domingo, 27 de abril de 2014

Acomodó sus cosas. Se preparaba algo de cena en la cocina cuando oyó la puerta de Bea y la discusión en el pasillo -¡Por Dios, Bárbara! ¡Te dije que no te despistaras!- le reclamaba enfadada a su hermana -¡Perdona, encontré mucha información sobre el tema y se me fue el tiempo!- se defendía dolida la muchacha -¡¡Otra vez tarde!!- protestaba mientras sus tacones se alejaban- ¡¡Un día perderé el trabajo!!- se la oyó ya alejándose -¡¡Mejor!!- le increpó su hermana pero no hubo respuesta, solo el portazo furioso de la muchacha; se notaba que no le gustaba ese trabajo para su hermana. El fuerte golpe le resonó mil veces repetidas simultáneamente en la cabeza a Bruno que se sujetó las sienes desesperado, aquel golpe le provocaría otro terrible dolor de cabeza que ya notó aproximarse raudo. Corrió a la mesilla donde guardaba los medicamentos y se los tomó antes de que la migraña le asaltara de todo. -¡Otra vez tarde, Bea!- le recriminó apesadumbrado León al verla llegar al vestuario apuradamente -Perdona León, mi hermana me apareció tarde de la biblioteca- se excusó dulcemente -Por mí no importa, preciosa- le comentó cariñoso, ella le sonrió entrañable- Sabes que, si por mi fuera, te sacaba de aquí; pero un día te van a descubrir los jefes y perderás el trabajo- expuso amoroso, ella le acarició tierna la mejilla -Lo sé cielo; eres un pedazo de pan- lo besó cariñosa en la mejilla y se encerró en el baño para prepararse; era la única que aún sentía reparo a cambiarse delante de él, esa vergonzosa candidez de ella, lo tenía encandilado. Salió ya vestida con su uniforme de colegiala sentándose ante el espejo para maquillarse -Te quieren para un privado, Bea- expuso calmosamente, ella lo miró fijamente a través del espejo -Ni privados ni desnudos integrales, León; ya lo sabes- contestó rotunda -Lo sé cielo, yo solo debo exponértelo; es mi obligación- la miraba con curiosidad a los ojos- es el de siempre… pagará el doble si te decides a hacerlo -Me da igual- contestó decidida colocándose las pestañas postizas, él movió los hombros indiferente y salió del vestuario -¡¡El doble, chiquilla!!- resopló Carla asombrada- ¿Sabes cuánto es eso, pequeña? -No, ni quiero saberlo; a mi con esto ya me es suficiente- contestó definitiva, se dio más brillo en los labios, cogió su piruleta del tocador y salió a toda prisa hacia el escenario. Eran las siete de la mañana, se tomaba el café observando como se iba clareando la noche por la ventana cuando vio llegar un taxi; Bea se bajaba de él. Sonrió agradado de ser lo primero que sus ojos veían cada mañana desde hacía dos semanas. Por su caminar desapareciendo dentro del portal parecía cansada. No oyó ni el más mínimo ruido, ni su taconeo ni al cerrarse su puerta, como siempre. Sonreía aún sin darse cuenta cuando salió de su piso para irse a trabajar, encontrándose con Bárbara que también se iba a la escuela -Buenos días- le dijo animoso, ella le sonrió desganadamente -Serán para ti- repuso fastidiada mientras le pasaba la llave a la puerta- A mi aún me faltan dos horas más en la cama para ser un buen día- se sonrieron entrañables mientras caminaban por el pasillo en dirección al ascensor- Que milagro tan temprano ¿Al trabajo?- le peguntó animosa ya bajando en él -Así es, empiezo hoy en el Acuario de la ciudad ¿y tú? ¿Al instituto?- indicó amistoso, ella lo miró sorprendida -¡¡Ey, tío!! ¿Cuántos años me echas?- preguntó molesta- Ya estoy en la universidad- añadió categórica, él rió divertido -Perdona, pensé que eras más joven- bromeó entrañable y ella le sonrió alegre- Te dejó allí si quieres, voy en esa dirección- aclaró amistoso dirigiéndose a su ranchera aparcada frente al portal. Ella aceptó animadamente- ¿Y qué estás estudiando?- le preguntó cuándo ya estaban inmersos en medio del abundante tráfico de la mañana -Arquitectura- él asintió sonriéndole cariñoso- ¿Tú qué haces? -Pasarme el día a remojo, un día me van a salir agallas- comentó socarrón y ella rió divertida- Soy biólogo marino -¡¡Ah, lo que quería ser Betty!!- explosionó entusiasmada, él comprendió su ensueño y su esmero al oírlo hablar la noche anterior- Pobrecilla, aquel sinvergüenza le destruyó sus sueños- añadió inconscientemente -¿Qué sinvergüenza?- preguntó intrigado, ella lo miró sorprendida -¡Su novio de la universidad!- indicó confundida- ¿Acaso no os conocíais ya de allí? -Sí, pero yo solo sé que desapareció abandonando los estudios; Roberto nunca comentó nada más… ni teníamos tanta confianza como para preguntarle por ella- aclaró ameno -Ah, no eras amigo de ese imbécil- comentó satisfecha, él negó con la cabeza- ¡Menos mal, pensé que podrías ser como él! Mira que proponerle un aborto o nada…- se miraron asombrados- ella eligió nada ¡¡con un par!!- acabó orgullosa de su hermana- Aunque eso le costara su carrera, claro está- se sonrieron cariñosos; detuvo el coche delante del campus y ella descendió mientras le sonreía alegre, él le correspondía- Muchas gracias; es la primera vez que llego antes de que suene el timbre- expuso animada -Pues mañana repetimos si quieres, yo por una larga temporada vendré por esta ruta- le ofreció amistoso y ella le sonrió agradada Aquel sábado bajó por primera vez a la lavandería. Estaba en el sótano, las luces de las barras parpadearon levemente antes de encenderse del todo descubriendo Bruno seis máquinas: tres secadoras y tres lavadoras. Se acerco a ellas y las examinó, eran de monedas. Leía atento las indicaciones que estaban pegadas sobre ellas -No muerden, puedes estar tranquilo- comentó socarrona la voz de Bea detrás de él; se giró y se la encontró en la puerta mirándolo mientras sonreía divertida; ya a las nueve de la mañana estaba preciosa, aun con aquel pantalón de algodón flojo y viejo y aquella camiseta descolorida. Las coletas bajas a ambos lados de sus orejas y sin maquillar la hacían parecer una niña -No estoy yo muy seguro de eso- repuso siguiendo la broma y se rieron entrañables mientras ella se acercaba dejando la cesta plástica que llevaba debajo de su brazo llena de ropa sucia encima de la que estaba a su lado, Bruno observó la botella de detergente líquido y otra de suavizante que llevaba sobre la ropa. -¿No tienes ni idea de cómo funcionan, verdad?- indicó burlona y él sonrió confuso- No es difícil: metes la ropa…- y empezó a meter la ropa de la cesta en la lavadora contigua- le añades el detergente en este cajetín, el suavizante en este otro, eliges el programa, metes las monedas y… ¡ya está!- la lavadora comenzó a funcionar, él le sonrió agradado y ella le correspondió -¿Y si…?- empezó a preguntar dudoso -¿No tienes monedas? La señora Martina siempre tiene cambio- explicó antes de que acabara de hablar, Bruno sonrió divertido mordiéndose el labio inferior -¿Y si lo que no tengo es detergente?- ella soltó una sonora carcajada -¿Cómo pensabas hacer la colada sin detergente?- preguntó burlona, él volvió a sonreír abochornado -No estoy muy diestro en estos menesteres, hasta ahora la colada me la hacía mi madre- explicó en un intento de defensa pero provocó otra risa burlona de ella -¿Aún vivías con mamá a esta altura?- indicó burlona -No, chistosa- expuso socarrón- Pero le llevaba la ropa sucia una vez a la semana- Beatriz le miró dulcemente, lo apartó suavemente colocándose delante de él ante la máquina -Anda, trae- expuso amistosa y empezó a meter su ropa en la lavadora registrando los bolsillos de sus pantalones y examinándola toda una a una, Bruno se sentía abochornado al verla examinando sus boxers; se los arrancó de un tirón de su mano sorprendiéndola -¡¿Tienes que examinar toda las piezas una a una?!- expuso molesto metiéndola de un manotazo en la máquina -Sí- contestó serena y contundente- Pueden desteñir o llevar algo importante en los bolsillos -Los gayumbos no llevan bolsillos y, te aseguro, que no destiñen- ella sonrió divertida; ante aquella hermosa sonrisa, él también cedió y sonrió amable -De acuerdo- repuso dulcemente- pues todo adentro… allá tú si va algún papel importante dentro- volcó la cesta dentro sin repasar más- aquí el detergente y aquí el suavizante; letra C en agua fría… y listo; hasta dentro de media hora, no tendrás que meterla en la secadora- explicó recogiendo su cesta y dirigiéndose a la puerta para irse, él la seguía- No dejes nunca el detergente y el suavizante atrás- le murmuró suavemente acercándose a él como para hablarle al oído aunque le quedaba algo lejano debido a su diferencia de altura, cuando ya subían en el ascensor- eso sí desaparece por el aire -De acuerdo- le respondió guasón también en un susurró acercándose a su oído y se rieron entrañables. -¿Trabajas hoy?- le preguntó ella cuando ya abrían sus respectivas puertas -¿Quieres un café?- preguntó él al mismo tiempo, se echaron a reír divertidos- No, hoy no trabajo- respondió entre risas -Sí me apetece, pero te invito yo- contestó ella aún riéndose solazada abriendo la puerta e invitándolo a entrar- está a punto de despertar Sarah y, si no me encuentra, despertará a Bárbara y prefiero dejarla descansar ya que es sábado- explicó y él accedió, cerró su puerta y entró en el piso junto a ella. La sala estaba revuelta con un bol de palomitas vacío sobre la mesita de café junto a unos botes de refresco aplastados, juguetes de Sarah por el suelo, una manta desarreglada sobre el sofá…- perdona el desorden, pero aún me acabo de levantar y lo primero que hago es la colada- explicó mientras intentaba recoger algo aquel desorden metiendo los botes de refresco dentro del bol vacío para llevárselo a la cocina -Este desorden es hermoso- repuso entrañable ayudándola a recoger algún juguete del suelo que dejó sobre uno de los sofás, ella lo observó intrigada- Es un desorden natural donde hay niños; es normal y hasta hermoso, da sensación de calidez familiar- se sonrieron amenos dirigiéndose a la cocina -Y dime ¿trabajas hoy?- se interesó recogiendo el café que ella le ofrecía -Sí, claro; solo libro los martes y los jueves- contestó animada -Ah, por eso no te vi- murmuró descuidadamente -¿Cómo dices?- indicó ella mirándolo extrañada -No, nada; que ya estoy desayunando cuando te veo llegar todas las mañanas en el taxi pero esos días no te vi- explicó amistoso, ella le sonrió cordial -Madrugas entonces- expuso amena bebiendo de su café -Cuando logro dormir algo, sí: empiezo a trabajar a las ocho- indicó apesadumbrado, Beatriz lo miró intranquila -¿Duermes mal?- preguntó cariñosa -Sufro de migrañas desde el accidente y suelen atacar más de noche- explicó serenamente -¿Accidente? ¿Tuviste un accidente?- parecía preocupada por él y le sonrió cariñoso -Fue en los Cabos hace año y medio, por eso tuve que abandonar el proyecto y regresar después a terminarlo; fue un descuido imperdonable: me sumergí demasiado tiempo, demasiado profundo y demasiado entusiasmado por el trabajo… me quedé sin aire en las botellas y emergí demasiado deprisa…- le sonrió entrañable moviendo las cejas en un gesto cordial -La presión hizo el resto- acabó ella cariñosa y se sonrieron dulcemente- Tuviste suerte- expuso conmovida y volvieron a sonreírse. Apareció Sarah en la puerta de la cocina frotándose aún soñolienta los ojos. Con su pelo rubio revuelto y su pijama enterizo de corazones rosas y blancos estaba preciosa. Bea corrió a recogerla -Hola mi corazón- le dijo amorosa besándola en las mejillas, ella observó a Bruno con sus ojitos felices y le sonrió alegre -Que despertar más alegre, mirando esto todas las mañanas te alegra el día- repuso encantado de la bella sonrisa de la pequeña -Siempre se despierta muy contenta ¿verdad mi sol?- la volvió a besar amorosa antes de sentarla en su sitio- Aunque no hay manera de hacerla ponerse las zapatillas, siempre anda descalza; como su tía Bar- aclaró saliendo de la cocina. Regresó con sus pequeñas zapatillas que intentó calzárselas pero ella protestó rebeldemente -No me gustan- repuso concluyente descalzándoselas de nuevo, Bea suspiró derrotada y él rió divertido. Le preparó el desayuno; la niña se bebió el zumo sin protestar de un trago, y empezó a tomarse los cereales de su bol de Hello Kitty También despertó Bárbara, apareció en la cocina con un pijama de algodón rosa de florcillas blancas -Buenos días- le saludó sorprendida de verlo allí mirándolo con unos ojos alegres y vivarachos como su sobrina y su hermana; eran las tres muy parecidas -Buenos días, hoy dormiste esas dos horas más ¿eh?- bromeó socarrón y ella le sonrió animada sirviéndose el café -Tómate antes el zumo- le regañó tajante Bea, pero ella le hizo un gesto burlón y siguió con el café -¿Se nota verdad?- indicó burlona contestando a Bruno sin obedecer a su hermana y se rieron divertidos -Recoges la sala, siempre la dejas echa un estercolero- le regañó seriamente Bea- y arregla tu cuarto mientras quedas al cuidado de Sarah; yo voy a la lavandería a poner otra lavadora…- hablaba rápida y rotunda -¡¡Para, por Dios!!- le bramó irritada a su hermana sorprendiéndolos a los dos- ¡¡Que energía todas las mañanas, Jesús!! Déjame tomar el café ¿vale?… ¡¡Relájate y sosiégate!!- indicó molesta- Quien diría que solo duermes dos horas- aclaró sorprendida -A lo mejor es eso- bromeó Bruno socarrón, Bárbara le miró mientras sonreía divertida y Bea lo miró desafiante- el poco dormir pone a uno irritable, te lo digo por experiencia- añadió amable, Bea le sonrió dulcemente- Deberías dejar el café si no puedes dormir más horas -Claro- expuso Bea entrañable- Y dormirme en el trabajo- bromeó burlona -Lo que debería es dejar “ese” trabajo- indicó molesta y aborrecida Bárbara, estaba claro que a la muchacha no le gustaba el trabajo de su hermana que la fulminó con la mirada -¿Quieres seguir estudiando, seguir comiendo y viviendo bajo un techo?- le increpó enfadada, la muchacha bajó la cabeza abochornada- ¡¡Pues… cállate!!- recogió bruscamente la cesta de la ropa y desapareció tras la puerta. Bárbara se quedó arrepentida y abochornada, miraba su café fijamente; la pequeña observaba asombrada a su tía con aquellos lindos ojitos muy abiertos, se encontró con los de Bruno que le sonrió cariñoso y ella también esbozó una sonrisa -Mami tiene mal genio por las mañanas- le murmuró entrañable, ella asintió con su cabecita y se rieron divertidos -La culpa es mía, siempre la quitó de sus casillas- aclaró arrepentida Bárbara, miró a Bruno entristecida- Total, por servir copas no hace ningún mal ¿no?- indicó pesarosa, él le sonrió cariñoso mientras negaba con la cabeza- Además siempre está León para cuidarla- añadió más animada; Bruno sintió una opresión en el pecho ¿quién rayos era ese León? -León es bueno- repuso alegremente Sarah, su tía le sonrió amena pero Bruno estaba irritándose, ese tipo conocía a la niña también, es decir, tenían bastante trato -Sí, León es bueno cariño -¡Cállate!- le repitió mandona la pequeña levantando su dedito índice señalando a su tía como había hecho hacía unos segundos su madre -Cállate tú, enana- le contestó divertida y se rieron alegres las dos. Aquel martes, cuando regresaba a casa a las cinco, se encontró con Bea que llevaba a la pequeña Sarah de la mano saliendo del portal -¡Que dos chicas más guapas!- repuso animoso, ellas le sonrieron divertidas- ¿A dónde va esta señorita tan hermosa?- le preguntó a la pequeña acuclillándose ante ella besándola en la mejilla -Al parque- le respondió alborozada, él abrió los ojos simulado una grata sorpresa -¡Al parque, que guay!- indicó divertido, Bea reía animadamente- ¿Y yo? ¿Podría ir?- se auto invitó alegremente -Sí- respondió entusiasmada dando felices saltitos de la mano de su mamá, él le sonrió a Bea que lo miraba entrañable -A mi no me mires, ella te invitó- indicó animosa, él sonrió deleitado y tomó la otra mano de la pequeña -Pues vámonos al parque luego- aclaró decidido echando a andar por la acera Ya en el parque, Bea miraba entretenida jugar en el cajón de arena a Bruno con los pequeños; además de Sarah había dos niños de su edad también. Reían divertidos los cuatro. Se fijó que era realmente muy atractivo como decía Bárbara, no había caído en ello hasta ese momento. Su pelo moreno bien cortado, aunque algo más largo por delante cayéndole en un flequillo que peinaba ondulante hacia atrás por ambos lados, le quedaba muy bien. Tenía un rostro hermoso, fuerte y muy masculino, con los pómulos algo salientes y la mandíbula pronunciada. Su barba de días también era muy negra; su piel estaba muy morena y tenía un cuello largo y ancho, poderoso, con una nuez enorme. Su boca era exquisita, bien hecha; de labios finos y suaves. Su sonrisa siempre era amena y alegre, mostrando unos dientes blancos perfectos. Se encontró con sus ojos, unos ojos grises hermosos, grandes y siempre mirándola alegres y amables; como los recordaba. Se sonrieron amistosos, él se levantó de la arena y se sentó a su lado en el banco -¿Qué me mirabas con tanta dedicación?- preguntó entrañable mirándola animoso -Nada…- se sentía turbada- Recordaba…- lo miró fijamente a los ojos- ¿Qué me mirabas tú siempre tan ensimismado en la facultad?- le preguntó curiosa, ahora era él el turbado -Nada- respondió rápido- Me aburría, nada más- aclaró decidido esquivando su mirada observando a Sarah- No se parece nada a Roberto, es una copia exacta a ti- expuso animado -Mejor así- contestó rotunda y orgullosa, se sonrieron cordiales- Te llevas muy bien con los niños- expuso animosa -Somos muchos hermanos, crecí entre ellos- respondió ameno -¿Muchos hermanos? ¿Cuántos?- preguntó curiosa, él movió los hombros despreocupadamente -Solo ocho- expuso socarrón, ella abrió los ojos asombrada -¡¿Ocho?!- se rieron divertidos -Íbamos ser diez pero mi madre tuvo dos abortos- aclaró agradado -¡¡Jesús!!- clamó ella pasmada, él rió recreado -¿Te parecen muchos?- preguntó intrigado, ella asintió con la cabeza- ¡Pues yo pienso tener otros tantos!- aclaró decidido reclinándose en el respaldo del banco apoyando sus codos en él y estirando sus largas piernas cruzándolas. Bea pudo observar sus muslos fuertes y musculosos bajo el vaquero que se los marcaba sutilmente.

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