viernes, 21 de agosto de 2015


      Ricardo y Lucía estaban acabando de cenar charlando entretenidos con Pedro, nana y Leo a la larga mesa de la cocina del rancho, cuando los sorprendió el interfono de la verja de la calle; todos se miraron unos a otros descolocados
 -¿Quién puede ser a estas horas?- expresó sobresaltada nana mirando nerviosa a Ricardo
-No lo sé, pero en seguida lo averiguamos- respondió resuelto y se levantó a contestar el telefonillo colgado junto a la puerta de la cocina- ¿quién es?
-Abra Ricardo: somos nosotros- se oyó alto y claro en toda la cocina la profunda y varonil voz de Mario
-¡¡Dios santo, es mi hijo!!- exclamó sobrecogida Lucía levantándose con tal impulso de su silla que casi la tira patas arriba mientras Ricardo ya pulsaba rápidamente el botón de apertura de la gran verja mirando muy preocupado e inquieto a los ojos de Lucía.
-¡Oh por Dios bendito; algo gordo ha pasado para venir los muchachos a estas horas!- se alarmó tremendamente nana ya muy nerviosa y, recogiendo su chal del colgador junto a la puerta de la cocina, corrió precipitada a la entrada de la casa mientras se lo echaba por los hombros siendo seguida al momento por Lucía; los hombres también salieron corriendo detrás de ellas. Ricardo, sin detener su carrera siguiéndolas, descolgó del perchero que había junto a la entrada principal su grueso y cálido zamarrón de piel
-Ponte esto que aquí las noches ya están frías, amor- le recomendó atento Ricardo cubriéndole amoroso con él los hombros a Lucía y ella esbozó una sonrisa agradecida mientras miraban impacientes y extremadamente inquietos como el Seat León negro de Mario se acercaba rápidamente por el camino de grava
-¡¿Qué ha pasado hijo?!- elevó la voz muy nerviosa Lucía acudiendo rauda junto al coche así Mario lo detuvo junto a ellos
-¡¿Las niñas están bien muchacho?!- indagó al tiempo muy alarmado Ricardo examinando impaciente dentro del vehículo descubriendo a Lara y Luna que le sonreían tranquilizadoras, respiró más relajado
-Abuelitos, vengo a pasar unos días con vosotros otra vez- expresó Luna feliz y radiante desde el asiento trasero, Ricardo sonrió dulcemente cogiéndola en brazos mientras Leo ayudaba con gran ternura a Lara a bajarse del vehículo
-Mira que bien mi princesita- repuso animoso besándola en las mejillas mientras se la llevaba rápidamente dentro de la casa cobijándola dulcemente contra su pecho
 -¿Qué ha pasado cielito? ¿Estás bien?- indagó de nuevo sin calmarse ni un ápice Lucía cubriendo al instante los hombros de Lara con el zamarrón de su padre así salió del vehículo
-Sí, los tres estamos bien; tranquilos- repuso tranquilizadora y todos se apresuraron a seguir a Ricardo dentro de la casa pues realmente la noche allí estaba helada en comparación a la ciudad
-¿Qué rayos ha pasado hijo?- lo asaltó impaciente Ricardo así entraron en la sala mirando confundido y muy inquieto a los ojos de Mario
-Ahora hablamos suegro, permítame antes acostar a Luna que ya es demasiado tarde para ella- respondió con una parsimonia aplastante pero clavándole una intensa mirada en los ojos que le hizo comprender al instante que prefería hablar sin la pequeña delante dejándolo aún más nervioso
-Deja hijo, yo me encargo de nuestra chiquitina- se ofreció servicial y complacida nana recogiendo a la pequeña de los brazos de Ricardo y, mientras la besaba con pasión en la mejilla, se la llevó a su dormitorio tras despedirse la chiquitina alegremente de todos.
-¡¿Qué diablos ha pasado?!- preguntó ansioso Ricardo así quedaron solos en la sala
-Sol apareció en nuestra casa papá- respondió directa Lara y todos abrieron atónitos los ojos mirándola boquiabiertos
 -¡¿Qué?!- exclamó con cara de pasmo Lucía- ¿Qué quería Mario? ¿Acaso os hizo un escándalo?- pregunto inquieta, Mario solo la miró profundamente a los ojos- ¡Hijo, por Dios bendito ¿no habrás hecho una locura y complicarlo todo aún más, verdad?!- clamó aterrorizada mirándolo sobrecogida al verle aquel escalofriante miedo en sus preciosos ojos negros
-No mamá, yo no estaba, la muy zorra estuvo esperando hasta que Lara se quedó sola para acercársele; porque sino te juro que me importaría bien poco complicar nada- aclaró apretando muy furioso los dientes, todos miraron estremecidos a Lara
-¡¡Hija de puta!! ¡¿estás bien mi gordita?! ¡¿Esa mujer te hizo algo?! ¡¡Si se atrevió a hacerte algo te juro que la mato, peque!!- se inquietó terriblemente Leo pasándole súper tierno las manos revisando muy nervioso el rostro y los brazos de Lara
 -No me hizo nada Leo, tranquilo; ni siquiera se me acercó- lo tranquilizó dulcemente sonriéndole agradecida por su gran muestra de cariño
 -¿Y qué coño quería?- expresó totalmente descolocado Ricardo mirando alertado a Mario
 -No estoy seguro Ricardo… según Lara solo mantuvieron una estúpida conversación sin sentido de la que no entiendo nada... y cómo no sé que se está proponiendo esa con todo esto, preferí traérmelas para aquí cuanto antes- respondió Mario ahora sí demostrando su enorme inquietud
-Hiciste bien hijo, hiciste muy bien- resolvió complacido Pedro palmeándole conforme el hombro a Mario que le sonrió ameno
-¡¿Cómo que “traérmelas” Mario?! ¡¡Quedamos en que solo se quedaba Luna!!- elevó alterada la voz Lara mirándolo con reproche a los ojos
-A esa conclusión llegaste tú sola Lara: yo no he decidido nada todavía- resolvió rotundo y tajante mirándola duramente decidido; Lara abrió sorprendida los ojos, no se esperaba aquella déspota y traicionera respuesta. También Ricardo miró sospechosamente alertado a Mario por su inesperado comportamiento: nunca había sido tan duro e implacable con su hija así que tenía que estar pasando algo... pero Mario solamente le hizo un leve movimiento rápido de ojos indicándole muy claramente que no quería hablar delante de Lara
-Pero ¿qué pasó mi niña? ¿Se te presentó así cómo así? ¿Qué te dijo esa sinvergüenza?- preguntó alterada Lucía mientras la guiaba cariñosa del brazo hacia el sofá para que se sentaran
-No pasó nada Lucía; a decir verdad, fue muy amable y amistosa conmigo realmente... - explicó serena sentándose en el sofá, Lucía lo hizo a su lado sin dejar de sujetarle tierna su mano; los hombres las imitaron ocupando el resto de asientos alrededor de ellas observando a Lara extremadamente interesados en su explicación- solo me hizo preguntas inocentes como si quisiera trabar amistad conmigo: si vivíamos allí hace mucho, se interesó por mi embarazo... lo que sí estaba muy interesada es en saber si la casa contigua a la nuestra se vendía y se llevó una gran decepción cuando le contesté que no...- añadió descolocada recordando la cara de auténtica decepción y pesar que ella había puesto
 -¿Y aún sabiendo quién era... le diste tantas explicaciones, corazón?- interrogó completamente desconcertada Lucía mirándola sin poder creérselo
-¿Cómo se te ocurre tal cosa, Lucía? ¡Yo no sabía quién era!- exclamó sorprendida por aquella ilógica pregunta- para mí solo era un mujer muy atractiva, realmente hermosa y llamativa la verdad, de pelo castaño rizado, con unos ojos preciosos grises, alta, elegante y estilizada que se acercó a mí amistosamente- expuso sincera; Pedro se enderezó en su sillón de pronto poniéndose muy tenso al oírla mirando sorprendido y muy intensamente a los ojos de Ricardo sentado frente a él que frunció intrigado el ceño
 -¿Qué coche conducía mi niña?- interrogó muy interesado sin apartar sus ojos de Ricardo que seguía mirándolo confuso sin entender
 -Un bonito y elegante Mercedes negro con las lunas tintadas ¿por qué Pedro?- aclaró despreocupada mirándolo intrigada
-¡¡Virgen del amor hermoso, Richi!!- exclamó sobrecogido abriendo pasmado sus ojos sin apartarlos de Ricardo que al instante también se puso rígido en su sillón y abrió de par en par sus ojos alertado al caer en la cuenta de lo que le pasaba a su buen amigo; Lara, Mario y Lucía miraron intrigados a ambos
 -¿Qué pasa Pedro? ¿Acaso viste tú también a esa mujer?- preguntó curiosa Lara
-Mi niña...- empezó a hablar retraído Pedro pero Ricardo le hizo de inmediato un leve pero contundente gesto con la cabeza de manera negativa callándolo al momento
-¿Pedro? ¿Qué sucede?- insistió intrigada Lara al ver que no seguía hablando
-Mi niña, lo siento mucho pero no sé qué pasa con nuestra princesita que, o he perdido facultades, o no hay manera de que se duerma ¡¡está eléctrica y no hay forma de meterla en la cama!!- expresó completamente derrotada nana apareciendo en la sala provocando las sonrisas tiernas a la vez que divertidas de Lara, Lucía y Mario
-No has perdido facultades María, tranquila; es que a ese diablillo, si se le pasa la hora de dormirse, se despeja de tal manera que no hay forma de que coja el sueño después- explicó dulcemente Lucía mirando compasivamente enternecida a nana
-No te preocupes nana que ya voy yo y verás que pronto se duerme- expresó resuelto Mario pero con tono amenazante y, besando amoroso la sien de Lara, hizo amago de levantarse de su lado en el sofá -Déjame que me ocupe yo Mario que tengo más paciencia que tú en estos casos; le leeré un cuento y se quedará muy pronto dormida, ya lo verás- resolvió dispuesta Lara besándolo cariñosa en los labios, Mario se volvió a recostar contra el respaldo del sofá dando su visto bueno a su proposición y Lara se encaminó resuelta en dirección al cuarto de la pequeña bajo la enamorada mirada de Mario hasta que la perdió de vista
-¿Qué ha pasado aquí Ricardo? ¿A qué venían esas inquietas miradas entre tú y Pedro?- asaltó Mario rápidamente con un rostro serio y muy tenso enderezándose alarmado en el sofá a Ricardo así Lara desapareció por el pasillo que daba a los dormitorios
 -Esa mujer se presentó aquí ayer mientras vosotros estabáis en el hospital Mario- aclaró directo y muy nervioso Pedro
-¡¿Qué?!- exclamaron al tiempo nana y Lucía muy alteradas al escucharlo
 -¡¿Ella era la mujer de la que hablaste que vino preguntando por Richi, pá?!- clamó pasmado Leo mirando atónito a su padre que asintió con la cabeza- Hija de puta...- murmuró estupefacto dejándose caer contra el respaldo del sofá que ocupaba
-¡¡Esto ya es demasiado!! ¡¿Qué cojones andas tramando maldita zorra?!- bramó desquiciado Mario hundiendo desesperado sus dedos en su cabello
-¡¿No querrá llevarse a nuestra chiquitina, verdad?!- expresó llena de pánico nana echándose angustiada las manos al pecho, Lucía abrió aterrorizada sus ojos al escucharla
-Eso también es lo que Lara pensó y se puso histérica, nana... por eso resolví traerme de inmediato a nuestra pequeña aquí sin esperar a mañana, solo para que se tranquilizara- indicó preocupado Mario, pero se percibió a leguas que era más inquietud por Lara que por la idea de que aquella mujer se llevara a su pequeña
-Has hecho bien hijo, muy bien- expresó con plena satisfacción Ricardo palmeándole conforme en la rodilla y él esbozó una sonrisa de sumo agradecimiento
 -No sé lo que pretende esa mujercita... pero eso no creo que sea porque pudo habérsela llevado ayer tranquilamente y no lo hizo- aclaró convencido Pedro pero con gran angustia en la voz, todos lo miraron inquietamente alertados- lo siento Ricardo, perdóneme...- añadió terriblemente acongojado y sus ojos se inundaron de lágrimas de arrepentimiento- cometí la estupidez de dejar sola a nuestra pequeña mientras fui a buscar a Relámpago al establo; solo fue unos minutos, pero tiempo suficiente para que esa mujer se la haya acercado y las encontré hablando; Dios santo, hubiera podido meterla en su coche y llevársela si eso hubiera querido...- aclaró lleno de angustia mirando tremendamente afligido y arrepentido a Ricardo
-¡¡Pedro Alcázar ¿cómo se te ocurrió hacer semejante estupidez?!!- exclamó presa del pánico nana mirando con gran reproche a su esposo que bajó abochornado la cabeza
 -Tranquilo Pedro; estoy plenamente seguro que eso no es lo que esa zorra pretende porque pudo habérsela llevado ya si hubiera querido, tiene docena de oportunidades mucho mejores cuando Luna está en la escuela o en las clases de ballet los miércoles por la tarde, pero arriesgarse de la manera que lo hizo acercándose a la casa... no, eso no es lo que esa desgraciada busca...- añadió apagadamente y con casi pánico en la voz, todos lo miraron inquietos y sobrecogidos
-¿Qué crees entonces que anda buscando, hijo?- preguntó muy interesado Ricardo, él lo miró a los ojos con verdadero terror en los ojos
-Hacerle daño a Lara Ricardo- soltó claro y rotundo con pleno convencimiento y todos abrieron aterrorizados sus ojos ante aquella idea
 -¡¡Santo Dios, protege a mi niña Dios mío!!- chilló afligida nana rompiendo a llorar angustiada; Lucía la tomó tierna entre sus brazos intentando aplacar su aflicción.
 -¡¿Por qué has llegado a esa conclusión?!- clamó con espanto Ricardo
-Está muy claro y ahora mucho más con lo que Pedro dijo: lleva semanas vigilándonos a todos y tuvo oportunidades suficientes para hacernos a Luna o a mí cualquiera cosa cuándo y cómo le hubiera dado la gana, pero no hizo absolutamente nada... sin embargo con Lara tuvo los santos cojones de esperar pacientemente delante de nuestra casa arriesgándose a que yo la descubriera hasta que ella se quedó sola y después se acercó descaradamente a ella; no, no quiere a Luna Ricardo: va a por Lara o nuestro hijo- remarcó decididamente convencido y Ricardo se quedó mirándolo fijamente a los ojos sopesando todo aquello.
 Lara regresaba a la sala tras haber conseguido que la pequeña se durmiera al fin cuando oyó hablar a Mario, aunque no prestara atención a lo que había dicho, su voz sonara tan angustiada y presa de pánico que ella se detuvo en medio del pasillo poniendo máxima atención a lo que estaban hablando en la sala
-Y eso me aterra Ricardo, no podría soportar que le pasara algo a mi ángel...- siguió exponiendo tremendamente afligido Mario llenándosele los ojos de terror de solo pensarlo- pero, aunque insistí por todas las vías posibles convencerla de que también se quede aquí, como ha visto antes esa terca hija suya se niega rotunda a obedecerme... ¡¡y ya no sé qué hacer Ricardo; pero no puede regresar, se ponga cómo se ponga, no va a venir conmigo de vuelta a la ciudad! ¡¡No puedo estar tranquilo sabiendo que está sola todo el día y mucho menos al pensar que anda por caminos solitarios cuando va a visitar las granjas de los alrededores con esa maldita zorra pudiéndosele acercar de nuevo en cualquier momento!!- clamó angustiosamente desamparado mirando aterrorizado a los ojos de Ricardo que siguió callado sin apartar sus ojos de los de él; un tenso e inquietante silencio se produjo en la sala al quedarse todos pensativos intentando buscar una solución a todo aquello, pero no era fácil sin decirle a Lara lo que temían: era realmente terca y tozuda cuando no quería hacer algo...
-Te he dicho que no me quedo y no pienso hacerlo te pongas cómo te pongas Mario, no le tengo miedo a esa y yo me regreso a la ciudad contigo o sin ti- remarcó tajantemente decidida apareciendo en la sala sobresaltándolos a todos
-¡¡Por todos los demonios Lara...!!- clamó irritado Mario levantándose del sofá y enfrentándola enérgico con una mirada furiosa
-¡¡He dicho que no y es no!!- lo atacó antes de que siguiera hablando levantando valerosa la cabeza resuelta a seguir discutiéndole con decisión
-¡¡Basta!!- elevó la voz autoritario Ricardo también poniéndose de pie intermediando entre ambos- Leo, prepara una bolsa: te vas con ellos a la ciudad; y no quiero que te separes de esta terca ni un milímetro: diga lo que diga y se ponga cómo se ponga- resolvió tajante con una resolución y una tranquilidad aplastante, todos sonrieron agradados por la idea
 -Claro jefe; de inmediato- contestó resuelto el muchacho levantándose rápidamente de su sofá y salió a correr de la casa
Ya era de madrugada cuando los tres regresaron a la ciudad, Leo se instaló en el dormitorio de Luna quedándose dormido de inmediato así su cabeza tocó la almohada llegándoles a Mario y Lara sus tremendos ronquidos claros y altos hasta su dormitorio al poco rato de acostarse; se miraron asombrados echándose a reír tremendamente divertidos.
 -Menudo Bulldog te ha puesto tu padre- bromeó chistoso Mario besándola amoroso en la frente a Lara que volvió a reír explayada mientras él la cobijaba con pasión contra su cuerpo rodeándola cariñoso con sus brazos y pronto ella también se quedó dormida... sin embargo a Mario le costó horrores dormirse, ya amanecía cuando al fin le venció el sueño.
Cuando su reloj de pulsera empezó a pitar a las siete menos cuarto de la mañana, lo apagó rápidamente para no despertar a Lara. Besó tremendamente apasionado su frente y, con mucho cuidado, se levantó de la cama; recogió su uniforme de encima el butacón y salió muy despacio del dormitorio cerrando la puerta tras de sí. Ya no se oían los fuertes ronquidos de Leo, debía roncar solo cuando se quedaba dormido aplacándose después al coger bien el sueño, pensó Mario mientras se duchaba y preparaba para ir a trabajar en el baño del pasillo. Pero su sorpresa fue cuando llegó a la cocina encontrándose a Leo ya duchado y listo desayunándose un bol bien lleno de cereales de Luna sentado a la isla de la cocina
-Buenos días- lo saludó animado y resuelto sin detener ni un instante sus repletas cucharadas de cereales con las que se llenaba la boca
 -Buenas... pensaba que aún dormías- expresó asombrado de encontrárselo ya allí, él rió divertido
 -No sé cómo soléis hacer aquí en la ciudad, pero en el campo uno se levanta todos los días a las cinco de la mañana haga sol, llueva o te hayas recién acostado: el trabajo no espera- respondió desenfadado mientras seguía desayunando tranquilamente, Mario sonrió animado y se sirvió un café que empezó a beber a pequeños sorbos frente a él sin molestarse en calentarlo ni en sentarse siquiera- ¿tú has dormido bien? Tienes mala cara colega- expresó amistoso observando el rostro cansado de apenas haber dormido de Mario
-No mucho, me costó horrores dormirme- respondió apagadamente
 -¡Uff, no serían por mis ronquidos ¿verdad?! ¡¡Lo siento tío...!!- se disculpó abochornado
 -No que va, tranquilo; es esa maldita desgraciada lo que me tiene angustiado- contestó preocupado aunque le sonrió tranquilizador; Leo le sonrió agradecido por su consideración
-Pues estate tranquilo que no permitiré que esa hija de puta se acerque a mi gordita- aclaró rotundamente decidido y ambos se sonrieron complacidos- ya he estado echándole un vistazo a los alrededores, de ese coche ni la sombra y más le vale no aparecer... también me he encargado de Claudio que el pobre durmió esta noche al raso, la peque se olvidó de ella y es muy raro: pero debió ser de los nervios por lo que pasó ayer- habló desenfadado
 -Probablemente- murmuró Mario dándole un sorbo a su frío café
 -Y he estado mirando la casa de Lara, creo que es mucho mejor que yo me instalaré en ella- resolvió resueltamente decidido, Mario lo miró intrigado a los ojos- tío, sé que ronco como una bestia salvaje y no dejo dormir ni al más pintado aunque tú me digas que no te he molestado, Silvia me lo reprocha cuando me quedo a dormir en su casa pero ella que se aguante: si tanto le gusta y quiere tener ésto...- expresó burlón echándose descarado la mano a la entrepierna- que aguante con el resto- acabó la frase con descaro, Mario soltó una divertida carcajada- pero lo que no quiero por nada del mundo es molestarte y mucho menos a mi gordita,eso sí que no- aclaró rotundamente ahora sí poniéndose sumamente serio, Mario sonrió enternecido por el gran cariño que demostraba no solo por Lara sino que también por él
-Muchas gracias, pero por eso ni te preocupes que ella durmió como una bendita toda la noche y te doy mi palabra que la culpa de que yo no haya dormido no fue de tus ronquidos... pero así a todo puedes hacer lo que quieras, sabes que estás en tu casa- resolvió desenfadado acabándose de un trago el resto de su café y dejó el tazón vacío en el fregadero- bueno yo me tengo que ir ya... cuida mucho de mi ángel ¿vale amigo mío? y si aparece por aquí esa harpia de nuevo, por favor llámame de inmediato ¿de acuerdo? Tendré mi teléfono siempre conmigo- expresó lleno de preocupación posando amistoso su mano en el hombro de Leo que le sonrió tranquilizador
-No hace falta ni que me lo digas, no me separare de la peque aunque me tenga que atar a ella con esposas- aclaró con decisión y se sonrieron complacidamente compinchados.
Lara no se despertó hasta pasadas las once de la mañana. Tras Leo explicarle su decisión, lo ayudó a instalarse en la casa de a lado con la misma algarabía y jugueteos inocentes que cuando eran niños y enredaban juntos todo el día por el campo. Comieron animados sin perder ni un segundo aquella alegría y su inocente complicidad que siempre les había unido y se fueron hasta el consultorio insistiendo Leo en llevar el coche pues, según decía, iba mucho más tranquilo pues ella podía llevar un golpe tonto e innecesario en su “rellena pancita”. Luego regresaron a casa y Leo le ayudó a preparar la cena. Aunque Lara no se percató en ningún momento de nada, Leo no dejó ni un segundo de estar atento y alerta vigilando su alrededor aunque ni aquel coche ni aquella mujer apareció.
Cuando Mario regresó a casa los oyó reír enredando divertidos en la cocina como niños pequeños y Lara parecía realmente feliz y calmada; sonrió complacido sintiéndose realmente relajado también al fin: Ricardo había tenido una gran idea mandando a Leo con ellos.

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