse, intentaba mantenerse sereno ante aquel desastre -¡Señoría..!- seguía protestando Alberto
-Basta colegiado Martín, he decidido que madre e hija mantengan contacto y será todo el día de este sábado... pero si no está de acuerdo podemos poner sábado y domingo ¿lo prefiere así?- exclamó furioso el juez ya cansado de tanta protesta de Alberto que calló al momento
 -No señoría… el sábado está bien- repuso apagadamente Alberto
-Perfecto, entonces estamos todos de acuerdo en que el sábado madre e hija lo pasarán juntas... y el lunes a las nueve se retomará la vista de este caso pues ya tendré una resolución final- aclaró rotundo golpeando con su martillo el taco de su mesa dando por finalizado el juicio y se fue por la puerta que había tras el estrado dejándolos allí sentados.
 Mario no podía creer lo que acababa de oír: Sol se había salido con la suya y se llevaría todo el día del sábado a Luna con ella... Lloraba desconsolado sin poder contenerse mientras mantenía la cabeza baja totalmente derrotado, Sol pasó por su lado y se quedó mirándolo altiva y orgullosa
-El sábado a las diez pasaré a recogerla… espero que la tengas preparada- expresó engreída, Mario la miró a los ojos con todo el odio que rezumaba por cada poro de su cuerpo pero ella sonrió cínicamente satisfecha- Pero no llores, hombre; que se me parte el corazón- se burló e intentó acariciarle la mejilla, Mario apartó de nuevo su cabeza en un déspota gesto evitando su contacto como había hecho antes de entrar y ella lo miró dolida unos segundos, pero se recompuso rápidamente y regresó a su porte altanero y victorioso- ¡Ah, y ve acostumbrándote; porque seguro que el juez declina a mi favor: yo soy su madre y eso pesa mucho!- expresó viéndose ganadora del caso, Mario apretó los dientes con una furia desmedida provocando que sus mandíbulas se movieran frenéticas
-¡¿Cómo puedes ser tan cínica, vil y rastrera Sol?! ¡¡Tú no quieres a Luna, nunca la quisiste!!- le gritó iracunda Lucía; Sol la miró despectivamente y, sonriendo cínicamente, salió de la sala con paso arrogante y firme seguida de sus abogados. Lucía se abrazó a su hijo llorando los dos incesantemente -¿Cómo voy a darle esta noticia a Lara, mamá? ¿cómo? ¡¡Se va a llevar un disgusto tremendo mamá!!- exclamó lleno de angustia Mario sin poder dejar de llorar y su madre aún lo abrazó con más fuerza contra su pecho acariciándole suavemente la nuca sin tampoco poder detener sus lágrimas -Tranquilo hijo, mi hija es mas fuerte de lo que puedas pensar y además no te dejaremos solo- repuso compasivo Ricardo apretándole suavemente el hombro a modo de consolación; pero Mario no tenía consuelo posible
A Lara no le corría el reloj, las horas no pasaban y cada vez se iba intranquilizando más. Leo procuraba mantenerla distraída pero era inútil, Lara a cada instante observaba nerviosa por la ventana de sala esperando impaciente la llegada de Mario. Por fin vio llegar su coche seguido del de su padre y tras él, el de Alberto.
 -¡Ya están aquí Leo!!- exclamó impaciente y corrió al porche siendo seguida por el muchacho. Los primeros que se apearon de sus coches fueron su padre y Alberto que le mostraron una dulce sonrisa que ella correspondió nerviosa, luego Ricardo ayudó galante a bajarse de su Audi a Lucía pero Lara ya no miraba nada más que a Mario metido dentro de su coche no haciendo ni el más leve gesto de que se fuera a bajar. Su corazón empezó a latir frenético al verlo allí sentado, aferrado al volante con ambas manos, mirando al frente y completamente estático- Algo va mal, Leo; algo no salió bien...- murmuró acongojada tomándole la mano de Leo y apretándosela muy nerviosa
-Pero ¿qué dices mi gordita? Míralos como todos sonríen y parecen muy tranquilos: las cosas han ido bien peque, tranquila- aseguró sonriendo animado pero ella no apartaba sus ojos de Mario y cada milímetro de su ser le decía que Mario no estaba bien, que le pasaba algo. Ricardo se aproximó a la ventanilla de Mario y habló con él haciéndolo reaccionar al fin, miró hacía Lara y le sonrió dulcemente; pero a Lara el corazón se le encogió de repente y un terror descomunal le invadió todo el cuerpo,
-No, Leo; las cosas no han ido nada bien… Mira a Mario, fíjate en sus ojos, él no sabe mentir Leo- expresó ya presa del pánico apretando aún más fuerte su mano y él observó a Mario que se esforzaba en sonreír pero Lara tenía razón: sus ojos apagados decían otra cosa
-Tienes que ser fuerte, mi gordita… Pase lo que pase, recuerda que estamos hablando de su hija y por más que nos duela a nosotros, para él es muchísimo peor- le susurró dulcemente al oído mientras le pasaba consolador el brazo por los hombros
-¡¡Oh Dios Leo, me quitan a mi niña… se van a llevar a mi niñita, Leo!!- no pudo evitar exclamar llena de aflicción al tiempo que sus ojos ya se inundaban de lágrimas
-¡¡Por Dios bendito Lara tranquilízate, no se lo hagas pasar peor al pobre Mario!!- le increpó duramente oprimiéndola contundente contra su costado aunque la besó cariñoso en la frente- piensa que, aunque nosotros queremos con locura a esa chiquilla, él es su padre Lara, quien la crió solo todos estos años… Tienes que ser fuerte peque, porque si tú también decaes, lo hundirás por completo… ¿No lo comprendes?- aseveró contundente, ella lo miró compungida a los ojos pero afirmó con la cabeza y tomó aire profundamente intentando coger valor; Leo la besó de nuevo en la frente y la sujetó con más fuerza contra su cuerpo para darle ánimos mientras veían como se iban acercando a ellos. Pero Lara de pronto se soltó del brazo de Leo y corrió a lado de Mario que la recogió entre sus brazos al instante y la oprimió con casi desesperación contra su cuerpo al tiempo que las lágrimas ya empezaron a correr por sus mejillas de nuevo; Lara no preguntó nada, ya no lo necesitaba, abrazados con gran amor y en silencio, recorrieron los pocos metros que quedaban y entraron en la casa.
Ya en la sala y todos acomodados en los sofás, Lara y Leo tomados de la mano para apoyarse mutuamente escuchaban atentos las explicaciones de Alberto de lo ocurrido en el juicio mientras Lucía no dejaba de sollozar desconsolada contra el pecho de Ricardo sentada en sus rodillas y él la cobijaba dulcemente entre sus brazos al tiempo que la acunaba suavemente; y Mario, sentado junto a Lara, se mantenía en total silencio con los ojos clavados e idos en la alfombra y con sus manos entrelazadas tan fuertemente que tenía lo nudillos blanquecinos apoyadas en sus rodillas.
-¿Entonces Alberto… nos estás diciendo que el sábado…tenemos que dejar que esa mujer... se lleve a nuestra niña?- dijo lentamente Lara suspirando angustiosa y tragando saliva a cada frase para poder asimilarlo así Alberto acabó su explicación al tiempo que las lágrimas corrían descontroladas y silenciosamente por su rostro.
-Sí pequeña...- murmuró abatido, Lara volvió a tragar incómoda saliva como si le costara horrores hacerlo; Leo le oprimió dulcemente las mano que sujetaba entre las suyas intentando inyectarle ánimos y fortaleza- pero es un mero trámite, mi niña; el lunes tendremos la…- siguió hablando Alberto intentando consolarlos, Mario levantó de pronto la cabeza mirando furioso a los ojos de Alberto
 -¡¿Un mero trámite Alberto?!- exclamó iracundo  apretando aún más sus dedos entrecruzados dejándolos blancos completamente- ¡¿Explícame tú cómo le digo a mi pequeña de seis años que se tiene que ir con una perfecta desconocida por qué es… “un mero trámite”?- bramó enfurecido y fuera de sí; todos los miraron compasivos sin atreverse a decir nada, estaba desesperado furioso irracional... pero era totalmente comprensible
-Mario, cariño mío...- expresó amorosa Lara tomándole dulcemente el rostro entre sus manos y obligándolo a mirarla a los ojos- no las pagues con Alberto que él no tiene la culpa amor mío, él hizo todo lo posible para evitar esto cielo mío- le habló con gran ternura mientras le acariciaba cariñosa las mejillas, pero él seguía mirándola con furia en la mirada- amor mío, no te ofusques y vayas contra quién no se lo merece cielo mío, nadie de los aquí presentes tienen culpa de esto amor- siguió hablándole con extrema calma y él parecía empezar a serenarse- ahora lo que debemos hacer es mantener la calma y centrarnos en encontrar la manera de cómo decírselo a nuestra chiquitina- expuso dulcemente sin dejar de acariciar tierna sus mejillas y él suspiró profundamente tranquilizándose un poco más- Mira, podemos disimularlo como un juego… como una aventura... una excursión- propuso animosa pero Mario comenzó a negar con la cabeza; Lara miró esperanzada a Leo y a su padre- ¿Acaso a vosotros no os parece buena idea? ¿A qué sí lo es?- añadió buscando el apoyo de ambos
-Creo que puede funcionar peque- expresó resuelto Leo
-Yo tampoco lo veo mal; podemos buscar algo que la emocione y hacérselo más fácil para que ella sufra lo menos posible- repuso Ricardo apoyando las palabras de Lara pero Mario seguía negando con la cabeza
-¡Busquemos lo que busquemos, no va a servir Lara; sabes que ella es muy lista y se va a dar cuenta mi vida!- clamó aterrorizado Mario abriendo desmesuradamente sus ojos, Lara le sujetó aún más firmemente la cara entre sus manos y lo miró fijamente a los ojos
-Si nos ve nerviosos y aterrorizados cielo, tenemos que procurar que nos vea amenos y tranquilos aunque nos cueste un mundo amor mío; que ella vea y crea que realmente hablamos de un juego y que se va a divertir- explicó animosa mirándolo con gran ternura a los ojos, él la miró desconcertado -¿Cómo estás tan tranquila?- expresó descolocado mirándola sorprendido por su actitud tan calmada -¿Tranquila mi amor? ¿Yo? Estoy que me muero de angustia cielo mío, pero tengo que parecer tranquila por ti… por ella… y por él- respondió acariciando dulcemente su vientre y Mario la imitó; las palabras de Lara le habían reconfortado mucho y acariciar a su pequeño y que él respondiera a su caricia moviéndose bajo su mano lo acabó de tranquilizar. Mario de pronto la abrazó fuertemente contra su pecho
 -¿Qué haría yo sin vosotros vida mía?- expresó derrotado suspirando profundamente intentando contener las lágrimas que regresaban a sus ojos, ella le acarició la nuca tiernamente
-Piensa que solo será un día, mi amor… un día; sí, perdimos esta batalla, pero no podemos decaer y Alberto seguirá trabajando incansable, le ganaremos la guerra a esa mujer- resolvió esperanzada y llena de ilusión, él se retiró levemente mirándola con pasión a los ojos
-No sabes cuanto te quiero amor mío- expuso apasionado abrazándola fuertemente de nuevo contra él, ella volvió a acariciarle amorosa la nuca
-Y yo a ti mi bien, y yo a ti- contestó tierna cerrando los ojos para contener las lágrimas que ya casi no lograba contener mientras todos se mantenían en silencio impresionados y conmovidos por aquel enorme amor que aquellos dos muchachos se demostraban
-¿Sabéis que os digo?- expresó de pronto Alberto palmeándose sonoramente las rodillas y poniéndose impulsivo de pie sorprendiendo a todos- que nuestra niña tiene toda la razón del mundo: vamos a ganarle la guerra a esta desgraciada y para ello hay que ponerse cuanto antes manos a la obra- resolvió muy animado y decidido provocando que todos rieran divertidos- así que, nos vemos chicos que yo tengo mucho que hacer- se despidió resuelto y se marchó de la casa dejándolos a todos rieron entretenidos.
-Y nosotros vámonos a por nuestra ardillita que estoy que me muero por verla, cielo mío- resolvió ansioso Mario y Lara asintió conforme con la cabeza mientras sonreía feliz por aquella maravillosa decisión
De vuelta al rancho, Ricardo y Lucía iban en su Audi seguidos de cerca por el Seat León de Mario donde iban Lara y Leo acompañándolo. Ricardo observaba de reojo como Lucía iba ensimismada con la mirada perdida a través de su ventanilla
 -¿En qué piensas cielo?- le preguntó al cabo de un rato tomándole la mano tiernamente y se la besó amoroso sacándola de sus pensamientos, ella le miró reflexiva
-¿Qué quiere Sol realmente Ri?- expresó totalmente confundida y él la miró fijamente a los ojos -Pues está muy claro amor: lo único que busca esa es joderle la vida a tu hijo... y por mala suerte lo está consiguiendo- explicó apagadamente y lleno de impotencia regresando su atención a la carretera -¡¿Pero por qué Ricardo?! ¡¿Por qué?!- exclamó sin comprender nada mirándolo desdichada mientras sus ojos se llenaban de lágrimas nuevamente, él volvió a mirarla a los ojos sin saber qué contestar- ¡Él no la abandonó: fue ella la que decidió irse; él nunca le negó ver a la niña, fue ella la que no volvió a dar señales de vida ni le importó nunca la pequeña...! ¡¿A qué viene esta absurda venganza en contra de Mario, Ri?! ¡¡Porque a nuestra niña no la quiere Ricardo, no la quiere; solo hace esto para hacer daño!!- clamó con desesperación y muy segura de lo que decía
-Yo creo que esa es cómo el perro del hortelano amor mío: “ni come ella ni deja comer al amo”- expuso sincero besando de nuevo la mano de Lucía que seguía sujetando amoroso, ella lo miró frunciendo el ceño confundida- Quiero decir que para mí, esa aún no había caído en la cuenta de que había perdido a Mario hasta ahora que él presentó la demanda de divorcio y, al encontrárselo rehaciendo su vida y verlo tan feliz lejos de ella, le entraron unos celos rabiosos y solo piensa en vengarse de él... por eso creo que estuvo espiándonos a todos, para averiguar dónde podía darle para que más le doliera y hacerle el máximo daño posible: y por mala suerte averiguó que era con nuestra princesita- explicó convencido, Lucía se quedó unos segundos en silencio recapacitando en lo que Ricardo dijera
 -Sí, eso tiene sentido... no hay nada peor que una mujer herida y despechada- murmuró finalmente suspirando profundamente y ambos volvieron a quedarse callados.
Cuando ambos coches se detuvieron ante el rancho, la pequeña salió a recibirlos de la mano de nana sonriendo alegre.
 A Mario pareció borrársele todas las preocupaciones y tristezas de un plumazo y su rostro se encendió de pletórica felicidad al volver a ver a la luz de sus ojos, a su rayito de sol... a su adorada ardillita
-¡Ay, Dios mío, mi niña!- susurró ahogada de la pena Lara sujetándose angustiada las manos en su regazo; Leo, sentado en el asiento trasero del coche, le posó cariñoso su mano en el hombro
 -¡Ey mi gordita, venga: sé fuerte ¿vale?!- le susurró dulcemente besándola compasivo en la mejilla
-Mi amor, tú lo dijiste: solo es un día cielo mío- le recordó positivamente Mario posando amoroso su mano sobre las de Lara, ella esbozo una leve sonrisa
-¡¡Papaíto; Larita... Leo!!- gritó feliz la pequeña soltándose de la mano de nana y echando a correr hacia ellos así los vio bajar del coche
-¡¡Hola mi vida!!- exclamó pletórico Mario recogiéndola en brazos y aprisionándola fuertemente contra su cuerpo- ¡¡Jesús, cuanto te echaba de menos mi ardillita!!- expresó besándola apasionado en la mejilla
-¡¡Y yo a ti mi papaito guapo!!- repuso ella también besándolo sonora y repetidamente en las mejillas mientras se abrazaba al cuello de su papá. Todos los observaban compungidos ya con un tremendo nudo en la garganta- ¡¡Hola Larita!!- exclamó mirándola dichosa y extendiendo sus bracitos hacia ella reclamando un abrazo, Lara le sonrió dulcemente obedeciendo a su reclamo y se abrazaron felices -Hola mi ángel ¿Qué tal lo pasaste mi chiquita?- le preguntó mientras la besaba con pasión en las mejillas
 -¡Muy bien! ¡Aunque la abuelita Lucía intenta regañarme... el abuelito Ri no se lo permite, y Pedro me deja montar a Lucero todo lo que quiera y nana me hace siempre mis comidas preferidas!- explicó resuelta sonriendo pícara por siempre salirse con la suya y todos rieron divertidos mientras se encaminaron hacia la casa
Comieron todos juntos escuchando su verborrea alegre y sin descanso contándoles todas las aventuras que pasara mientras sonreían en silencio sin ninguno decir nada. Mario la había acaparado desde que llegaran y en todo el día no la soltó ni un segundo, estaba totalmente volcado en su hija y la escuchaba deleitado sin dejar de mirarla con pasión besándola y acariciándola de continúo con tremendo mimo. Sentada sobre sus rodillas como había comido al mediodía, volvía a cenar al llegar la noche.
 Decidieron regresar a la ciudad al acabar de cenar y Lucía al despedirse la abrazó tan fuertemente que la pobre pequeña protestó dolorida
-¡Abuelita caray! ¡Que me estás estrujando mucho!- exclamó fastidiada a la vez que sorprendida por aquel impetuoso abrazo de su abuela, Lucía le sonrió tierna pidiéndole disculpas dulcemente y acto seguido no pudo evitar esconder su rostro contra el pecho de Ricardo ocultándole a la pequeña sus lágrimas irreprimibles; Ricardo la rodeó amoroso con sus brazos oprimiéndola consolador contra su cuerpo.
Al llegar a la ciudad, Mario se apresuró a recogerla de nuevo en brazos y, jugando alegre mientras seguía besándola amoroso en las mejillas, se la llevó a casa sin al parecer acordarse que ellos estaban allí; Lara y Leo se quedaron mirándolo conmovidos y Lara no pudo evitar que unas lágrimas corrieran por sus mejillas compungida y algo dolida debido a aquel pequeño descuido por parte de Mario, Leo la abrazó cariñoso contra su cuerpo
-¡Ey tranquila peque, no lo hizo a propósito! ¡No se lo tengas en cuenta y déjalo que se desahogue a su manera mi chiquita!- la consoló dulcemente comprendiendo de inmediato aquellas lágrimas de Lara y la besó compasivo en la cabeza. Ella le sonrió comprensiva y, tras despedirse con gran cariño besándose mutuamente en la mejilla, Leo se fue directamente a la casa de Lara mientras ella entraban en la de Mario encontrándoselos jugando alegres y retozones sobre el sofá
 -Mario cielo ¿no sería mejor...?- intentó exponer sobre hablarle a la pequeña de lo que iba a pasar pero él, intuyendo lo que quería decirle, le clavó una mirada aterrorizada que la enmudeció al instante. Suspiró profundamente y se fue a la cocina donde se preparó un té y se sentó en un taburete dejándolos disfrutar a solas. Aún los oyó seguir enredando entretenidos sobre el sofá un buen rato más antes de que Mario resolviera que era hora de acostarse ya. A Lara un nudo terrible se le formó en la garganta cuando los oyó subir por las escaleras sin dejar de reír alegres y sin acordarse ninguno de los dos de ella; aún los siguió escuchando jugar entretenidos mientras la bañaba y al poco rato todo quedó en silencio. Esperó a que Mario bajara pero no lo hizo; suspiró de nuevo profundamente, se acabó el té y se fue arriba encontrándolos abrazados y profundamente dormidos juntos en la cama matrimonial. Otro inmenso dolor en el pecho la asaltó pero intentó comprender la actitud de Mario, suspiró hondamente para mitigar un poco aquel tremendo resquemor que sentía y, tras besar amorosa la frente de la pequeña, bajó de nuevo a la sala acostándose en el sofá.
Al día siguiente la cosa fue muy parecida, así Mario llegó del trabajo, solo se dedicó en cuerpo y alma a su hija dejándola totalmente apartada. Leo observaba conmovido a Lara, pero ella no dijo nada, se sentía muy dolida pero disimuló como pudo. Intentó varias veces hacerle entender a Mario de que debían empezar a hablar con la pequeña, pero él se negó rotundo ya no a escucharla, sino a ni siquiera dejarla hablar. Así Leo regresó a su casa, Lara, impotente y dolida al sentirse tan excluida de aquel íntimo y pequeño mundo que formaban padre e hija, volvió a refugiarse en la cocina dejándolos solos de nuevo.
Pero no podía dejar de preocuparse angustiada por el comportamiento de Mario, él estaba posponiendo hablar con la niña y, así, no iba a resultar nada fácil hacerle entender lo que iba a suceder el sábado… Nuevamente se fueron a acostar sin acordarse ni siquiera de despedirse de ella. Lara esperó a ver si esta vez Mario sí regresaba a su lado pero tampoco lo hizo y ya no pudo evitar romper a llorar tremendamente dolida por aquella incomprensible forma de actuar de Mario hacía ella. Muy despacio, desganada y casi arrastrando los pies, cerró la casa, apagó las luces y subió al piso de arriba encontrándoselos de nuevo en la cama matrimonial profundamente dormidos y abrazados amorosamente. Volvió a romper a llorar sintiéndose terriblemente despreciada. Sin poder controlar sus lágrimas, recogió uno de sus camisones en silencio para no despertarlos, besó dulcemente a la pequeña en la frente y salió del dormitorio. Se dio un prolongado y caliente baño en el otro cuarto de baño para no molestarlos intentando relajarse y sobre todo comprender la actitud de Mario, acostándose después en la camita de Luna.
Pero el sueño no la vencía; estaba muy nerviosa y tremendamente dolida por los desaires de Mario y las lágrimas no cesaban de manar de sus ojos. Cansada ya de dar vueltas, se levantó y entró en el cuarto del bebé que ya estaba totalmente terminado. Caminó despacio recorriéndolo lentamente mientras le pasaba sus dedos suavemente acariciando dulcemente aquellas paredes pintadas con aquel tono amarillo tan suave y dulce, sobre el cambiador del bebé, sobre su mullida y calentita colcha cubriendo aquella linda cunita de madera pintada de blanco, por la estanteria ya repleta de suaves y tiernos peluches... no pudo evitar esbozar una tierna sonrisa al recordar como a Mario, tras defenderse maravillosamente en montar todos los muebles del cuarto del bebé, sin embargo le había costado un montón montar aquella dichosa estantería... Recogió un suave patito de peluche de llamativos colores de la estantería y, oprimiéndolo contra su pecho, se dirigió al ventanal quedándose observando ensimismada la noche a través de él... Al cabo de un rato su cuerpo se estremeció de frío sacándola de su abstracción y se percató de que fuera había empezado a llover y que ella estaba llorando de nuevo. Salió del dormitorio del bebé y, sin dejar de abrazar el suave y dulce patito, se metió de nuevo en la camita de Luna abrazada a aquel peluche como cuando era niña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario