domingo, 16 de marzo de 2014

Pasaron tres meses y Diego crecía perfecto y era un bebé hermoso que tenía a la familia encandilada. Pero a Irene le inquietaba encontrarse tan a menudo a Gonzalo observándolo dormir en su cunita. Se quedaba de pie con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones junto a su cuna mirándolo pensativo y con el rostro serio. Ella se le acercaba y lo sujetaba amorosa por la cintura, él la miraba y sonreía feliz rodeándola con su brazo por los hombros. -¿Qué haces?- le preguntaba tierna intentando disimular su desasosiego -Nada, solo lo estoy viendo dormir- contestaba satisfecho- ¿Cada día está más hermoso, verdad?- decía cariñoso mientras la besaba en la sien, ella le sonreía agradada -Sí, es un niño precioso- expresaba llena de pasión y orgullo y se sonreían felices besándose dichosos en los labios- anda, vámonos; o acabaremos despertándolo- y se retiraban sin soltarse en su dulce abrazo. Aquella noche volvió a encontrárselo mirándolo ensimismado después de acostar a Pati mientras ella se daba una ducha, lo abrazó de nuevo -¿No vienes a la cama?- le preguntó cariñosa -Cada día se parece más a mi padre ¿verdad?- indicó dulcemente aunque Irene se percató que no era una consulta; era un deseo terrible de que aquello fuera cierto. -Cielo, los niños en este tiempo no se parecen a nadie- Irene se fijó en el pequeño y su corazón latió desbocado, cada día se parecía más a Rodrigo. Tragó saliva nerviosa e intentó sonreír- ¿Te acuerdas de Pati?- él sonrió divertido- Hay que reconocer que no había bebé más feo cielo, aunque a nosotros nos pareciera la niña más hermosa del mundo- se rieron enternecidos- Pero ahora es preciosa y no puede parecerse más a ti Gonzalo… Hasta que por lo menos cumpla un añito no se puede buscar parecido, cambian de un día para otro… Mira, si te digo la verdad, a mí me tiene mucho parecido con el repartidor de correos ¿no te parece?- bromeó echando un vistazo al bebé en su cuna y él rió divertido abrazándola cariñoso contra su pecho y la besó en la sien- Ya se parecerá a alguien cielo… solo dale tiempo- comentó dulcemente sintiendo una gran opresión en el pecho ¡¿Más tiempo?! ¡¿Para qué más tiempo?! ¡¡Si ya era una réplica perfecta de su padre!! Esas excusas no durarían mucho tiempo, tendría que empezar a montar una historia más creíble. Tenía una baza a su favor a la que se agarraba como a un hierro ardiente: Gonzalo no llegara a conocer muy bien a su padre, estaba ya muy enfermo y desmejorado cuando fuera su boda, falleciendo a los pocos meses de casados; así que tiraría de ahí todo lo que pudiera confiando que Gonzalo también quisiera creerlo- ¿Nos vamos a la cama?- le preguntó amorosa y él volvió a besarla en la sien -No puedo, cielo; tengo que acabar ese maldito proyecto- aclaró disgustado -Estás trabajando demasiado, Gonzalo- le regañó dulcemente, él le dibujó una sonrisa amarga- Tienes que descansar más; ese proyecto te está agotando -Parece que al fin la empresa llegó a una conclusión de lo que realmente quiere y ya no harán más cambios de última hora en el anuncio, así que pronto podré entregarlo y se acabará este estrés y esta carrera contra reloj- se besaron amorosos en los labios- Descansa tú, Diego te pedirá de comer dentro de poco otra vez- ella obedeció y se acostó mientras él regresaba al comedor para trabajar. Pero no fue así, aún hubo más cambios sin prolongar el tiempo de entrega y aquella semana Gonzalo siguió trabajando hasta altas horas de la madrugada y yéndose a la oficina casi sin dormir. Irene estaba preocupada por él, sus ojeras cada vez más marcadas y su rostro cansado la inquietaban. Además, llevaba unos días quejándose de un dolor en el ante brazo izquierdo que la intranquilizaba muchísimo; ella le insistía en que debía ir al médico y él contestaba que solo era agarrotamiento muscular de la falta de descanso, que ahora ya sí en dos días más acabaría el proyecto y le prometía descansar debidamente. Aquel viernes preparó una buena cena, hasta comía mal por falta de tiempo; y se propuso que el fin de semana lo dejaría descansar todo lo que deseara; se merecía un gran descanso. Pero no llegó a las ocho ni a las nueve… seguro que aquella maldita reunión se había alargado más de la cuenta y el pobre llegaría aún más agotado de lo que ya estaba. Cuando a las diez tampoco había regresado a casa, empezó a inquietarse y lo llamó al móvil pero no contestó. Aunque insistió varias veces, la llamada se agotaba sin contestar nadie. A las once de la noche, le llamaron a la puerta. Una pareja de policías de uniforme la miraban profundamente consternados, ella sintió que las piernas le flaqueaban solo al verlos de pie frente a ella, aquello no era buen señal… nada buena… se aferró fuertemente al quicio de la puerta -¿Irene Salvatierra?- ella asintió turbadamente- ¿Su esposo es Gonzalo Valencia? -¡¿Qué le pasa a mi esposo?!- increpó aterrorizada, ellos se cruzaron una rápida mirada afligida y regresaron sus ojos hacia ella- ¡¡Por Dios, hablen ya!!- imploró angustiada -Su esposo ha sufrido un accidente- indicó amable uno de ellos, el otro la sujetó raudo pues sus piernas se aflojaran de repente y caía derrumbada al suelo -¡¿Está bien?! ¡¿Qué ha ocurrido?!- gritaba angustiada con los ojos vacíos llorando desconsolada -Tranquilícese, ahora tiene que ser fuerte…- ¡¡Ser fuerte!! ¿Por qué? ¿Qué le había sucedido a Gonzalo? ¿Dónde estaba su esposo? Todo quería preguntar al tiempo pero de su garganta no salía una sola palabra- Debe acompañarnos; es duro, lo sabemos, pero necesitamos que reconozca el…- ella levantó la mano acallándolo y comenzó a negar firmemente con la cabeza -No que va… se han equivocado… están muy equivocados- expuso sin dejar de negar con la cabeza- Mi marido está a punto de llegar, sabe que lo espero para cenar y regresará ahora mismo… solo se retrasa por culpa del trabajo- repetía confusa mientras sentía como su cabeza se envolvía en una nebulosa espesa que no la dejaba pensar ni respirar; ni apenas explicarse con claridad- Se aclarará todo, ya lo verán… Gonzalo llegará… sí, llegará y todo se aclarará… -¡Señora Salvatierra!- oyó exclamar sobresaltado a uno de aquellos policías pero ya no pudo reaccionar y todo se oscureció alrededor de ella Aquella espesa niebla siguió invadiéndola y todo estaba penumbras como en un mal sueño pero del cual extrañamente no quería despertar. Sentía murmullos y mucha gente a su alrededor que le hablaban y la tocaban, pero ella no lograba entenderlas, ni siquiera lograba ver sus caras. A veces lograba distinguir a duras penas entre las brumas a su suegro, o a Teresa, o a sus pequeños a los que abrazaba angustiada cada vez que se le acercaban sin saber muy bien por qué, solo sabía que necesitaba urgentemente sentir el calorcito de sus cuerpecillos junto a ella. Sintió que Teresa la vestía con mucha ternura ¿para qué? Daba igual... Todo le daba igual con tal de que aquella espesa bruma no desapareciera, se sentía tan a salvo en ella… La llevaron a algún lugar donde sentía frío, mucho frío. Alguien muriera, su féretro estaba delante de ella y lo están enterrando ¿quién sería? No lo recordaba ni quería hacerlo, su cabeza estaba vacía y se sentía bien así. La regresaron a casa, mejor, se estaba mucho mejor allí, sentía su calor. La acostó Teresa en su cama y no sabía cuánto llevaba allí cuando oyó a Diego llorar y el dolor en sus pechos inflamados le indicó que tenía que darle de comer. Se levantó con mucho esfuerzo, le dolía todo el cuerpo y sus piernas parecían no querer responderle; a trompicones llegó al cuarto del pequeño encontrándose a su suegro dándole un biberón -¿Qué hace Paco? Si aún toma pecho ¿no lo recuerda?- indicó, él la miró compasivo y le sonrió brevemente -Cielo, lleva cuatro días tomando biberón- le indicó tierno ¡¡Cuatro días!! ¿Qué había pasado? No se acordaba de nada. -¡¡Mami, que bien que ya te has levantado!!¿Ya estás buena?- celebró Pati alegre, ella miró a su hija y todo regresó de golpe a su memoria: Gonzalo había sufrido un accidente en el que había muerto, se quedara sola, sola… rompió a llorar abrazando fuertemente a su pequeña contra su pecho. -¡Dios mío, mi chiquita!... ¡Tu papá mi niña! ¡¡Gonzalo!!- no podía casi hablar, las lágrimas le agarrotaban la garganta y le ardía- ¡Gonzalo, me has dejado sola! ¡¿Qué va a ser de mí ahora sin ti?! -Todo se arreglará mi niña, todo se arreglará… no te preocupes por eso, nunca te dejaré sola- le decía dulcemente su suegro recogiéndola tiernamente entre sus brazos y ella hundió su cara sobre su pecho- Ahora llora pequeña, llora todo lo que quieras; desahoga todo lo que has estado guardándote dentro- Ella miró a su hija, era tan parecida a su padre… No, no estaba sola: ¡¡tenía a sus hijos y saldría adelante por ellos!! Poco a poco se fue recuperando, los días se volvieron más soportables y la compañía de Paco y Teresa la reconfortaban pero, quien realmente tiraba de ella en su recuperación, eran sus pequeños. Se volcó en ellos, se recuperó y solo siguió viviendo por ellos Al cabo de unos meses, recuperada casi totalmente, reanudó sus estudios; tenía que salir adelante por ellos. El profesor Expósito la había visitado muchas veces, aunque ella no se acordaba, y se alegró al verla poco a poco más recuperada. Las facturas empezaban a agobiarla y necesitaba ponerse a trabajar cuanto antes. Encontró un empleo de un par de horas en unas oficinas; Paco se mudó con ellos y se quedaba con los pequeños mientras ella trabajaba y estudiaba al tiempo, y el profesor le encontró un trabajo de traductora gracias a su fluido inglés que podía realizar en casa durante las noches. Con aquellos ingresos, la gran ayuda de Paco y las pensiones de los pequeños, fue saltando como pudo haciendo verdaderos malabarismos con la economía. Muchas veces, estando aún de madrugada traduciendo en la sala, una angustia terrible le oprimía el corazón y subía presurosa a mirar a sus pequeños. Los observaba desde la puerta del cuarto. Pati era preciosa y se parecía tanto a su padre, cada día más; aquel pelo casi rubio y sus ojos cada vez más verdosos, su nariz afilada y súper recta y una boca bien hecha en forma de corazón. Y Diego, ahora sí que no había cabida para las dudas: era un retrato de Rodrigo, su pelo negro como el carbón, sus ojos de un negro intenso y penetrante que parecía que te traspasaban cuando te miraba fijamente; su nariz bien recta y labios algo gruesos; era Rodrigo en una pequeña versión. Sonreía dichosa, tenía una representación calcada de los dos hombres que más había amado en esta vida. Acariciaba al gran San Bernardo en el que se había convertido el pequeño Pluto que nunca se separaba de su lado cuando estaba en casa, y regresaban al comedor para seguir trabajando o estudiando mientras Pluto se tumbaba a sus pies sin moverse. Iba a sacar la carrera por ellos, algún día les iba a dar todo lo que sus hijos se merecían. A los tres años, sacó la carrera con honores. Un bufete de la ciudad requirió sus servicios gracias a las extraordinarias referencias que había dado de ella el profesor Expósito y ella contrató a Teresa de asistente. Todo parecía que empezaba a caminar en buena dirección de nuevo. Era dura e intransigente en su trabajo y el apodo de la intocable le empezó a acompañar; todos temían estar en su contra en un juicio, llegaba hasta las últimas consecuencias sacando a relucir todo que le sirviera para su defensa hundiendo a veces al contrario. El trabajo y sus hijos absorbían todo su tiempo y su vida solo giraba alrededor de ellos. Se recreaba todas las noches viéndolos dormir y otras veces se quedaba mirándolos extasiada a través de la ventana de la cocina enredar felices con el gran San Bernardo en el jardín trasero, aquellas alegres risas de sus pequeños le llenaban completamente su vida. Y recordaba a los dos grandes hombres de su vida a los que había amado profundamente y le habían demostrado también mucho amor. -¿Qué haces mi niña?- la sacaba de sus recuerdos Paco, ella le sonreía dulcemente -Viéndolos jugar abuelo ¿hay cosa más bonita que oírlos reír?- respondía llena de pasión y él también sonreía dichoso -No mi ángel, esos diablillos son algo maravilloso- decía cariñoso acariciándole tierno sus brazos. Paco quería con locura a sus dos nietos, tanto a Pati como a Diego; nunca preguntó nada, nunca hizo la más leve referencia sobre el parecido del niño y se le veía loco por ellos. Disfrutaba con las trastadas del pequeño y acompañaba a Pati a todos los partidos, era una jugadora de fútbol extraordinaria. Irene hablaba con su cliente a las puertas del juzgado 14 esperando les dieran paso, ya era su tercer juicio de la mañana, cuando llegó Teresa sofocada llamándola a gritos por el pasillo -¿Qué pasa Teresa? ¿Por qué gritas así?- le reclamó inquieta por su comportamiento acercándose ella -¡Es Paco! ¡Le ha dado un jamacuco a la puerta del colegio y se lo llevan al hospital!- explicó con lágrimas en los ojos -¡¡Dios mío, Paco!!- clamó angustiada corriendo ya hacia los ascensores, pero miró atrás un instante- ¡¡Tere…!! -¡¡Sí, sí, ve tranquila; yo me encargo de avisar al juez y de recoger a los niños, no te preocupes!!- indicó resuelta e Irene le sonrió agradecida entrando ya en el ascensor. Paco había sufrido un ataque cardíaco y, debido a su avanzada edad, ya no había esperanzas de que se recuperara; se iba. Irene se mantuvo a su lado siempre. -Hija…- musitó casi sin fuerzas al tercer día de estar ingresado tomándole tierno la mano de Irene que seguía junto a su cama -Dime abuelo- se enderezó para acercársele y escucharlo mejor -Te dejo sola mi niña…- expuso cariñoso apretándole suavemente la mano de Irene -No diga eso abuelo, se pondrá bien y volverá a casa…- intentó animarlo pero él hizo un gesto de que callara -Hija, no te engañes, me voy por fin con mi Edurne que hace mucho que no la veo- indicó animoso y ella le sonrió dulcemente- pero tú, mi niña… no puedes seguir así mi ángel, solo enfrascada en tu trabajo y los niños… debes también vivir pequeña, buscar tu felicidad… -Con mis dos fierecillas estoy satisfecha abuelo, no necesito nada más para ser feliz- indicó resuelta -¿Ni al padre de nuestro pequeño Diego?- Irene palideció al oírlo y sus manos empezaron a temblar nerviosas- tranquila cielo, no te voy a reclamar nada ni pretendo ofenderte; Gonzalo te perdonara y no soy yo quien a meterme… además,ese diablillo travieso me tiene el corazón ganado y lo quiero como a un nieto más, tanto como a Pati, pero no pretendas esconder el sol con un dedo hija… el cabronazo salió bien igual a su padre carajo- expresó chistoso e Irene rió más relajada- ¿Cómo se llamaba? ¿Rodrigo verdad? -Sí abuelo: Rodrigo -Hija… hay algo que me come la curiosidad desde hace muchos años y no me atreví a preguntarte…- el anciano miró fijamente a los ojos de Irene- ¿Él sabe de la existencia de nuestro Diego? -No abuelo, nunca se lo dije ni volví a verlo desde entonces- respondió sincera y el anciano asintió con la cabeza -Ya me extrañaba a mí que nunca viniera a verlo ni a estar con su hijo… ¡Mal hecho criatura! ¡Debiste habérselo dicho! ¡Un padre merece saber que tiene un hijo Irene!- le recriminó duramente -Abuelo, yo… -¡¡Chisss, no hay excusas que valgan mi niña!!- la acalló bruscamente- Tienes que buscarlo y decírselo -Abuelo, no puedo… -¡¡Tienes que hacerlo Irene!!- insistió tajante apretándole su mano -No sé dónde está abuelo- contestó apagadamente, el anciano la miró a los ojos- se fue a Nueva York y no supe más de él -¡Ah, no me vengas con esas mi niña!- repuso desdeñoso, ella lo miró confundida- ¡Sabes que está en Nueva York! ¡¡Una chica inteligente como tú sabe dar con él si quiere, no te hagas!!- le reclamó rotundo, ella no dijo nada- ahora, vas a ir a casa con los niños que llevan tres días sin verte y han de estar inquietos; te necesitan más que yo… E intentarás ponerte en contacto con Rodrigo- añadió rotundo -Abuelo…- iba a reclamar pero el anciano no se lo permitió -Lo harás- indicó tajante, ella volvió a callar- tu obligación es decírselo, allá él como quiera obrar después; ahora ve hija -Está bien, hasta mañana abuelo- lo besó tierna en la frente y él sonrió cariñoso -Adiós mi hija, te quiero mucho mi niña ¿lo sabes verdad? -Sí abuelo, lo sé; yo también a ti- se sonrieron amorosos e Irene regresó a casa. Acababa de acostarse junto a sus hijos que se habían empeñado en dormir con ella, cuando sonó el teléfono: Paco había fallecido hacia escasos minutos. Se levantó sin hacer ruido para no despertar a los pequeños y bajó al salón. Avisó a Teresa que le dijo que estaría allí en media hora para quedarse con los niños y ella poder regresar al hospital a encargarse de todo, y se dirigió a la estantería donde estaban sus libros de leyes. Cogió el grueso libro de tapas verdes que era de su época de estudiante y lo abrió por las páginas centrales apareciendo una hoja del New York Times algo desgastada por el tiempo en donde la fotografía de un atractivo Rodrigo rodeado de periodistas a la salida de los juzgados estaba estampada y leyó, por milésima vez en aquellos dos años que la había conseguido, el artículo que había al pie: “El gran abogado Rodrigo Velasco de la prestigiosa firma Klein and corporations ha logrado otro exitoso resultado contra Layan Nelson…” junto a la hoja de periódico había una nota que Irene recogió: “ Klein and Corporations: 965 5th. Avenue, New York. NY 10021” la dirección del bufete de Rodrigo… la tenía desde hacía ya dos años pero nunca se atreviera a usarla, él se había marchado con Carla y ninguno de los dos intentó ponerse en contacto con ella ¿cómo iba ella a inmiscuirse en su relación de nuevo cuando estaba visto que ellos no querían saber nada de ella? Y rompió a llorar… por Paco, por ella… por Rodrigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario