jueves, 5 de noviembre de 2015


    Apenas había oscurecido cuando regresaron a casa. Ana lo besó sorpresivamente en la mejilla así entraron en el piso
–Gracias– musitó encantada mirándolo agradecida
 –¿Por qué?– preguntó desconcertado
 –Por hacer el sacrificio y darme esta tarde maravillosa junto a mis niños– expresó con ternura, él sonrió cautivado
–No fue ningún sacrificio, yo también me lo pasé en grande con esos preciosos diablillos– aclaró alegre
–¿Te gustan los niños?– preguntó extrañada frunciendo el ceño, a él lo desconcertó aún más aquella pregunta
–Sí, me encantan; me gustaría tener algún día una gran familia, Claudia y yo ya estábamos intentando tener el primero
–¡Serías tú, porque ella me parece que no estaba por la labor!– repuso resuelta, él la observó confundido
–No que va, ella también estaba ilusionada– aseveró rotundo
–¡¡Ya!! Por eso en su neceser tiene pastillas anticonceptivas para año y medio por lo menos– replicó sin darle importancia quitándose la cazadora, Mario entrecerró los ojos mirándola desconfiado– ¿Qué he dicho?– expresó retraída ante aquella mirada, él se dirigió a paso precipitado al baño sin contestarle y ella lo siguió. Mario vació el neceser de Claudia de un rápido movimiento en la pileta ante la asombrada mirada de Ana
–¡Hija de…!– expuso enojado al encontrarlas– ¡Llevaba meses diciéndome que ya no las compraba! –Y no te mintió… se las había comprado todas juntas– exclamó chistosa riéndose burlona, él la miró desolado y ella sintió una lástima tremenda por él– Perdona, no quería herirte– murmuró apesadumbrada pero él seguía con el rostro abatido– pero eso no quiere decir que no te quisiera, Mario; solo que ella aún no estaría preparada para dar ese paso– aclaró consoladora, de pronto él esbozó una sonrisa llena de cinismo y sarcasmo que descolocó tremendamente a Ana
–¿Quererme? Si me quisiera no llevaría más de año y medio acostándose con su jefe el fiscal ¿no crees?– exclamó irritado yéndose hacia el water y vació las pastillas en él; Ana abrió asombrada sus ojos al escucharlo
 –Oh Dios santo, lo siento mucho– murmuró abatida acercándosele y le pasó consoladora la mano por su espalda, él la miró enternecido y le sonrió amable
 –No te preocupes, no me importa tanto como piensas– indicó más sereno de lo que cabía esperar– aunque me negaba a reconocerlo, nuestro matrimonio estaba roto hacía tiempo; las discusiones ya habían minado nuestra relación sin remedio y últimamente ya nos servía cualquier cosa para discutir y poder huir uno del lado del otro; tanto ella como yo ya no regresábamos apresuradamente a casa para estar juntos como al principio, buscábamos cualquier excusa para no tener que hacerlo y así esquivarnos más tiempo… ya no nos queríamos y estábamos empezando a no soportarnos siquiera– le contó serenamente; la miró a los ojos, no sabía por qué le estaba contando todo aquello pero ella le incitaba a ello. Sería su dulce mirada, su enternecedora cara de niña, su serena disposición a escuchar sin interrumpir… pero algo en ella le forzaba a seguir hablando y le estaba sentando muy bien desahogarse– me di cuenta de ello cuando me enteré de que tenía un amante y no me dolió como supuestamente tenía que haberme dolido; al contrario, solo sentí complacencia al descubrir que lo que llevaba sospechando hacía tiempo era cierto– repuso y él mismo se sorprendió de sus propias palabras reconociendo lo que realmente sentía; ella le escuchaba atenta con ojos tiernos y una dulce sonrisa en los labios sin opinar nada; él la miró aturdido, le recordaba a un cura confesando a uno de sus feligreses– ¿Sabes qué me recuerdas al padre Miguel cuando me confesaba de niño?– bromeó socarrón y ella rió divertida
–¡Vaya, así que primero te parezco monja y ahora un cura! ¿Vamos mejorando o empeorando? No lo tengo claro– expuso chistosa y ambos rieron relajados– ¿Cómo os conocisteis?
–Por un caso en el que yo tenía que declarar como oficial a cargo de la investigación– empezó a explicar recogiendo el resto de medicamentos de nuevo en el neceser– el fiscal se lo encargó a Claudia y, tras reunirnos un par de veces para preparar el juicio, una noche la invité a tomar algo al acabar y, sin saber cómo ocurrió, de pronto ya estábamos revolcándonos en la cama como dos auténticos desqui…– de pronto guardó silencio y la miró azorado sonrojándose tremendamente– ¡¿Por qué rayos te estoy contando esto?!– exclamó incómodamente sorprendido, ella movió desentendida los hombros mientras intentaba no reírse al verlo tan abochornado, Mario aún se sonrojó más y le dio la espalda rápidamente huyendo a la cocina; ella ya no pudo aguantar más ante su bochornosa y precipitada huida y rompió a reír divertida.
Sonó el teléfono de la cocina que comunicaba con la portería y oyó decirle a Mario que la dejara subir ¡¡Venía Rosa!! se alegró y corrió a la sala
–Acaba de llegar Rosa– anunció despreocupado Mario dirigiéndose a la puerta de la calle para abrirle a su compañera
–Lo sé, te oí– repuso alegre, él no pudo evitar reírse divertido mientras abría la puerta, Rosa salía del ascensor
–¿Tú qué? De no venir nunca, ahora vienes día sí día no ¿Te has aficionado a venir a mi casa o qué?– bromeó guasón
 –Pues sí, me encanta tu casa: tan limpia y ordenada... pero, sobre todo, vengo a cenar: Ana cocina muy rico– respondió chistosa y los tres rieron regocijados.
–Pues prepararemos algo de inmediato; acabamos de llegar y no tengo nada hecho– aclaró Ana dirigiéndose resuelta a la cocina, ellos dos se quedaron atrás
–¿Sabéis algo de él?– se interesó Mario más serio cuando Ana se hubo alejado lo suficiente para no escucharlo
–Nada, ha desaparecido de nuevo como si se lo hubiera tragado la tierra; y esta vez no dejamos de investigar ni un solo lugar de la ciudad– respondió Rosa también más severamente
–Pero no tendremos la suerte de que se lo trague; y que esté tan callado me inquieta mucho– aclaró preocupado
–Expósito anda siguiéndole la pista a los disfraces y Fredo a médicos que pudieron atender una herida de bala, pero no logramos nada por ahí tampoco– Mario resopló fastidiado ante la falta de noticias, Rosa lo miró seria a los ojos– Mario, me dijo Lois que te llevaste la fotografía de la cadena de Ana...– indicó, él asintió con la cabeza– ¿Para qué? ¿A qué andas?
–Me gustaría encontrar a su madre; necesita en estos momentos a alguien muy próximo a su lado, que le haga compañía y no se sienta tan sola y desamparada; y que mejor que ella ¿no?
–¿Su madre?– repitió incrédula, él la miró confundido- ¿Crees que con la persona que la dejó abandonada siendo un bebé se va a encontrar a gusto y menos desamparada?– replicó irónica mirándolo escéptica
–Una madre es siempre una madre ¿no? Además, a saber qué motivos llevaría a esa mujer para dejarlas y lo que ha sufrido por ese motivo, Valverde; encontrémosla primero y después ya veremos– expresó fastidiado por su sarcasmo; Rosa movió las cejas dando a entender que podría tener razón –¿Qué tal lo está llevando?– se interesó Rosa mirando hacia Ana que seguía cocinando entretenida en la cocina
 –Bien, se va recuperando; la veo más tranquila y alegre; y hoy sobre todo, pasar la tarde en el orfanato le ha sentado muy bien– aclaró animado y se quedó mirando a Ana sin poder evitar esbozar una dulce sonrisa como siempre le ocurría al observarla. Su compañera lo miró y entrecerró desconfiada los ojos
Ana pronto tuvo algo delicioso preparado y, entre risas despreocupadas, cenaron en la sala mirando el partido en el televisor. Pero Rosa no perdía detalle de los involuntarios gestos y miradas tiernas que Mario le enviaba a Ana. El teléfono de Mario empezó a sonar y él comprobó instintivamente la pantalla
–¡¡Apareciste desgraciado!! ¡Es él Rosa!– anunció alerta, su compañera al instante llamó a la central; Ana los miraba a ambos muy asustada
–Christian ¿quién está por ahí que pueda localizar una llamada urgentemente?– instó apresurada– Perfecto... está aún Charlie en la comisaria– le anunció a Mario que asintió complacido y descolgó –Hombre, Pablo; hacía tiempo que no me llamabas ¿Qué? ¿Sigues dando vueltas inútiles sin ningún resultado?– se burló Mario al descolgar
–¿Vueltas inútiles? ¿Crees realmente que son tan inútiles Navarro?– le contestó sarcástico
 –Sí, y no lo creo: estoy seguro– respondió serenamente, él rió petulante
–Para tu información, y puedes avisarla que sé que está contigo en estos momentos, ya estuve en los apartamentos Victoria en el bloque 15 apartamento 7B– reveló presumido dejándolos atónitos –¡Maldita sea, Mario: ese es mi piso!– murmuró fastidiada Rosa sin poder apartar sus ojos de los de Mario que la miró inquieto, aquel dato puso muy nerviosa a Ana
–¿No te habrás llevado algo sobre el caso allí, verdad?– preguntó desconfiado tapando el auricular de su teléfono para que él no lo oyera, ella negó decidida y rotunda con la cabeza y Mario suspiró más tranquilo
 –Pero el muy hijo de puta nos está cercando a nosotros en vez de nosotros a él, joder– expuso irritada; Ana sintió un escalofrío de terror al escucharla e, instintivamente, se abrazó temblorosa a sí misma posando sus manos en sus antebrazos. Mario le lanzó una mirada reprochadora a su compañera al observar el gesto de Ana; Rosa apretó arrepentida los labios
 –Manda efectivos a tu casa de inmediato– le susurró a Rosa y ella obedeció al instante; unas risotadas burlonas se oyeron a través del auricular
–¡No seas estúpido Navarro! ¡Te creía más inteligente!– exclamó sarcástico Pablo– ¿Acaso piensas que aún estoy allí? Aunque me divertí mucho veros llegar precipitadamente a casa de Ana, no me voy a arriesgar dos veces seguidas– calló unos instantes– Pero no te preocupes hombre, hoy dejaré que tus compañeros localicen mi llamada
–Hijo de puta…– masticó irritado entre dientes y lo oyó reírse burlonamente de nuevo– ¿Bueno y qué? ¿Acaso te sirvió de algo la visita al piso de mi compañera?– se mofó Mario intentando parecer calmado
–La verdad es que no; esa muchacha es un auténtico desastre, tiene el piso hecho una pocilga... pero no desespero, soy muy paciente y nunca se sabe a donde te puede llevar una simple anotación apuntada descuidadamente en un olvidado bloc…– respondió serenamente, hablaba muy pausado, como distraído, como si estuviera entretenido en otra cosa
–¿De verdad no te has llevado nada a casa?– instó de nuevo a su compañera mirándola nervioso
–Que no, te lo juro– aclaró contundente ella
–Y dime Navarrito ¿Me estás cuidando bien a mi palomita?– indagó socarrón– No me la pierdas ¿eh? Que la estoy echando mucho de menos… ¡Uhmm, no sabes como me está excitando este jueguecito! Cuando por fin de con ella, ni te imaginas lo que voy a disfrutar haciéndole sentir lo que es un hombre de verdad; pienso disfrutarla muy despacio...
–No permitiré que te acerques siquiera, antes tendrás que matarme a mí– aclaró Mario decidido y él volvió a reírse jocoso
–Cómo si eso me fuera a costar algún trabajo Navarro; al contrario, lo pone todo más excitante aún– contestó jactancioso
–Estoy muy cerca Valverde, que lo mantenga hablando un poco más…– indicó animado Charlie a través del teléfono a Rosa que así se lo hizo saber a Mario
–¿Ya la has probado Navarro? ¿No? ¡Claro, tú eres un caballero! ¡Pues te lo recomiendo, no sabes lo deliciosa que es la gatita, su piel sabe a gloria!– se burló sarcástico; Mario se estaba enfureciendo, así lo indicaba el movimiento frenético de sus mandíbulas– Uhmm... Aún puedo notar su suave tacto en mis manos; ese sabor dulce de sus pechos en mis labios, el calor de su coñito…
–¡Cállate estúpido bastardo!– explotó furioso Mario y él volvió a soltar una sonora carcajada
–¡No te cabrees amigo mío, que bien podemos disfrutarla ambos ¿no lo crees así?! Anda, decídete y pruébala, verás como tengo razón ¡¡Dios!! ¡¡solo con recordarlo me estoy excitando tremendamente!!– siguió burlándose
–¡¡He dicho que te calles, maldito hijo de puta!!– bramó enfurecido, Ana y Rosa lo miraron sobresaltadas– ¡No soy amigo tuyo para nada ¿me oyes? no vuelvas a decirlo!
–¡¿Ah no?!– expresó burlón– pues yo pensé que sí lo éramos, ya que solo los buenos amigos se comparten los juguetitos y yo estoy compartiendo contigo mi juguete favorito– chasqueó la lengua– Pues mira que lo siento... pero bueno, allá tú si no quieres comprobar lo que te digo; yo sí la volveré a disfrutar… pero esta vez más lentamente, saboreando cada dulce bocado de esa tersa piel– a Mario sus mejillas se movían inquietas de lo fuerte que estaba apretando las mandíbulas– ¡Eso sí, ten por seguro que pensaré en ti cuando lo haga y disfrutaré el triple!– se carcajeó sarcástico
–Eres un maldito hijo de puta pero yo lo soy más– le contestó rabioso apretando tan fuertemente el teléfono que sus nudillos se volvieron blanquecinos– No darás con ella, antes te encontraré yo y te haré pagar todo esto
–Lo dudo mucho Navarrito y más estando rodeado de tanto inepto como lo estás tú; ahora, te puedo asegurar que yo sí daré con ella... ¡¿Cuánto apuestas?!– increpó rotundo
–Esto es... imposible, Valverde– expresó atónito Charlie por el teléfono de Rosa
–¿Qué ocurre?– preguntó impaciente ella
–La llamada la están efectuando desde… ¡¡aquí mismo, Valverde!! ¡¡Ese tipo está aquí, en nuestra comisaria!!
–¡¿Qué?!– exclamó boquiabierta mirando asombrada a los ojos de Mario que la observó interesado– Está en nuestra comisaría– anunció incrédula
–¡¿Qué?!– clamó pasmado y otra carcajada llegó hasta él a través del auricular
–Detecto por tu exclamación que la manada de gansos que te rodean han dado por fin conmigo y llegó la hora de irme, Navarrito; pero no te preocupes que seguiremos en contacto y muy pronto nos veremos las...– se calló de pronto, Mario se quedó expectante– Vaya, vaya, vaya; no me esperaba este regalito y menos de tu parte Navarrito– expresó con deleite y Mario escuchó la ruptura de un papel, como si arrancara una página de un libro– ¡Y después dices que no eres mi amigo; solo los amigos ayudan así querido Navarrito!– se burló jactoso, a Mario se le encogió el corazón ¿qué rayos había encontrado aquel maldito bastardo que lo alegraba tanto?– muchas gracias amigo mío, y si estás antes que yo con Ana, dile de mi parte que pronto estaremos juntos de nuevo; mucho antes de lo que yo imaginaba– se carcajeó feliz y la llamada se cortó
–¡¡Maldito hijo de la gran puta!!– estalló enfurecido Mario lanzando furioso su teléfono contra el sofá vacío frente a él ante las miradas sobrecogidas de ambas mujeres por su furia rabiosa; acto seguido le arrebató bruscamente el teléfono de la mano a su compañera– ¡¡Charlie, avisa a todas las unidades que se regresen de inmediato a la comisaría; y cerrar todas las malditas puertas!! ¡¡Rápido!! ¡¡Que no salga nadie de ahí!! ¡¡Buscadlo y atrapadlo de una puta vez!!… ¡¿Cómo pudo pasar por delante de todos vosotros y nadie reconocerlo joder?! ¡¡Sois una panda de gilipollas!!– gritó enfurecido por el teléfono
–Es sábado por la noche, Navarro; la comisaria está en mínimos y a esta hora están la mayoría patrullando...– intentó defenderse amedrentado Charlie
–¡¡Cállate y da esa puñetera orden de una vez, cojones!!– increpó y cortó la llamada– Vamos Rosa, no sé qué rayos pudo encontrar, pero le gustó muchísimo– expresó precipitado colocándose la chaqueta; se dio cuenta que Ana lo miraba con ojos plagados de pánico y se acercó a ella posando suavemente sus manos en su cuello– No te inquietes mi ángel, por lo que dijo sigue sin saber que estás aquí; no dará contigo cielo mío, no se lo permitiré, te lo juro– le habló amoroso acariciando tierno con sus pulgares las mejillas de Ana que seguía mirándolo aterrada; Rosa lo observaba alertada y con desconfianza, estaba siendo demasiado tierno y cariñoso... de pronto sus ojos se abrieron como platos y su respiración se cortó cuando Mario posó suavemente sus labios en los de Ana– te lo juro vida mía, te doy mi palabra que no lo permitiré– expresó con rotundidad mirándola con extrema pasión, Rosa no podía creer lo que sus ojos estaban mirando– ¡No le abras a nadie ¿vale?!– siguió hablando como si nada mientras continuaba acariciándole con ternura las mejillas al tiempo que sostenía su cabeza obligándola a mirarle a los ojos– ¡¡A nadie ¿me oyes cielo?!! Aunque diga que es Rosa o mismamente yo; a nadie ¿comprendes?– insistió y Ana asintió con la cabeza, él sonrió complacido– Así me gusta preciosa mía– repuso besándola de nuevo aunque esta vez fue en la frente y se puso en pie corriendo hacia la entrada– Vamos Valverde– Rosa, sin salir de su asombro, lo siguió sin decir palabra.
 –Dios mío, se está acercando… encontró algo importante…– murmuró aterrorizada Ana cuando se quedó sola sin apartar la vista de la puerta de calle; reaccionó y corrió a la habitación registrándola nerviosa e impaciente con la mirada ¿dónde rayos había puesto la pistola que Mario le había dado? Abrió presurosa los cajones de las mesillas encontrándola al fin, juraría que ella no la había metido allí... pensó descolocada un segundo pero acto seguido la recogió apretándola fuertemente contra su pecho al tiempo que cerraba sus ojos. Increíblemente aquella arma le daba seguridad y parecía serenarse al sentirla entre sus manos. Volvió a abrir los ojos y apoyó su espalda contra la pared enfrente a la puerta del dormitorio clavando su mirada en el corto pasillo, se dejó resbalar despacio hasta acabar sentada sobre la mullida moqueta sin apartar sus ojos de la puerta y se quedó expectante mirándola fijamente.
–¿Qué ocurre, señor Mario?– se interesó nervioso Bruno al verlos salir precipitadamente del ascensor corriendo hacia la salida del edificio
–Se está acercando Bruno, ten muchísimo cuidado amigo mío; mantente muy alerta y no dejes entrar a nadie desconocido sin comprobarlo antes muy bien... absolutamente a nadie, aunque se esté muriendo un vecino– le habló muy nervioso sin detener su carrera hacia el coche de Rosa que estaba aparcado delante del portal
 –No se preocupe, nadie pasará por aquí aunque eso me cueste el puesto; le doy mi palabra– remarcó decidido y Mario le sonrió agradecido mientras Rosa ya alejaba el coche en dirección a la comisaria Al llegar, había un frenético ir y venir de compañeros corriendo de un lado a otro. Hasta el capitán estaba ya allí
–¿Qué tenemos capitán?– preguntó esperanzado
–Nada aún, pero lo andan buscando por todas las plantas y pronto daremos con él– contestó también muy nervioso– lo que sí sabemos es que ha estado rebuscando en tu mesa– Mario corrió a su despacho encontrándose el smartphone de Claudia sobre sus papeles y una nota pegada a él: “Tic, tac… se acaba el tiempo Navarro; y tú vas perdiendo”
–¡¿Cómo puede ser esto posible atajo de inútiles?!– gritó enfurecido golpeando su mesa con su puño mientras el resto lo miraban cohibidos y abochornados– ¡¡Aquí, en mi puta mesa; delante de todos vosotros y ninguno tiene los santos cojones de reconocerlo joder!!– bramó furioso y de un palmetazo barrió todo lo que había sobre ella saliendo disparado por el aire
–Cálmate, Navarro– le dijo seriamente el capitán
–¡¿Cómo voy a calmarme capitán?! Entra y sale a su antojo de la comisaría y nadie es capaz de detenerlo– contestó furioso– ¡Ese hombre es el que mató sin piedad a Ben!
–Lo sé; y todos estamos deseando atraparlo pero, enfadándote así con los compañeros, no vamos a solucionar nada
–Tengo preparadas las grabaciones de las cámaras de la entrada que pidió, capitán– comentó una joven policía asomándose al despacho de Mario. La siguieron presurosos y Mario se puso al frente de las pantallas. Examinaban atentos a todo el que entraba, no lo reconocían…
–Maldita sea ¿dónde estás imbécil?– murmuró desesperado Mario dándole marcha atrás a las grabaciones…
–¡¡Para ahí, Mario!!– expuso de pronto Rosa y él obedeció al instante– ¡Quédate con ese policía que intenta ocultar su rostro moviendo la visera al pasar por debajo de la cámara y dale un poco para atrás!– hizo lo que indicaba y todos observaron atentos como la cinta rebobinaba hasta la entrada del susodicho en la comisaria– ¡¡Para!!¡Quítale la barba y el bigote Mario…!
–¡¡Es él!! ¡¡Te tengo capullo!!– exclamó complacido
–Atención a todas las unidades: el intruso lleva bigote y barba pelirroja y va vestido de oficial de policía; repito: bigote y barba pelirroja y va vestido de oficial de policía– describió el capitán por el walkie talkie que sostenía en la mano y al instante los compañeros dieron la voz de ok
–La entrada está registrada a las nueve cuarenta y cinco– comentó la policía que había traído las cintas
–Casi al mismo tiempo que recibiste su llamada…– habló Rosa posando su mano en el hombro de Mario
–Sígalo inspector; a ver por dónde se mueve y nos puede dar alguna idea de donde se esconde– recomendó interesada la jovencita policía; Mario movió el mando. Solo en leves tramos le había captado las cámaras: entrando en aquellas oficinas, dirigiéndose al despacho de Mario... Mario aproximó el zoom y observaron como, sentado en su silla y con una tranquilidad pasmosa, registraba cajón por cajón al tiempo que sostenía el teléfono con su mano derecha junto a su oído. Mario abrió sobrecogido sus ojos y tragó nervioso saliva cuando vio como encontraba su libreta de apuntes y arrancaba una de sus páginas saliendo del despacho de nuevo... las cámaras lo atraparon andando por el pasillo; observaron como comprobaba su reloj de pulsera y, de pronto, desapareció.
–¿Dónde estás hijo de la grandísima puta?– masculló irritado Mario al no dar con él cambiando frenético de cámara una y otra vez
–¡Ahí está de nuevo!– indicó Rosa señalando uno de los cuatro monitores, era buena fisonomista y tenía vista de lince; Mario se centró en aquella cámara
–Esos son...– murmuró el capitán– ¡¡Está en los garajes; repito: el intruso está en los garajes!!– avisó nuevamente por el walkie al resto de policías
–Por eso no lo encontrábamos, seguro bajó por las escaleras de incendios y allí no hay cámaras– indicó la joven policía. Vieron apesadumbrados como se encaminaba hacia el portalón de salida que se cerraba muy lentamente, demasiado lentamente
–No, no, no...– replicó Mario casi en una súplica; pero él lo alcanzó antes de que se cerrara totalmente y, antes de cruzarlo, miró descaradamente a la cámara y sonrió cínico tocándose levemente el borde de la visera a modo de saludo antes de traspasarlo justo cuando el portalón se cerraba completamente– Maldito desgraciado, otra vez te escabulles de entre mis dedos– exclamó vencido Mario deteniendo la imagen justo cuando él lo saluda burlonamente quedándose mirándolo derrotado –Los garajes no se pueden cerrar tan rápidamente como el resto de la comisaría– comentó el capitán –Y él lo sabe… por eso controlaba su reloj; a saber cuanto tiempo nos lleva vigilando y estudiando cada uno de nuestros movimientos, ya dijo que la paciencia era su mayor virtud– murmuró Mario con la mirada clavada en la imagen de Pablo Villa sonriéndole cínicamente a través del monitor
–Se mueve por la comisaría con una tranquilidad pasmosa– indicó asombrada la joven policía
–Es la mejor manera de no llamar la atención– comentó calmadamente Mario. De pronto, se giró en la silla y corrió a su despacho ante la mirada desconcertada del resto, se arrodilló en el suelo y comenzó a revolver entre los papeles que había desperdigado anteriormente; ellos lo siguieron y se quedaron mirando descolocados en la puerta. Solo Rosa se arrodilló a su lado
–¿Qué buscas, Mario?– preguntó presta a ayudar
–Mi libreta de anotaciones… es de donde arranca una página cuando está en mi mesa– contestó sin dejar de buscar impaciente; ella también se puso a rastrear entre todo aquel lío de carpetas y papeles esparcidos por el suelo– no sé que rayos pudo encontrar ya que no suelo apuntar nada; pero algo fue maldita sea, y le alegró muchísimo– expuso sin dejar de rebuscar ansioso como Rosa también hacía– y eso solo puede significar una cosa...– añadió con gran inquietud en la voz y ambos compañeros se miraron unos instantes a los ojos– dio con algo que lo encarriló para poder llegar hasta Ana– anunció aterrado y ambos regresaron aún más impacientes a la búsqueda de aquella dichosa libreta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario