sábado, 7 de noviembre de 2015


       Aparcó su coche ante la edificación donde vivía “Chispas” y antes de que su puño golpeara la gruesa puerta de hierro, ya oyó saltar el cierre. Sonriendo complacido subió las escaleras metálicas de dos en dos
–¡Ey colega, que sorpresa; no te esperaba!– lo saludó animado el muchacho elevando su palma frente a Mario
–¿Qué hay?– respondió palmeándosela amistoso
 –¿Qué? ¿No descansas ni en domingo?– expresó jovial, Mario sonrió divertido
–Necesito que me hagas un favor
–Ey tío, dile a tus superiores que no trabajo gratis ¿vale? Que se estiren un poco al menos– habló frotándose los dedos índice, corazón y anular haciendo el claro gesto del dinero
–No es para la comisaria, es un trabajo personal; y te pagaré lo que me pidas
–Ah, bueno, en ese caso nada colega; a los buenos amigos no les cobro– resolvió desenfadado y se sonrieron amenos– a ver, dispara ¿qué necesitas?– expresó enderezándose y colocándose dispuesto ante el teclado
–Necesito averiguar el nombre de una mujer que dio a luz a gemelas hace 21 años– expuso y el muchacho lo miró burlón
 –¡Vamos hombre ¿de verdad?! ¡¿me estás tomando el pelo, no?!– exclamó guasón pero Mario negó con la cabeza– pero tío, si eso es de lo más sencillo y te lo encuentran tus amiguitos los súper polis en menos de lo que canta un gallo– expresó despreocupado
 –No va a ser tan fácil cómo crees y vamos a necesitar entrar en registros confidenciales a los que solo tú puedes acceder más rápido y sin tanta burocracia– explicó y Chispas sonrió pícaro
–¡¡Oh Dios, colega!! ¡¿Acaso me estás proponiendo hacer algo ilegal?!– se burló jocoso y ambos rieron alegres– A ver entonces ¿En qué hospital fue el feliz acontecimiento?– indagó tecleando ya en el ordenador
–No tengo ni idea– repuso mordiéndose incómodo el interior de su mejilla y el muchacho lo miró extrañado; pero acto seguido tomó aire profundamente
–Bueno, tranquilo que no tiene porqué suponer un problema; vamos a ver... más o menos ¿En que fechas pasó?– expresó resuelto volviendo su atención al teclado
–Es que tampoco lo sé– murmuró frotándose derrotado en mentón, ahora sí que Chispas lo miró atónito
–¡Joder tío, soy bueno pero no tanto ¿eh?! ¡Dame algo al menos por dónde poder empezar ¿no?!– protestó desarmado
–¡Venga hombre; yo sé que tú puedes!– lo animó resuelto palmeándole ameno el hombro– ¿O es qué acaso te asustan los retos difíciles?– lo pinchó picajoso, él muchacho lo miró pasmado
–¡Ay que joderse! ¿Pero tú sabes cuántos hospitales, sanatorios y clínicas privadas hay en la ciudad? ¡¡Nos puede llevar horas!!– añadió fastidiado y Mario rió entretenido
 –¿Acaso tienes qué ir a algún lado? Porque yo no tengo ninguna prisa– resolvió desenfadado acercando una silla al muchacho y se sentó en ella; Chispas resopló cansadamente y moviendo derrotado la cabeza regresó su interés a las pantallas– Empieza por los hospitales y clínicas para gente sin recursos; sé que cuando las encontraron llevaban ropas sencillas, así que no debía ser una mujer pudiente– aclaró animado
–Está bien; entonces estamos hablando de nacimientos en la ciudad sobre el año 94– expresó Chispas pero se detuvo y miró desconfiado a Mario– ¿por qué fue en esta ciudad al menos, no?– indagó receloso, Mario volvió a reírse
–No lo tengo claro– el muchacho abrió los ojos incrédulo– pero esa mujer abandonó a las niñas con cinco días, así que estaba recién parida y no creo que estuviera para irse muy lejos y mucho menos viajar ¿no?– replicó raudo, Chispas movió la cabeza condescendiente
–Veamos entonces que averiguamos por ahí...– expresó ya moviendo ágil y rápido sus dedos sobre el teclado– ¡¡Joooder!! Suponía que serían numerosos, pero nunca me hubiera imaginado que tanto ¡¡y luego dicen que la tasa de natalidad está baja!!– exclamó sorprendido y ambos rieron divertidos– esto nos va a llevar su tiempo colega; así que, ve a la nevera y tráete unas birras– Mario sonrió conforme y obedeció– ¿Por dónde quieres empezar?
–Excluye los que no hayan sido nacimientos múltiples– indicó entregándole una de las cervezas, el muchacho obedeció mientras él le daba la vuelta a la silla y se sentaba apoyando sus brazos en el respaldo
 –Hecho... coño, el número ha descendido considerablemente colega– anunció satisfecho y volvieron a reírse animados
–De esos, elimina los que no hayan sido dos niñas– resolvió Mario dándole un trago a su botella de cerveza, Chispas tecleó raudo
–Vale, no es que la diferencia sea extraordinaria, pero algo hemos eliminado– aclaró desenfadado, Mario se quedó pensando unos minutos mientras bebía despacio de la botella de su cerveza ante la mirada expectante del muchacho
–Bien... ahora elimina los nacidos en Mayo, Junio y Julio; en esos meses estuve cerca de Ana y no dijo nada de que fuera su cumpleaños– aclaró decidido, el muchacho obedeció
 –¡Caray tío; el número descendió bastante!– aclaró sorprendido
–Es por culpa del frío– expresó guasón, Chispas lo miró desconcertado– ¡Venga tío! ¿Acaso no sabes que en invierno tendemos a arrimamos más buscando calorcito? después en verano llegan los resultados– bromeó socarrón y ambos rieron explayados. Mario volvió a quedarse pensando
 –Venga colega, dispara que esto va de puta madre– expresó animado el muchacho pero Mario suspiró profundamente
 –No se me ocurre nada más, Chispas– declaró apagadamente
–¡Buff, pues aún hay demasiados tronco! – protestó el muchacho recostándose en su sillón y pasándose sus manos por el pelo
–Espera Chispas...– exclamó posando su mano en la rodilla del muchacho que lo miró interesado– a los niños abandonados en orfanatos se les suele poner un apellido común ¿no?
–Ni idea, pero te lo digo ahora mismo– repuso tecleando raudo en el ordenador– pues sí, aquí suele ponerse el apellido “Expósito”
–Pero Ana se apellida Sanlúcar...– murmuró concentrado y miró a Chispas a los ojos– prueba si alguna de ellas se apellida así– lo animó esperanzado
–¿Y por qué no puede ser el apellido del padre, vamos a ver?– aclaró Chispas, Mario se quedó unos segundos callado
–Me da a mí que no; prueba– instó decidido y el muchacho tecleó en su ordenador
–Pues tenemos... ¡¡7 nada más; colega: ¿soy o no genial?!!– exclamó vanidoso y Mario rió divertido– tenemos a: Carla, Vanesa, María, Anabel, Belén...
–¡Para Chispas!– exclamó de pronto, el muchacho lo miró intrigado– ¿Cuál es el nombre que acabas de decir?
–Belén Sanlúcar García – nombró obediente
–No, el anterior– expresó acelerado
–¿Anabel?
–¡¡Es esa Chispas; hemos dado con ella!!– expresó feliz palmeándole alegre el hombro mientras sonreía satisfecho
–¿A sí? ¿Y cómo estás tan seguro? ¿Ahora eres vidente o qué?– exclamó el muchacho nada convencido de ello
–No hombre, porque Anabel puede ser la unión de Ana e Isabel: el nombre de las niñas– aclaró complacido– Esa mujer quería a sus hijas y creo que nunca tuvo intención de abandonarlas...– habló ensimismado, el muchacho lo miraba escuchando atento– de ahí que lleven su apellido: ya estaban registradas cuando llegaron al orfanato; y precisamente esos nombres: quería que tuvieran algo suyo, algo más personal que las cadenitas que les dejó al cuello: su nombre... ¿qué pudo llevar a esta pobre mujer a hacer tal cosa?– expresó conmovido; sus ojos se encontraron con los de Chispas que lo observaban curioso y sonrió cómplice– búscame el informe hospitalario de esa mujer colega– lo alentó entusiasmado y el muchacho se puso manos a la obra
–Joder tío, según este informe tenía solo 17 años cuando tuvo a las niñas... ¡¡si era una cría!!– aclaró conmovido Chispas, ambos se miraron consternados– a lo mejor por eso las abandonó, se vio muy niña para enfrentar lo que se le venía encima...
–Puede ser Chispas, puede ser... sigue buscando colega– el muchacho siguió tecleando apresurado
–Pues no hay gran cosa más tío– anunció desalentado
–¿Cómo no?– exclamó incrédulo Mario fijándose interesado en la pantalla del ordenador
–Pues no; solo que desapareció del hospital al día siguiente sin esperar el alta médica llevándose a las pequeñas con ella...– Chispas volvió a mirarlo a los ojos– Joder, no podía estar aún en condiciones de andar por ahí y menos cargando con dos bebés ¿Por qué rayos habrá hecho semejante estupidez?
 –Era menor de edad Chispas, el hospital estaría obligado a avisar a la policía o a algún familiar y ella escapó antes de que eso ocurriera– explicó conmovido
–Pues sí...– murmuró apesadumbrado el muchacho
–Cuanto más averiguamos, más convencido estoy de que esta pobre mujer no quería separarse de sus hijas... ¿qué rayos ocurrió para hacerlo entonces?– murmuró confuso– ¿qué más hay?
–Nada– tecleó nuevamente buscando en otras páginas que iban abriéndose rápidamente y sobreponiéndose unas tras otras– nada de nada ¿lo ves? Desaparecida completamente– Chispas miró guasón a Mario– creo que te voy a poner de mote “el caza fantasmas” tío, porque aún no diste con uno y ya estás buscando a otro– bromeó chistoso, Mario le dio una suave colleja y ambos rieron divertidos
–¿Cómo puede ser eso posible?– murmuró Mario desconcertado
–¿Y si se murió la pobre?– expuso el muchacho, ambos se miraron interesados a lo ojos y Chispas tecleó de nuevo en su ordenador
–Pues tampoco; no aparece en ninguna de las listas de defunción: este otro fantasma tuyo también está vivo pero a saber dónde– volvió a bromear y Mario rió explayado.
–¿Seguirás investigando, verdad?– expresó palmeándole amistoso el hombro al tiempo que se levantaba para irse
–Claro, ya sabes que sí, no me gusta quedarme a medias cuando busco algo- repuso despreocupado, Mario le sonrió agradecido y se dirigió a las escaleras– ¡Ey colega!– lo llamo, Mario se volvió– ¿Es muy bonita la chica?– preguntó pícaro
 –Es un caso Chispas– intentó desentenderse de contestar
–¡Sí ya, un caso ¿por qué me mientes Navarro?!– replicó socarrón, Mario lo miró reticente– Primero colega: que me has dicho al llegar que era algo personal; segundo: te he visto demasiado interesado en averiguar para ser "un simple caso"; y tercero: no pierdes tú un domingo investigando algo que no tiene importancia cuando es el único día que tienes para descansar- aclaró audaz mirándolo chulesco; Mario rió divertido
–Sí Chispas, es muy, muy bonita; bonita a rabiar– aclaró sin dejar de sonreír alegre y se marchó de allí.
Cuando llegó a casa, Ana se había quedado dormida en el sofá mirando el televisor. La tomó con mucho cuidado en brazos y la llevó a la cama. La observaba ensimismado mientras la cubría con el edredón. Lo tenía seducido y embelesado, era preciosa; su rostro dulce y tierno lo tenía completamente encandilado. Embriagado por su delicada y perfecta belleza, le apartó suavemente un mechón de pelo que le cubría aquel encantador rostro. Sus dedos rozaron levemente su mejilla y ella sonrió. El corazón de Mario latió vertiginoso, su sonrisa era hechizante y volvió a acariciarla tiernamente, sintiendo su suave piel bajo sus yemas. Se aproximó más a ella, ya casi rozaba aquellos labios que lo provocaban y lo atraían a gritos… de repente se enderezó y salió del cuarto ofuscado
–¡¿Qué coño crees que estás haciendo Mario?!– le increpó furioso a su reflejo en el espejo del armario de su cuarto- ¿Te has vuelto loco o qué coño te está pasando?- censuró bravamente y se quedó unos instantes mirándose fijamente a los ojos recordando su desasosiego cuando la tenía lejos, la paz que le invadía cuando se le acercaba, los dulces escalofríos al sentir sus caricias... y abrió atónito los ojos– ¡¡Por todos los demonios, Mario; estás...!!– balbuceó pasmado sin dejar de observarse estupefacto– ¡¡Te has enamorado de ella, estúpido inútil!!- concluyó resuelto y muy desconcertado.
Fue una noche tortuosa, su cabeza no dejaba de dar vueltas sobre sus sentimientos hacia Ana reprochándose una y otra vez lo imbécil que había sido. Agobiado y cansado de dar vueltas inútiles en la cama, se levantó y se fue a la comisaría.
–Que temprano has llegado hoy ¿Ana tampoco te dejó dormir hoy o qué?– bromeó Rosa cuando llegó y ya se lo encontró en su despacho trabajando, él apenas masculló un buenos días sin más explicación.
Durante toda la mañana, Mario estuvo muy callado y ensimismado. Seguía, como toda la noche anterior, sin poder creerse que cometiera la estupidez de enamorarse de Ana; aquello, ademas de una locura, era completamente insostenible; y si se enteraban sus superiores... sería el fin de su carrera ¡¡Era policía y ella una protegida joder, no un simple adolescente que se enamora de la primera que se le cruza!!. Su cabeza intentaba encontrar algún remedio tajante a aquello, tenía que alejarse de ella cuanto antes; tenía que llevarse a Ana de su casa, e intentaría verla lo menos posible, o directamente no verla nunca más... pero entonces, solo de pensar en no volver a verla, su corazón se le oprimía dolorosamente. Rosa lo observaba intrigada desde el otro lado de la mesa de su despacho.
–¿Qué te pasa?– se atrevió a preguntar por fin
–Nada ¿por qué?– respondió mirándola sorprendido por la pregunta
–Porque no te encuentro como siempre, estás muy pensativo y callado
–Me preocupa este nuevo giro que dio el caso, que ese hijo de puta sepa de la hermana María me tiene desquiciado– aclaró frotándose inquieto la frente
–La tenemos bien vigilada, no te preocupes– respondió tranquila
–¿Cómo a Sabrina, Valverde? Nos la arrebató delante de nuestras narices; solo somos una pandilla de inútiles buenos para nada– soltó hiriente mirándola irritado, ella también lo miró confundida
–No te pases Mario, no compares; lo de Sabrina sé que fue horrible y una metedura de pata, pero hicimos lo que pudimos
–Perdona Rosa…– musitó avergonzado frotándose de nuevo la frente– pero creo que damos pronto con él o me volveré loco– comentó abatido, ella lo miró fijamente
–Mario...– pronunció muy pausadamente, él la miró a los ojos– ¿Solo es eso de verdad?– preguntó preocupada
–Claro que sí ¿qué otra cosa iba a ser sino?– resolvió esquivo volviendo su interés a los documentos que había sobre la mesa
 –Mario…– volvió a murmurar sin dejar de mirarlo insistente
 –¡¿Qué coño quieres Valverde?! ¡¡Déjame en paz de una puñetera vez!!– bramó déspota y cortante; sospechaba a dónde quería llegar Rosa, pero no podía ni quería permitírselo
–¿No te estarás sintiendo atraído por Ana verdad?– preguntó inquieta haciendo caso omiso a su protesta; ahí estaba lo que él tanto se temía...
–¡¡No seas estúpida!!– bramó irritado mirándola ofendido aunque un gran miedo lo asaltó– ¡¡No vuelvas a las mismas gilipolleces del sábado por la noche ¿quieres?!!
–No sería difícil Mario, Ana es bonita a rabiar y encantadora hasta más no poder… Todos los días juntos, codo con codo, tratando con ese ángel que enamora hasta al más puesto cuando te mira con esos ojos hechiceros y esa sonrisa delicada y dulce…– aclaró conmovida; Mario sintió como la piel se le erizaba al recordar aquellos preciosos ojos que parecían acariciarlo y aquella dulce boca que tanto deseaba saborear; era la mujer más bella y tierna que jamás había conocido... y sentía que cada vez estaba más loco por ella...
–¡¡Basta ya Rosa!! ¡¿Quieres callarte de una puñetera vez?!– exclamó furioso, más para borrar aquellos pensamientos suyos que por lo que su compañera decía; se levantó de un impulso de su sillón y, recogiendo de un brusco gesto su chaqueta del respaldo, salió del despacho a paso apresurado
–¿A dónde coño vas ahora?– preguntó descolocada por aquella inesperada reacción suya
–¡¡A la mierda!! ¡¡Por lo menos allí no tendré que escuchar tus gilipolleces!!– contestó irritado saliendo de la comisaria ante la mirada atónita del resto de compañeros que pasaban incrédulos sus ojos de la puerta que aún se batía tras su desquiciada huida al rostro pasmado de Rosa estática bajo el dintel de la puerta del despacho de Mario
–¡Pues avisa cuándo llegues, energúmeno!– exclamó molesta por aquel inesperado e ilógico desaire
–¿Pasa algo Valverde?– preguntó desconfiado el capitán desde la puerta de su despacho; Rosa lo miró amedrentada, si llegara a sospechar lo que ella creía, Mario estaba en serios problemas
 –No señor, todo está bien– resolvió decidida
–Pues no es lo que me pareció; mas bien creo que Navarro está perdiendo demasiado los estribos– expuso receloso mirándola suspicaz; tampoco ayudaría mucho a Mario si el capitán se enteraba de que realmente el caso le estaba afectando demasiado. Rosa tomó aire profundamente
 –No señor... fue mi culpa, tengo un mal día y me pasé cien pueblos con él hasta acabar desquiciándolo; lo lamento mucho señor– murmuró apagadamente bajando la cabeza; el capitán se quedó mirándola entrecerrando sus ojos indicando que no la creía, pero a los pocos segundos también tomó aire profundamente relajando de nuevo su rostro regordete y bonachón
–Esta bien; pero deja tu mal humor o vuestras rencillas personales o lo que rayos haya pasado entre vosotros, para cuando esteis en la calle; ya tenemos bastante tensión aquí dentro ¿no crees?– le recriminó autoritario y regresó dentro de su despacho.
–Sí señor– murmuró avergonzada por la reprimenda de su capitán
Aquella mañana, cuando Ana se levantó, se llevó una gran desilusión al ver que Mario ya se había ido y eso que apenas pasaban 10 minutos de las ocho. Sorprendida por aquella enorme decepción que sentía en el corazón por no haberlo podido ver antes de irse, no pudo evitar pensar en ello mientras desayunaba. No lograba comprender que le pasaba. Es cierto que se aburría tremendamente estando sola y encerrada en aquel piso, y que había encontrado un gran aliciente para superar aquellas horas de pasmoso aburrimiento en maquillarse, ponerse muy bonita y preparar una deliciosa comida para recibirlo pues le encantaba ver su mirada fascinada y su arrebatadora sonrisa cuando la descubría en la cocina al llegar. Y, aunque se sentía mucho más tranquila y segura estando él a su lado, no explicaba aquella ilógica desazón al descubrir que ya se había ido; aquel presuroso latir de su corazón así escuchaba sus llaves en la puerta; aquel deseo tremendo de echarse entre sus brazos y que contenía a duras penas cuando aparecía ante ella; aquel delicioso estremecimiento si sus manos o sus cuerpos se rozaban casualmente, como si aquel leve roce le provocara una pequeña descarga eléctrica que recorría su cuerpo erizándole el vello de su nuca; o aquel fascinante embeleso que le provocaba siempre oír su fuerte y varonil pero tan melodiosa voz, que parecía acariciarle y envolverla en una especie de fantástica bruma que la dejaba como debilitada aunque llena de plácido gozo... Por más vueltas que le daba a la cabeza, no lograba comprender nada de todo aquello, pero lo que sí sabía es que le encantaba y eso le bastaba. Sonrió feliz acabándose su café y se fue al dormitorio entusiasmada en prepararse para él. Abrió el ventanal para ventilar el cuarto. Una agradable brisa le acarició el rostro y el sol ya daba en toda su plenitud en el balcón aunque aún no calentaba demasiado. Se asomó gustosa disfrutando del calorcito de aquellos primeros rayos de sol de la mañana y aquella dulce brisa en su piel.
Bruno ordenaba el correo tras su mostrador que le acababa de llegar cuando el vecino del quinto salió del ascensor; se saludaron educados pero muy fríos como siempre al cruzarse y se volvió para repartir el correo de cada vivienda en su respectivo cajetín a su espalda al tiempo que el vecino salía del edificio. Se estremeció sobresaltado cuando, al volverse, se encontró a un hombre ante él. Ni le había oído acercarse.
–¿Cómo ha entrado?– expuso desconcertado observándolo intrigado de arriba abajo. Aunque en la funda azul que vestía no llevaba ningún logo, en la gorra sí había un distintivo de una conocida empresa de instalación de televisión
–El caballero me dejó pasar cuando salía– contestó tranquilo. Bruno movió la cabeza afirmativamente recordando al vecino del quinto. Observó detenidamente aquel rostro; le sonaba, lo conocía, pero... ¿de qué?– tenemos un aviso de avería de la televisión por cable de uno de los propietarios– empezó a explicar centrando sus ojos en la tablilla que llevaba en la mano esquivando la mirada curiosa de Bruno
–No tengo notificación ninguna– murmuró extrañado Bruno– ¿De qué piso?
–No me lo han indicado... solo me han dado el nombre del usuario, un tal...– leyó la hoja prendida de la tablilla– señor Navarro en el edificio Monumental– contestó sereno. Bruno entrecerró desconfiado los ojos, los propietarios tenían obligación de avisarle de la llegada de cualquier técnico de reparaciones para permitirles la entrada al edificio... y Mario nunca se olvidaría de eso, mucho menos ahora con la señorita Ana escondida en su piso... Aquello lo inquietó y centró aún más su atención en aquel hombre cuyo rostro le sonaba tanto...
 –Pues el señor Navarro no me ha comentado nada ni me ha dejado las llaves de su piso y en estos momentos no se encuentra; así que, sintiéndolo mucho, tendrá que volver otro día– resolvió decidido
–¡Oh no, por favor!– exclamó abatido el instalador pasándose su mano libre por la frente– vengo a propósito desde la otra punta de la ciudad pues dijo que era muy urgente arreglárselo cuanto antes, y ahora me encuentro con esto; pues no sé cuándo podré regresar...– protestó fastidiado, de pronto clavó su mirada en los ojos de Bruno y a este la fotografía que Mario le hizo memorizar le vino al instante a la cabeza: ¡¡Por todos los demonios, claro que reconocía a aquel hombre que tenía enfrente: era él!! ¡¡era ese sangriento y despiadado asesino que Mario había dicho que probablemente aparecería intentando entrar en su piso!! ¡¡Y allí lo estaba, maldita sea; intentándolo por todos los medios!!– ¿Ocurre algo?– preguntó aquel hombre entrecerrando desconfiado sus ojos; Bruno tragó incómodo saliva, sin darse cuenta debió hacer algún gesto extraño con sus ojos al darse cuenta de quién era que lo había puesto en alerta...

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