martes, 9 de septiembre de 2014


En aquellos años, Jorge había acabado los estudios de administrativo y decidió ir a la universidad para prepararse en económicas. Había logrado entrar a trabajar en un banco. Primero de cajero, pero pronto empezó a ascender debido a su buen instinto en inversiones y que no cesaba nunca de estudiar y prepararse; había encontrado en los estudios un buen refugio de su frustración y sufrimiento por no tener a su amada Blanca junto a él.
Una de aquellas noches de tantas sin dormir desde que ella se fuera, rememoraba apesadumbrado por millonésima vez el fatídico día de su tercer aniversario y aquella conversación en el restaurante… ¡¡Blanca había tenido tanta razón en tantas cosas!! Pero él y su carácter irracional no habían querido escucharla… su trabajo no era para nada recomendable para una pareja joven como ellos eran; él podía haberse ido con ella y prepararse como después lo hizo, y a su madre… también tenía que reconocer que le sería mucho mejor vivir con él que esos inútiles paseos de una hora solamente…
Decidido, se compró una casita de planta baja en las afueras de la ciudad, con un gran jardín para que tuviera suficiente espacio para sus paseos y bien rodeada con altos muros de piedra para tenerla siempre controlada. Contrató a una enfermera especializada y se llevó a su madre a vivir con él. Vivían felices acompañados de vez en cuando de una locuela Amelia que, sin avisar, aparecía y desaparecía de sus múltiples viajes.
 Jorge no se perdía ningún evento de moda en televisión ni ningún reportaje en las revistas haciéndose casi un experto en modas. Ansiaba saber de ella pero nunca encontró nada; aunque releía aquellas revistas una y otra vez, nunca decían nada de Blanca; aunque él seguía buscando esperanzado. Sabía a ciencia cierta de que algún día despuntaría y aparecería brillando con luz propia en aquellas revistas y eventos. Era hermosa, tenazmente maravillosa y una gran profesional, y tenía que conseguirlo. Aún la amaba tanto como el primer día y, pasado el terrible dolor cuando recibió de regreso los papeles del divorcio firmados sin ni siquiera unas letras de ella, le deseaba lo mejor con todo su amor. Además, su madre tampoco le permitía que la olvidara preguntando todos los días por ella, se había estabilizado bastante la enfermedad desde que vivían juntos y eso lo tenía muy satisfecho; Blanca había tenido razón una vez más… ¡cómo no!
También había sido una inesperada pero maravillosa noticia el embarazo de su hermana. Lo vivió ilusionado y el nacimiento fue una experiencia preciosa a pesar del mal trago que pasó cuando el padre apareció dichoso queriendo ver a su hijo y su terca hermana se lo prohibió tajantemente ante su asombro e intentó interceder por aquel pobre hombre. Pero se quedó atónito cuando se enteró que aquello solo había sido un trato entre ellos y él había aceptado las condiciones de Amelia sin reticencias: él solo la fecundaría y luego se olvidaría de ella y la criatura; Alonso sería únicamente hijo de su hermana y, ni ella nunca le reclamaría nada, ni él intentaría ponerse en contacto con ellos.
Pese a que aquel buen hombre le rogó y lloró arrepentido por haber aceptado aquel estúpido trato, Amelia no aflojó ni un ápice: si le permitía verlo, le sería más difícil alejarse y eso no era lo que habían acordado. Conmovido por el dolor de aquel hombre al que se le veía realmente ilusionado por el nacimiento de su hijo, Jorge le permitió conocerlo sin saber su hermana con la firme promesa de que Meli no se enteraría nunca. Le enterneció inmensamente al verlo llorar emocionado cuando tuvo a su hijo en brazos. La noche anterior de que le dieran el alta a Meli, Jorge fue a despedirse del chiquitín como siempre antes de regresar a casa, encontrándose a su padre ante la cristalera mirándolo encandilado
-¿Qué haces aquí Gabriel? Si Meli se entera…- empezó a regañarle amistoso
-Sé que mañana les darán ya el alta y no volveré a ver a mi hijo Jorge- le interrumpió con lágrimas en los ojos conmoviendo tremendamente a Jorge que no fue capaz de decirle nada- ¿Me harías un gran favor?- instó esperanzado, Jorge lo miró amedrentado- ¿Le pondrás esto de mi parte? Quiero que tenga siempre algo de su padre cerca del corazón ya que no podré estar yo a su lado- siguió hablando entregándole una preciosa cadena de oro con una medalla con la imagen del niño Jesús. La inscripción que llevaba detrás decía únicamente: “Te quiero” y la fecha de nacimiento del pequeño Alonso
-Claro que sí; y te prometo que no permitiré que se la quite nunca- declaró enternecido recogiéndola y se sonrieron amistosos- pero ahora debes irte amigo mío, si Meli te descubre aquí, me matará- él volvió a mirar a su hijo y las lágrimas rodaron por sus mejillas- ¿Por qué cojones aceptaste ese trato estúpido de mi hermana?- expuso atormentado al verlo sufrir de aquella manera
-Por imbécil- exclamó dolido- nunca llegué a imaginar que me enamoraría así de tu hermana y que me afectaría tanto el nacimiento de mi hijo… la verdad es que supuse que, después de aquella semana juntos, me sería fácil olvidarlo todo; total, solo era sexo, inolvidablemente maravilloso porque perdóname pero tu hermana es increíble, pero sexo básicamente… pero cuando me dijo que no volveríamos a vernos pues ya estaba embarazada, algo se revolvió dentro de mí y una alegría infinita me desbordó al darme cuenta que un hijo mío venía a este mundo; un hijo mío Jorge ¿puedes comprenderlo? Mío y de Meli; aquello era algo maravilloso- expresó encandilado mirándolo emocionado a los ojos- en aquel mismo instante también me di cuenta que amaba ya a tu hermana con locura y que había cometido la mayor estupidez de mi vida…- añadió desolado, Jorge posó compasivo su mano sobre el hombro de Gabriel- y cuando vi su linda carita por primera vez y lo pude tener en brazos gracias a ti, sentí un amor tan grande Jorge que nunca sabré como pagarte ese gran favor que me has hecho…- volvió a mirarlo fijamente a los ojos- te juro que no me voy a rendir y algún día volveré a estar con mi hijo; sé que me va a costar porque tu hermana es terca de cojones, pero no me rendiré nunca- declaró contundente, se abrazaron amistosos y Gabriel se fue.
 Jorge criaba al pequeño Alonso como su hijo propio y se volcaba en él con todo su amor; aquella criatura había llegado como una bendición de Dios para él ya que se convirtió en una gran inyección de ánimo y una maravillosa distracción para su amargada y solitaria vida llenándola de felicidad y alegría.
-¿Has hablado hoy con Blanquita? ¿Vendrá a visitarme?- le preguntaba esperanzada de nuevo su madre al verlo llegar del trabajo mientras acariciaba tierna la medalla a su cuello
-No pude mamá, ya sabes que está muy ocupada… esperemos ¿vale mamita linda?- le respondía amoroso besándola tiernamente en la frente y ella le sonreía satisfecha y más relajada mientras él recogía al pequeño Alonso sentado en su mantita jugando al sol. El pequeño le sonreía feliz al verlo llegar, era lo mejor de su vida después de su Blanca.
Aquella noche veían la televisión entretenidos después de cenar, había una entrega de premios a la moda desde Paris; Jorge estaba distraído leyendo unos libros de contabilidad avanzada
-¡Pues sí que está ocupada la pobrecilla!- indicó de pronto Alejandra, Jorge no la atendía
-¿Qué dice, señora Alex?- preguntó cordial la enfermera sentada a su lado
-Blanquita, que sí que está ocupada la pobrecilla- miró a su hijo que seguía enfrascado en el libro- ¡Juan! No me estás atendiendo- le reclamó fastidiada
-Dime mamá- respondió desganado levantando por fin la vista del libro mirándola dulcemente
-¡Nuestra Blanca! ¡Mírala, en el televisor!- él observó esperanzado y allí estaba: preciosa, radiante y con aquella dulce sonrisa; rodeada de modelos saludaba al público que aplaudía a rabiar. Se había cortado el pelo en una media melena estilo años 20 que le quedaba muy bien. Sonreía agradado de verla, estaba realmente hermosa… pero aquel precioso brillo de sus relucientes ojos negros no estaba, tenía ojos de tristeza a pesar de su enorme sonrisa. Cuando oyó el nombre de la colección sonrió tiernamente: Dulces Sueños; ella también se acordara de él y le demostraba así que su sueño era una realidad por fin
-Y yo estoy aquí para verlo, cielo mío- murmuró emocionado y muy feliz por ella.
-¿Ahora sí vendrá a verme?- indagó entusiasmada su madre, él la besó enternecido en la sien
-Mamita linda, mírala: está en París en un desfile de jóvenes promesas; ahora estará más ocupada que nunca
-Pues bien podríamos ir nosotros a visitarla caray, Paris tampoco está tan lejos- expuso despreocupada provocando que la enfermera lo mirara enternecida y Jorge la miró conmovido, a veces su repentina e inesperada claridad mental le asombraba.
 Iba hablando feliz y entusiasmada durante el viaje de vuelta a Milán con Francesco, el premio que le habían entregado en Paris la había ilusionado tanto que se sentía flotar.
-Ahora sí descansaras ¿verdad cara mía?- le decía cariñoso Francesco
-Ya lo veremos Fran… ya lo veremos- reponía esquiva, era un momento fantástico, su gran momento; para que empezara con sus tontas insistencias en descansar. Últimamente estaba de lo más pesado con aquello y ella se encontraba muy bien
 -¡No me lo puedo creer!- repuso entusiasmada la azafata deteniéndose en el pasillo- ¡¡Blanca, Blanquita!!- ella la miró sorprendida llevándose una gran alegría al descubrir a Amelia
-¡¡Meli!!- se abrazaron felices riéndose radiantes- ¿Cómo te va corazón?
-Muy bien cielito ¿y a ti?
-No me puede ir mejor, me acaban de dar un gran premio a la diseñadora novel más destacada y he tenido mi primera presentación en solitario
-¡Cuánto me alegro, cielo!- la volvió a abrazar cariñosa, observó hacia la cabina- Voy a llevarles un café al piloto y al copiloto y regreso a hablar contigo ¡Tengo tantas ganas y extraño tanto charlar contigo como hacíamos antes!- ella le sonrió feliz viéndola alejarse.
Regresó al poco rato sentándose a su lado. Le presentó a Francesco e hicieron buena amistad en seguida. Hablaron amenas y divertidas de todo y de todos, pero no de Jorge ¡deseaba tanto preguntar por él! pero no se atrevía y Amelia no soltaba prenda
-¿Y tu mamá? ¿Cómo está?- se decidió por ahí a ver si ella comentaba algo de él
-¡Muy bien! La enfermedad se detuvo por ahora y no parece ir a más; pero, claro, no podemos hacernos falsas esperanzas: la enfermedad está ahí y no podemos evitarlo- ¡Nada, no decía nada de Jorge! Se desesperaba Blanca
-Me gustaría tanto verla- indicó apesadumbrada
 -También ella pregunta mucho por ti- comentó cariñosa- ¿Sabes? No se quita la medallita que le diste y no permite que nadie se la toque- Blanca sonrió entrañable acariciando el diamante colgado a su cuello que le regalara Jorge
-¿Aún se acuerda de mí?- indicó sorprendida, Amelia sonrió dulcemente
-Cielo… Nadie se olvida de ti corazón- respondió amorosa tomando con ternura la mano de Blanca entre las de ella ¿qué quería decir con eso? ¿Jorge se acordaba de ella también?
-¿Y…?- empezó a preguntar pero la mirada expectante de Amelia la acobardó- ¿Y tú qué tal vas con esos ligues?
-¡Igual!- repuso guasona y rieron divertidas- Con todos y con ninguno- una compañera la llamó presurosa- ¡Ya llegamos! Debo irme… me alegra mucho de que todo te vaya bien cielo y me gustó mucho encontrarte ¡Estás preciosa corazón!- dijo rauda marchándose de su lado
-Gracias, también tú estás muy guapa- y desapareció tras las cortinas dejándola desolada y con unas ganas terribles de saber de Jorge.
De regreso a su apartamento desde el aeropuerto, no pudo contener las lágrimas, asustando al pobre Francesco
-¿Qué te pasa, cara mía?- preguntó preocupado pero ella solo se abrazó a él sin poder contener aquella llorera estúpida- No puedes seguir así mio amore, debes sacar de una vez eso que tanto te atormenta desde hace tantos años cielito- dijo muy tierno sin un solo ápice de afeminamiento en su voz cobijándola con toda su cariño entre sus brazos mientras ella seguía llorando implacablemente- ahora vamos a tu apartamento, te preparo algo de comer caliente y me lo vas a contar todo Blanca; debes sacar esa angustia que te corroe por dentro desde hace más de cuatro años y está acabando contigo mi hermosa niña
Quince días después de aquel encuentro, Amelia regresó a casa de sorpresa como siempre. Después de cenar quiso personalmente dormir a su pequeño que se volvía loco de alegría al verla llegar
-¡Que guapo está mi chiquitín!- expuso radiante sentándose en las rodillas de su hermano que estaba sentado en el sofá; él sonrió complacido
-Es un ángel cielo, no sé a quién sale- bromeó tierno y ella le echó la lengua burlona
-¡¡Ah, hablando de ángeles!! ¿No te creerías a quién me encontré hace unas semanas en un vuelo?- le dijo entusiasmada rodeándole cariñosa el cuello con sus brazos, él sonrió divertido
-¡Sabrá Dios!- repuso despreocupado- Ya te has encontrado con tantos famosos que no sabría decirte
-Aún no es muy famosa pero pronto lo será- indicó juguetona, él la miró tierno- Con tu Blanca- Jorge sintió un vuelco en el corazón, la miró intentando sonreírle pero ella percibió la gran pena en sus ojos- Está preciosa, se cortó el pelo y le queda fantástico
-Lo sé, yo también la vi- repuso calmosamente suspirando profundamente
-¿Dónde?- sus ojos se abrieron expectantes de repente- ¡¿Vino aquí?! ¡¿Visitó a mamá?!- indagó entusiasmada
-No, fue por televisión… y no la vi tan radiante como dices- indicó incomodo, se levantó dejándola suavemente en el sofá mientras ella lo observaba pesarosa
-Sí, está algo más delgada y un poco ojerosa; pero muy guapa- remarcó dulcemente
-Eso no es ninguna novedad, siempre lo fue… me voy a la cama; si vas a salir no hagas ruido y cierra todo muy bien, sabes que mamá despierta a cualquier mínima cosa- lo observó apenada alejarse hacia los dormitorios. Se detuvo y la miró esperanzado- Meli… ¿Te preguntó por mí?
-No- repuso desolada- pero estuvo a puntito ¿eh?… luego se acobardó y no lo hizo- aclaró ilusionada de nuevo
-¡Ya… se acobardó!- repuso desmoralizado pensando que mentía y que solo lo decía para animarlo, se fue a su cuarto.
Pasados dos años más, Blanca trabajaba delante de su mesa de dibujo en su gran despacho. Había estallado una chifladura colectiva por la moda de Sweet Dreams y se vendía como una auténtica locura haciendo que Blanca se convirtiera en una gran diseñadora de renombre, tanto en moda juvenil como adulta, destacando sus exitosos modelos de noche que toda mujer importante quería llevar en sus fiestas y eventos. La puerta se abrió de repente sin llamar apareciendo el divertido y siempre alocado Francesco, siempre entraba así y provocaba una amena sonrisa en Blanca sin necesidad de ver quien era.
 -¡Esto es fantástico!- gritó como una loca eufórica
-¿El qué, inconsciente?- repuso pausadamente Blanca sin volverse ni dejar de dibujar en su mesa
-¡¡Nos vamos a Japón y tú tan tranquila, cara mía!!- le regañó ilusionado
-¿Y por qué no iba a estarlo? Si ya hemos estado allí hace poco Francesco- seguía hablando cansadamente
-Pero no para abrir una tienda- ella movió los hombros despreocupadamente- Voy a llamar a Vittorio para que te lleve a casa- repuso cogiendo el teléfono de sobre la mesa, ella se volvió en su silla giratoria mirándolo confundida
-¿Para qué? Tengo mi coche Franco, no necesito a Vittorio
-¡Pero no debes saber ya donde está querida, te pasas la vida aquí!- le reprochó burlón, ella le sonrió divertida volviendo al trabajo; él se acercó posando sus manos dulcemente en sus hombros- Carísima ¿por qué no te vas a casa a descansar un poquito?- comentó cariñoso, cuando se ponía serio perdía ese acento tan afeminado
 -Tú lo has dicho, nos vamos a abrir una tienda nueva y hacen falta ideas para la inauguración… Además, estoy dándole vueltas a comenzar con una línea infantil- expresó apagando su cigarrillo en el ya rebosante cenicero
-Tienes ideas y modelos de sobra para esa inauguración, cielo y esa línea infantil puede esperar un día al menos- le indicó tierno recogiendo el cenicero- ¡¡Madonna santa, tanto fumar te destrozará cielito!!- lo vació en la papelera y se lo regresó a la mesa posando de nuevo sus manos en sus hombros la besó tierno en la mejilla- Vete a casa Blanca; por favor
-Es que no quiero Franco- repuso afligida, él se apoyó en la mesa mirándola preocupado por su tono- Allí no tengo nada Fran…- la miraba desconcertado- Sí, logré mi sueño: tengo éxito y un nombre, casi estoy rozando el cielo… pero no tengo nada… solo un piso enorme muy vacío y frío al que no me apetece nunca regresar- sus ojos estaban inundados de lágrimas
-Mía cara- la abrazó enternecido- ¿Cómo quieres encontrar a alguien esperándote dentro si no sales a buscarlo? ¡Él no va a aparecer de la nada dentro del piso; te lo puedo asegurar porque ya lo intenté yo y no resulta!- bromeó ameno y ella sonrió entrañable- Debes salir y divertirte un poco Blanca, llevas cinco años pegada a esta mesa entre estas cuatro paredes y solo se te ve el pelo ahí fuera en los desfiles y entrega de premios… ¿sabes qué hay un sol radiante ahí mismo?- bromeó tierno señalando el ventanal
 -Extraño tanto mi casa, Francesco- dijo llorosa clavando su mirada en la hermosa vista de Milán por el gran ventanal
 -¡Madonna santa! ¿Cómo que la extrañas si acabas de decir que no quieres ir, corazón?- ella lo miró apenada
-Mi casa Francesco: España- él la miró enternecido
-¿A España…? ¿O al tuo Giorgio, cielo mío?- preguntó tierno sujetándole el pelo en la oreja; el día que se encontraran con Amelia en el avión, se había desahogado con él contándole toda su historia hasta que amaneciera. Ella guardó silencio pesarosa- ¿Por qué no haces un viaje a España, corazón? Madrid es muy pequeño y seguro que te lo encuentras… por casualidad- comentó guasón y ella rió divertida
-¡Sí, seguro que lo encuentro! ¡Para ti Madrid es un botón comparado a Milán ¿verdad?!- se burló socarrona y él asintió satisfecho provocándole una tierna sonrisa; ella encendió otro cigarrillo pese al mal gesto que Franco le realizó- Te prometo pensarlo a nuestro regreso de Japón ¿vale?
-Vale, pero ahora…- le quitó el cigarrillo de entre los dedos, la volteó en la silla giratoria y la obligó a levantarse- nos vamos a pasear un poco; te me estás deprimiendo de estar aquí metida tanto tiempo, necesitas aire fresco… ¿sabes que empiezas a oler como un trasto olvidado y polvoriento de un viejo mausoleo?
-¡¡Oye!!- protestó ofendida por aquel comentario y él rió divertido llevándosela a pasear por la ciudad. Realmente aquel paseo le sentó bien, Milán era hermoso; aunque extrañó aún más y deseó con ímpetu tener a Jorge junto a ella disfrutando de todas aquellas maravillas…
Fue un trepidante mes de apuros, sobresaltos, diligencias y desaciertos llegados a Hong Kong donde Francesco observaba preocupado cada vez más acentuado el decaimiento de Blanca
-¡¡Madonna santa!! Faltan los modelos de noche por llegar- expuso inquieta tomando el teléfono
-¿A quién vas a llamar?- preguntó Franco intrigado
-A Paolo, como siempre- le contestó despreocupada, él puso mala cara
-Es asombroso como siempre logra arreglarlo todo rápidamente en el último segundo ¿verdad mi bella bambina?- comentó sarcástico
-Pues sí, es un hombre atento y muy dispuesto… ¿a qué viene ese comentario Franco?- preguntó desconcertada por su tono irónico, él esbozó una media sonrisa cínica
-¿No lo ves o no quieres verlo cara mía?- ella lo miró desubicada- ¡¡Santo Dio, mía bambina!! A ese hombre le gustas desde hace mucho cielito y, como no sabe ya cómo llamar tu atención, siempre “desaparece” algo oportunamente y tú corres rauda a él encontrándolo “mosqueantemente” rápido… ¿de verdad no te has dado cuenta?- explicó despreocupado, ella seguía mirándolo incrédula
-Qué cosas tienes Franco, eres muy desconfiado y mal pensado ¿lo sabías?- le reprochó desinteresada regresando su atención a la llamada
-Piensa mal y acertarás- repuso convencido y ella movió desenfadada la cabeza

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