domingo, 6 de octubre de 2013

¡¡Dios!! ¡¡Si no llegaba a irse, iba a besarla allí mismo sin importarle nada que la gente los viera!! ¡¡Como lo enfurecía cuando se ponía terca y le llevaba la contraria… pero también como lo excitaba!! Llegó tarde al hospital pero debía llevar una cara de muy pocos amigos porque ni Sonia le habló, apenas le musitó un breve buenos días cuando pasó como una desolación junto a su mesa para encerrarse de un portazo en su despacho. Fue un día muy duro para ambos; muy largo y duro. No podían dejar de pensarse uno en el otro; en sus rostros furiosos que aún eran más bellos con sus chispeantes ojos desafiantes que los provocaban y enloquecían aún más. Miguel comió algo en su mismo despacho para no tener que bajar a la cafetería, no tenía ganas de encontrarse con nadie y, mucho menos, charlar. Aquel mal humor no se le daba pasado. Pero, cuando estaba a punto de entrar en otra operación, lo asaltaron Darío y Alonso a las puertas del quirófano -¿Dónde te metiste al mediodía? Te estuvimos esperando- le habló ameno Alonso -Estuve liado; perdonar pero tengo prisa chicos, no puedo pararme- intentó evitarlos -Mañana vamos a…- empezó a contar animado Darío pero él le interrumpió presuroso -Lo siento pero este fin de semana lo tengo ocupado; ya nos veremos lunes, chicos- y se metió raudo en quirófanos para no tener que dar más explicaciones. El sábado, por más que revisaba una y otra vez su reloj, la una parecía no llegar nunca. Estaba ansioso por volver a verla. Tenía que verla, hablarle y, sobretodo, besarla. No sabía cómo o dónde lograría hacerlo, pero tenía que besarla de nuevo. Lo deseaba con tantas ansias que hasta parecía que los labios le dolían ansiosos por besar aquella boca que lo tenía loco. Al llegar a casa de Emma le abrió Alberto. Joder, este hombre solo vive para el teléfono y la puerta, pensó desesperado pero le sonrió amable y lo saludó. Acudió a saludarlo cariñosa Cecilia; pero ni rastro de su princesa. Ya estaba angustiado pero no se atrevió a preguntar hasta que se sentaron a la mesa y ella seguía sin aparecer. -¿Y luego la princesa?- preguntó sin darle importancia -No está, se fue ayer- le respondió despreocupada Cecilia mientras le sonreía tranquila y continuó sirviendo la comida; Miguel se exasperaba, aquella mujer que siempre hablaba por los codos, hoy parecía tener que quitarle las cosas a cuenta gotas -¿A dónde?- instó despreocupado empezando a comer -Suponemos que al pueblo con Luisa, aunque no lo tenemos claro porque al final no dio explicaciones como siempre hace- comentó resuelto Alberto, Miguel le sonrió ameno- Creemos que empieza a tontear de nuevo con algún chico- añadió desprendido, Miguel se sobresaltó -¿Ah, sí?- dijo queriendo aparentar tranquilidad -Sí; a comparación como anduvo la semana pasada, ésta la lleva muy alegre y animada- explicó animado Alberto -Ya- solo logró decir -Pero sigue sin apenas comer, eso me preocupa- aclaró inquieta Cecilia -Bueno cielo, sabes que a los enamorados se les achica el estómago- bromeó chistoso Alberto y, aunque se rieron los tres, a Miguel aquel comentario no le había hecho ninguna gracia -¿Y sabéis o intuís quien es el galán?- se interesó ameno -Supongo que con Mark, el hermano de su amiga Luisa- repuso Cecilia sonriendo encantada, Miguel también sonrió levemente pero su cabeza daba vueltas pensando en quién podría ser, Mark estaba seguro que no era. Comió distraído, sin ponerle atención a la conversación de Alberto que le hablaba de no sé qué inversiones; solo podía pensar en ir a buscarla, sabía dónde encontrarla. Estaba ansioso por salir de allí pero tenía que esperar, no podía ser descortés ni parecer ansioso -¿Qué te parece?- le preguntó interesado Alberto, él lo miró desconcertado, no sabía de qué rayos estuviera hablando, pero le sonrió afable -Sabes que de eso no entiendo Alberto- resolvió cordial -Pero es tu dinero…- indicó descolocado -Mira, haz lo que quieras hermano; hasta ahora siempre resultó bien, lo dejo en tus manos… Y lo siento, pero me tengo que ir- repuso levantándose de la mesa, ellos lo miraron sorprendidos- tengo trabajo en el hospital- añadió resuelto -¿En el hospital?- repitió desconcertada Cecilia mirándolo extrañada - Si los fines de semana no trabajas- añadió intrigado Alberto -Pero tenemos algunas bajas y debemos cubrir sus puestos, además hay algunos problemas con los presupuestos del año y tengo que aclararlo antes de fin de mes- mintió deseando irse ya. -De acuerdo- musitó desencantada Cecilia, él le sonrió tierno y la besó cariñoso en las mejillas -Te prometo que en cuanto pueda volveré a daros otra visita- se marchó y, despidiéndose de ellos con la mano que lo acompañaran como siempre hasta la puerta, voló en la moto por la carretera que iba al pueblo, anheloso por encontrarla. -Otro que tal baila- murmuró suspicaz Cecilia viéndolo alejarse en la moto, Alberto la miró confundido- Anda en las nubes ¿no te has dado cuenta? Este anda tras unas faldas y, si no, al tiempo- resolvió confiada -Pues a ver si es verdad, que van siendo horas de que siente la cabeza- comentó animado su esposo y, sonriéndose alegres, entraron en casa. -¡¡Oh Dios!! ¡¿Qué me pongo?!- exclamó ansiosa revisando de nuevo toda la ropa que sacara de su bolsa y tenía ciscada sobre la parte inferior de la cama de Luisa mientras ella la observaba divertida acostada atravesada despreocupadamente en la parte superior- ¡¡Ayúdame Lui!! -¡¿Otra vez?!- replicó desenfadada la muchacha acodándose sobre el colchón y apoyando su cabeza en su mano mirando divertida a su amiga- Ya te los has probado todos cuatro veces y te lo he dicho las cuatro cielito… el vestido blanco Emma, el blanco, el blanco cielito… ¡¡El vestido blanco Emma!!- repitió rotunda señalándoselo decidida -Es que el blanco…- protestó Emma indecisa mirándolo retraída. Era un sencillo pero muy bonito vestido blanco de mangas cortas en globo, escote cuadrado con abotonadura delantera de pequeños botoncitos también blancos hasta la cintura desde donde salía la falda con un suave pero gracioso vuelo -¡¡Oh por Dios, que se acabe esta tortura de una vez!!- exclamó rendida dejándose caer de bruces sobre el colchón- ¡¡Por favor!! ¡¡Que alguien venga y me mate!!- gritó derrotada -¡Serás idiota!!- repuso recreada Emma y se echaron a reír divertidas Aparecieron los muchachos en la puerta del dormitorio atraídos por las risas -¡Joder, este ya parece mi cuarto!- bromeó jocoso Charlie y se rieron alegres -¿Qué os pasa? ¿A qué vienen tantas risas?- indagó curioso Mark -¡Por favor, decirle vosotros cuál le queda mejor porque yo ya paso ¡¡me rindo!!- habló vencida Luisa -El blanco- respondió en el acto Mark sin apenas mirar la selección de ropa -Sí preciosa, estoy de acuerdo con Mark; el día de San Juan estabas radiante con él- remarcó decidido Charlie la opinión de Mark -Está bien, el blanco entonces- decidió por fin Emma -¡¡Gracias Dios mío!! ¡¡Otro nuevo pase de modelitos ya no podría soportarlo!!- clamó triunfante Luisa y volvieron a reírse explayados. Las calles estaban llenas de paseantes pero poca juventud, aún era temprano. Pensó en aparecer en casa de Luisa y Mark, pero se contuvo; no era manera de proceder. Recorrió los pocos pubs que empezaban a abrir pero no estaba en ninguno. Decidió ir a la playa. Apenas quedaban algunos bañistas que ya se vestían para irse pero ni rastro de Emma. Condujo la moto hacia la calle donde estaba el piso de Luisa y Mark, la recorrió de arriba abajo dos veces pero sin éxito -¿Dónde coño os metéis durante el día? ¡¡Parecéis vampiros joder!!- musitó irritado y se detuvo en una cafetería para tomarse algo en la terraza intentando serenarse

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