viernes, 8 de noviembre de 2013

La abrió y leyó en voz alta: “Mi adorada Lidia: Avisa a tu madre y a todos que me he ido. Que no se preocupen, que estoy bien… Pero necesito alejarme de todo esto una temporada. Todo me recuerda a ella y no puedo soportarlo ¿Tú me entiendes, verdad mi preciosa Lidia? Odio el hospital, solo me recuerda el duro padecimiento y el inútil sufrir de mi precioso ángel. Ni esta casa. Esta casa donde fuimos tan felices pero… tan poco tiempo cielo mío… Te me fuiste tan rápido amor mío… Me dejaste tan solo vida mía… Sin ti a mi lado ángel mío, estoy por dentro como esta casa: vacía, sin vida, fría…” Los muchachos se miraron conmovidos, esas letras estaban escritas para Emma y se podía percibir con cuanto amor y dolor habían sido plasmadas. Luisa lloraba en silencio -Joder, debe ser algo insoportable sentir todo eso; comprendo que se haya largado- expuso con voz quebrada Charlie envolviendo amoroso a Luisa entre sus brazos -Pobre tío Miki, mucho está sufriendo y nosotros sin caer en la cuenta- murmuró desolada Lidia y siguió leyendo “… Lidia preciosa, no sé a dónde voy, ni sé cuándo regresaré; pero os llamaré, lo prometo. Mi niña linda, te regalo el coche. Está todo dispuesto y firmado con Daniel, ve a recoger los documentos y ten mucho cuidado mi niña preciosa. Dile a tu madre que se deshaga de toda la ropa que hay arriba, no quiero ver nada del pasado cuando regrese. La ropa de Emma sigue en el armario… Habla con Cecil, por si quiere conservar algo. Y con los chicos, por si quisieran mantener algún recuerdo de ella. El resto destrúyelo Lidia. No soporto abrir el armario y encontrarme con sus cosas: su perfume, sus fotos, su maquillaje en el baño… Destrúyelo todo Lidia, te lo ruego; hazlo desaparecer de mi vista antes de que regrese. Te dejo encargada de ello porque sé que tú sí lo harás, de tu madre no me fío. Dentro del sobre encontrarás una tarjeta de crédito de mi cuenta corriente. Quiero que todos los sábados vayas al cementerio y le dejes a mi precioso ángel un ramo de rosas rojas. 24 rosas rojas, ni una más ni una menos: 24. La edad que tenía mi ángel ¿Lo harás preciosa mía? Sé que sí, tú no me has fallado nunca ni me fallarás. Y nada más, creo. Un abrazo para los chicos y un besote muy fuerte para Luí. Son fantásticos y unos muchachos magníficos, los llevaré siempre en el corazón conmigo. ¿Y para ti mi ratita linda? ¿Qué te voy a decir? Que lo único que lamento de esto es que voy a estar sin verte una temporada pero pronto me comunicaré contigo mi chiquita linda. Un besote y un fuerte abrazote de tu tío que te quiere con locura: Miguel” Se quedaron callados mirándose conmocionados por la carta. Se oyó un ruido leve, como el crujir de una de las contraventanas, que hizo sobresaltarse a Luisa soltando un pequeño grito asustado y se aferró aterrada aún más a Charlie -¿Qué rayos te pasa Luí?- indagó sorprendida Lidia ante el comportamiento de su amiga- Me has asustado a mí, idiota -Es la casa Lidia…- expuso acobardada mirando a su alrededor- Tiene razón Miguel: parece que presiento aquí aún a Emma -No me acojones hermanita- repuso sobrecogido Mark también oteando a su alrededor -No seáis críos joder- protestó fastidiado Charlie -No Charlie, lo digo de verdad- protestó atemorizada Luisa- oled ¿no os parece aún percibir su perfume? Noto escalofríos…- todos aspiraron profundamente y se miraron desconcertados -Será mejor irnos de aquí o ésta loca nos acabará acojonando a todos- repuso Mark y salieron de la casa Al tercer día de conducir sin rumbo, se sintió muy cansado, realmente agotado. Detuvo la moto en el arcén y observó su alrededor. Era un paraje arbolado sin ninguna casa cerca, solo se divisaban luces de una ciudad pero aún algo lejos. No lograría llegar hasta allá, pensó exhausto. Llevó la moto entre unos árboles y se tiró en la hierba desfallecido. No sabía cuanto había dormido pero cuando se despertó estaba amaneciendo ya. Sentado sobre la hierba, observó como el sol poco a poco despuntaba ante él. De pronto sintió un leve escalofrío y percibió como si Emma estuviera a su lado, cruzó los brazos sobre su pecho sujetándose los hombros como si aún pudiera sentir a su amada entre ellos recostada contra su pecho, mirando feliz una mañana más el amanecer entre sus brazos; y, sin saber por qué, rompió a llorar al ver salir el sol… por fin podía llorar… Las lágrimas habían vuelto a sus ojos y pudo desahogarse gustoso. Lloró desesperado y desconsolado durante largo tiempo. Hasta que no le quedaron más lágrimas que llorar. Se sintió tranquilo, completamente calmado y satisfecho, pero al tiempo muy debilitado y realmente extenuado. Se subió a la moto y entró en aquella pequeña ciudad, se detuvo en la primera cafetería que se encontró aparcando delante. La camarera, que estaba fregando el suelo con las sillas aún sobre las mesas, lo observó curiosa. -Está cerrado amigo mío- le dijo amable la camarera al verlo entrar, él ni la miró siquiera -Por favor, necesito comer algo, estoy exhausto- repuso lentamente, arrastrando cansado las palabras. Ella lo observó detenidamente, se le veía bastante mal. Demacrado, rostro cansado y lleno de polvo. Le recordó a un perrillo abandonado y triste y una gran lástima la invadió -Está bien, pase- resolvió amable, él obedeció y se sentó a la barra- ¿qué le pongo? -Un café enorme y bien cargado, sin azúcar- la camarera lo miró de arriba abajo -¿Y no sería mejor algo de comer antes?- recomendó con ternura sonriéndole dulcemente -Primero un buen café cargado por favor- remarcó decidido -Está bien, como usted guste- repuso disconforme, se lo sirvió y Miguel lo bebió de un solo trago indicándole que le pusiera ya otro. La camarera obedeció y continuó fregando mientras lo observaba de reojo; era un personaje extraño, a pesar de su barba descuidada, su rostro cansado, el pelo revuelto y su ropa muy sucia, parecía un hombre con clase, tenía un porte elegante, ropa sport pero de estilo y educado. Volvió tras la barra y se le acercó, tenía unas profundas ojeras y estaba pálido, parecía desfallecido -¿Ahora algo de comer? Parece que lo necesita- le dijo amable, él siguió sin mirarla -Si hace el favor- dijo fatigado -¿Unas tostadas o…?- expuso pero lo miró detenidamente- Mejor un buen almuerzo, se ve que no come decentemente desde hace días- aclaró resuelta; entró en la cocina y le preparó un filete con patatas fritas y una ensalada que le sirvió en la misma barra. Miguel, al comer el segundo bocado, cayó en la cuenta que estaba realmente hambriento -¿Puede ponerme una cerveza? -Claro hombre, sin problemas; para eso estoy aquí- habló animada, se la sirvió y él bebió de la misma botella, continuó devorando la comida- ¿No es de por aquí, verdad?- él negó con la cabeza- Ya me lo parece… debe venir de muy lejos, por la pinta que trae- comentó divertida -Algo lejos… sí- respondió desganado -¿Viene a visitar a alguien o va de paso?- preguntó entrañable, Miguel la miró desconcertado, ella sintió mucha pena al ver aquellos enormes ojos negros tan profundos, vacíos y sin brillo. Aquel hombre había sufrido muchísimo y su rostro lo indicaba perfectamente, pensó tristemente- No vaya a creer que soy una chismosa, a mi me da igual si se va o se queda ¿eh?- se defendió- es solo para recomendarle que, si va de paso, mejor descanse algo porque se ve a leguas que lo necesita y que aquí solo hay un único hotel, está a dos calles hacia la Iglesia; se nota que necesita dormir… ¡Y sobre todo un buen baño!- bromeó chistosa, él sonrió levemente -Gracias por su consejo… ¿Me pone otra, por favor?- le mostró la cerveza vacía y ella obedeció antes de regresar a la cocina donde la oyó trastear con los cacharros. Acabó aquella deliciosa comida acompañada de la cerveza -Me dices que te debo, por favor- pidió educadamente, ella se le acercó y le sonrió amistosa -No le voy a cobrar- repuso amigable -No es necesario, puedo pagarle- se sorprendió Miguel, ¿tan mala pinta tenía que pensaba que era un pordiosero? -No estoy diciendo eso, hombre; tranquilo- sonrió divertida al verle aquella cara de desconcierto- Solo hay que mirar la máquina que dejó ahí fuera para suponer que sí tiene dinero; solo es que no voy a cobrarle… Ahora- repuso animosa y Miguel la miró desconcertado- se me va a ir al hotel, va a darse una buena ducha y descansar un par de horitas; luego, antes de retomar el camino, regresa y me paga ¿qué le parece la proposición?- Miguel esbozó una media sonrisa- ¿Promete que lo hará? -Volveré y lo comprobará- repuso él agradecido y ella le sonrió dichosa. Se subió a la moto y se dirigió al hotel, cogió un cuarto y subió a él. Al verse reflejado en el espejo se asombró de si mismo, tenía una pinta horrible realmente. Se duchó largamente y se acostó en la cama, durmiéndose al mismo instante.

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