lunes, 16 de noviembre de 2015


      Mario despertó con el sonido de su reloj de pulsera que apagó rápido y observó complacido a Ana durmiendo junto él; era tan dulce y bella, más aún cuando dormía, y se quedó embelesado mirándola durante unos segundos. Realmente parecía un ángel. La besó amoroso en los labios y ella respondió gustosa sin despertar provocándole una sonrisa tierna
-Cielo, despierta; se nos hace tarde- ella protestó débilmente abrazándose a él que rió divertido- Ana corazón; despierta, hoy es domingo y comemos en el orfanato ¿recuerdas? seguro que Anabel ya nos está esperando
-Un poquito más- rezongó mimosa acurrucándose aún más contra él
-No seas perezosa mi niña, vamos anda- le repuso cariñoso tirándole juguetón de su respingona naricilla, ella protestó fastidiada ya completamente despierta y él rió entretenido
 -Me levanto si me dejas hacer antes una cosa- repuso maliciosa mirándolo pícara
-¿El qué?- preguntó mirándola desconfiado, ella rió ladina
-Tocártela- aclaró resuelta y al instante ya sintió sus suaves manos acariciando su pene provocándole un involuntario respingo sobresaltado
-¡¡Ana!!- clamó sorprendido mirándola atónito y ella rió divertida
-Compréndelo: tengo que acostumbrarme a él- explicó desenfadada siguiendo con su provocador masaje que pronto hizo que su miembro se endureciera poderosamente- Uhmm que rico se pone esto... ¿no tenemos tiempo para otro pequeño revolcón?- murmuró maliciosa mirándolo pícara, él rió derrotado
-¡¡Dios santo, creo que he destapado la caja de los truenos!!- protestó aunque complacido girándose ágil quedando sobre ella y atrapó aquella deliciosa boca entregándose deleitados a saborearse excitantemente provocadores y pronto ya se besaban efusivamente excitados en busca de placer. Mario volvió a centrarse en excitarla al máximo como las dos veces anteriores para bloquear su mente; pero no pudo evitar sentir recelo en el momento de la penetración, esperaba temeroso de otra reacción de ella como la primera vez al sentirle invadirla, pero Ana ya se entregaba completamente desinhibida como si aquellos malos recuerdos hubieran sido borrados de su cabeza de un plumazo. Mario completamente satisfecho de su comportamiento, volvió a rodar sobre sí mismo situándola sobre él y, guiándola diestramente por las nalgas, la llevó hasta un orgasmo turbulento y alborotado que la hizo gemir placentera. Sin detenerse ni un segundo, ella siguió cabalgando resuelta, impaciente e impetuosa en busca de más. Mario se enderezó quedando sentado sobre la cama y atrapó con su boca aquellos deliciosos pechos mientras, posando suavemente sus manos en su espalda, la guiaba diestro sobre su pene. Aunque no hacía mucha falta, Ana se movía a la perfección buscando impaciente otra de aquellas maravillosas descargas frotando su clítoris precisa contra su miembro al tiempo que sujetaba suavemente la nuca de Mario oprimiendo gustosa su boca contra sus senos. Aquella excitante caricia suya en su nuca, el sabroso sabor de aquellos pechos y sus gemidos de desatado gozo, lo impulsaron a una precipitada consumación convirtiéndose en un acto frenético y de furioso arrojo en el que ambos buscaban ambiciosos y egoístas su propio placer. Sus gemidos ansiosos se combinaban con sus movimientos desmedidos hasta que lograron alcanzar aquel éxtasis glorioso que los derrotó totalmente dejándolos aplacados y deliciosamente conformes. Ella se dejó caer rendida entre sus brazos apoyando su cabeza sobre el hombro de Mario mientras él la oprimía enérgico contra su cuerpo como si deseara introducirse todo él en el cuerpo de ella. Rieron alegres y, mientras se besaban complacidos, Mario se fue acostando totalmente extenuado sobre la cama sujetándola firmemente para no perder aquel delicioso acoplamiento que aún mantenían. Ella recostó embelesada su cabeza en su pecho escuchando aquel melodioso pero acelerado latir del corazón de Mario mientras él le prodigaba caricias mimosas en su espalda quedándose gustosamente callados sintiéndose tan conformes, tan unidos y tan enormemente enamorados... que más era casi imposible.
En todo el día intentaron disimular la gran pasión y dicha que sentían aquel domingo, por respeto a los niños y al lugar dónde se encontraban. Pero, a pesar de sus esfuerzos, no podían dejar de mirarse melosos o hacerse alguna caricia mimosa o robarse un apasionado beso cada vez que pasaban uno al lado del otro mientras reían felices.
A la hora de la merienda, Anabel y la hermana Hortensia repartían las bandejas de las meriendas por las mesas mientras Ana le daba con una ternura espectacular el biberón a la pequeña Andrea junto a la chimenea encendida. Mario con los demás pequeños entraron en la sala armando tremendo barullo enredando juguetones y corrieron a arremolinarse alrededor de ella para calentarse del frío que hacía fuera. Ambos se dedicaron una sonrisa maravillosa llena de enorme amor al encontrarse sus miradas. Estaba tan atrayentemente preciosa que Mario no pudo resistirse a besarla amoroso en los labios.
Anabel los observaba deleitada sonriendo dichosa desde la puerta de la cocina. Se miraban con tanto amor y así, rodeados de los pequeños, era una estampa preciosa.
-Parece un buen muchacho y se ve que hace muy feliz a nuestra Anita; está preciosa y radiante últimamente- le habló complacida la hermana Hortensia a su lado, ella le sonrió contenta
-Sí hermana, y hoy mucho más que nunca ¿no le parece así?- instó complacida, l hermana asintió con la cabeza- gracias al cielo, el gran miedo que tenía se ha desvanecido- indicó feliz, la hermana Hortensia la miró extrañada- siempre temí muchísimo que a mi pequeña le costara superar lo que le pasó, pero después de esta noche y viendo como se miman, ya tengo la seguridad de que todo ha ido perfecto y lo ha superado felizmente
-¡Oh ¿esta noche entonces... ella y él...?!- exclamó la monja mirándola intrigada, Anabel asintió con la cabeza y la monja sonrió alegre- ¡Perfecto, y me alegro muchísimo por ambos! Y por ti también, cielito; ya habéis sufrido bastante todos y ahora también merecéis ser felices- aclaró cariñosa besando a Anabel en la mejilla, ella le sonrió agradecida.
Aquel jueves, Ana llegó a casa más temprano que de costumbre con flores y cargada de bolsas de la compra
 -¡Vaya sorpresa, no te esperaba tan temprano hija ¿ha ocurrido algo?!- exclamó sorprendida Anabel al verla entrar, ella le sonrió feliz
-No má; pero estuve toda la mañana pensando y... ¿te has fijado lo ojeroso y cansado que anda estas semanas Mario con ese dichoso caso que está llevando?
-Sí cielo, esas vigilancias nocturnas lo están matando- aclaró comprensiva
-Pues he decidido que hoy como no va a hacerla porque es jueves, en vez de irnos al cine, mejor me voy a su casa; le voy a preparar una buena cena y que descanse- resolvió decidida, pero la miró inquieta- ¿No te importa, verdad?- interrogó preocupada, su madre sonrió complacida
-¿A mí? ¡Que va mi ángel, al contrario: me parece una idea estupenda cielito!- contestó alegre besándola tierna en la sien y se sonrieron amenas- ¿Sabes qué me alegro mucho de verte tan feliz, verdad corazón?- le dijo amorosa acariciándole la mejilla
-Lo sé, mamá- repuso emocionada recogiendo su mano de su mejilla y le besó cariñosa la palma- y te aseguro que soy muy, muy feliz mami- declaró radiante y se sonrieron dichosas- solo me queda averiguar un pequeño detalle para serlo inmensamente- añadió con un brillo esperanzado en la mirada
-¿Y cuál es pequeña?- se interesó curiosa, Ana sonrió nerviosa
-Que me haya recuperado totalmente y pueda darle los hijos que Mario tanto desea; lo sabré para la semana que viene y entonces sí seré plenamente feliz porque habré ganado del todo a ese hombre- expresó llena de esperanzadora complacencia
-Así será mi niña, ya lo verás; eres fuerte y Dios te ayudará- expuso y se abrazaron alegres
Llegó al edificio de Mario, Bruno salía en aquel momento de su apartamento
-¡Hola de nuevo, señorita Ana!- la saludó alegre
-Hola, Bruno
-El señor Mario aún no regresó y aún tardará una hora o así- indicó cordial y ella le sonrió satisfecha
-Lo sé, por eso necesito su ayuda- le comentó pícara, él sonrió divertido y la miró intrigado- ¿Me puede dejar entrar al piso de Mario? Quiero darle una sorpresa
-Ay, señorita; lo siento pero…- dijo temeroso- me pone en un serio compromiso, una cosa es dejarla pasar sin avisar y otra abrirle la puerta de su apartamento sin permiso...
-Anda Bruno, soy yo: Ana…- repuso embaucadora y zalamera pero él seguía mirándola reticente- Le prometo que no le pongo en ningún compromiso, al contrario, puedo apostar que le gustará que me ayude a darle esta sorpresa- él sonrió encandilado con aquella muchacha, era tan bonita y encantadora que era difícil negarle algo; movió indeciso la cabeza- le prometo no morderle nunca más- bromeó y rieron divertidos
-Hombre si me promete eso no puedo negarme, pero sepa que me juego el puesto si alguno de los vecinos llegan a enterarse de esto- indicó preocupado, ella sonrió feliz.
-Nadie se enterará, prometido- exclamó resuelta haciéndose una cruz sobre su corazón con su dedo índice; Bruno rió divertido
 -Ande pícara embaucadora, déjeme llevarle las bolsas- resolvió derrotado retirándoselas amable de las manos, ella sonrió complacida y lo besó agradecida en la mejilla; Bruno suspiró completamente derretido por aquella muchacha- pobre señor Mario, la lleva clara con usted; como use estas triquiñuelas con él como conmigo, no podrá negarle nunca nada...- bromeó chistoso y volvieron a reírse compinches
-Expósito, ven un momento por favor- llamó Mario desde su despacho; su compañero obedeció al instante- ¿tienes algún problema en hacer esta noche la vigilancia tú con Valverde? A Herrero le ha salido un compromiso y esta noche no puede acompañarla- se interesó esperanzado
-No jefe, ningún problema- respondió servicial
-Perfecto, entonces iréis los dos; ve preparándote- indicó resuelto y Expósito se dirigió a los vestuarios
-¿Y tú entonces?- preguntó curiosa Rosa
-Yo os reemplazaré mañana temprano con Bermúdez- resolvió despreocupado pero ella seguía mirándolo intrigada- hoy es jueves pelirroja y ya sabes que los jueves tengo planes- expresó pícaro guiñándole un ojo, ella rió divertida mientras él examinaba su reloj- y por cierto, se me hace tarde- aclaró apurado levantándose de su sillón y recogiendo su cazadora del respaldo
-Te veo tan feliz últimamente Mario, pareces otro ¿sabes que me alegro verdad?- expresó con cariño, él sonrió complacido
-Lo sé pelirroja preciosa, lo sé; y te lo debo en gran parte a ti- comentó besándola agradecido en la mejilla- y me voy; que tengo el tiempo justo para ducharme y cambiarme antes de recoger a mi locura personal a la que estoy deseando ver
-¿Solo ver?- bromeó pícara, él rió encandilado saliendo apresurado de su despacho ante la mirada tierna de su compañera que sonreía dichosa viéndolo tan ilusionado y feliz.
Mario canturreaba inconscientemente durante el trayecto a casa y así seguía cuando entró en el portal; Bruno lo saludó amistoso como todas las noches sonriéndole divertido mientras lo observaba silbando feliz dirigiéndose hacia el ascensor. Había dado un cambio espectacular desde hacía un tiempo. No podía disimular su felicidad y eso agradaba al portero pues lo apreciaba mucho y no pudo contener una risa divertida al imaginarse la cara que pondría cuando llegara a su apartamento...
 -Pero ¿qué rayos...?- murmuró completamente descolocado al abrir la puerta de su apartamento y ver aquel precioso ramo de rosas que estaba sobre el taquillón de la entrada, además un delicioso aroma a rica comida casera inundaba todo el piso. Entró desconcertando descubriendo sorprendido que todo estaba muy distinto a como lo había dejado: la sala estaba recogida y había más flores frescas sobre la mesa; además, la mesa de la cocina estaba románticamente dispuesta con velas para una cena íntima
-¿Eres tú mi amor? Apúrate, el agua se enfría- le habló entusiasmada Ana desde el dormitorio, él se encaminó hacia allí pero Ana no estaba en el cuarto; sin embargo en el baño se podía ver una parpadeante y tenue luz. Sin poder creérselo, se asomó a la puerta encontrándola dentro de la bañera llena de espuma rodeada de ciento de velas olorosas. Ella le sonrió feliz al verlo- hola mi vida, que bien que ya hayas llegado- expresó deleitada
-¿Qué haces aquí mi ángel?- preguntó gratamente sorprendido
-Esperando el autobús... ¿a ti qué te parece so bobo?- bromeó chistosa y él rió divertido- anda, deja de hacer preguntas tontas y métete en el agua que está calentita- resolvió recogiendo un par de copas de pie alto con vino tinto de sobre el borde de azulejos que había contra la pared. Mario obedeció raudo sin dejar de reírse y se metió en la bañera. Ana le ofreció una de las copas mientras se recostaba gustosa contra su pecho desnudo
-¿Cómo has entrado?- siguió curioseando intrigado recogiendo la copa que ella le ofrecía al tiempo que la besaba amoroso en la sien, Ana lo miró incrédula
-¿Y es a usted, señor inspector Navarro, al que sus superiores están planteando ascender? Pues no sé yo ¿eh? No me parece muy espabilado últimamente- expresó burlona, él soltó una carcajada jocosa rodeándole la cintura con su brazo y la oprimió suavemente contra su cuerpo mordisqueándole juguetón un hombro; ella protestó mimosa y ambos rieron alegres
-Recuérdame que le dé un buen aguinaldo estas navidades a Bruno- repuso satisfecho y atrapó deliciosamente complacido aquella boca que lo enloquecía; ella se entregó apasionada- te quiero tanto, amor mío... me tienes completamente loco vida mía- susurró meloso enredando sensual con sus labios en los de Ana que sonrió encandilada
-Pues espera a probar el asado  de cordero que te tengo preparado; te vas a derretir por mí- aclaró traviesa siguiéndole el erótico juego de sus labios con los de ella, él sonrió deleitado y volvieron a fundirse en un apasionado beso que los fue encendiendo poco a poco y al rato se devoraban ardientemente afanosos mientras sus cuerpos se adherían anhelantemente ambiciosos
-Ana, ese asado tan rico y que huele delicioso... ¿puede esperar?- preguntó ansioso mirándola excitado, ella sonrió pícara
-Una media horita más le vendrá perfecto- aclaró mordiéndose provocadora el labio inferior al tiempo que ya le acariciaba provocadora su pene endurecido, él rió subyugado
-Ven aquí gatita enredadora que me tienes perdidamente enamorado- expresó encantado retirándole la copa de la mano dejando ambas en el suelo del baño a su lado y, sujetándole suavemente el mentón, se besaron de nuevo anhelosamente ardientes mientras sus manos se regalaban mutuas caricias excitantes por todo su cuerpo. Mario empezó a acariciar hábil su clítoris con sus dedos llevándola hasta el borde del éxtasis. Inesperadamente, Ana se insertó sola y sin ningún reparo sobre su miembro provocándose mutuamente deleitados gemidos al sentirse al fin ensamblados. Mario sonrió complacido ante aquel simple pero tan revelador gesto de Ana que significaba tanto en ella y la sujetó por las caderas al tiempo que atrapaba de nuevo su boca, la dirigió diestro y preciso sobre su pene mientras se saboreaban gustosamente deleitados encendiendo aún más toda aquella pasión que los embargaba. Fue un acto maravilloso, sublime, en donde se entregaron en cuerpo y alma; derrochándose en caricias tiernas que enfatizaba aún más aquel grandioso amor que se demostraban. Sosegado pero tremendamente ardiente, llegaron a un encumbramiento absoluto y fantástico que los embriagó extasiándolos de placer y gozo. Ana, aún ensamblada en él, se recostó gustosa contra su cuerpo mientras Mario la rodeaba tiernamente con uno de sus brazos por la cintura al tiempo que le entregaba su copa mientras la besaba amoroso en el cuello- ¿Ya te he dicho que te quiero?- le susurró meloso al oído, ella rió feliz- ¿Me vas a recibir así todos los jueves?- preguntó esperanzado
-¿Te gustó?
-¡Uhmm, me encantó!- repuso gozoso besándola apasionado en el hombro, ella sonrió dichosa; de pronto se quedó mirándola fijamente a los ojos- Cásate conmigo Ana- expresó de repente mirándola ilusionado, ella abrió atónita sus ojos mirándolo completamente desconcertada y su rostro de pronto se tornó muy serio; demasiado, tanto que descolocó a Mario- ¿qué pasa Ana?- interrogó desconfiado
-Nada- expresó retraída apartando esquiva sus ojos de los de él; aquella huida presurosa de su mirada alertó a Mario. Le sujetó suavemente por el mentón obligándola a mirarlo y la observó intransigente frunciendo su ceño
-¿Qué es lo que pasa Ana?- insistió tajante, ella suspiró profundamente
-De verdad que nada; pero... ha sido tan inesperado, Mario...- balbuceó dudosa; él seguía mirándola receloso y ella le sonrió dulcemente embaucadora- déjame pensarlo ¿sí?
-¿Qué tienes que pensar?- reclamó perplejo por aquella respuesta
-Muchas cosas- contestó contundente, él entrecerró desconfiado los ojos- tengo que pensar por ejemplo en mi madre, cielo; recuerda que acabo de encontrarla y ella apenas hace un par de meses que abandonó los hábitos; me supone un terrible esfuerzo separarme nuevamente de ella y sobre todo dejarla sola, Mario...
-No tiene por qué ser así mi vida, ella puede venirse a vivir aquí con nosotros; ahí hay una habitación vacía que podéis decorar a vuestro gusto- aclaró resuelto
-¡Sí hombre; para que me salgas de nuevo con eso de que te da reparo hacer el amor estando ella cerca! ¡De eso nada señorito; ahora sé lo que es realmente y no pienso pasar ni una noche sin disfrutarlo; se lo aviso!- replicó chistosa aunque señalándolo tajante con su dedo índice; él volvió a reírse jocosamente explayado apretujándola encandilado contra su cuerpo
 -Entonces tendré que buscar rápido una solución; porque ya no puedo vivir sin ti a mi lado- expresó enamorado y volvieron a besarse apasionados- ¿vamos a cenar? Tengo hambre y eso huele realmente delicioso- murmuró meloso enredando mimoso con los labios de Ana, ella sonrió complacida
-Vamos entonces- resolvió desenfadada y salió de la bañera ante la mirada recreada de Mario que observó gustoso aquel cuerpo desnudo que tanto le excitaba mientras se envolvía en una toalla- ¡¿Qué?! ¡¿Vamos o no?!- le reclamó de nuevo al ver que él no se movía; Mario le ofreció su mano que ella sujetó al instante y la atrajo hacia él
-¿Puede ser “o no” y retrasar un poquito más la cena?- propuso pícaro besándola amoroso en los labios al tiempo que, de un ágil movimiento, la volvía a meter en la bañera con toalla y todo; ella chilló divertida mientras se reían alegres
-Después señor Navarro, ahora sí se pasa el asado y además... debe reponer fuerzas caballero porque no piense ni por asomo que se va a librar de mí en toda la noche- aclaró desenfadada dejándole un dulce beso en los labios y se escabulló de su abrazo saliendo del baño; él rió divertido.
Una suave y romántica melodía comenzó a sonar por la casa y Mario sonrió encandilado, aquella mujer era toda pasión y romanticismo. Salió del cuarto dirigiéndose hacia la cocina mientras se ponía una camiseta encima de unos shorts viejos de andar por casa y quedó pasmado al encontrársela con un seductor picardías negro transparente que dejaba muy poco para la imaginación sacando ya la cena del horno
-¡¡Wow!!- exclamó atónito mirándola encantado de arriba abajo, ella sonrió complacida por su cara de asombro
-¿Te gusta?- preguntó coqueta
-¿Si me gusta? Cielo, se me ha quitado el hambre de repente- expuso encandilado y ella rió satisfecha llevando la fuente a la mesa ya perfectamente preparada y con las velas encendidas.
Tras una cena maravillosa dedicándose miradas amorosas y caricias mimosas que los fue encendiendo de nuevo como chispa en un pajar seco, regresaron al dormitorio donde hicieron el amor pasionalmente entregados, embriagadoramente cautivador y arrebatadoramente excitante que los transportó a un maravilloso éxtasis de pasión y entrega profunda de aquel amor incondicional que se tenían y no podían ocultar durmiéndose plácidamente complacidos uno en brazos del otro como fundidos a fuego.
Ana sintió frío y buscó adormilada el calor del cuerpo de Mario pero no lo encontró. Abrió los ojos y se descubrió sola en la cama. Levantó la vista buscándolo por el cuarto y vio luz en el baño por las rendijas de la puerta cerrada junto al ruido del agua corriendo. Se levantó, se puso el transparente picardías sobre su cuerpo desnudo y abrió la puerta del baño en el momento en que él salía de la ducha envolviéndose una toalla a la cintura
-¡Ey cielo ¿qué haces ya despierta? Es aún muy temprano!- expresó sorprendido al verla, ella sonrió acercándosele
-Te eché de menos a mi lado- repuso mimosa abrazándose a él y lo besó tierna en los labios, él sonrió deleitado- ¿qué hora es?
-Aún no las cinco, vuelve a la cama anda que hace frío- repuso besándola amoroso en la frente y se dispuso a afeitarse
-¿A dónde vas tan temprano?- indagó curiosa mirándolo sorprendida a los ojos a través del espejo mientras él ya empezaba a pasarse la maquinilla eléctrica por las mejillas
-Debo relevar a Rosa y a Expósito que llevan toda la noche de guardia- expresó desganado
-¿No te gusta ese trabajo verdad?- expresó al escuchar su voz cansada y aburrida, él le sonrió dulcemente
-Sí cielo, me gusta; me gusta mucho todo lo referente a mi trabajo...- aclaró entusiasmado indicando que lo que decía era cierto y realmente le gustaba ser policía- pero me repatea que llevemos más de una semana como pasmarotes frente a ese almacén y no tengamos aún nada- explicó fastidiado, ella sonrió compasiva y se abrazó amorosa a su espalda
-No te preocupes, eres un gran policía y pronto pillarás a eses maleantes amor mío- exclamó convencida besándolo tierna en la espalda, él rió encantado- voy a prepararte un buen desayuno y ya verás como las cosas se ven de otra manera con el estómago lleno- resolvió animada besándolo de nuevo en su fornida espalda y salió resuelta del baño; él rió entretenido continuando con su afeitado y pronto llegó hasta él el olor a café recién hecho y pan caliente. Tomó aire profundamente, embargado por aquel aroma delicioso que volvió a recordarle a un hogar... más preciso: a su hogar; a su memoria regresó el tiempo en que era niño, a su madre preparándoles el desayuno antes de ir a la escuela sin perder nunca aquella feliz y tierna sonrisa y aquellas entrañables mañanas desayunando con su hermano y sus padres todos juntos en la cocina... sonrió enternecido por aquel bello recuerdo y, abrochándose la correa de su reloj a su muñeca, se dirigió a la cocina; pero se detuvo bajo el dintel de la puerta observando a Ana. Canturreando alegre apenas en un susurro, servía el delicioso café humeante en las tazas junto a las copas llenas de zumo recién hecho y tostadas calientes untadas de rico aceite de oliva y tomate
-¿Qué haces ahí parado?- indagó sorprendida al descubrirlo mostrándole una de aquellas bellas sonrisas que lo encandilaban, Mario sintió un delicioso cosquilleo recorriéndole el cuerpo cuando aquellos tiernos y hermosos ojos se posaron en él: ¡¡Dios, cómo amaba a aquella mujer!! la amaba con toda su alma, con todo su ser, con cada milímetro de su piel... Sin contestar, se volvió sobre sí mismo y empezó a buscar por todos los cajones de la sala y el recibidor ante la mirada sorprendida de Ana- ¿Qué buscas con tanto ahínco?- preguntó observándolo intrigada, pero él no contestó siguiendo con su perseverante búsqueda hasta que sonrió dichoso cuando al fin halló lo que buscaba. Le tomó cariñoso la mano y depositó en su palma un elegante y fino llavero donde había dos llaves- ¿Qué es esto Mario?
-Las llaves de tu casa, de nuestra casa- aclaró entusiasmado besándola dulcemente en los labios; ella abrió sus ojos atónita- O mi paga extra de esta navidad tendré que dársela integra a Bruno de aguinaldo si sigue ayudándote a colarte en nuestro piso amor- bromeó socarrón y ella rió divertida.

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