domingo, 25 de octubre de 2015


         Regresaron a la comisaria y el capitán apareció en el despacho de Mario pidiéndoles que le pusieran al tanto de lo que habían avanzado...
 –Comisaria de policía del distrito 41 ¿en qué podemos ayudarle?– contestó servicial el teléfono una de las policías desde su mesa
–Quiero hablar con el inspector a cargo de la investigación del asesino del cuchillo– habló el interlocutor
–Muy bien señor ¿podría decirme cual es el asunto que quiere tratar con él?– instó amable la muchacha
–Necesito hablar urgentemente con la persona a cargo, es sobre la fotografía del hombre del periódico– contestó nervioso y alterado
–De acuerdo, pero antes ¿podría decirme su nombre y dirección por favor?
–¡¡Mire señorita, quiero hablar únicamente con el inspector que lleva el caso ¿me ha entendido?!! ¡¿Qué ocurre?! ¡¿Les interesa más mi nombre y dirección que lo que les tenga que decir sobre ese hombre?!– bramó ya fuera de sí por tanta pregunta, la muchacha tragó nerviosa saliva, realmente se le notaba muy alterado
–Un momento por favor, ahora le paso– respondió apocadamente la muchacha y se dirigió al despacho de Mario, golpeó suavemente el marco de la puerta abierta– disculpe la interrupción señor...– expuso educada mirando al capitán que asintió con la cabeza– Navarro, tienes una llamada por la línea 6; alguien quiere hablarte del sospechoso que sale publicado en el periódico
–¿Quién es?– indagó curioso
–No quiso dar su nombre, y dice que solo hablará con la persona a cargo de la investigación del asesino del cuchillo
–Está bien Marta, gracias– respondió amable sentándose al borde de su mesa dejando al capitán hablando con Rosa frente al pizarrón y descolgó el auricular de su teléfono al tiempo que pulsaba el botón 6 del teclado– inspector Navarro ¿en que puedo ayudarle?
–Navarro...– repitió el interlocutor como si quisiera retener el nombre en la memoria– ¿Usted es el inspector a cargo de la investigación del asesino del cuchillo?– indagó, su voz se notaba inquieta
–Sí señor, soy yo... ¿en qué...?
–¡¡Lo has estropeado todo, imbécil!! ¡¡Ya nada es igual!! ¡¡Con tu intervención lo has alterado todo, todo!!– chilló como un poseso, Mario se quedó atónito por aquella represalia
–Discúlpeme pero no entiendo lo que me está diciendo...- habló comedido
–¡¡Claro que no puedes entenderlo estúpido!!– le interrumpió frenético descolocando aún más a Mario que frunció su ceño confundido– No puedes entenderlo porque eres como todos: un pobre incauto cegado por esos seres perversos de cantos diabólicos y cuerpos esculpidos por la misma mano del diablo... pero conmigo no pueden, yo soy la mano vengadora de Dios y Él guía mis pasos...– Mario empezó a comprender quien estaba tras aquellas incomprensibles palabras de venganza que solo un desquiciado podía decir, era él: Pablo Villa. Nervioso, empezó a chascar los dedos para llamar la atención de su compañera que seguía charlando distraída con el capitán; ambos lo observaron curiosos por aquellos presurosos ademanes suyos y Mario señaló el auricular insistente. Pero el ceño fruncido de su compañera le indicaba que no le entendía, irritado le lanzó el periódico que tenía sobre la mesa y ella lo recogió hábil quedando ante su mirada el rostro del asesino plasmado en primera página. Rosa quedó sin aliento al tiempo que abría atónita los ojos, Mario volvió a chascar los dedos rápidamente indicándole que se apurara y ella obedeció. Salió del despacho a paso presuroso acercándose a uno de sus compañeros sentado ante su mesa
–Charlie, ponte a rastrear de inmediato la llamada que Navarro está atendiendo y ni se te ocurra perderla ¿me oyes?– ordenó rotunda y el hombre se puso manos a la obra de inmediato– y consigue la grabación ya– añadió mientras regresaba al despacho donde Mario había puesto el manos libres y él y el capitán atendían en silencio a las palabras del interlocutor
–... nosotros le entregamos nuestro corazón y las amamos hasta la locura dándoselo todo ¡¡todo!! ¿y qué hacen ellas? se burlan y desprecian nuestro amor riéndose de nosotros en nuestras propias caras; son pecadoras, criaturas engendradas del mal y mi trabajo encomendado estaba siendo realizado con éxito... ¡¡pero tenías que inmiscuirte y estropearlo todo, estúpido imbécil!!– escupió ofendidamente irritado y se quedó callado
–Esas mujeres no habían hecho nada, has asesinado a mujeres inocentes– le replicó calmadamente Mario para no perderlo y que fuera a colgar
 –¡¡No ¿las has visto bien?!! ¡¡Todas son hijas de Satán y deben ser destruidas!!– expuso enloquecido y volvió a quedarse callado unos segundos– pero con tu intromisión lo has cambiado todo... todo...– repitió atormentado y volvió a quedarse unos segundos callado– y ahora Él me obliga a...– su voz se quebró angustiada y se calló unos segundos– pero yo no quiero hacerlo... no quiero... pero Él me obliga...– sollozó mortificado
–Pues no le obedezca y déjeme ayudarlo, dígame dónde se encuentra y hablemos a solas, usted y yo, sin nadie más que pueda alterarlo; entréguese y le prometo que recibirá la ayuda precisa– lo animó Mario ante la mirada atónita de su jefe que negó al instante con la cabeza, pero Mario levantó su mano indicándole que callara
–No quiero hacerlo... no quiero...– sollozó como si realmente estuviera muy desesperado– ¡¡pero tú le has enojado y clama venganza; me está obligando a hacerlo otra vez y esta vez es tu culpa!!– añadió de nuevo tajante y altivo y la comunicación se cortó. Los tres se miraron desconcertados
–¡¡Charlie ¿tienes algo?!!– exclamó asomándose a la puerta de su despacho mirando interesado a su compañero
–Lo siento jefe, la llamada no duró lo suficiente; lo máximo que pude aproximarme es que la señal provenía del repetidor cerca de la Avenida– expuso mirándolo desalentado, Mario tomó aire profundamente
–Expósito, busca a todos los compañeros que estén patrullando cerca y pásales la alerta de que anda por esa zona, que estén muy atentos– ordenó rotundo, su compañero asintió con la cabeza y se puso a trabajar– y tú consigue de inmediato la grabación de la llamada y que un entendido pueda decirme algo que esta vez sí me valga– le indicó decidido al compañero de las grabaciones que también asintió con la cabeza recogiendo el teléfono al instante.
Sentado en el sofá de su casa, miraba el televisor sin prestarle mucha atención. Examinó su reloj de pulsera por cuarta vez, las once y Claudia sin llegar. El enfado se empezó a transformar en preocupación. Revisó nuevamente su teléfono móvil pero no tenía llamadas perdidas ni mensajes. Ni una llamada para avisar que se retrasaría. Decidido ya, abrió su móvil para marcar cuando oyó las llaves en la cerradura y ella apareció al fin
–¿Dónde has estado hasta estas horas?– indagó inquieto mirándola preocupado; ella dejó su bolso sobre el sofá junto a él
–En el despacho, estamos liados con el caso Urkiel– explicó desganada masajeándose la nuca
–¿Y no puedes llamar para avisar que te retrasas? Estaba empezando a preocuparme, Claudia– reprochó fastidiado
–Ni cuenta me di de que se hacía tan tarde– contestó abúlica, él se levantó e intentó abrazarla pero ella lo evitó
–Déjame Mario que estoy muy cansada; me voy a dar un baño– se evadió recogiendo de nuevo su bolso y se encaminó al dormitorio
–¿Qué está pasando Claudia?– reclamó incómodo
–No empieces con tus paranoias que no pasa nada, únicamente estoy cansada– contestó presurosa –¿Tan cansada que no puedes ni darme un beso? Llevas días muy esquiva Claudia ¿se puede saber qué te pasa?
–¡¡Por Dios Mario!! ¡¡Te digo que estoy extenuada y no tengo ganas de discutir hoy también ¿vale?!!– protestó fastidiada
–Tranquila, yo tampoco tengo ganas de discutir– replicó irritado recogiendo su chaqueta del respaldo del sofá y apuró su paso hacia la puerta de la calle
–Pero ¿A dónde vas a estas horas?
–A cualquier sitio donde no te moleste y así podrás “descansar” tranquila– replicó sarcástico saliendo del apartamento
–¡Mario vuelve, no seas estúpido!– la oyó protestar pero no regresó
Al llegar a la entrada del edificio se encontró con Bruno que estaba aún en su puesto
–Buenas noches señor Navarro– lo saludó ameno
–Hola Bruno ¿cómo debo decirte que me llames Mario?
 –Disculpe, la falta de costumbre– expuso desenfadado y se sonrieron amistosos– ¿Qué? ¿Va a dar una vuelta? La noche está fresca pero muy agradable
–No sé que voy a hacer aún– murmuró abatido, el portero lo miró conmovido; aquel hombre le caía muy bien, era de los pocos en el edificio por no decir el único, y realmente le apreciaba; pero hacía mucho tiempo que se le veía apagado y últimamente solía salir a raras horas del edificio con cara de pocos amigos aunque siempre era amable con él a pesar de que se le detectaba la irritación a leguas… Él, como mudo espectador desde hacía muchos años de cuanto pasaba en aquel inmueble, sabía que eso era señal inequívoca de problemas en casa
–Pues estamos teniendo una primavera extraña: no es que haga mucho calor; esperemos que se componga así llegue el verano– expuso mientras seguía revisando el correo sobre su mostrador intentando seguir una conversación despreocupada para sacarlo de aquel furioso malestar que se le detectaba a Mario
–Esperemos, aunque a mí la verdad me da absolutamente igual– respondió desganado Mario siguiendo con la mirada perdida en el parque de enfrente a través de las puertas acristaladas
 –¿Ha visto el partido del domingo?– intentó animar la conversación por ahí al ver que la del tiempo a Mario le daba igual
–Algo, tuve trabajo... pero pude ver la segunda parte ¿tú lo viste?– se empezó a abrir más animado Mario y se quedaron charlando un largo rato sobre las jugadas del partido.
Entraba en comisaría y Rosa lo observó curiosa como cada mañana; un día más llegaba con la cabeza baja, ojos hinchados de dormir poco y los hombros hundidos como si llevara el peso del mundo sobre ellos... Otra mala noche, pensó preocupada por su amigo y compañero.
–Navarro– le llamó la muchacha del teléfono, él la miró desinteresado– tienes una llamada
–¿De quién?– instó esperanzado de que fuera el asesino de nuevo
–De un servicio de paquetería en la 17, reconocieron al sospechoso; es un empleado de allí desde hace dos años
–¡Genial! Mándame la dirección al móvil y diles que ahora vamos para allá preciosa– le sonrió complacido y ella le devolvió la sonrisa– vamos Valverde, espabila que es para hoy– alentó precipitado volviéndose apurado hacia la salida de comisaría seguido de su compañera
–Tiene que ser una equivocación– decía trastornada la encargada tras su mesa sin poder dejar de mirar la fotografía; era mayor, sobre unos 60 años
–¿Cómo se hace llamar ahora?– preguntó interesado Mario
–Carlos…– dijo en un murmullo– Carlos Méndez– remarcó y les miró boquiabierta– Pero… ¡Es un hombre maravilloso, algo callado y reservado sí, pero…! ¡Amable, caballeroso, servicial…!
–Sí, y además un asesino sin escrúpulos– repuso molesto Mario, la mujer lo miró aterrorizada y Rosa le lanzó una mirada reprobadora
–¿Está segura de qué es él? Mírelo bien– le preguntó amable Rosa a la mujer
–Al principio tenía mis dudas…– comentó desconcertada observando de nuevo la fotografía ante ella– ya sabe, las fotos en los periódicos salen tan turbias que a veces confunden… pero cuando llegó ayer la circular y se la enseñé al resto de compañeros... estaba claro que era él– repuso más segura –Ya me sé la respuesta pero…– dijo desalentado Mario– ¿vino hoy a trabajar?
 –No, no apareció; y ayer tampoco– él movió la cabeza aseverando lo que ya sospechaba– Y es la primera vez que falta a su trabajo en estos dos años
–¿Tiene su dirección? ¿Sabe que coche conduce?– indagó interesada Rosa
–Su dirección tiene que estar en su ficha y coche que yo sepa no tiene– respondió serena la buena mujer rebuscando en el fichero a su espalda– o a trabajar nunca vino en él, vamos; siempre coge el metro en la estación que hay en la esquina de San Fernando... aunque hay muchos compañeros que también lo hacen ya que aparcar en esta calle es un auténtico desastre siempre– explicó servicial entregándole la ficha del sospechoso a Mario que la leyó interesado
–Esta dirección es tan falsa como todo en él– murmuró derrotado Mario mientras marcaba su teléfono; su compañera lo miró desconcertada, realmente aquella mañana a Mario se le veía muy apagado y totalmente desmoralizado– Charlie, rastrea este número a ver si sacamos algo, aunque me da a mi que no obtendremos nada– expresó desganado indicándole el número de teléfono que venía en la ficha
–¡Vaya, que animado estás hoy!– se burló irónica Rosa, él le sonrió levemente
–Perdona Rosa... pero esta dirección es en San Martín ¿sabes qué hay allí, verdad?– indicó mostrándole la ficha, su compañera tomó aire profundamente en clara señal de derrota
–Nada, no hay nada: están construyendo el centro comercial– musitó abatida, él movió las cejas recalcando su desaliento
–Jefe...– se oyó llamar a través del auricular
–Dime Charlie
-Ese número pertenece a un móvil de contrato pero ya no existe– indicó resuelto y Mario cerró los ojos derrotado; Rosa resopló también desanimada– fue dado de baja hace más de cinco años, estaba a nombre de una tal... Camila Suárez; tengo su dirección si la quiere– siguió explicando, la novia del sospechoso y supuesta primera víctima...– ¿le ha servido de algo jefe?– preguntó esperanzado
–No Charlie, pero gracias de todos modos– habló desencantado y cortó la llamada al tiempo que le devolvía la ficha a la encargada– Gracias... ¿Sabe qué compañeros cogían el metro con él? ¿Podríamos hablar con ellos?- preguntó algo más esperanzado
–Claro, por supuesto; Gabriel está en su ruta de reparto pero Alfredo trabaja en mostrador ¿los llamo?– preguntó servicial
–Hablaremos primero con Alfredo si no le importa– le indicó amable Mario
Pero tampoco sacaron nada de ellos; según el empleado, él se bajaba antes que el sospechoso del metro y nunca se le ocurrió preguntarle a dónde se dirigía ya que era muy parco en palabras, solo solía contestar con monosílabos siempre y pocas conversaciones podía mantenerse con él; y del tal Gabriel tampoco sacarían nada ya que tomaba el metro en dirección contraria a ellos dos. Total, seguían sin tener ni idea de a dónde podrían dirigirse.
 –Esto es una mierda, ese capullo es un auténtico fantasma con mucha suerte el muy desgraciado– repuso molesto a su compañera ya fuera del local de paquetería
–¡¡Hoy estás que eres la alegría de la huerta compañero!! ¡Y me estás alentando a mí de cojones!– le reprochó fastidiada
–Perdona…– se disculpó nuevamente– pero es que no avanzamos nada y cada vez que parece que damos un paso hacia adelante, retrocedemos dos atrás
–Bueno pero tenemos algo– indicó animada Rosa, él la miró intrigado
–¿A sí, mujer maravillas? ¿Y qué cojones tenemos?– expresó mirándola confundido
–Lo tenemos acorralado Navarro: sin trabajo, su cara en los periódicos y todo el mundo alerta, no tendrá muchos sitios a dónde ir; además ya lo has oído ayer por el teléfono: está furioso, cometerá un error y caerá pronto, ya lo verás– repuso alentadora y él le sonrió tierno
–No se conforma el que no quiere ¿verdad chiquita?– se burló entrañable pellizcándole suavemente la punta de su respingada nariz, ella le sonrió amena pero no dejaba de mirarlo preocupada
–¿Qué tienes Mario? Hoy estás más achuchado que nunca– le dijo cariñosa, él suspiró apesadumbrado recordando la nueva discusión de anoche con Claudia; aunque realmente ni habían discutido esta vez... cada vez estaban más distanciados y no podía entender por qué.
–Cosas mías– repuso huidizo esquivando su mirada. Ella seguía mirándolo insistente– venga, vamos a ver qué consiguió “El Chispas”– resolvió dirigiéndose hacia el coche para no continuar aquella conversación y su compañera lo siguió
Esta vez aun no se habían aproximado apenas a la puerta metálica cuando ya oyeron saltar el cierre. Mario, sonriendo entrañable, empujó el grueso portalón y empezó a subir las escaleras siendo seguido por su compañera
–Ya te dije que no lo conocía– exclamó satisfecho el muchacho al oír sus pasos subiendo las escalinatas metálicas
 –No es posible ¿cómo rayos anda por el mundo sin papeles y sin que lo pillen?– preguntó desconcertado Mario acercándose al muchacho que giró su sillón para mirarle a la cara.
 –Siendo un ciudadano modélico y sin llamar la atención, como millones de personas que nos rodean; pasas de puntillas por este mundo… y has pasado desapercibido toda una vida– indicó decidido y se sonrieron cordiales– y según “El Dedos” hace mucho que nadie pide una documentación en condiciones; solo niñatos que quieren un carnet falso pasable para poder colarse en algún que otro pub y poder tomar alguna birra– siguió explicando despreocupado
–Gracias de todos modos– expresó derrotado y se dirigió hacia las escaleras desalentado ante la triste mirada del muchacho; parecía realmente abatido
–¡¡Ey Navarro… no tengas tanta prisa hombre!!– lo llamó amistoso y él se volvió para mirarlo– como me caes bien y me gusta que me debas favores….– bromeó chistoso y él esbozó una leve sonrisa– he investigado un poco más a fondo el nombre que me has dado– Mario le sonrió amistoso –¿Y has encontrado algo?– se interesó esperanzado
–¿Cuándo yo no encuentro algo, amigo mío?– expresó chulesco entregándole un dossier que Mario abrió raudo; en el encabezamiento de los folios ponía “Hospital mental San Bernardino: historial médico de Pablo Villa” y en grandes letras rojas enmarcadas en un recuadro ponía: “confidencial” él miró pasmado al muchacho
–¿Cómo rayos has conseguido entrar en los archivos...?– empezó a preguntar atónito pero se calló al instante– no importa, prefiero no saberlo– remató moviendo desconcertado la cabeza
 –Sí, mejor que no lo sepas– repuso sereno el muchacho cruzando sus manos en su nuca balanceándose en su silla y Mario sonrió entrañable regresando su atención a los papeles– el guapetón estuvo ingresado desde la muerte de su novia hasta hace dos años que fue dado de alta; según el loquero que lo trató, su enfermedad solo consistía en una fuerte ansiedad provocada por el triste hecho de encontrar a su novia asesinada pero fue ingresado unos meses después ya que esa ansiedad se derivó en una especie de esquizofrenia paranoide provocada por la intensa persecución que se vio sometido durante la investigación... vamos, que el “inteligente” de ese medicucho viene diciendo que “el pobrecito fue ingresado porque le apretasteis las tuercas demasiado siendo inocente”– expresó con voz burlona el muchacho y los tres rieron divertidos
–Gracias Chispas ¿me harías otro favor?– preguntó optimista
–¡¡Vaya, y van tres; hoy debe ser mi día de suerte!! Esto cada vez me gusta más; dispara colega– expresó chistoso volviendo a provocar las risas divertidas de los dos policías
–A ver qué puedes encontrar sobre este nombre: Carlos Méndez– expuso esperanzado, el muchacho lo miró muy serio
–¿Así se hace llamar ahora ese capullo?– indagó preocupado, Mario asintió con la cabeza– está bien, así averigüe algo te aviso– resolvió servicial y Mario le palmeó amistoso el hombro dirigiéndose hacia la salida
–Muchas gracias por todo “Chispas” y no te metas en líos– repuso paternal bajando ya las escaleras –¡¿Y si no lo hago, con qué excusa me visitas colega?!– bromeó chistoso y Mario rió entretenido

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