martes, 8 de diciembre de 2015


       Al bajarse del taxi, se sintió perdida y turbada entre aquella multitud de edificios y gente apresurada, sin saber realmente a dónde ir y que hacer.
 -¿Señorita, se encuentra bien?- le preguntó un joven camarero acercándosele, ella lo miró completamente desorientada- la estoy observando desde el interior de la cafetería y lleva aquí parada sin moverse desde hace un buen rato… ¿está bien? ¿Necesita algo?- remarcó amable
-Sí… busco… necesito encontrar…- balbuceó aturdida y confusa, él muchacho la miró insistente y ella tomó aire profundamente para serenarse- Busco la base naval, necesito llegar allí cuanto antes pero no sé qué rumbo tomar- habló acobardada y temerosa, el muchacho sonrió
 -Pues no se necesita pensar demasiado la verdad… ¿dónde va a estar una base naval?- le habló animoso, ella lo miró confundida y él sonrió ameno- ¡¡Pues cerca del mar, lógicamente!! ¿No lo cree así?- aclaró chistoso y ambos rieron divertidos- Pero así a todo, mire, no tiene pérdida: siga esa calle abajo y la tendrá justo en frente suya- la indicó amable, se sonrieron amistosos- ¿Quiere que la acompañe?
-No gracias, ya me encuentro mucho mejor- expuso volviendo a sonreírse y apuró el paso en dirección a su amor. Su corazón latía cada vez más fuerte así se iba aproximando, no sabía si era por su paso apurado o porque cada vez estaba más cerca de él. Al encontrarse ante las vallas que rodeaban los edificios blancos de la Marina, su corazón latía frenético: pronto estaría de nuevo entre los brazos de su gran amor.
-Buenos días- le habló amable al marino de guardia que se encontraba ante la barrera de entrada
-Buenos días - le respondió cuadrándose perfectamente
-Busco al marino Joseph Hunter, soy Helena O´Connors
-¿Tiene pase de visita?- indagó autoritario, ella se sintió amedrentada
-No…- musitó acobardada, el muchacho la miró reticente- pero necesito hablar con él, es muy urgente… por favor, llámelo- imploró angustiada, el muchacho dudó unos instantes
-Un momento por favor; lo consultaré con mis superiores- repuso finalmente y entró en la garita para hablar por el teléfono; tras explicar el motivo de la presencia de Helena allí, se quedó callado unos segundos mirándola fijamente- ¿Es pariente del guardia marine señorita?- le preguntó amable
-No, soy… su novia- respondió serenamente, él lo repitió al que estaba al otro lado del teléfono y colgó. La miró unos segundos más y luego esbozó una leve sonrisa amable
-Hace tiempo que no habla con él ¿verdad?- le habló amistoso sobresaltándola, acaso Josh no quería verla….
-Sí, es que… estuve fuera y acabo de llegar… hace tiempo que no me llama
-Ya veo…- murmuró mirándola inquisitivamente unos segundos que le parecieron eternos a Helena, pero finalmente sonrió suavemente- natural que no le llamara señorita … porque el cabo primero Hunter se ofreció voluntario y embarcó hace tres días en el último reemplazo que salió hacia Vietnam
-¿Voluntario? ¿Al Vietnam?- murmuró desencajada palideciendo del terror y todo empezó a darle vuelta a su alrededor, las piernas le fallaban, parecía que se iba a desvanecer en cualquier instante ¡Vietnam! No podía ser… su Josh no podía haber hecho esa locura tan enorme
-¿Se encuentra bien señorita? Se ha puesto muy pálida- le indicó amable el muchacho sujetándola suavemente por el brazo
-Por favor, necesito comunicarme con Ben… Benjamin Sullivan ¡necesito hablar con él, por favor!- suplicó llorosa aferrándose angustiada al brazo del joven marinero, el muchacho la ayudó a entrar en la garita sentándola en el pequeño banco que allí había y llamó de nuevo por el teléfono; la mirada que le ofrecía a Helena mientras oía por el intercomunicador no le gustaba nada ¿qué más podía salir mal?
 -Lo siento…- murmuró mirándola apesadumbrado, Helena abrió sus ojos aterrada- el jefe de oficiales Sullivan está de maniobras en el Pacífico con su compañía, no regresará hasta el mes que viene
-¡Dios santo!- murmuró angustiada cubriéndose la cara llorosa- ¿Qué voy a hacer ahora Dios mío?- sollozó afligida
-¿Le ocurre algo señorita? ¿Acaso es muy urgente eso que necesita decirle al guardia marine Hunter? Espere, voy a solicitar que alguien venga y hable con usted…- se ofreció amable el muchacho tomando de nuevo el teléfono, Helena lo miró apesadumbrada aunque intentó sonreír
-No es necesario…- susurró apocadamente y él la miraba desconcertado, tomó aire profundamente y se levantó resuelta del pequeño banco- no se preocupe, no es tan urgente; puede esperar- aclaró saliendo de la garita muy lentamente, pero se volvió mirándolo esperanzada- ¿Sabe si volverá pronto?- interrogó esperanzada
-¡¿Del Vietnam?!- exclamó mirándola incrédulo, ella asintió con la cabeza- ¿No se ha enterado cómo están las cosas por allá, verdad? ¡¡Esos malditos amarillos están acabando con nuestros compañeros, están cayendo como moscas!!- espetó sin pensar, Helena abrió sus ojos horrorizada- Bueno... quiero decir…- balbuceó abochornado
-Muchas gracias, fue usted muy amable- le murmuró casi sin fuerzas y se alejó calle arriba sin saber de nuevo a donde ir o que hacer. Vio una parada de taxis y se quedó quieta mirándola… No había más remedio, no tenía otra cosa que hacer ni a dónde ir… desganadamente, se metió en uno- Al Rancho Connors- le indicó al chófer que la miró desubicado- en Val Paraíso- le reveló más decidida
-Claro, señorita; de inmediato.
Su padre salió a la puerta de casa así vio llegar el taxi, colocó sus brazos en jarras apoyando sus manos en sus caderas y esbozó una sonrisa gozosa y burlona que lo decían todo.
 -Sabía que no tardarías en volver; aunque no me lo esperaba tan pronto la verdad- se burló sarcástico pero Helena ni se molestó en mirarlo.
Desde aquel día, Helena se volvió aún más triste y apagada. Esperaba su boda como quien espera en el corredor de la muerte su fatal día. Observaba como sumida en un sueño, apática y sin expresión alguna en su rostro, los preparativos para el enlace. Además, las pocas noticias que llegaban del Vietnam eran terriblemente desoladoras. Era cierto lo que aquel marino le había dicho, los soldados americanos caían como moscas y las listas de bajas que venían en los periódicos eran cada vez más extensas. Así nana lograba pasarle a escondidas la lista, Helena leía angustiada cada nombre rezando con desesperación no encontrar el de Joseph en ella y un día más respiraba tranquila dándole gracias a Dios de no encontrarlo.
El día de la boda, nunca se había visto una novia tan abatida y desganada. Todos cuchicheaban pero nadie decía nada. Nana no cesaba de llorar por su niña, no podía soportar verla ir hacia el altar como al condenado que llevan al cadalso.
Ya pasada la gran fiesta de celebración que fue todo un esplendor y un derroche sin igual pues era el enlace de las dos familias más ricas de Val Paraíso, Helena se cambiaba su aparatoso vestido de novia por su salto de cama blanco e impoluto que colgaba amenazante de la percha del baño muy despacio y dilatando lo más posible el momento de salir del baño; rezaba suplicando a Dios que Eric se durmiera antes de que ella saliera de baño.
Pero Dios no escuchó sus plegarías: la puerta del baño se abrió sobresaltándola apareciendo su ya esposo ante ella; Helena se cubrió temerosa con el mismo vestido ocultando su desnudez
-¿Qué? ¿No piensas salir de aquí en toda la noche o qué?- reclamó mordaz mirándola desvergonzado de arriba abajo
 -Por favor Eric, unos segundos más ¿sí? ahora salgo- le habló amable intentando quedarse a solas de nuevo
 -¡De eso nada! Ya has tenido tiempo bastante- repuso tajante y, tomándola por la muñeca, la arrastró fuera del baño
-¡No por favor Eric! ¡Espera!- chilló angustiada y el terror se apoderaba más y más de ella
 -¡Cállate! ¡Eres mi esposa y debes cumplir como lo que eres!- bramó furioso tirándola déspota sobre la cama cubriéndola con su cuerpo al instante
-Por Dios te lo pido, ten consideración conmigo…- suplicó angustiada pero él la penetró de repente sin delicadeza ni consideración ninguna, el dolor tremendo que sintió la hizo soltar un chillido desgarrador salido de sus más profundos adentros y cada frenética embestida parecía abrirla en canal. A Helena sus besos le daban repulsión e intentaba esquivar su boca, sus caricias la asqueaban. Nunca desde aquella noche, pudo ya soportar jamás el mínimo roce de su esposo. Las horas se volvían horribles mientras la tomaba a la fuerza noche tras noche y, mientras duraba su desahogo, ella rezaba para que aquello acabara cuanto antes.
 Las cosas no debían ser a gusto de él tampoco porque pronto dejó de reclamar sus derechos en la cama. A los dos meses, apenas había más contacto sexual entre ellos. Eric empezó a dedicarse a llegar a altas horas de la madrugada y muy pasado en copas y, solo alguna que otra vez muy esporádicamente, la tomaba por la fuerza. A Helena no le importaba, al contrario, cuanto menos estuviera en la casa y cerca de ella, más lo agradecía.
 Habían pasado dos años. El matrimonio de Helena era algo insufrible: malas palabras, desprecios, y alguna que otra vez, forzarla a mantener sexo, pero ella callaba y no se quejaba. Todo lo aguantaba solo por no disgustar a su querida nana que, como tonta no era, percibía todo y veía como su niña seguía apagándose sin ilusión ninguna.
También su padre observaba que aquello no era lo que esperaba. Su “fantástico yerno” resultó ser un bueno para nada, vividor, borracho y jugador. Aunque Helena creía que nadie sabía nada, tanto él como nana habían oído las discusiones en su dormitorio y como la despreciaba por no ser mujer en la cama. A él, que despreciara así a su pequeña., le hería terriblemente; pero eran cosas del matrimonio y él no debía interferir, ellos solos debían llegar a una solución y su hija tendría que acabar comprendiendo lo que significaba ser una esposa… Nana debería explicárselo, hacérselo entender, pensaba irritado; a falta de su madre, ella era ahora como su madre.
Helena y nana empezaron a ir a la ciudad dos veces por semana para realizar compras o, simplemente, salir de aquella casa. Su padre ya no intervenía en nada pues ahora era una mujer casada y a su esposo le importaba bien poco donde iba.  Aquella tarde de Agosto era bochornosa y mucho más en la ciudad.
-Vamos a tomarnos un refresco antes de regresar nana, empieza a refrescar y se está quedando una tarde preciosa para ya volver a aquella prisión- la animó Helena al salir de la modista
 -No, no, de eso nada, mi niña; una mujer decente no va a las tabernas- se negó rotunda la anciana
-Oh por favor nana, no seas anticuada; las mujeres ya podemos ir a dónde nos de la gana y nadie va a decir nada porque nos tomemos una limonada fresquita en una terraza con estos calores- le reprochó cariñosa tomándola animada del brazo
-No es eso mi ángel, pero si alguien nos ve y se lo dice a tu padre… además, se hace tarde mi niña- siguió protestando
-Nadie va a decir nada porque es algo muy normal ya nana; y... ¿tarde para qué? ¿Para encerrarnos de nuevo en casa hasta la semana que viene? Anda, vamos- explicó resuelta echando a andar por la acera llevando a la viejita del brazo que seguía protestando disgustada; pero al doblar la esquina, se quedaron paralizadas con los ojos abiertos como platos al encontrarse de frente con un guapo marino de impresionantes ojos grises vestido con su impecable uniforme blanco llevando un gran petate sobre su hombro izquierdo.
 -¡¡Leni!!- exclamó pasmado Joseph también impresionado por aquel inesperado encuentro
-Josh- apenas pudo murmurar fascinada por lo que sus ojos estaban viendo; si antes era guapo, ahora estaba irresistible. Estaba más moreno y sus preciosos ojos claros aún parecían destacar más; su cuerpo había ensanchado musculosamente y con aquel traje blanco impoluto estaba arrebatador. Sintió que las piernas le flaqueaban, el corazón le latía frenético, su mente totalmente bloqueada y nerviosamente temblorosa ante aquellos hermosos ojos grises profundos que la miraban fijamente.
-¡¡Dios santo Joseph, hijo; que alegría encontrarte cielito!!- exclamó nana abrazándolo emocionada sacándolos de aquella ensoñación en la que ambos se quedaran observándose sin ser capaces de decir nada
-Hola Marta ¿cómo le va?- reaccionó Joseph devolviéndole el tierno abrazo mientras la besaba cariñoso en las mejillas y mostraba una dulce sonrisa complacida por aquella impetuosa muestra de cariño por parte de la anciana. Helena se quedó mirando aquella sonrisa… ¡¡Dios, aquella maravillosa sonrisa que hacía brillarle aún más sus ojos grises y le formaba aquellos bonitos hoyuelos en sus mejillas que la enloquecían!! pensó para sus adentros y tomó aire profundamente; él la miró de nuevo sin dejar de sonreír- ¿Y a ti? ¿puedo besarte?- preguntó caballeroso pero Helena no podía contestar… ¿besarla? ¿Si podía besarla? ¡¡Se moría de ganas de que la besara!!
-¡Claro que puedes muchacho! Faltaba más- le alentó animada nana y él la besó muy tiernamente en las mejillas
-¿Cómo te va? Hace tanto que no te veía…- comentó amistoso
-Mucho, sí- apenas pudo contestar ella sonriéndole cariñosa aunque sus ojos se entristecieron de pronto, cosa que llamó la atención a Josh y entonces fue cuando percibió que estaba más delgada, demacrada y aquel hermoso brillo alegre que siempre tenían aquellos maravillosos y dulces ojos color miel había desaparecido- Nos enteramos que te habías ido al Vietnam- comentó intentando desviar su atención en ella, su intensa mirada escudriñándola profundamente aún la ponía más nerviosa
-Sí, me fui voluntario esperando que los putos amarillos tuvieran buena puntería pero… ¡Ya ves! ¡Ni un roce!- bromeó ameno abriendo sus brazos mostrándose divertido ante ellas, aquel comentario le dolió terriblemente a Helena
-¡Eso no lo digas ni en broma!- le regañó sobrecogida, él sonrió desganado
-¿Qué más da Leni? ¿Le importa algo a alguien si vivo o muero?- repuso desolado con cierto tono de reproche
-¡Claro que sí! ¡No seas estúpido!- le volvió a increpar molesta, ahora él rió divertido
-Está bien, no me dejaré matar por ahora entonces si aún te importa un poquito- bromeó chistoso y Helena se sonrojó tremendamente provocando las risas maliciosas de él y nana- Pero tienes que dejarme invitaros a tomar una limonada a cambio… ¿estás de acuerdo?- propuso animado, Helena calló acobardada
-¡Claro que sí muchacho! La verdad es que te lo agradezco de corazón, hace tanto calor que tengo la garganta seca- repuso resuelta y vivaracha nana, Helena la miró aturdida
-¡¡Pero nana!! ¡Si quise llevarte yo y no querías ir!- le indicó desconcertada; Josh sonrió divertido mirando a ambas guasón
-Pero ahora sí me apetece, además no estoy en edad de desperdiciar la invitación de un atractivo y amable marino- resolvió decidida y, tomando dispuesta del brazo a Joseph, se dispuso a que la guiara a donde él decidiera. Helena y él sonrieron alegres mientras Josh le ofrecía el otro brazo a Helena y se dirigieron a la terraza de una cafetería cercana.
Joseph pidió tres limonadas así se les acercó el camarero y se quedaron callados los tres en un incómodo silencio mientras Joseph observaba intensamente a Helena que, nerviosa, esquivaba su mirada clavándola en el mantel de cuadros rojos. Seguía preciosa; para él, era la mujer más bella que había visto nunca y seguía siéndolo, aunque había adelgazado mucho y aquellas mejillas sonrosadas y bien perfiladas habían desaparecido marcando unos salidos pómulos debido a la delgadez. Tampoco aquellos bellos y dulces ojos color caramelo no brillaban intensamente como antes, se les veían apagados y tristes; apenas una leve chispa aparecía de vez en cuando desapareciendo al segundo siguiente. Tampoco aquellas profundas y oscuras ojeras bajo ellos ayudaban mucho. Sí, era su hermosa Leni, su amada Leni… pero algo le había ocurrido que estaba muy decaída y desmejorada
-¿Has estado enferma Leni?- indagó de pronto frunciendo preocupado el ceño, ella levantó desconcertada su vista hacia él
 -No ¿por qué?- respondió inocente, pero él aún frunció más el ceño desconfiado al tiempo que clavó una mirada intensa en ella y ambos se quedaron mirando fijamente sin decirse nada
-Y dime hijo ¿Cómo te van las cosas?- preguntó animada nana para romper aquel tenso silencio en lo que los dos se habían quedado, él le sonrió dulcemente
-Bien Marta, gracias; no me puedo quejar- respondió ameno y se sonrieron amistosos- y puedo ver que a usted también, la veo muy bien
 -A mí me puedes seguir llamando nana muchacho- indicó resuelta y se sonrieron amistosos- Y bueno, ya empiezo con los achaques de la edad pero…- protestó despreocupada
 -¿Qué edad? Si está preciosa y hecha una muchachita- expuso cariñoso y la mujer le sonrió coqueta; pero al instante sus ojos se ensombrecieron
-Cuéntame hijo ¿acabas de llegar de Vietnam? ¿Son tan malas las cosas por allá como cuentan en los periódicos?- siguió indagando preocupada
-Sí que están mal nana, peor de lo que se puede uno imaginar; cada vez están mandando muchachos mas jóvenes y menos preparados... creo que esa maldita guerra no se acabará nunca- murmuró apesadumbrado, Helena lo miró inquieta y él volvió a sonreír tranquilizador- pero a mí ya hace seis meses que me colgaron una chapita en el pecho y me mandaron definitivamente a casa; ahora acabo de llegar de unas maniobras de reconocimiento por el Pacífico probando un nuevo portaaviones que la marina acaba de preparar…- se calló mientras les servían las limonadas con pastas, de pronto sonrió feliz- por cierto, coincidí con Ben ¡¡hacía tanto tiempo que no navegábamos juntos!!- añadió entusiasmado, ambas mujeres lo miraron ilusionadas y los ojillos de Helena brillaron levemente de nuevo
-¿Sigues en contacto con Lupita?- preguntó esperanzada así el camarero se retiró de nuevo
-Por supuesto ¿dónde crees que me instalo cuando estoy en tierra? Cualquiera le dice a esa fierecilla que, por un par de días que voy a estar en la ciudad, me quedo en una pensión... ¡¡imposible!!- le contestó chistoso, ellas sonrieron divertidas- hasta ahora claro está- añadió desenfadado dándole un sorbo a su limonada, ambas mujeres lo miraron muy intrigadas- me han destinado a prácticas así que a partir de ahora voy a echar más temporadas en tierra y, cómo tenía un dinero ahorrado, me acabo de comprar una casita en el alto del cerro… allí me dirigía en estos momentos, a instalarme y estrenarla- aclaró orgulloso, Helena lo miraba emocionada; estaría más en tierra... entonces, a lo mejor, sería posible encontrárselo más veces; pensaba esperanzada
-¿En el alto del cerro muchacho? ¡Pues ibas en dirección contraria si me permites decírtelo!- expuso divertida nana y él sonrió jovial mostrando de nuevo aquella preciosa sonrisa abierta y sincera que encandilaba a Helena
-Ya lo sé nana, aún no perdí el rumbo del todo- expresó guasón y los tres rieron divertidos- pero es que subiendo la colina que hay por detrás del centro comercial se llega justo a la parte trasera de la casa; adelanto muchísimo ya que me lleva escasos cinco minutos llegar- explicó resuelto y la mujer entreabrió la boca soltando una leve exclamación
-Cuéntame de Lupe, Josh; por favor- imploró cautivada Helena mirándolo dulcemente, aquel brillo volvía a resurgir en aquellos hermosos ojos miel, él sonrió enternecido, se apreciaba que seguía queriéndola mucho
-Pues se casaron a las pocas semanas de…- se calló de inmediato mirándola fijamente, sus ojos de pronto se tornaron tristes y dolidos, ella entendió al instante que pensaba en aquel fatídico día en el rancho; Joseph tomó aire profundamente y esbozó una leve sonrisa- en la capilla de San Lorenzo, fue una ceremonia sencilla sin lujos, pero muy bonita; Lupita estaba preciosa, con aquella mantilla blanca cubriéndole la cabeza, parecía un ángel…- siguió hablando resuelto- estaba tan hermosa que estuve a punto de apartar a Ben y casarme yo con ella- bromeó chistoso y ambas mujeres rieron divertidas- Pero sabiendo que Ben nunca me lo permitiría, dejé que siguieran adelante y ahí siguen: tan enamorados o más que el primer día e ilusionados con la llegada del bebé… Tienes que verla, si antes era hermosa, ahora está radiante y encantadora con su pancita- agregó entusiasmado
-¡¿Lupe está embarazada?!- expuso emocionada Helena y sus tristes ojillos volvieron a brillar provocándole gran pasión a Joseph que sonrió satisfecho
-Sí, está de cinco meses y, como te digo, preciosa ¿Por qué no pasas un día a visitarla? Viven cerca, la marina les dio una casa como a todos los casados frente a la base naval; en una urbanización muy bonita…- siguió explicando, pero Helena volvió a entristecerse
-¡¡Mi niña, que cerca estuviste de ella por Dios!! ¡¡No tenías por qué haber regresado a este infierno!!- exclamó afligida nana tomando cariñosa la mano de Helena entre las suyas
-Y que iba yo a saber nana- murmuró casi al borde de las lágrimas confundiendo a Joseph
-¿De qué habláis? Perdón, pero me he perdido- preguntó curioso mirándolas intrigado
-Que mi niña por fin pudo venir a buscar…- empezó a explicar nana
-¡¡Nana, cállate!!- la interrumpió rotunda Helena, la mujer se calló al instante y miró cohibida a Helena desconcertando aún más a Joseph que las miró a ambas muy extrañado
-¿Qué pasa Helena?- interrogó lleno de curiosidad
-No pasa nada; solo que son cosas del pasado de las cuales ya no vale la pena hablar- resolvió apagadamente Helena y sus ojos se volvieron a velar de intensa tristeza; Joseph entrecerró los ojos mirándola nada convencido de sus palabras y ella le mostró una media sonrisa dulce- pero por favor Josh, sigue contándome de Lupe ¿ella está bien? ¿Es el primer hijo que espera?- se interesó entusiasmada aunque esta vez sus ojos no brillaron ilusionados, seguían apagados
-¡No qué va, es el tercero ya! ¡Esos dos llevan una marcha que cae uno por año!- bromeó alegre y ambas mujeres rieron dulcemente divertidas- Y sí, no te preocupes, está muy bien; Lupita es una mujer increíble, tiene una fuerza y una valentía asombrosa; a pesar de su estado, lidia ella sola con esos dos preciosos terremotos que tiene de forma asombrosa sin perder la sonrisa y sin dar muestras de cansancio ya que, como podéis suponer, Ben está embarcado como yo la mayoría del tiempo; pero no se arruga ante nada, es una mujer maravillosa llena de vitalidad y energía que me tiene encandilado mirándola de nuevo ilusionada y preciosa esperando su nuevo retoño… Se quieren tanto, creo que cada día más- expuso ameno aunque sus ojos se ensombrecieron cuando habló del amor de sus dos buenos amigos, Helena bajó de nuevo su mirada al mantel y empezó a jugar nerviosa con su vaso de limonada. A Joseph el corazón se le paralizó al ver aquel hermoso pero aterrador anillo en su mano derecha junto a una alianza de diamantes y sintió como el alma se le rompía en mil pedazos no dejándole ni respirar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario