martes, 5 de noviembre de 2013
-¿Cómo te encuentras cielo?- le preguntó su madre amorosa besándola en las mejillas
-Por ahora bien- contestó ella tranquila
-Por ahora y siempre, esto se acabará muy pronto amor mío- aseguró Miguel, Emma lo miró conmovida; sabía que estaba débil y un corazón compatible en su estado era casi imposible… pero no dijo nada, sonrió tierna- pronto tendremos un corazón perfecto para ti- declaró rotundo y se besaron amorosos.
-¡Toc toc!- hablaron desde la puerta, descubrieron un oso de peluche blanco que asomaban a medias- ¿Es cierto que está aquí una preciosidad llamada Emma?
-¡Charlie!- le reconoció ella la voz de inmediato apareciendo sus cuatro amigos sonriéndole alegres, a Emma se le iluminó el rostro de alegría al verlos- ¡¡Si habéis venido todos!!
-¡Si hombre, que íbamos a dejar de venir a verte los demás!- aclaró resuelta Lidia besándola cariñosa en las mejillas
-Y mucho menos venir solo a este- declaró determinante Luí y Emma rió divertida mientras la besaba también
-Hola preciosa- la saludó con cariño Charlie entregándole el peluche
-¿Para mí? ¡¡Es precioso, gracias!!- agradeció entusiasmada abrazándolo, era suave y muy tierno; rió dichosa
-¿Y a mí qué? ¿No me das un beso?- protestó Mark y se abrazaron también ante las risas de todos, se enganchó sin querer en el suero
-Cuidado Mark, a ver si la vas a lastimar ¡Mira que eres torpe!- saltó rápida Lidia ayudándolo a soltarse de la toma
-¿Qué es esto?- preguntó él examinando el recipiente colgado a la cabecera de la cama- ¡¡Claro!! ¡¿A quién se le ocurre?!- replicó fastidiado- ¡¡Inyectarte salino!! Si te conectaran vodka o ginebra verías como ese corazón volvía a latir bachata de nuevo- bromeó chistoso y todos rompieron a reír divertidos.
-La veo muy desmejorada Miguel- le murmuró preocupado Alberto a su lado mientras los muchachos la distraían con bromas, él asintió con la cabeza- ¿Cómo no te has dado cuenta antes de lo que le estaba ocurriendo?- le reclamó dolido
-Aunque ella tenía que estar sufriendo ya hace mucho las señales y nunca dijo nada porque sabemos el terror que tiene a enfermar… a la vista de los demás fue muy rápido Alberto, en menos de dos semanas… Yo ya hacía días que la venía observando- se intentó defender
-Es cierto cielo- intervino Cecilia posando dulcemente su mano en el brazo de su esposo calmándolo- lleva días insistiéndome en que la veía decaída pero yo no quise darle importancia… En todo caso, la culpa es mía…- agregó entrecortándosele la voz
-Calma Cecil- habló dulcemente Miguel tomándole la mano con cariño- la culpa no es de nadie cielo
-Claro corazón- la animó tierna Julia y ella esbozó una sonrisa- la culpa no es nadie, además pronto se recuperará, ya lo veréis.
Pero pasaban los días y no había noticias de ningún corazón para ella. Mientras, la enfermedad la consumía a una velocidad increíblemente rápida. Últimamente, le costaba un gran esfuerzo hasta el hablar. Miguel no se movía de su lado ni de noche ni de día, siempre sentado junto a ella pendiente de cada mínima necesidad de su amada Emma. Cada tarde al regresar, su hermana lo miraba angustiada y pasmada de ver como en solo unos días parecía haber envejecido veinte años de golpe.
-¿No ha ido a casa hoy tampoco?- le preguntaba preocupada a su hija que negaba suavemente con la cabeza
-Se niega rotundo mami- expuso también muy intranquila- No hay manera de hacerle salir de aquí ni para ir a la cafetería a comer algo… Ni con la insistencia de Mark y Charlie o la terquedad de tío Alberto- Julia se frotaba preocupada la frente
-Hola Julia- la saludaba amena Cecilia con dos besos en las mejillas
-Hola cielo ¿cómo estás?
-Preocupada Julia… muy preocupada- le murmuró acongojada. Julia la abrazó compasiva- pero por Miguel, si mi niña no se recupera… él…
-Ni lo digas Cecil- la acalló temerosa- Emma se pondrá bien y mi hermano también se recuperará, ya lo verás
Cecilia tomó aire profundamente y ambas los observaron como se miraban entregándose tanto amor que enternecía. El le hablaba tan dulce y amoroso que erizaba la piel, proponiéndole miles de cosas que harían así se recuperara y, sobre todo y lo primero de nada, sería su boda y de luna de miel se irían a Paris como le había prometido. Ella sonreía complacida y feliz mientras jugaba distraída con el anillo cambiándolo de dedo. El sonrió amoroso
-¿Qué haces corazón?- le preguntó sin dejar de sonreírle
-¡Me queda enorme en todos los dedos mi vida!- decía divertida, lo colocó en el dedo corazón- aquí es en el único que parece tener menos flojedad
-Trae cielo, se lo daremos a Lidia y ella lo llevará arreglar
-¡¡No!!- gritó aterrada cerrando fuertemente su puño para que no se lo quitara, Miguel la miró sorprendido- ¡No me lo quites Miguel! Prometí no quitármelo nunca…
-No mi vida, no pienso quitártelo corazón y sé lo que me prometiste, pero solo es para arreglarlo mi cielo; pronto te lo traerán de vuelta- la intentaba convencer amoroso
-¡No Miguel! No lo hagas, tendré mucho cuidado y no lo perderé- rogaba desesperada, Miguel la besó en los labios dulcemente y cerró sus manos sobre la de ella que seguía aferrando el anillo con ímpetu
-Claro mi ángel, nunca te lo quitaré mi vida; y si lo pierdes, no te inquietes: ¡te compro otro igualito a ese!- ella sonrió tranquila y se besaron apasionados. Alberto los estuviera observando conmovido por aquel gran amor que se dedicaban. Realmente se amaban plenamente. Su niña desbordaba pasión en cada mirada que le dedicaba y él era tan maravilloso con su princesa… Se acercó a ellos
-Trae princesa, yo te lo arreglo momentáneamente hasta que te recuperes- expuso cariñoso, ella le sonrió agradada y se lo entregó. Alberto lo cubrió con mucho cuidado con un poco esparadrapo en la parte inferior- Así te tenía que hacer de niña con todos ¿te acuerdas cielo?- le comentó a su esposa que sonrió amena asintiendo con la cabeza- tenías unos dedos tan finitos que ninguno te quedaba bien… Creíamos que serías pianista, con aquellos dedos tan delgados y largos, pero escogiste medicina como el tío Miguel… ¡Como no! Todo lo de tío Miguel siempre era mucho mejor- bromeó tierno y todos rieron divertidos
-¿Y acaso no?- repuso ella mirando enamorada a Miguel que le sonrió complacido
-Sí princesa, Miguel siempre fue especial y un gran hermano- declaró sincero y ambos amigos se miraron declarándose todo el gran cariño que seguían teniéndose- ¿a ver mi princesa como te queda ahora?- se lo devolvió y el anillo le quedaba más justo al fin
-¡Gracias papito!- se alegró ella, se sonrieron los tres amenos y Emma se agarró a la mano de su padre. Se quedaron charlando tranquilamente mientras ella los sujetaba a ambos de las manos sin soltarlos hasta que se quedó dormida de nuevo.
Entró Alonso junto a Paco y Darío, los tres traían cara de preocupación; Miguel se levantó y se acercó a él ansioso de noticias
-Miguel, el tiempo se nos acaba… está cada vez más débil y no recibimos noticias del banco de transplantes- comentó apenado
-Mi niña- murmuró angustiada Cecilia, Julia la abrazó compasiva y rompieron a llorar afligidas
Lidia se refugió entre los brazos de Mark y Luisa se abrazó angustiada a Charlie.
Alberto dio la espalda a todos y clavó su mirada fija por la ventana sin ver nada mientras las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas.
Solo Miguel logró mantener la calma y atendía sereno a las explicaciones de Alonso
-Miguel, debemos conectarla- él negaba suavemente con la cabeza- Piénsalo Miguel, podríamos ganar algo de tiempo si le inducimos un coma y la conectamos…
-¡¡No!!- gritó ella desesperada desde la cama, todos la miraron sobresaltados pues la creían dormida, ella miraba ansiosa a Miguel que corrió a sujetarle la mano y la besó amorosa en la frente- No mi vida…- suplicó entre angustiosos jadeos apretándole fuertemente la mano de Miguel
-No mi amor, cálmate; no debes angustiarte así- repuso amoroso
-No le dejes Miguel… prométeme que no me vas a conectar a nada- rogaba aterrada
-Mi cielo, podemos ganar algo más de tiempo y tú no te cansarías tanto- replicaba él intentando convencerla
-Y morirme sin enterarme… sin despedirme- añadió ella desesperada- Sin poder ver tu rostro por una última vez mi amor… Solo apagando un botón…
-Mi ángel, cálmate te lo suplico- lloró afligido
-¡Prométemelo Miguel! Prométeme que no lo permitirás
-Está bien ángel mío, pero cálmate ya
-¡Prométeme que tampoco lo harás si empeoro y no puedo opinar!- él la miraba desesperado- ¡Prométemelo Miguel!
-Te lo prometo- se rindió al final, ella respiró tranquila y sonrió dichosa. El la besó en la frente apasionado y dirigió su mirada a su amigo Alonso- Ya la has oído Alonso… no- sus tres compañeros sonrieron abatidos y salieron del cuarto. Emma volvió a cerrar los ojos y se quedó dormida más tranquila. Alberto se acercó a Miguel y posó cariñoso sus manos en sus hombros, en un intento de transmitirle fuerzas y serenidad. Miguel no dijo ni hizo nada, pero aquel pequeño gesto de su gran amigo le estaba dando muchos más ánimos que cualquier otra cosa.
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