jueves, 6 de marzo de 2014


El seguía recostado en la cama, fumando nuevamente con el cenicero sobre las sábanas y acabándose su whisky; Irene se arrodilló sobre el colchón a su lado, le arrebató el cigarrillo y le dio una profunda calada mientras él la observaba riéndose divertido, se lo devolvió y bebió un sorbo de whisky. Luego lo besó apasionada en la boca correspondiéndole él rápido. Se bajó de la cama y se comenzó a poner las medias bajo la atenta mirada de Rodrigo, se calzó los altos tacones y se recompuso la falda en su lugar
-¿Quieres que te lleve a casa?- se ofreció amable sin dejar de mirarla deleitado
-No hace falta, ya me arreglaron mi coche- respondió amena regresando a su lado. Se volvieron a besar mansamente recreados
-Tienes que prometerme una cosa antes de irte- expuso, ella lo observó intrigada- que el lunes traerás otra ropa, no me gusta esa que te pones- se rieron divertidos
-Me voy ya- murmuró desganada alejándose de él. Lo miró de nuevo antes de desaparecer en la sala, observó que era un loft también decorado en negro y blanco como su dormitorio y el baño. Anochecía y, por los grandes ventanales que dominaban toda la pared frontal, se miraba una hermosa vista de la ciudad que se iba iluminando poco a poco. Se colocaba el abrigo cuando llegó él a su lado ayudándola a apartar el pelo que le quedaba aprisionado debajo de él, lo acarició entre sus dedos un rato y se besaron de nuevo, ella recogió su bolso colgado del perchero y se despidieron en la puerta- ¿No tienes miedo de que te vean?- preguntó guasona pues Rodrigo estaba desnudo
-A mi no me importa, si a alguien le molesta que no mire- repuso tranquilamente y se rieron divertidos- Nos vemos lunes, y no olvides tu promesa- comentó cuando ella entraba en el ascensor, le dedicó una bella sonrisa y regresó a casa.
 Iba tan pletórica y satisfecha que no pensaba en nada. Solo cuando aparcó su coche junto al de Gonzalo dentro del garaje empezó a recapacitar en lo que había ocurrido ¿Qué estúpida locura había cometido? ¿Ahora sabría disimular frente a su esposo? ¿Notaría Gonzalo algo de lo ocurrido? ¡Dios no lo quiera! No la perdonaría, Gonzalo nunca perdonaría una traición así… Cerró los ojos, tomó aire profundamente y lo soltó lentamente.
Al entrar en casa ya se sintió indecente y muy avergonzada: Gonzalo le tenía preparada la cena cuyo maravilloso olor invadía la casa y había puesto la mesa muy romántica para los dos, con velas y flores. Un ramo de rosas envueltas en papel celofán de corazones la esperaban sobre la mesita de café de la sala; su corazón se oprimió de pena ¿Qué rayos había hecho? ¿Cómo había podido traicionar a aquel hombre tan maravilloso que tenía a su lado? Sus ojos se llenaron de lágrimas por el arrepentimiento y el dolor que le produciría si llegaba a enterarse. Subió al dormitorio y lo oyó en la ducha; canturreaba feliz y ella aún se sintió peor, el remordimiento la destrozaba. Se sentía sucia. Se quitó el abrigo y se desnudó, se dirigió a la ducha y abrió la mampara; él la miró sorprendido pero en seguida se ilusionó al verla desnuda
-¡Ey, ya has llegado!- repuso pleno de felicidad ofreciéndole la mano para que entrara con él, la besó amoroso, tierno, con aquel inmenso amor que siempre le demostraba; no pudo soportarlo más y lloró entre sus brazos- ¡¡Ey!! ¿Qué te pasa amor mío?- peguntó inquieto tomándola cariñoso por la barbilla obligándola a mirarle
-Que vi las flores y todo el trabajo que te has tomado y… te quiero Gonzalo ¡te quiero tanto!- contestó abrazándose a él; Gonzalo la estrechó entre sus brazos besándola dulcemente en la sien -Nada me cuesta trabajo y todo lo hago con gusto si es para ti, mi vida- repuso lleno de amor, las palabras le golpearon duramente en la cabeza y en el corazón de Irene haciéndola llorar más aún- ¡Ey, mi niña! No llores… esa no era la reacción que esperaba de ti cuando lo hice- expresó amoroso, ella le sonrió cariñosa mirándolo agradecida- ¡¡Esa sí!! ¡Eso es lo que esperaba!- se rieron felices y se besaron apasionados- ¿Has estado fumado?- le preguntó sorprendido mirándola a los ojos, ella se sonrojó
-He fumado un cigarrillo mientras tomaba una copa con mi jefe después del trabajo, para agradecerle que ayer nos trajera a casa- expuso temerosa de que algo más notara en ella pero Gonzalo ya recorría su cuerpo desnudo acariciándolo ávido, estrechándola deseoso contra su cuerpo mientras se besaban ardientes. Irene se dejó llevar intentando poner entusiasmo, deseaba complacer a su esposo y se animó. Le acarició también ardorosa, se oprimía deseosa contra él. Gonzalo la elevó entre sus brazos y se la llevó a la cama sin secarse e hicieron el amor.
Gonzalo era tierno, dulce; calmadamente se prodigaba en dulces caricias y cuidados para hacerla gozar pero ella no lo conseguía; cerró los ojos y, sin proponérselo, la imagen de Rodrigo invadió su mente; sentía su piel ardiente bajo sus besos y como la embestía bruscamente provocándole aquella demencia que la envolvió hasta finalizar en aquel tremendo orgasmo. Sin darse cuenta, se entregaba a su esposo como hubiera deseado hacerlo, excitada e inmensamente anhelante llegó con tremendo frenesí al final arrastrando a él en su ímpetu y alocada entrega. Al contrario de Rodrigo, él la recogió entre sus brazos amorosamente mientras se reponían, la mimaba cariñoso con tiernas caricias y dulces besos que entregaba pleno y dichoso haciéndola sentir muy amada- ¿Vamos a cenar, amor?- preguntó amoroso besándola en el cuello, ella sonrió complacida y Gonzalo se levantó, ya se vestía el pantalón del pijama
 -¡Cenemos así Gonzalo, desnudos los dos!- propuso divertida intentando quitárselo, él sonrió socarrón
-No seas niña ¿cómo vamos a cenar desnudos? ¿Y si nos ve algún vecino, amor? ¡Mañana seríamos la comidilla del barrio!- repuso sarcástico acabando de ponérselo, ella quedó desilusionada, era tan comedido y formal… se vistió un camisón rosa pálido largo de seda con la bata a juego mientras él se cubrió con su batín de seda marrón.
La despertó las suaves caricias de sus labios en su hombro, Irene sonrió dichosa antes de abrir los ojos y descubrir la bandeja de desayuno que Rodrigo portaba, le sonrió agradada
-¿Vamos a desayunar en la cama?- indicó feliz, él rió dichoso
-Hace tiempo que no lo hacemos ¿no te parece?- expuso amoroso
 -Tanto como la edad de Pati- se rieron divertidos mientras él se metía en la cama de nuevo y desayunaron encantados
-¿Qué quieres hacer hoy? Tenemos todo el día para nosotros- comentó entusiasmado
 -Debemos hacer la compra de la semana, después me gustaría ir a mirar ropa- Rodrigo la miró desconcertado- Me estuve mirando el ropero y pienso que estoy vistiendo demasiado seria ¿no crees?- él solo sonrió- si me visto así con 33 ¿qué me pondré cuando tenga 50?- rieron divertidos, la besó amoroso en los labios
-Entonces aprovecho y me veo un par de trajes también; los que tengo se me están quedando viejos- era tan compresivo y dulce que Irene se sentía feliz, nunca ponía peros a nada que ella decidiera. Pasaron la mañana de compras, primero en el híper y después recorriendo comercios. Rodrigo la llevaba por los hombros amoroso animándola a comprarse todo lo que se probaba pues para él todo le sentaba perfecto; era encantador y le demostraba en todo momento lo mucho que la amaba, siempre la miraba entusiasmado provocándole sentirse como la reina del mundo. Caminaban por la acera, abrazados tiernos y él la besó en los labios
-Ya que estamos hoy por tirar la casa por la ventana… ¿y si le compramos la bici a Pati? ¡Tienes unas ganas locas por una!- propuso ilusionado, Irene lo miró sonriéndole dichosa, siempre pensando en ellas dos, pensó enamorada.
 Salieron a cenar a un restaurante aquella noche; pasearon abrazados después por las calles mientras se dirigían a un club de baile donde bailaron el resto de la noche animados, tiernos y enamorados. Quería a aquel hombre, lo quería con locura… pero Rodrigo no le salía del pensamiento. El lunes se vistió pensando en Rodrigo, eligió una blusa negra de encaje con escote en V y una falda larga roja con una abertura delante que le sobrepasaba las rodillas.
-¡Caray, menudo cambio!- expuso su esposo cuando la vio entrar en la cocina, ella se sintió confundida
-¿Me estaré pasando?- preguntó inquieta, él le sonrió encantado
-¡Que va, estás perfecta amor!- aclaró entusiasmado, ella le sonrió agradada- Solo que, con este cambio tan radical, más de uno se va a sorprender en la oficina cuando te vea llegar- se sonrieron dichosos, él la besó amoroso en los labios- Y yo estaré orgulloso porque sé que, aunque todos te deseen, me amas a mí- aclaró emocionado, ella se sintió fatal nuevamente; no solo le había sido infiel, sino que se vistiera pensando en agradar a otro ¿Podía ser más cínica aún? No lo creía. Cuando él se fue, Irene corrió a su cuarto y se volvió a cambiar de ropa. Se dejó la falda pero cambió la camisa por un jersey blanco de punto y cuello barco que se ceñía a su cuerpo.
Ya en su despacho, oía la conversación de Teresa que la siguiera al verla llegar mientras guarda su bolso en el cajón
-¡Menudo cambio chica!- repuso sorprendida al verla deshacerse de su abrigo y se sonrieron amenas- Te vi el sábado
 -¿A sí? ¿Dónde? ¿Y por qué no me hablaste?- indagó curiosa
-En el híper y estaba con mi madre…- se sonrieron entrañables- ¡Chica, que marido tienes! ¡Se le ve loquito por ti! Mi madre y yo os estuvimos observando largo tiempo ¡se le ve tan atento y cariñoso contigo que nos encandiló! ¡Que hombre, chica, además de guapo se le ve tan enamorado!- se sonrieron agradadas
 -Buenos días- las interrumpió Rodrigo desde la puerta de su despacho sobresaltándolas
-Bueno días, no sabía que habías llegado ya- contestó abochornada Irene
 -Llevo aquí bastante rato- comentó sereno mirando duramente a Teresa que se puso nerviosa- Cuando acabes de cotorrear, tráeme un café, haz favor; y ven a recoger unos informes que debes acabar para mañana- expuso muy serio y regresó a su despacho, Teresa hizo un gesto molesta por su comentario y se fue a su oficina mientras se sonreían divertidas. Irene preparó el café en la pequeña cafetera que había tras su mesa y le llevó una taza, dejándoselo junto a él sobre el escritorio. Rodrigo seguía enfrascado en su trabajo sin mirarla siquiera. Recogió una carpeta del maletín y se la entregó
-Tienes que terminar esto para mañana que me hará falta; tráeme los documentos del caso Preston que me voy al juzgado ahora mismo- expuso formalmente, ella asintió con la cabeza recogiendo la carpeta pero él no la soltó, se recostó en el sillón recreándose en mirarla de arriba abajo con mirada socarrona
-¿Qué? ¿Te gusta más que los trajes?- preguntó sonriendo divertida
-No está mal, pero podías haberlo mejorarlo aún más- repuso bromista pero en su mirada veía que estaba satisfecho
-Sí, venir en ropa interior solo con el abrigo encima- bromeó ella
-¡Pues sería todo un puntazo!- comentó guasón y se rieron divertidos- Pero estás muy guapa así también- añadió amable soltando al fin la carpeta y enderezándose frente al escritorio centrándose en el trabajo de nuevo- apúrate con esos expedientes que se me hace tarde- volvió a hablarle serio y formal, ella salió del despacho; se sentía defraudada, esperaba que su reencuentro después de lo del viernes sería distinto. No se había imaginado nada especial pero un beso o una caricia no estaría mal. Examinó la agenda, tenía un juicio ahora a las nueve y media; dos citas a la tarde: una a las cuatro y otra a las seis. Buscó los documentos que le había pedido y regresó al despacho. Estaba de pie delante del escritorio recogiendo todo para irse
 -Aquí tienes los documentos- le entregó la carpeta que él metió en su maletín cerrándolo- Tienes dos citas para la tarde y la primera es a las cuatro
 -De acuerdo- expuso tranquilo acabado el café mientras ella se aproximaba para recoger la taza. De pronto, él la abrazó y la besó ardoroso, ella respondió anhelosa- he mentido; estás preciosa hoy- le murmuró apasionado sin dejar de besarse avariciosos, metió su mano debajo de su falda acariciando su sexo por encima de su braga, ella sintió como se encendía deseosa y apretó sus muslos atrapando su mano mientras cerraba los ojos gustosa y se rozaba contra la mano. El rió dichoso- ¿Nos vemos a la hora de comer?- murmuró anheloso sobre sus labios
-No puedo, debo comer con Teresa o se mosqueará- expuso desolada; él metió su mano por dentro de sus braguitas y le introdujo dos dedos en su sexo mientras seguía acariciado el clítoris con el pulgar, ella gimió gustosa
-¿Estás segura?- inquirió sarcástico, sentía que su cuerpo se recargaba para explosionar en cualquier momento, se movía rítmicamente buscando el placer que su mano le ofrecía mientras notaba sus pechos endurecidos; él la besaba ardiente por el cuello
-De acuerdo… de acuerdo, en tu piso a la una y media- contestó con voz entrecortada, excitada y sofocada. Rodrigo sonrió dichoso y la soltó de repente retirando su mano también; ella se quedó desalentada y frustrada mientras lo veía irse por la puerta del despacho tranquilamente, él se volvió antes de cruzarla y, sonriendo pícaro, se lamió gustoso los dedos que le había introducido en su vagina y se fue. Irene rió divertida.
-¿Nos vamos?- le preguntó su amiga a la una delante de su puerta
-No puedo cielo; tengo que llevarle unos documentos al juzgado ahora mismo a Rodrigo- ella la miró desolada
-Vale, quería presentarte a la nueva que empezó hoy pero ya lo haré- se sonrieron amenas
-Otro día, ahora me voy que me espera- repuso poniéndose el abrigo y recogiendo su bolso se dirigía hacia ella que la mirada extrañada- ¿Qué ocurre?
-¿No tienes que llevarle no sé qué al juzgado?- indicó sorprendida
 -¡Ah, cierto!- repuso simulando confusión y recogió una carpeta vacía de la mesa; se sonrieron entrañables y bajaron juntas en el ascensor. Se despidieron en la entrada y se dirigió a su piso en taxi. Aún no acabara de pulsar el timbre cuando él abrió la puerta; la recogió raudo entre sus brazos y se besaron arrebatados mientras Rodrigo le quitó impaciente el abrigo dejándolo caer en el suelo de la entrada. Se fueron hacia el cuarto desnudándose presurosos mientras se devoraban excitados las bocas; ya en el dormitorio, él la despojó de las bragas y, elevándola como si fuera una pluma, la ensartó hábilmente en su miembro; ella gimió al sentirlo total y profundamente dentro de ella. Se dejó caer sobre la cama sin miramientos e Irene chilló al sentir el tremendo impulso de su miembro dentro de ella al salir rebotada contra él por el colchón; parecía que la había traspasado, además, él no se detuvo; la embestía impetuosamente con poderosos ataques mientras devoraba hambriento sus pechos y la tenía inmovilizada por las muñecas. La llevó a un orgasmo henchido que la estremeció tremendamente. Se crispaba por no poder tocarlo pues seguía sujeta por él y eso aún la hacía excitarse más. Llegaron a la culminación total; entre gemidos profundos salidos de lo más adentro y espasmos que los sacudían desatadamente. Rodrigo volvió a hacer lo mismo que el viernes, se retiró de ella dejándola agotada sobre la cama, se sentó en el borde y se encendió un cigarrillo.

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