domingo, 8 de diciembre de 2013

El martes y el miércoles, Miguel se los pasó todo la mañana en su despacho repasando sus libros de medicina mientras Eva se entretenía por la casa. Después de comer, se quedaba en la sala junto a ella pero sin dejar su repaso concentrado mientras ella leía un libro en el sofá. El miércoles ya entrada la tarde, el teléfono de Eva los interrumpió. Era Julia. -¡Hola Julita, que maravillosa sorpresa! ¿Qué tal?- le habló animada. Miguel se levantó y la besó amoroso en la cabeza -Voy un momento arriba cielo- indicó desentendido -Pero Mikel, es Julia ¿no le vas a hablar?- le indicó entusiasmada, él sonrió ameno recogiendo el teléfono -Hola hermanita ¿todos bien?- preguntó distraído -Hola energúmeno, sí aquí todos bien ¿y vosotros? -También; te dejo con mi loquita preciosa, un beso a todos- se despidió y le pasó el teléfono a Eva que lo miraba atónita por su explícita y casi extinta conversación, la volvió a besar en el pelo y se fue a su despacho. Ya no regresó. Ellas aún siguieron conversado más de un cuarto de hora aunque Julia percibía algo de tristeza en su voz. -¿Pasa algo cielito? Te noto apagada cariño mío ¿te encuentras bien?- indagó inquieta -Sí yo estoy bien, pero…- calló melancólica -¡¿Pero?!- instó presurosa -Es Mikel, Julita… Lleva inmerso en sus libros de medicina dos días y apenas me habla- se quejó entristecida -¡¡Oh Jesús!! ¡¡Todos los hombres son iguales, por Dios santo!!- protestó molesta y Eva sonrió divertida- Así me pasa con Jaime cuando anda con sus libros y sus dichosas inversiones; díselo cielito, reclámale, porque te apuesto lo que quieras que ni cuenta se ha dado ¡¡Por favor!! ¡¡Visto uno; vistos todos, corazón!!- exclamó fastidiada y se rieron amenas Preparó la cena y avisó a Miguel que lo vio aparecer con un gordo libro de pastas verdes que dejó sobre la mesa junto a su plato. Ella resopló cansadamente al verlo pero no dijo nada. Cenaban mientras Eva le contaba referente a la amena conversación con Julia y Miguel sonreía divertido escuchando las cosas que ella decía aunque sin dejar de leer el dichoso libro -Miguel…- nombró melosa -Dime cielo- respondió serenamente sin levantar la vista del libro, ni protestó como siempre hacia cuando lo llamaba así… Eso aún la molestó más, era una clara muestra de que apenas estaba atendiendo a lo que le contaba. -¿Puedo preguntarte algo y me contestarás con la verdad?- expuso fastidiada -Ajá- respondió distraído sin dejar su lectura, Eva le cerró el libro de un manotazo y Miguel la miró sorprendido a los ojos -¿Esto va a ser siempre así a partir de ahora mi amor?- preguntó molesta, él la miraba confundido- ¿Vas a dedicarle más tiempo a tus librotes que a mí? Porque entonces vamos mal ya que he de avisarte que llevo solo dos días y ya no lo soporto más- él sonrió compasivo y, besándole tierno la mano, la guió suavemente hasta sentarla en sus rodillas y la rodeó amoroso entre sus brazos al tiempo que ella se cobijaba contra su pecho -Tienes toda la razón mi brujita linda; no tengo perdón- se disculpó conmovido, con el dedo índice empujó suavemente el mentón de Eva y le elevó el rostro para mirarle aquellos lindos ojos que lo encandilaban- ¿Me perdonas vida mía?- ella sonrió cariñosa- Bien ¿y qué desea hacer entonces mi brujita adorada?- repuso más animado oprimiéndola amoroso contra su cuerpo -Me da igual Mikel, pero hazme solo un poquito de caso… te echo de menos mi amor- se sonrieron encandilados y se besaron apasionados -Dame solo un día más mi cielo- le habló meloso acariciando tiernamente la mejilla de Eva- te prometo que a partir del viernes solo le dedicaré una hora al trabajo así llegue a casa- ella lo miró fastidiada- necesito al menos una hora mi amor, entiéndelo: necesito estudiar las operaciones programadas para el día siguiente y pasar los expedientes a mi ordenador personal- ella le sonrió satisfecha- pero por hoy ya está bien- remarcó decidido apartando el libro y ella rió feliz -¿Y si vamos a dar un paseo por la playa? Llevamos dos días enteros aquí encerrados- propuso animada -De acuerdo mi ángel bello- habló animado y la besó dulcemente en la frente- pero abrígate que las noches están frescas Eva, más animada, se levantó de sus rodillas y fue a buscar al cuarto su adorada chaqueta de lana. Cuando regresó vistiéndosela lo encontró de nuevo con el libro en las manos -¡¡Mikel!!- le reclamó irritada -¡¡No mi vida, solo estaba señalando la página!!- expuso apresurado como un niño pillado en una travesura, ella rió divertida y él también rió animado levantándose- Anda vamos mi fierecilla preciosa- expuso tierno mostrándole su mano que ella sujetó complacida y se fueron a la playa donde pasearon de la mano muy parsimoniosamente y charlando entretenidos. Cuando regresaban, Eva percibió pesarosa que tomaba rumbo de vuelta a casa -¡Aún no entremos Mikel! La noche está tan bonita- protestó fastidiada tirándole de su mano para frenarlo -Cielo, pero hace frío y te puede sentar mal- indicó cariñoso -¡No, Mikel!- terqueó tozuda -No seas niña, prometo que no volveré a la lectura, pero entremos ya- aclaró decidido tirando suavemente de su mano -¡No!- rechazó mimosa intentado frenarlo pero era más fuerte y la arrastraba riéndose divertido, inesperadamente, ella se soltó y echó a correr- ¡¡Entro si me coges!!- expuso juguetona, él rió recreado y corrió tras ella. Estuvieron enredando divertidos largo rato, a punto estuvo de atraparla un par de veces pero ella, soltando grititos alegres, lo esquivara ágil. -¡Ven aquí mi culebrilla escurridiza!- repuso decidido apresándola por fin por la cintura atrayéndola a él por la espalda, ella volvió a gritar juguetona mientras Miguel la oprimía contra su cuerpo riéndose felices, la besó fogoso en el cuello- Te quiero mi fierecilla y me haces inmensamente feliz- le susurró apasionado al oído, ella echó los brazos hacia atrás acariciándole su nuca y lo besó ardiente mientras Miguel la giraba despacio para atrapar mejor aquella deliciosa boca. Se entregaron en un beso apasionado, deleitándose complacidos en saborearse mutuamente concediéndose todo el gran amor que sentían el uno por el otro. Sin detenerse en aquella entrega embriagada, Miguel la elevó en el aire y ella se sujetó a él asegurándose con sus piernas a sus caderas y rodeándole el cuello con sus brazos- ¿Seguro que aún no quieres entrar?- le murmuró malicioso jugueteando con picardía con sus labios, ella sonrió dichosa y atrapó deseosa su boca. Él se dirigió hacia la casa mientras seguían devorándose ansiosos. Ya en el dormitorio, Miguel la dejó resbalar suavemente sobre la cama donde ella quedó arrodillada y sin soltar ni un milímetro sus ansiosas bocas, se desnudaron presurosos mutuamente. Miguel atrapó anhelante sus pechos con su boca y se fue recostando despacio sobre ella hasta quedar ambos tumbados sobre la cama, continuó su codicioso camino por el cuerpo de Eva que gemía gustosa al contacto de su lengua sobre su cuerpo que le hacía arder la piel de deseo. Al llegar a su abultado vientre, sin dejar de besarla embriagado, le retiró hábil sus braguitas y empezó el recorrido de vuelta hasta aquella deliciosa boca que lo excitaba hasta extremos increíbles y lo esperaba ansiosa. Pero Miguel, sonriendo pícaro, jugueteó con su lengua en sus labios sin dejarse atrapar por aquella boca que lo buscaba ávida mientras la penetraba levemente, rozando apenas la entrada de su ardiente sexo con su miembro; ella gemía afanosa intentado atrapar su boca y movía acuciosa sus caderas buscando ensamblarse totalmente pero él no se lo permitía y seguía sonriendo socarrón. Inesperadamente para Miguel, Eva lo rodeó con sus piernas y lo empujó con ímpetu dentro de ella. A Miguel se le escapó un gemido deleitado al sentirse impulsado de aquella manera tan arrebatada dentro de ella, ahora era ella la que sonreía astuta. -Serás impetuosa…- expuso fascinado y Eva, entre pícaras risas, atrapó afanosa su boca al fin. Sus cuerpos se movían acompasados, rítmicos, mientras sus manos y sus bocas recorrían ardientes sus cuerpos provocando que sus gemidos fueran en aumento como su goce excitándolos más y más. Eva sentía sus adentros ya sobrecargados de placer deseoso de explosionar, comenzó a moverse más presurosa buscando alcanzar aquel extraordinario estallido y Miguel veía que su premura lo arrastraba a él también así que decidió desmontarla y hundir su boca en su sexo húmedo lamiéndoselo hábilmente, a los pocos segundos, ella chillaba de placer envuelta en gratificantes espasmos que le obligaban a aferrarse desquiciada a las sábanas. Complacido, Miguel volvió a penetrarla pero estaba tan exaltada y buscaba imperiosa más moviéndose intransigente, que Miguel no podría detener el final -Para un poco gatita- le susurró meloso intentado frenarla -No puedo amor mío… no puedo- respondió ansiosa sin detener sus movimientos frenéticos. Sublevada, lo hundió más dentro de ella con sus piernas y soltó un chillido de goce infinito que estimuló aún más a Miguel. Viéndose ya derrotado y arrastrado sin remedio al máximo del placer, apuró sus embestidas volviéndolas intensas e impetuosas. Ambos gemían fanáticos envueltos en una locura fogosa y se movían desposeídos buscando codiciosos alcanzar aquella culminación extraordinaria que se avecinaba sin tregua. La primera en alcanzarla fue Eva que sintió como aquel estallido incontrolable recorría todo su cuerpo con una fuerza indescriptible intentando traspasarla totalmente. Sin poder controlarlo, su cuerpo se arqueó motivado al potente espasmo que la recorrió plenamente y clavó sus uñas en la espalda de Miguel espoleándolo a un final igual de delirante y descomunal. No pudieron retener los chillidos desmedidos que les salió desde lo más hondo de sus entrañas mientras se estremecían debido al magnifico orgasmo que los asaltó dejándolos totalmente extenuados. Miguel completamente debilitado, se dejó caer a su lado de espaldas mientras ella se quedara postrada sin poder mover ni un músculo. Después de unos segundos inmóviles para retomar aliento, Miguel la tomó entre sus brazos y la besó apasionado en la frente acariciando tierno su vientre -¿Todo bien verdad amor mío?- indagó amoroso en un murmullo -En la gloria, mejor imposible- musitó desfallecida y se rieron satisfechos. Miguel cubrió a ambos con el edredón al tiempo que Eva se acomodaba gustosa contra su cuerpo entre sus brazos, la besó de nuevo amoroso en la frente y se quedaron callados dejándose alcanzar por el gratificante sueño que les avecinaba- Mikel…- murmuró ella sin moverse -¿Umm?- masculló él entre sueños ya -Si nuestro bebé es una niña quiero llamarla Emma…- él abrió los ojos pero no se movió ni dijo nada- ¿te parece bien amor mío? -¿Y si es un niño?- indagó unos segundos después, ella movió levemente su cabeza de sobre el pecho de Miguel y lo miró a los ojos, sonrió ilusionada -Dani, claro está- respondió deleitada, él sonrió enternecido -Claro está- repitió encandilado besándola dulcemente en la frente- Pues entonces mi brujita encantadora, está decidido: si es niña, Emma; y si es niño, Dani- ella sonrió complacida y lo besó apasionada recostándose de nuevo en su pecho velludo. Sin perder su sonrisa enternecida, Miguel apagó la luz y se durmieron. Llevaba apenas dos semanas ocupando su puesto en el hospital y estaba encantado. Había sido recibido de manera extraordinaria, no solo el resto de cirujanos y su equipo, sino todos los empleados del hospital. Miguel estaba cada vez más feliz de haber regresado a su profesión que siempre le había encantado y no se había dado cuenta de lo mucho que la había añorado. El hospital era magnífico, una construcción nueva y moderna equipada con todo de última generación. Se sentía muy cómodo con su equipo. En seguida habían conectado y había un entendimiento ya entre ellos increíble. Pero lo que más le gustaba era cuando regresaba a casa y Eva corría entusiasmada a recibirlo con un apasionado beso que a él lo enloquecía de dicha. Aquel martes tuvo turno de tarde, Miguel salía de quirófanos con dos de sus compañeros de equipo charlando complacidos de la intervención que habían realizado y fuera un éxito. Al pasar por delante del gran ventanal que daba al hermoso jardín exterior, echó distraído una visual sin apenas ponerle atención sin detenerse y siguiendo con la conversación que mantenía con sus compañeros. Solo habían dado un par de pasos, cuando se detuvo de repente volviendo atrás con cara extrañada. Sus compañeros, desconcertados, también lo imitaron y observaron intrigados a la mujer sentada en el jardín que Miguel observaba tan extrañado -¿Qué pasa Hernández?- indagó curioso uno de ellos -¿Qué hace mi suegra ahí fuera sentada?- preguntó más para sí mismo que para ellos -Si no lo sabes tú que es tu suegra…- declaró distraído el otro compañero, Miguel lo miró fijamente -¡¡Arturo!!- exclamó de pronto sobresaltado y apuró el paso hacia los ascensores dejando a sus compañeros atónitos -¡¿Quién es Arturo?!- preguntó el primero pero ya no obtuvo respuesta, Miguel se metía en el ascensor retirándose nervioso el gorro de cirugía -¡¡Ey, no te olvides que tenemos otra intervención en menos de media hora!!- le recordó el segundo antes de que se cerraran las puertas del ascensor pero tampoco recibió contestación; volvieron a observar a la mujer sentada distraída en el jardín

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