sábado, 14 de noviembre de 2015


      -Hola Ana- la saludó intentando parecer tranquilo sonriéndole amistoso
-Vaya, Mario; por fin te has dignado a aparecer- le reprochó indiferente reaccionando al fin y entró en la cocina besando cariñosa la mejilla de Anabel. Tras ella apareció un muchacho atractivo de grandes ojos negros que se apresuró a examinarlo muy interesado al oír el nombre que Ana había pronunciado; Mario también lo observó curioso
 -Estuve ocupado- respondió esquivo
-Ya; tanto que no podías ni llamar por teléfono ¿no?- le contestó sarcástica, él la miró ofendido
-Ana, déjalo- intermedió dulcemente Anabel
-Pues no, la verdad es que no pude- remarcó fastidiado Mario pero Ana le dedicó un gesto burlón torciendo su boca que lo irritó aún más- además, tú sabes también dónde vivo y no te dignaste a aparecer por allí o Bruno me lo hubiera comentado- le reprochó hiriente
-Una señorita decente no va a casa de un hombre soltero o viudo como es tu caso- aclaró altanera
-¿Te refieres antes o después de vivir con él más de dos meses?- se burló sarcástico
-¡¡¿Eres imbécil? eso fue muy distinto!!- increpó irritada
 -No a la vista de los vecinos, si a eso te referías con tu comentario de “chica decente”: ellos no sabían el motivo por el que estabas allí, solo que vivías conmigo y al poco de quedar viudo para más inri- aclaró rotundo sonriendo burlón enfureciendo aún más Ana
-¡¡Serás estúpido!!- exclamó irritada fulminándolo con la mirada; él sonrió encandilado, aún se ponía más hermosa de lo que ya era cuando aquel bello gris de sus ojos se oscurecían al enfurecerse...- ¡¿De qué rayos te ríes, imbécil?!- clamó fastidiada al verlo sonreír encarándolo furiosa
-¡¡Basta Ana!!- clamó Anabel mirando como Ana ya se lanzaba furiosa contra Mario
-¡¡Pero nana, si tú eras la más preocupada por él ¿cómo puedes defenderlo ahora?!!- expresó ofendida Ana mirándola irritada
-¡¡He dicho que basta, Ana!! ¡¡Si no ha venido antes, sus motivo tendría hija; debes preguntar antes de disparar tu mal genio ¿no crees?!!- la calló rotunda, ella bufó fastidiada
-Por lo que veo, todo sigue igual nana María: la fierecilla sigue teniendo el mismo genio endiablado de siempre; tarda un poco más que Isa en explotar, pero ahí lo está- se burló jocoso Javier riéndose malicioso sorprendiendo a Mario con aquel comentario, Ana lo miró furibunda
-¡¿Quieres callarte estúpido?!- exclamó irritadamente despectiva Ana hacia el muchacho
 -¡He dicho que ya basta Ana!- increpó más seria y tajante su madre; ella bajó obediente y abochornada la mirada- No insultes a Javi que no ha hecho nada y además, Mario está a punto de irse, cielo ¿Quieres que se marche enfadado por una tontería?- expresó más dulcemente
-Ah, por eso te dignaste a aparecer ¿no? Porque te vas- indicó mordaz Ana
-No exactamente, pero podría decirse que sí- repuso calmado Mario y la miró a los ojos, aquellos bellos ojos que lo tenían encandilado, y sonrió dulcemente- Tú me animaste a hacerlo ¿recuerdas?- le recordó tierno; ella también sonrió finalmente, no le era posible enfadarse con aquel hombre que la tenía tan enamorada
-Sí lo recuerdo- expuso cariñosa y serena- y de verdad que me alegro mucho de que te decidieras a hacerlo- expuso complacida y ambos se sonrieron amigables
-Y sigue pasándosele mucho más rápido que a Isa también- bromeó chistoso de nuevo Javi, ella esta vez sonrió alegre
-Mario, te presento a Javi; un muy buen amigo... Javi, este es el inspector Navarro del que tanto te habla mamá- los presentó cordial
-¡Ya, solo mamá ¿no?!- expresó burlón extendiendo amistoso su mano hacía Mario, ella le golpeó con su codo en el de él provocando las risas divertidas del resto
-Así que un buen amigo- expresó Mario estrechándose ameno la mano con Javier
-Últimamente sí; yo creía que era algo más pero al parecer estaba equivocado- indicó socarrón provocando que Ana riera alegre
-Idiota, sabes que eres mucho, mucho más que eso- expuso cariñosa besándolo sonoramente en la mejilla; aquello a Mario le hizo sentir unos celos desesperantes que le retorcieron las tripas
-¡¡Vaya!! ¡”Mucho más que un amigo” ¿eh?! ¿Cuánto más?- intentó bromear, pero algo en su voz lo delató porque Anabel no pudo aguantar una risita divertida al tiempo que Javi se reía burlón
-Tranquilo inspector, que no van los tiros por dónde está pensando...- se guaseó jocoso, Mario se revolvió incómodoen su silla por no haber podido disimular mejor- Yo también me crié en el orfanato y crecimos juntos; Anita para mí siempre será mi hermana pequeña- aclaró resuelto besando cariñoso la sien de Ana que sonreía complacida
-No, si a mí me da igual...- intentó defenderse pero la sonrisa guasona de Javi le indicó que mejor era que se callara o la fastidiaría aún más; sonrió derrotado y examinó su reloj de pulsera- bueno, será mejor que me vaya yendo o se me hará tarde- resolvió levantándose de la silla
-¿Ya?- exclamó Ana mirándolo pesarosa, él le sonrió tierno
-Sí, en menos de una hora sale mi avión y aún debo llegar al aeropuerto- aclaró mirándola amoroso, estaba tan extraordinariamente bonita... ella se humedeció inquieta los labios atrapando al instante los ojos de Mario y unas ganas inmensas de atrapar aquellos suculentos labios lo asaltaron terriblemente; con gran esfuerzo esquivó su mirada para no caer en la tentación de tomarla entre sus brazos y saciar aquellas ansias por besarla que lo devoraban por dentro haciéndole arder los suyos; besó tierno la mejilla de Anabel- hasta la vuelta Anabel, espero que a para entonces ya esté recuperada del todo- expuso con gran cariño
-Buen viaje hijo, y cuídate mucho por favor que lo tuyo no fue ninguna broma- recomendó posando con gran ternura su mano en la mejilla de Mario que le sonrió agradecido por aquella muestra de cariño
-¿Por qué le dices eso má?- se interesó extrañada Ana al oírla, tanto Mario como Anabel la miraron inquietos. Anabel observó a Mario como pidiéndole ayuda pero él nada dijo ni hizo, solo miraba aquellos preciosos ojos de Ana muy alertas y llenos de curiosidad clavados en los suyos
-Hija, te dije que debías preguntar antes de enfurecerte: Mario no vino por aquí ni llamó porque hasta unos días estuvo ingresado en el hospital y entubado- explicó comedida Anabel
-¡Dios santo ¿Qué estás diciendo mamá?!- exclamó alarmada acercándose más a Mario sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos- ¡¿Qué es lo que te ha sucedido Mario?!- interrogó preocupada, él sonrió tranquilizador
 -Nada, un pequeño percance, nada más- resolvió esquivo sin dejar de sonreírle pero ella seguía mirándolo inquieta sin creerle
 -¿Un “pequeño percance” y has estado hasta entubado?- expresó retórica moviendo incrédula las cejas sin apartar sus ojos de los de Mario que sentía como la sangre le empezaba a hervir de deseo de atrapar aquellos deliciosos labios que lo estaban enloqueciendo
-Estuvo a punto de perder un pulmón por las heridas que ese desgraciado le infligió hija, por eso cuando lo vi caer sobre el asfalto creí que estaba muerto... sangraba tanto...- expresó conmocionada Anabel llenándosele los ojos de lágrimas
-¡Por Dios bendito Mario, entonces ¿estabas mal herido cuándo fuiste al teatro?! ¡¿Por qué lo hiciste?!- reprochó dolida mirándolo conmovida al tiempo que se acercaba aún más a él que nada respondió- ¡Dios mío Mario ¿por qué no dijiste nada?! ¡¿Por qué Rosa no me avisó?! ¡cuanto lo siento, lo siento mucho; todo por mi culpa!- exclamó mortificada y eso lastimó a Mario
-Por todos los demonios Ana ¿aún lo preguntas cielo?- expresó torturado posando tierno su mano en la mejilla de Ana- Pues por esto mismo Ana: porque sabía que no podrías evitar sentirte culpable y no es así; es mi oficio cielo y estoy expuesto a estas cosas; hoy fue una cuchillada que me perforó el pulmón, mañana puede ser un disparo que me vuele la cabeza; pero no es culpa tuya ni de nadie- aclaró tierno y Ana lo miró estremecida
-¡¡Cállate!! ¡¡No digas eso ni de broma ¿me oyes?!!- exclamó sobrecogida mirándolo con tanta dulzura en aquellos ojos que Mario no pudo contenerse más
 -¡¡Dios Ana, no puedo más!!- exclamó y, sin pensárselo más, la tomó suavemente de la nuca y atrapó al fin aquella deliciosa boca que lo tenía ya desquiciado. La besó dulcemente, tierno, pero hundiendo su lengua con gran pasión en la boca de Ana intentando atrapar su dulce sabor y apagar al fin aquellas ansías que le corroían por dentro. Ana abrió pasmada sus ojos sin saber reaccionar ante aquella inesperada sorpresa y se quedó parada, estática. Mario se separó lentamente y se quedó perturbado al verla tan pasmada con sus brazos pegados a su cuerpo sin reaccionar; sintió que había metido la pata, que había cometido la estupidez más grande que pudiera haber hecho y una sensación de malestar y bochorno lo invadió- Lo siento, perdóname Ana…- repuso atemorizado de su quietud y silencio, solo sus ojos abiertos como platos por la sorpresa lo miraban atónitos haciéndole sentir mas rastrero aún- ¡Soy un imbécil, sabía que no debía venir!- clamó molesto y huyó desalentado de aquella casa dejándola confusa y perdida.
-¡Juoo, vaya corte le has dado ratita; ese tío no vuelve a besar a nadie en su puta vida!- exclamó socarrón Javi rompiendo a reír divertido
-Hija, Dios santo ¡¿qué te ha ocurrido?!- exclamó incrédula Anabel asombrada también de su reacción; Ana los miró confundida
-¡¿A mí?! ¡¿Qué le ocurrió a él mamá, por qué huyó así sin dejarme reaccionar?!- expresó desconcertada
-¡¿Qué esperabas, Ana?! ¡¡si te has quedado con un cara de espanto que tiraba para atrás; hasta a mí me has helado la sangre, tía!!- le reprochó Javi, ella lo miró estupefacta
-¡¡No me lo esperaba, Javi; no supe reaccionar!!- se defendió dolida
-¡Por Dios santo hija; hasta yo después de tantos años, sé reaccionar ante un beso tan pasional!- le recriminó rotunda Anabel, Ana la miró abrumada- ¡Cualquier cosa valdría menos quedarte de pasmarote como has hecho tú, Ana!!- le increpó exaltada
-¡¡Mamá!!- exclamó fastidiada con ojos llorosos
-Y eso que lo estaba deseando nana... pero te digo yo ratita que a ese no le vuelves a ver el pelo ¡Menudo chasco se llevo el pobre, lo has dejado más seco que la mojama!- volvió a bromear picajoso Javi, ella lo miró sobrecogida unos segundos y echó a correr escaleras abajo sorprendiéndolos a ambos
 -Pero ¿A dónde vas ahora atolondrada?- interrogó su madre saliendo apresurada al rellano pero ya no recibió más respuesta que el sonido del portal cerrándose.
Mario esperaba su turno de embarque en la larga fila de pasajeros. No podía dejar de pensar en Ana, le dolía terriblemente haberla lastimado con su impetuoso gesto; casi tanto como el ridículo que había hecho. Se sentía tan abochornado y aquellos ojos suyos llenos de pasmo no se le borrarían nunca de la mente. Ahora sí que tenía muy claro que debía olvidarla, no iba a poder verle a la cara nunca más en la vida...
-Buenos días señor ¿su billete?- lo sacó de sus cavilaciones la azafata, él se lo entregó- la bolsa ¿no la consigna?
-No, la llevo conmigo; es mi único equipaje y no sobrepasa del peso
-De acuerdo, señor- examinó el billete- puerta 14; buen viaje
-Gracias- se dirigió lentamente a la otra fila; aún iba más lenta que la anterior y su cabeza no dejaba de pensar en Ana torturándolo… por fin le llegaba el turno, estaba impaciente por salir de allí, a ver si con la lejanía aquel malestar se le calmaba algo...
-¡¡Mario!!- oyó llamar entre el barullo de toda la gente que abarrotaba el aeropuerto; examinó a sus espaldas pero no vio nadie conocido y siguió avanzando- ¡¡Mario!!- volvió a escuchar y esta vez le pareció reconocer la voz
-¿Ana?- repuso dudoso buscándola entre la multitud con la mirada pero no la vio por ningún lado ¿acaso había oído mal?
-¡Mario, espera!- oyó de nuevo y al fin descubrió una mano sobresaliendo entre dos hombres ¡era tan pequeña que no se la veía entre aquella multitud! Rió divertido al verla pegar saltitos hacia él- ¡Dios, creí que no llegaba a tiempo!- exclamó apenas sin aire al alcanzarlo al fin
-¿Llegar a dónde?- le preguntó guasón, estaba preciosa con aquel rubor de la carrera y sus ojos brillaban emocionados
-¡A ti!- expuso resuelta y, sin más, lo rodeó con sus brazos por el cuello aferrándose a él y lo besó con toda la pasión que llevaba dentro. Mario al instante, algo descolocado por aquella sorpresa inesperada pero decidido a no perder la maravillosa oportunidad que ella le regalaba, soltó su equipaje y la envolvió amoroso entre sus brazos respondiendo entusiasta a aquel beso tan entregado y fogoso que ella le confería completamente desinhibida; ella se retiró levemente solo para poder mirarlo a los ojos- No podía dejarte ir así, siento mucho no haber reaccionado mejor, pero debo decirte que me encantó que me besaras, que no me molestó para nada, al contrario, que lo llevaba deseando mucho tiempo Mario... muchísimo- habló mirándolo con gran amor en sus ojos él sonrió deleitado
 -Ana... Dios mi Ana...- murmuró ardoroso besándola con pasión por todo aquel precioso rostro que lo tenía completamente enamorado
-No podía dejarte marchar sin decirte...- pero se calló y apretó los labios indecisa
-¿Qué mi ángel?- instó intrigado moviendo levemente las cejas indicándole que siguiera hablando
-Sin decirte que te quiero Mario- aclaró al fin, él sonrió feliz
-Y yo a ti, mi vida, y yo a ti; tanto que hasta duele- declaró apasionado y volvieron a besarse, saboreándose gustosos; tenían tanta sed el uno del otro que parecía no poder saciarse
-Señor, debe embarcar ya…- le indicó amable la azafata pero él no se detenía; había deseado tanto aquel momento que no quería soltar aquellos jugosos labios que lo volvían loco- Por favor señor...- insistió la azafata
-¡Ya voy joder!- le increpó molesto por la interrupción pero miró a Ana a los ojos- Ana, yo pensé… -Sí, lo sé, me comporté como una estúpida no reaccionando mejor pero…- le miró apesadumbrada- Es que, Mario, me tomaste tan de sorpresa; lo había soñado tantas veces y al fin lo estabas haciendo que no podía creérmelo- explicó, él sonrió feliz apretándola anheloso contra su cuerpo
-Ay Ana, no sabes cuanto te amo mi vida- le dijo arrebatado besándola apasionado en el cabello, no deseaba soltarla nunca más
-Señor por favor, debe embarcar ya o el avión despegará sin usted- volvió a insistir la azafata
-¡Pues perfecto!- resolvió decidido, tomó el rostro de Ana de nuevo entre sus manos- no me voy Ana, quiero quedarme contigo- declaró decidido
-¡No digas tonterías Mario!- le regañó dulcemente pero él negaba con la cabeza- por favor Mario, debes ir o algún día será tarde y te arrepentirás, te lo digo yo- aclaró apenada, él se mordió indeciso el labio inferior
-Pues entonces ven conmigo- resolvió rotundo, ella rió divertida
-No seas loco, me encantaría de verdad, pero sabes que no puedo; vamos a hacer una cosa, toma- expuso y le colocó al cuello la cadena de oro con las iniciales. Él la miró confundido
-Pero Ana...- iba a protestar pero ella posó suavemente sus dedos en los labios de Mario callándolo
-Chiss, escúchame: vas a ir, harás las paces con tu hermano y disfrutarás de tu familia; mientras, yo estaré aquí esperando para que me las devuelvas
-¿Solo quiere que regrese para devolvértelas?- bromeó socarrón, ella rió encantada y lo besó nuevamente
-Señor…
-¡¡Que sí joder, que ya voy pesada!- le gritó furioso entregándole el billete a la azafata
-Mario, por favor... esa boca, que la muchacha no tiene culpa- le regañó tierna Ana y él sonrió ameno, se besaron de nuevo entregados y él, por fin, embarcó.
Ana observó a través del ventanal como el avión despegaba; y aún seguía allí, estática y pensativa, cuando de su blanca estela ya no quedaba rastro en el cielo.
-¡¡Mierda, no me digas que ese madito avión ya despegó!!- habló a su lado Rosa desolada y sin aliento sacando a Ana de su triste ensimismamiento, le sonrió dulcemente
-Lo siento pero ya hace un buen rato
-¡Joder, siempre se retrasan y hoy tenían que salir a su hora!- increpó molesta, Ana la miró a los ojos
-¿Qué pasa con vosotros? ¿En la policía os dan un cursillo especial para estar soltando tacos a cada instante o qué? Os juro que a veces me dan ganas de lavaros la boca con jabón- indicó chistosa y Rosa rió divertida pero de pronto se quedó mirándola muy seria
-Ana cielo ¿Por qué estás llorando? ¡¡Oh no!! ¿¿Ese imbécil no te diría cualquier barbaridad para alejarte de él, no?!- exclamó muy enfadada, Ana sorprendida por su reacción, se tocó levemente las mejillas descubriendo que estaban humedecidas, ni cuenta se había dado de que estuviera llorando al ver despegar el avión
-No Rosa, al contrario, me dijo...- pero se calló y sonrió entusiasmada- Rosa... ¿se puede estar pletóricamente feliz y, al mismo tiempo, terriblemente desolada?- expresó llena de ilusión y al tiempo extremadamente triste, ella le sonrió entrañable
-Dímelo tú preciosa, eso pareces sentir en este momento- respondió y se rieron cómplices- Anda, vamos a tomar un café y me cuentas qué te tiene así mi chiquita
-¿Qué quieres que te cuente Rosa? ¿Qué estoy enamorada de un hombre maravilloso y hoy supe que él también lo está de mí?- expresó llena de felicidad, Rosa abrió atónita los ojos mirándola maravillada
-¡¿No me digas que al fin ese cenutrio se decidió a decírtelo?!- exclamó entusiasmada, Ana sonrió exhultante de felicidad y Rosa no necesitó más explicación- ¡Por los clavos de Cristo, esto tienes que contármelo con pelos y señales! ¡No me lo puedo creer! ¡Si precisamente se decidió a hacer este viaje para evitar verte y no cometer la torpeza de decírtelo!- repuso tomándola alegre del brazo guiándola hacia la cafetería, pero Ana se detuvo mirándola intrigada
-¿Cómo has dicho?- repuso incrédula
-¡Ups!- exclamó atrapada, Ana frunció desconfiada el ceño- ¡¡bueno, qué más da ya!!- resolvió moviendo desenfadada los hombros- Ana, ese imbécil lleva enamorado de ti creo que desde que te vio por primera vez en el hospital; pero es tan cenutrio que prefería perderte a decírtelo- aclaró resuelta, Ana abrió incrédula los ojos
-Creo que tú tienes más que contarme a mí que yo a ti- resolvió pícara y ambas rieron divertidas encaminándose de nuevo a la cafetería.
Aquellos días pasaron tan lentamente que la semana se hizo eterna. Ana, sentada en el sofá ante un ya derretido helado que seguía removiendo inconscientemente en la copa, andaba con su mente perdida en su mundo sin atender a lo que su madre le contaba
-Muchas gracias por tu atención cariñito; creo que estuve gastando saliva tontamente- de repente exclamó molesta Anabel y Ana la miró sorprendida comprendiendo que no le había estado atendiendo de nuevo
-Perdona má, estaba…
-¡Sí ya, en Miami soñando con un guapo inspector de policía ¿no?!- indicó chistosa y se sonrieron divertidas
 -Que larga se hizo esta semana ¿cómo voy a superar dos meses?- se quejó pesarosa
-Con paciencia cielo- expresó comprensiva y le acarició tierna la mejilla- Piensa que está conociendo a su única familia; necesita su tiempo
-Eso lo sé, pero es tan duro…- se sonrieron dulcemente.
-Debes entretenerte en algo cielo y verás como el tiempo pasará más rápido- recomendó animosa
-¿Pero en qué, mamá?- preguntó mirándola desolada- El curso acabó y las clases con los ancianitos se terminan mañana… Además, Mario está aquí metido noche y día no dejándome concentrar y no hay manera de sacarlo- aclaró golpeándose la sien con su dedo, su madre rió divertida
-¿Aquí...?- expuso colocando su mano en la cabeza de Ana- ¿o aquí, mi ángel?- concluyó posando su mano en su pecho; Ana rió feliz- Pues ven conmigo al orfanato si ya no estás ocupada; sabes que siempre se necesitan manos que ayuden y más ahora que al fin se fue la hermana Sara...
-¡¿Se fue la hermana Sara?!- repitió asombrada mirando a su madre con los ojos abiertos como platos
-Te lo estaba contando cielito, pero tú ni puñetero caso- le reclamó tiernamente y ambas rieron divertidas- además, los niños te echan de menos cariño mío- Ana sonrió contenta
-Yo también a ellos, muchísimo...- murmuró enternecida, de pronto mostró una sonrisa animada- Sí, a partir de mañana te acompañaré; entregaré un par de curriculums más por la mañana y empezaré a ir contigo por las tardes- repuso decidida y su madre sonrió complacida.
El teléfono de Rosa empezó a sonar sobre su mesa
-Valverde- respondió autómata sin dejar de revisar los papeles que tenía delante de ella
-Hola mi preciosa pelirroja
-¡Ey Mario!- exclamó entusiasmada al reconocer la voz- ¡¡Por fin das señales de vida desconsiderado!!- regañó afectiva
-Estoy muy ocupado- respondió divertido
-¿Ah sí? ¿Y haciendo qué si puede saberse?- se burló chistosa
-¡Buff, no sabes lo cansado que es esto! Me paso el día en la playa mirando chicas en bikini con unos cuerpos increíbles, porque no sé si lo sabes pero aquí hace siempre sol y calor- repuso burlón- ¿A cuánto estáis ahí ahora con la llegada del invierno? ¿Cinco, seis grados? ¿O quizá hoy salió el sol y llegasteis a siete?
-¡Qué cabrón eres!- exclamó fastidiada, se rieron divertidos
-No, en serio, es todo muy bonito, mi familia resultó ser maravillosa… Pero yo me quiero regresar ya
-Me lo imagino ¿Ana, verdad?- respondió socarrona y lo oyó reír complacido
-Veo que ya lo sabes
 -Me lo contó en el aeropuerto, llegué tarde para despedirte- expuso lastimosa
-No pasa nada peliroja, creo que hasta fue mejor que no estuvieras- expuso pícaro y ambos rieron divertidos- Rosa ¿Tienes su teléfono? Me muero de ganas de escuchar su voz ya que no puedo verla ¡Y con las prisas se me olvidó pedírselo!
-Cabeza de chorlito... Claro, sin problema, apunta- le dio el teléfono de la casa de Ana
 -¿Cómo está?
-Bien, aprobó por fin el curso y ahora anda en busca de trabajo
 -¿Y tú cómo estás? ¿Cómo va todo por la comisaría?
 -Yo bien y la comisaría parece otra sin ti por aquí… Nadie pega gritos, todo funciona a la perfección, todo está en su sitio ¡Hasta tu despacho está ordenado y el capitán de buen humor ¿puedes creerlo?!- explicó guasona
-¡Eres una cínica!- exclamó chistoso y se rieron divertidos- Bueno, te dejo, voy a llamarla antes de que se haga más tarde
-Ahora que ya tienes su número no dejes de llamarme a mí ¿eh?
-No, pesada; te llamaré.
Anabel y Ana miraban enfrascadas la película de intriga en el televisor cuando sonó el teléfono sobre la mesita auxiliar que había junto a Anabel
-¿Sí?- contestó despreocupadamente sin apartar sus ojos de la interesante película
-Hola Anabel- sus ojos se abrieron entusiasmados al oír la voz de Mario
-¡¡Mario!! ¡Hola cielo, qué alegría escucharte! ¿Cómo andas por las Américas?- expuso entusiasmada, Ana miró hastiada a su madre
-¡¿Otra vez, mamá?! ¡¡Mira que podéis llegar a ser cansinos los dos ¿eh?!!- expuso fastidiada
-Pero cielito, esta vez es en serio: no es Javi corazón; te doy mi palabra que esta vez sí es Mario- anunció emocionada pasándole el auricular
 -¡Ya! ¡Como ayer y antes de ayer ¿no?! ¡La verdad mami, de ese estúpido me lo esperaba... pero no conocía esta faceta tuya de burlarte de mí todo el santo día y empiezas a aburrir ¿sabes?!- protestó molesta y se levantó irritada del sofá dirigiéndose hacia su cuarto; Mario reía divertido escuchándolas
-Pero Ana...- intentó hablarle su madre, ella se volvió y le arrancó el auricular de las manos
-¡¡Mira Javi, ya está bien ¿no crees? ¿por qué no creces de una vez y me dejas en paz estúpido?!!- regañó seriamente molesta
-No soy Javi mi chiquita preciosa- repuso Mario divertido; su voz ilusionó a Ana y todo se le removió por dentro dándole un brinco el corazón y empezó a latirle frenético
-Mario- solo pudo pronunciar dejándose caer sentada sobre el sofá, Anabel rió tierna
-Te di mi palabra que era él, boba- le murmuró tierna besándola cariñosa en la sien y se fue a su cuarto dejándolos hablar tranquilos.
 -Mi vida, te quiero tanto y te echo tanto de menos corazón- declaró con pasión Mario y la oyó reír complacidamente feliz- Me moría por escuchar tu voz al menos y, como no se me ocurrió preguntarte tu número de teléfono, intenté contactar contigo a través de aquel móvil que te di pero no da señal ¿Qué has hecho con él, cielo?- indicó intrigado
-Oh, pues no tengo ni idea de dónde lo he puesto... creo que está en tu piso- aclaró recordándolo en aquel instante, lo oyó reír divertido- ¿Sabes? Yo también te echo mucho de menos ¿cuándo vuelves?- repuso mimosa
-Pronto mi ángel, pronto; me muero por besarte de nuevo amor mío... Ana, dime otra vez lo que me dijiste en el aeropuerto, ardo en deseos de volvértelo a oír- pidió meloso, Ana rió encantada
-¿El qué? ¿Qué soñaba con que me besaras hace mucho o... que te quiero con locura?- jugó pícara y rió divertida al oírlo suspirar complacido
-Si me lo vuelves a decir, regreso de inmediato
-Te quiero, te quiero, te quiero...- repitió y se rieron felices y alegres

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