lunes, 26 de octubre de 2015


     Al abrirse las puertas del ascensor, Claudia descubrió, con el aparcamiento mucho más vacío que cuando había llegado, que su coche le había quedado bastante lejos de los ascensores y una inquietud le asaltó; no le gustaban los aparcamientos y mucho menos así tan vacíos. Además había muy poca luz provocando que las numerosas columnas formaran tétricas zonas muy oscuras y aquello la ponía aún más nerviosa. Examinó su reloj desconcertada por aquel inmenso vacío, pasaban apenas de las cinco pero, al ser viernes, el personal del juzgado se había dado prisa en marcharse a casa. Apresuró sus pasos hacia su vehículo, su taconeo resonaba por todo el estacionamiento provocando un eco angustioso. Ya junto a su coche, sacó las llaves del bolsillo de su chaqueta y las introdujo en la cerradura. Tomó aire profundamente sintiéndose ya a salvo dentro del vehículo cuando de pronto alguien la sujetó por el pelo golpeándola fuertemente contra la esquina del techo del coche. Sintió un dolor descomunal en la frente, todo comenzó a dar vueltas a su alrededor hasta revolvérsele el estómago y acto seguido solo oscuridad la envolvió...
Rosa y Mario estudiaban interesados toda la información que “El Chispas” le había conseguido cuando una compañera asomó la cabeza por la puerta del despacho mirando a ambos pesarosa –Navarro, ha llamado el sargento Estévez: recibió un aviso de que apareció un cadáver en un aparcamiento del centro y, por como está el cuerpo de la pobre mujer, dice que es mejor que vayas porque al parecer es otra víctima del asesino del cuchillo– le dijo abatida, él la miró incrédulo –¡¿Cómo va a ser, Susi?! ¡¡Si no es día 23!!– indicó sorprendido mirándola atónito
–Yo no sé más Navarro, es lo que dijo Estévez– aclaró desentendida
–¡¡Hijo de la gran puta, cambió todo su “modus operandi”!!– expresó irritado levantándose de su sillón y recogiendo su chaqueta del respaldo donde siempre la dejaba– ¿Dónde preciosa?– preguntó al pasar junto a ella, la mujer se quedó callada mirándolo amedrentada– ¿Qué pasa Susi? ¿A qué viene esa cara?– instó intrigado por su rostro preocupado
–El cuerpo está en el aparcamiento subterráneo... de los juzgados– contestó casi en un susurro, a Mario se le cortó la respiración
–No– musitó alertado mirándola sobrecogido pero la mujer esquivó llorosa su mirada asustándolo aun mas– ¡No Susi; no es Claudia ¿verdad?!– chilló despavorido, la mujer bajó su mirada al suelo sin atreverse a contestar– ¡¡No, no, no, Dios santo, Claudia no!!– gritó aterrado echando a correr hacia los ascensores ante la mirada afligida del resto de compañeros que ya sabían la noticia.
Frenó haciendo chirriar las ruedas de su todoterreno al llegar a la escena del crimen, solo con mirar el deportivo azul que tenían confinado dentro de la cinta amarilla ya lo reconoció al instante
–¡No, no, no…!– comenzó a gritar como un poseso bajándose del vehículo y vio el cuerpo de Claudia en medio de un gran charco de sangre, inerte sobre el suelo del garaje– ¡¡No, Claudia no; Dios santo!! ¡¡Claudia!! ¡¡Mi vida aguanta; ya estoy aquí, vida mía!!– gritaba histérico intentando acercarse pero sus compañeros lo detuvieron alejándolo del cuerpo
–No hay nada que hacer Navarro, lo siento mucho– le decían apesadumbrados
–¡¡Dejarme pasar, es mi esposa joder!!– seguía gritando fuera de sí mientras sus compañeros lo arrastraban lejos del cuerpo sentándolo en el capó de uno de los coches patrulla. Rosa lo abrazó amorosamente y él se derrumbó desolado sobre su hombro rompiendo a llorar con desesperación– Rosa por Dios te lo pido dime que esa no es Claudia; que ese hijo puta no ha matado a Claudia– sollozaba sin consuelo oprimiendo a su compañera contra su cuerpo
–Lo siento Mario...– susurró completamente acongojada mientras le acariciaba dulcemente la cabeza que Mario mantenía hundida sobre el hombro de ella– Pero no pudo ser él, Mario; Claudia es morena, hoy no es día 23 y son apenas las siete de la tarde… Debe ser alguna otra cosa– le habló tierna pero él no reaccionaba,seguís llorando sin consuelo– Voy a hablar con Gerardo, a ver que me dice ¿vale? Tú espérame aquí– le recomendó tierna y se regresó hacia el cuerpo. Pero él no obedeció y la siguió; sus ojos quedaron prendidos en los ojos vacíos y sin vida de su gran amor allí en el suelo sobre un gran charco de sangre; tenía la camisa desabrochada, el sujetador cortado dejando los pechos al descubierto y la falda levantada sin ropa interior. El estómago y la parte interna de sus piernas estaban también empapados de sangre, la habían acuchillado con saña
–Parece el mismo “modus operandi” que las anteriores: fue estrangulada y después acuchillada repetidas veces con profundidad; la hora fija del óbito no puedo decírtela con exactitud, pero aún no sufre rigor mortis así que no hará más de una hora, hora y media que ocurrió… Ahora no puedo deciros nada más– le explicaba el forense a Rosa mientras ambos observaban a Mario que tenía la mirada perdida en el cuerpo inerte y ensangrentado de su mujer
–¡¿Queréis cubrirla de una puta vez, mamones?! ¡¿A qué rayos estáis esperando manada de animales?!!- les increpó furiosa Rosa a sus compañeros que obedecieron al instante echándole rápidamente una sábana blanca por encima; Rosa tomó aire profundamente y miró al médico forense a los ojos– Gracias Gerardo; si encuentras algo, no dudes en llamarme de inmediato– expuso más comedida y él asintió rotundo con la cabeza; Rosa le pasó tiernamente el brazo por los hombros a Mario– anda cielo, vámonos de aquí; te llevaré a casa– expuso con gran cariño y él se dejó llevar sin oponer resistencia; estaba ido, todo aquello era muy extraño, parecía que estaban todos muy lejanos aunque los veía tan cerca... y, aunque sus bocas se movían, él no entendía nada de lo que decían… –Subinspectora...– los detuvo uno de los policías, Rosa volvió levemente la cabeza para verlo– esto estaba sobre el cuerpo de la víctima– expresó mostrándole una hoja de papel metida en un sobre de pruebas; Rosa iba a recogerlo pero Mario se adelantó veloz arrancándoselo de las manos al policía:                
              ”Fue tu culpa Navarro, yo no quería hacerlo; pero te entrometiste alterándolo todo y Él clamó venganza”
–¡¡Claudia, no!! – chilló angustiado despertándose de pronto al tiempo que se sentaba sobre la cama –Ey, tranquilo cielo; ya pasó todo ¿vale? Ya está– le murmuró muy cariñosa Rosa acariciándole tiernamente la mejilla y la frente para calmarlo mientras lo recostó de nuevo en la cama, él la miró desubicado ¿dónde estaba? ¿Qué había pasado? Observó confundido a su alrededor y reconoció el dormitorio: estaba en su cama, en su piso...
–¿Qué haces tú aquí? ¿Qué hora es y qué ha pasado?– indagó totalmente aturdido al tiempo que buscaba con la mirada a Claudia tumbada a su lado pero ella no estaba allí; de pronto, como si un potente flash iluminara de repente su mente, vio un breve instante el cuerpo de su amada Claudia sobre un gran charco de sangre y aquellos ojos tan vacíos de vida; giró rápidamente la cabeza mirando aterrorizado a su compañera a los ojos– ¿Dónde está Claudia, Rosa?– inquirió alterado mirándola con auténtico pánico a su respuesta
–Tranquilo ¿vale? Hoy es jueves y aún son las nueve de la mañana; es normal que te encuentres aturdido y desorientado, Gerardo te ha estado dando unos calmantes para que te tranquilizaras y pudieras descansar porque estabas completamente desquiciado– contestó dulcemente ella mientras seguía acariciándole tierna las mejillas; él la miró alertado, no estaba contestando a su pregunta... –¡¡No me estás contestando Rosa!! ¡¿Dónde está Claudia?!– increpó tajante sujetándole la muñeca deteniendo su tierna caricia y la miró fijamente a los ojos; ella esquivó su mirada sin atreverse a contestarle. Mario intentó levantarse de la cama
 –¿A dónde crees que vas?– clamó Rosa posando sus manos en los hombros desnudos de Mario intentando obligarle a que se acostara de nuevo
 –¡¡Déjame joder!!– expresó irritado empujándola de su lado y librándose de su amarre, se sentó al borde de la cama; ella lo miraba inquieta a su reacción pero él se mantuvo allí sentado con la mirada clavada en la moqueta sin moverse y sin hablar mientras aquellas terribles imágenes de Claudia se repetían en su cabeza entremezcladas con imágenes en medio de brumas donde asistía al sepelio de Claudia acompañado y arropado de cientos de amigos que lo abrazaban dándole el pésame entre lágrimas compasivas– No, no puede ser... ¿Eso fue una pesadilla, verdad?– expresó esperanzado al cabo de un rato mirándola aterrado a los ojos, ella apretó acongojada los labios ofreciéndole una tierna mirada llena de cariño y compasión; él empezó a tomar aire repetidamente como si le costara respirar– Dime que no Rosa, dime que fue una pesadilla... ¡¡Por favor te lo pido, dímelo Rosa!!– suplicó angustiado rompiendo a llorar desconsolado, también las lágrimas escaparon sin poder remediarlo de aquellos bellos ojos color esmeralda de Rosa que no podía pronunciar palabra ante el tremendo dolor de su querido compañero– no fue un sueño ¿verdad? todo es una maldita realidad y no volveré a ver a mi amada Claudia nunca más– musitó afligido abrazándose acongojado a la cintura de su compañera que lo cobijó cariñosa contra su cuerpo y ambos lloraron desolados sin decir ni una sola palabra más.
–Navarro, has pasado por un trauma terrible; has recibido un golpe muy duro muchacho, tómate unos días más hasta estar algo más recuperado...– intentaba convencerlo el capitán dentro de su despacho –¡¡No jefe!! ¡¡Debo estar aquí, tengo que estar aquí!!– lo interrumpió rotundo– en casa no puedo estar o me volveré loco; además, ya hemos perdido toda una semana y tengo que atrapar a ese desgraciado, capitán… necesito atrapar a ese maldito hijo de puta– le aseveró tajante; el capitán y Rosa se cruzaron una mirada preocupada antes de que el capitán regresara sus ojos a los de Mario
–Pero sabes que tengo que apartarte del caso, Navarro– comentó comedido el capitán y él lo miró desconcertado
–¿Por qué si llevo meses trabajando en él y es mi caso?– preguntó desubicado, nuevamente el capitán y Rosa se cruzaron una mirada inquietante
 –Navarro, piensa un poco hijo... ahora estás involucrado personalmente y sabes muy bien que no puedo permitir…
 –¡No capitán, yo estoy bien; le juro que me encuentro perfectamente!– lo interrumpió decidido, el capitán lo miró nada convencido– se lo juro capitán, estoy centrado y con la cabeza muy clara; no puede hacerme eso jefe, es mi caso y además era mi esposa... capitán, ahora se volvió en algo personal entre él y yo y ese desgraciado mal nacido va a pagar con sangre todo lo que ha hecho– declaró lleno de odio, el capitán lo miró receloso
–¿Lo ves Navarro? ¿Te estás oyendo? Eso justamente es lo que quiero evitar: que conviertas este caso en una venganza personal– le reprochó mirándolo atentamente a los ojos, Mario apretó fastidiado los labios al comprender que había metido la pata con su comentario
–Jefe, déjelo seguir por favor; yo estaré con él en todo momento y no le perderé de vista ni un segundo, le doy mi palabra que si noto que pierde los papeles, le avisaré para que lo retire del caso de inmediato– intercedió amable Rosa; el capitán se quedó callado mirando intensamente los ojos esmeralda de Rosa que ni parpadeó
–Está bien, de acuerdo– accedió finalmente aunque no parecía muy convencido– pero a la mínima muestra de que estás perdiendo los estribos, te retiro del caso y sin protestas ¿entendido?– aclaró rotundamente decidido y Mario asintió conforme mientras esbozaba una sonrisa de agradecimiento. Al entrar en su despacho, sus ojos se fueron directos a la foto de Claudia ya colocada junto a las de las otras víctimas y un fuerte aguijonazo de inmenso dolor se le clavó en el pecho; esquivó sus ojos del bello rostro de su esposa y se sentó tras su mesa
–¿Qué logramos averiguar del servicio de paquetería?– preguntó intrigado revisando los expedientes que tenía sobre la mesa
–Que como bien habías supuesto, todas eran asiduas de esa oficina– indicó animada su compañera sentándose frente a él al otro lado del escritorio– hasta la segunda víctima, que era la que nos tenía más desubicados, tenía un buzón de correos contratado donde recibía la correspondencia diaria
–Vale, la segunda víctima vivía relativamente cerca, pero... ¿por qué las demás acudían precisamente a esa oficina si vivían en puntos distintos de la ciudad?– preguntó extrañado
 –Pues en el caso de la la primera víctima, su jefe tiene alquilado allí un buzón de correos y era ella quien se encargaba de recoger el correo mientras salía a almorzar; el comercio de los padres de la tercera víctima está muy cerca, a solo dos manzanas; para la estudiante le quedaba de camino entre su residencia y la facultad; y Sabrina y su esposo habían vivido por aquella zona antes de que se mudaran a las afueras y no quisieron cambiar de distrito postal…– le explicó resuelta, él movió la cabeza afirmativamente y regresó su mirada a los expedientes abiertos ante él
–Pero seguimos sin dar con el detonante… ¿qué rayos fue lo que le hizo volver a matar tras dos años manteniéndose calmado y a la sombra sin llamar la atención?– expuso pensativo revisando con una mirada rápida las hojas de cada carpeta
 –Puede que viera algo entre la secretaría y su jefe… cómo fue la primera víctima– expuso Rosa casi sin interés moviendo despreocupada los hombros pero él la miró interesado en aquella exposición –¡Claro, Valverde; claro que puede ser!– repuso animado y ella elevó las cejas sorprendida– Piénsalo: enloqueció cuando descubrió que su novia le engañaba con su jefe y en un arrebato de ira la mató despiadadamente… tras librarse de ello por los pelos, decidió mantenerse en el anonimato y llamar lo menos posible la atención hasta que ¡¡zas!! Algo encendió de nuevo todo aquel odio y sus terribles celos: ver como una mujer engañaba a su esposo con su jefe ¡¡Su historia se repetía ante sus ojos y no pudo soportarlo desatando completamente su locura!!– explicó convencido
–Sí, puede ser... – expuso persuadida Rosa
–¿Y sabes otra cosa Valverde? Que con esta deducción... ¡¡creo que sé dónde puede estar escondido ese maldito capullo; vamos!!– indicó resuelto levantándose rápidamente de su silla, su compañera se quedó mirándolo anonadada unos segundos pero lo siguió rauda así él salió de su despacho
 –Pero ¿a dónde vamos Mario?– preguntó desorientada Rosa cuando ya estaban dentro del ascensor y él le sonrió satisfecho
 –¡Al piso de su novia, Valverde!– aclaró decidido, Rosa frunció desconcertada el ceño– Recuerda lo que dijo “Chispas”: él vive de okupa y este tío sigue obsesionado con su novia… ¿Quién dice que no puede estar viviendo en el piso de ella?– expuso resuelto y ella abrió sus lindos ojos color esmeralda comprendiendo al fin; sin decirse nada más se subieron al todo terreno negro y salieron del aparcamiento de la comisaría a toda velocidad.
–¡¡Joder!! ¡¡Siempre llegamos tarde!!– expuso furioso Mario guardándose la pistola en la funda de nuevo tras registrar ambos el piso comprobando que él no estaba allí
–Bueno, pero hemos dado otro paso y le tenemos más acorralado que antes– indicó intentando animarlo Rosa, él la miró sin mucha convicción– Sí, hombre; piénsalo: le hemos jodido el escondite; ahora no tendrá más remedio que moverse por la ciudad buscando otro escondrijo y alguien lo verá y lo reconocerá– aclaró animada acariciándole cariñosa el hombro; él la miró aún no muy convencido, pero asintió con la cabeza y se dispusieron a buscar pistas por el apartamento– ese capullo estuvo aquí hasta hace bien poco, aún hay comida fresca en el frigorífico y el café está frío pero es recién hecho– indicó Rosa revisando la cocina mientras Mario lo hacía en los cajones– ¡¡Joder, se encontraba tan seguro aquí que aún hay ropa manchada de sangre dentro de la lavadora!!– exclamó quitando una camiseta blanca manchada de sangre de la lavadora junto el fregadero– Pues genial, nos servirá como prueba– se rió burlona
–No, si vas a ver como ese hijo de puta aún va a ser ecologista y lo vamos a pillar por no querer desperdiciar agua con solo media lavadora– se burló irónico Mario examinando la basura y ambos no pudieron evitar reírse a carcajadas
–¡¡Navarro!!– lo llamó su compañera Susi así llegaron de regreso a la comisaría, él la miró interesado– tienes una visita; insistió tanto en verte que le dije que podía esperar en tu despacho
–¿Y quién es?– expresó confundido
–Un muchacho que ya vino un par de veces cuando pasó lo de...– se calló de pronto y lo miró compungida– bueno, ya sabes...– resolvió apenada y él le dedicó una tierna sonrisa tranquilizadora –Has hecho bien; voy a ver quien es y que quiere– resolvió desenfadado encaminándose a su despacho, se quedó pasmado al descubrir, a través de las cristaleras de su despacho, a "Chispas" sentado en uno de los sillones
–¡¡Ey Chispas!! ¿Qué milagro salir tú de tu cueva?– repuso asombrado, el muchacho lo miró compasivo
–Lo siento tío; joder, siento muchísimo lo que te ha pasado– habló apesadumbrado levantándose del sillón ofreciéndole amistoso su mano, Mario sonrió agradecido y se la estrechó amistoso
–Gracias chaval; pero ¿qué haces aquí?– insistió desconcertado
–Quise verte en cuanto lo descubrí, pero no viniste a trabajar y, cosa rara en mí, pero no pude averiguar dónde vives– explicó más resuelto, Mario sonrió ameno
–¿Cuándo descubriste el qué?– se interesó impaciente
–Tío, el muy capullo anda por ahí con papeles, y papeles legales- anunció entregándole a Mario una carpeta de pastas de cartón azul, él lo miró interesado sin abrirlo– resulta que rastreando ese nombre: Carlos Méndez, me llevó hasta un cementerio que está en la otra punta del país, el cementerio de San Lucas; era un niño de apenas año y medio que murió de meningitis hace más de 40 años...– Mario seguía observándolo muy atento– Eso me encendió la luz y recordé que hay personas que se dedican a falsificar toda una vida a raíz de fallecidos de hace muchos años para vender luego identidades realmente creíbles; entonces pensé que a lo mejor se nos colara alguien en la ciudad que se dedicara a eso y empecé a contactar con todos mis colegas y hasta con colegas de colegas para averiguar algo, pero a pesar de los esfuerzos, no pude descubrir nada...– el muchacho guardó silencio esperando alguna reacción de Mario pero él seguía mirándolo intrigado, sabía de sobra que “Chispas” no eran de los que se rendían fácilmente y el muchacho sonrió satisfecho– y entonces fue cuando se me dio por colarme en vuestros archivos– resolvió desenfadado
–¡¿Que has hecho qué, desgraciado?!– exclamó escandalizado cerrando rápidamente la puerta de su despacho para que nadie los escuchara y lo miró censurador– ¡¿Te has metido en los archivos policiales?! ¡¿Estás loco?!- le reprochó inquieto
–¡¡Vamos, hombre; como si fuera la primera vez!!– expresó desprendido moviendo despreocupado sus hombros
–Pero... ¡¿Cómo se te ocurre hacer tal cosa?! ¡¿Sabes en qué lío puedes meterte si te pillan?!- le regañó duramente
 –¡Venga ya! ¡A ver ¿vas a seguir sermoneando o te interesa saber lo que descubrí?!– resolvió arrogante sin darle ninguna importancia a la regañina de Marioque  resopló derrotado
–A ver, dispara
–Vosotros mismos le habéis dado los papeles colega– le reprobó moviendo altanero la cabeza –¡¿Qué?!– exclamó abriendo al instante los documentos que el muchacho le entregara mirándolos atónito
–Pues eso: pidió una nueva identidad alegando sentirse acosado por lo ocurrido y, presentando el expediente que ese lumbrera de médico escribió, se la habéis dado– explicó resuelto
–¡¡Mierda Valverde!! ¡¿Es qué a nadie se le ocurrió revisar los archivos?!– bramó enfurecido hacia Rosa que bajó la cabeza avergonzada– ¡¡Joder!! ¡¿Aquí nadie piensa algo si yo no lo digo o qué coño pasa?!
–Para eso eres nuestro jefe ¿no? Además, no nos eches la bronca que tú últimamente andabas muy despistado– protestó ella mirándolo fastidiada por aquella regañina injusta
–¡¡No me jodas Valverde; no me jodas!!– gritó exasperado lanzando molesto la carpeta que el muchacho le había entregado sobre su mesa, su compañera no se atrevió a reclamarle– sois unos inútiles coño; no sabéis dar un paso sin que os guíen de la mano y así ese gilipollas nos lleva siempre ventaja– siguió protestando muy molesto, de pronto se volvió y miró fijamente a los ojos a Rosa con tal intensidad que ella tragó inquieta saliva– este tío tiene de loco lo que yo de millonario y dijo que todas debían pagar sus pecados: ese capullo sabe algo de las muchachas que nosotros como idiotas hemos dejado escapar como ocurrió con esta información... Quiero que hagáis un informe exhaustivo de cada una de las víctimas, quiero saberlo todo de ellas ¡¡todo!! cada paso que daban, con quien se veían, a que hora se acostaban y hasta que clase de pasta de dientes usaban... ¡¡algo oscuro hay en todas ellas y quiero saber qué es ¿entendido?!! – ordenó rotundamente tajante, Rosa asintió con la cabeza sin atreverse a pronunciar palabra.

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