domingo, 29 de septiembre de 2013

Miguel conducía despacio hacia la ciudad mientras las lágrimas incontroladas corrían por sus mejillas sin poder detenerlas. Estaba hundido, sentía su alma rota en mil pedazos, parecía que el corazón le había dejado de latir y tenía un profundo dolor en el pecho que apenas le dejaba respirar. Emma… ¡¡Dios!! ¡¡La quería tanto, tanto…!! Y después de aquella noche, no podría olvidarla ya jamás; el contacto de su suave piel la llevaba adherida a sus manos y sus labios aún ardían con sus besos… Pero tenían que hacerlo, aquello no podía ser ¡Era la hija de sus mejores amigos! ¿Qué pensarían ellos si llegaran a enterarse? Cecilia no se lo perdonaría nunca, nunca; y Alberto… ¡¡Dios!! ¡¡Alberto la adoraba!! ¡¡Era su niña consentida!! ¡¡Se moriría del disgusto!!… ¿Estaba loco? ¡¡Tenía que acabar ya!! Probaría nuevamente a buscar una chica, intentaría por todos los medios enamorarse de otra… Pero ninguna sería cómo Emma, sus dulces ojos como la miel; sus tiernas mejillas salpicadas de aquellas preciosas pecas; sus suaves y brillantes rizos dorados salpicados de rojizo con aquel agradable olor a limones, su boca… ¡Que deliciosa boca! Como la había saboreado y aún no se saciara de ella, quería más… Su cuerpo se estremeció de deseo recordándola moverse vertiginosa sobre él restregándose ambiciosa contra su miembro y el suave pero consistente tacto de sus turgentes pechos que rellenaban a la perfección sus manos como hechos expresamente para ellas; y ya no pudo dominar la fulminante y potente inflamación de su pene ¡¡Claro que quería más!! ¡Deseaba mucho más! ¡¡Deseaba y quería todo con Emma!! -¡¡No!!- gritó enfadado consigo mismo golpeando el volante con su mano- ¡Se acabó ¿me oyes?! ¡No vas a volver a verla! No volverás a su casa los fines de semana, buscarás algo que hacer para estar entretenido… visitarás a tu hermana, irás de viaje, harás guardias, lo que sea necesario pero no volverás a buscarla… y ahora ¡¡deja de pensar en ella de inmediato!!- remarcó decidido pisando el acelerador a fondo para así tener que estar concentrando en la conducción y no pensar en nada más. El coche se puso en los 120 pero no le pareció suficiente y siguió acelerando: 130, 140… y siguió acelerando: 150, 155… en una curva cerrada, se encontró de pronto con un vehículo rojo delante que iba a velocidad moderada; sobresaltado porque se lo llevaba por delante sin remedio, intentó esquivarlo adelantándolo velozmente -¡¿A dónde va ese atolondrado?!- bramó asustado el muchacho que conducía el coche rojo al verlo pasar como una exhalación por su lado. En ese instante, el coche de Miguel se le fue de atrás y empezó a dar varios trompos sobre el asfalto- ¡Santo Dios, este se mata y nos lleva a nosotros con él!- murmuró angustiado el muchacho clavando potentemente el freno de su coche para no impactar con él mientras la muchacha gritaba aterrorizada observando como aquel deportivo negro giraba sin control aproximándose cada vez más al profundo barranco que había a su derecha. Al fin, Miguel logró controlar a duras penas y con gran esfuerzo su vehículo deteniéndolo en el carril contrario. Se quedó inmóvil mirando al frente con las manos aferradas al volante. Estaba aterrado. Sus piernas temblaban nerviosas, su frente chorreaba sudor y su corazón latía frenético. Y de pronto se dio cuenta que estaba en dirección contraria. El maldito coche, que había dado las vueltas que le habían venido en gana y más, se había quedado parado precisamente en dirección al pueblo -¡Hay que joderse!- exclamó atónito y comenzó a reírse alocadamente. Cuando por fin el conductor logró detenerlo en el carril contrario con las ruedas del lado izquierdo rozando a escasos milímetros el límite del barranco, ambos muchachos se miraron acongojados y corrieron presurosos para auxiliarle. Se extrañaron al verlo reírse de aquella manera tan fuera de sí -¿Se encuentra bien? ¿Le pasó algo?- preguntaba el muchacho que lo miraba sorprendido por la ventanilla -Parece que está en shock- comentaba nerviosa la muchacha a su lado -Estoy bien, gracias- respondió bajando la ventanilla mientras seguía riéndose incontroladamente y lloraba de la risa o de su condena… eso sí que no lo sabría explicar muy bien -¿Está seguro?- insistió el muchacho expectante -Llama a una ambulancia, Jose… ¿no ves que no lo está? ¡Está atacado!- decía nerviosa la muchacha y el muchacho obedeció sacando el móvil del bolsillo trasero de sus vaqueros, Miguel levantó las manos intentando detenerlo -De verdad que estoy bien… No me ocurrió nada ¡Se lo prometo!- instó logrando controlar algo sus atolondradas carcajadas- Espere, por favor- indicó abriendo la puerta del coche y salió del, giró despacio abriendo sus brazos en cruz- ¿lo ven? Estoy bien, no necesito ninguna ambulancia -Cielo, si dice que está bien…- repuso confundido el muchacho -¿Entonces por qué se ríe así de descontrolado? ¡Está en shock del susto, Jose!- pasó un coche dirección al pueblo y Miguel la apartó rápido, ella le sonrió agradecida -¡Ves, estoy perfecto de reflejos!- ellos también sonrieron, Miguel se lograra calmar ya- No estaba en shock, eso se lo puedo asegurar y diagnosticar perfectamente porque soy médico -¿Y entonces que era?- le preguntó desconfiada ella, Miguel le sonrió inquieto -No sé: la tensión nerviosa, la adrenalina… mi puta suerte…- al añadir lo último, su rostro se ensombreció y sus ojos se apagaron afligidos -¿Acaso quería matarse?- indagó aterrada la muchacha -¡No, claro que no! No me refería a eso- respondió rotundo pero la muchacha lo miraba aturdida- Es que... mire, toda mi intención es salir cuanto antes de ese puñetero pueblo y a este coche de los cojones no se le ocurre mejor cosa que trompear y me deja, otra vez, rumbo al pueblo ¿Es o no mala suerte?- ellos sonrieron amenos -No sé qué le diga… puede que sí o puede que no; según sea el motivo que lo esté llevando a querer irse tan presuroso del pueblo- contestó interesada la muchacha mirándolo desenvuelta, Miguel rió entrañable -No seas tan metiche Emma- le regañó el muchacho -¡¡Vaya por Dios!!- exclamó exaltado Miguel pasándose desesperado los dedos por su pelo y los muchachos lo miraron extrañados- ¡¡De todos los nombres que hay en el universo, tenías que llamarte así precisamente, muchacha!! -¿Qué le pasa a mi nombre?- preguntó contrariada -Nada preciosa, perdona; es un nombre muy bonito, de verdad- respondió abochornado por su comentario- pero así se llama precisamente de la que estoy huyendo... ¡Tiene cojones la cosa!!- exclamó fastidiado y los muchachos rieron amenos -Pues sí que es coincidencia- repuso entrañable el muchacho -No es coincidencia Jose, eso son señales claras de que no debe irse; el destino quiere que vuelva- remarcó decidida la muchacha -¡Ahgg, Emma! no empieces con tus tonterías del destino y bla, bla, bla; anda, vámonos ya- le recriminó fastidiado el muchacho, ella le hizo una mueca burlona y Miguel sonrió divertido- hasta luego señor, y conduzca más despacio, esta carretera es muy traicionera y usted venía a velocidad muy excesiva- se despidió de Miguel mostrándole amistoso su mano que Miguel se la estrechó cordial y el muchacho echó a andar hacia su coche- ¡¡vámonos Emma!! Que mi madre nos espera para comer y se hace tarde -¡Esto puede ser otra señal Jose! ¡Para que no vayamos a casa de tu madre!- replicó burlona la muchacha y le guiñó pícara un ojo a Miguel que rompió a reír a carcajadas- buena suerte ¿qué va a decidir? -Seguir… no puedo volver, sería una locura por mi parte- ella suspiró defraudada y le sonrió amable -Pues lo siento- repuso afligida y también regresó al coche; pero antes de entrar, miró esperanzada a Miguel- pero yo que usted haría caso de las señales; a veces, no es una mano macabra que nos guíe mal, sino nuestro destino que nos está avisando que estamos tomando el camino equivocado -¡¡Emma, mira que eres entrometida!! ¡¡Quieres entrar y dejar al señor que haga lo que le dé la gana!!- le regañó irritado el muchacho a su esposa. -¡No hice mal alguno Jose! Solo di mi opinión- respondió resuelta ocupando su lugar en el asiento del copiloto y el muchacho arrancó su coche- ¡Haga caso a las señales!- insistió la muchacha así el coche pasó por su lado y Miguel le sonrió agradecido Se metió en el coche y lo encendió, miró al frente fijamente… ¿Y si aquella muchacha tenía razón? No podía haber tantas coincidencias sin un motivo ¿no? ¡Caray, eran muchas en escasos diez minutos! Y si se remontaba a lo que pasara aquella semana… Su encuentro fortuito el día de lluvia después de casi un mes sin verse, precisamente necesitaba un libro que él acababa de recibir, el dichoso viajecito al pueblo y volverse a encontrar sin saber el uno del otro… -¡A la mierda! ¡Que sea lo que Dios disponga!- exclamó resuelto y arrancó decidido en dirección al pueblo; pero a escasos metros frenó de súbito, giró rápido en medio de la carretera y se dirigió de nuevo a la ciudad- ¡Si el destino quiere que estemos juntos, nos volveremos a encontrar…Y si no, mejor así! ¡Ya di el paso y no volveré atrás!- resolvió finalmente y se fue directo a casa.

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