martes, 28 de abril de 2015


  -¡¡Por todos los demonios Humberto, el paciente aún no estaba dormido!!- reclamó sobrecogida la doctora al anestesista
-Sí que lo está doctora… debió ser un acto reflejo por el estruendo- se defendió incrédulo el anestesista revisando todos los monitores
 -Lucía, por lo que más quieras; recoge todo ese estropicio y trae instrumental limpio ya ¡¡de inmediato!! ¡¡Y tú, ponle más anestesia si es preciso!!- ordenó furiosa pero Lucía siguió sin moverse con la mirada clavada en el rostro de Jaime
-No puedo ponerle más doctora, además, le aseguro que sí está completamente dormido- recalcó rotundo el anestesista
 -¡¡Lucía, espabila!! ¡¿Quieres traer ese instrumental de una vez?!- le volvió a gritar inclemente
 -¡No le grites así que aún la aturdes más!- volvió a intermediar irritado el doctor Martínez sacándola de aquel trance al fin; Lucía empezó a negar con la cabeza mirando aterrada a la doctora Arteche
-No puedo doctora… yo no puedo…- balbuceó nerviosa abriendo sus ojos aterrorizada
-Pero… ¡¿Qué rayos estás diciendo?!- exclamó atónita- Ya has visto otras veces horrores así Lucy… ¡¡espabila y trae ese instrumental limpio!!- le ordenó tajante la doctora
-¡¡Que no puedo!!- alzó la voz dejándolos a todos pasmados, ella los miró acobardada- lo siento doctora… de verdad que yo no puedo hacerlo- exclamó fuera de sí y huyó del quirófano
 -¡¡Lucía, vuelve aquí inmediatamente!! ¡¿Qué rayos crees que estás haciendo?! ¡¡Lucía!! - increpó autoritaria la doctora pero ella cruzó rauda las puertas sin mirar atrás
-Déjala Arteche, iré a ver qué sucede- expuso el doctor Martínez retirándose la mascarilla y siguiéndola, detuvo a Lucía antes de que saliera de la zona de desinfección- ¿qué te pasa chiquita?- se interesó tierno
-¡No puedo, doctor Martínez! No puedo... ¡¡ni debo!! ¡¿No lo comprende?!- clamó muy nerviosa con los ojos inundados de lágrimas, él la miró desconcertado
 -No- contestó sincero, Lucía apretó sus labios intentando controlar las lágrimas que luchaban por salir- Pero ¿qué te sucede preciosa mía?- expresó impresionado por su rostro compungido y sus ojos llorosos; posó tierno su mano en la mejilla de Lucía- ¿qué tienes cielo? ¿A qué viene todo ésto?- instó preocupado
-Que no puedo estar ahí dentro; sería una negligencia de mi parte porque… porque...- repitió sin saber qué decir para no descubrir el secreto que llevaba guardando cinco largos años y solo Esther conocía; pero el doctor entrecerró intrigado sus ojos mirándola confundido; Lucía tomó aire profundamente cerrando los suyos- porque conozco al paciente, doctor Martínez- murmuró desarmada
-¿Cómo dices?- exclamó atónito, Lucía volvió a abrir sus ojos y le miró algo más serena
-Que conozco al paciente doctor, lo conozco muy bien; él es Jaime, Jaime Ventura Casas y él es...- tragó incómoda saliva mientras el doctor Martínez seguía mirándola muy interesado en su explicación; volvió a respirar profundamente- yo lo conozco muy bien porque él es el padre de mi hijo- aclaró apagadamente sin poder retener ya sus lágrimas mirando a Jaime a través de la cristalera. El doctor Martínez abrió pasmado los ojos ante aquella inesperada noticia y también miró desencajado al paciente sin poder creer lo que oía.
-¡¿Ese hombre es el padre de nuestro Héctor?!- musitó atónito regresando su mirada a Lucía que asintió con la cabeza- ¡¡Vaya!!- exclamó boquiabierto y ambos se quedaron unos segundos mirándose fijamente a los ojos- ¿tanto te afecta volver a verle, Lucía?- interrogó y su voz sonó dolida, Lucía apretó los labios de nuevo
-No... pero no debo estar ahí dentro- intentó mentir pero le salió tan apagadamente que el doctor Martínez sonrió compasivo entendiendo que sí le afectaba y bastante; respiró hondamente
-Está bien, ve entonces; yo intentaré explicárselo a Arteche- expuso comprensivo limpiándole tierno las lágrimas que mojaban sus mejillas con su pulgares, Lucía le sonrió agradecida
 -Gracias doctor, mil gracias; y dígale a la doctora Arteche que no se preocupe, ahora mismo le envío a Soledad para que le asista- resolvió servicial y salió de quirófanos. Aunque no pudo evitar echarle una última mirada a Jaime en la mesa de operaciones y sus ojos se volvieron a inundar de lágrimas. Cuando llegó de regreso a planta, todas sus compañeras la observaron intrigadas por su rostro desencajado y sus lágrimas incontroladas, pero aunque le preguntaron amables qué le ocurriera, ella nada contestó; envió a Soledad al quirófano y se encerró en la sala de enfermeras. Se sentó en uno de los sofás y recogió las piernas contra su pecho rodeándolas con sus brazos y, sin poder dejar de llorar por el peligro que estaba corriendo Jaime, esperó tener noticias de la operación rezando en silencio para que tuviera suerte y todo saliera bien
-¡Por todos los demonios Lucía! ¡¿Es cierto lo que acabo de escuchar?! ¿Qué has dejado plantada en medio de una operación a la doctora Arteche? ¡¿Sabes lo que puede acarrearte una cosa así?!- reprochó incrédula Esther apareciendo en la sala de enfermeras encontrándose a Lucía aún en la misma posición con la cabeza hundida en medio de sus rodillas; la miró con los ojos enrojecidos de tanto llorar impresionando a su gran amiga
-¿Qué hora es?- interrogó desubicada mirándola aturdida porque no sabía cuánto llevaba así pero que Esther estuviera de regreso en el hospital significaba que era día ya
-Las siete- expuso impresionada sin poder dejar de mirarla pasmada por su rostro pálido y demacrado de tanto llorar
-¡Oh Dios, las siete ya y aún no se sabe nada!- volvió a romper a llorar desconsolada impresionando aún más a Esther
 -¡¡Por Dios bendito, Lucy… ¿qué te pasa mi ángel?!!- preguntó sobrecogida al verla tan afligida acercándose a ella que se abrazó a su amiga con desesperación- Por favor Lucy, me estás asustando mi niña ¿qué te ocurre?
-Es él Esther… ¡¡él!!… está aquí… ¡¡y muy grave, puede perder el brazo!!- sollozó angustiada mirándola aterrada a los ojos
-¿Él, quién? ¿Quién está aquí y de qué brazo hablas mi cielo?- instó sin entender nada acariciando sus mejillas intentando secarle aquella marea de lágrimas incontrolables
-¡¡Jaime, Esther!! ¡¡Mi Jaime, el padre de Héctor!!- exclamó afligida, su buena amiga abrió atónita sus ojos mirándola incrédula
-¡¡Santo Dios!! ¡¡Por Cristo bendito ¿él es ese accidentado que trajeron anoche?!!- expresó descolocada, Lucía asintió con la cabeza- ¡Virgen de lo desamparados!!- musitó impresionada, pero se recompuso rápidamente y siguió acariciándole tiernamente las mejillas- pero mi niña… ¿tú estás segura? ¿No te lo habrá parecido? Mira que han pasado algunos años y…
-Lo sé Esther, algunos no… ¡¡cinco exactamente!! ¡¡Los tengo muy bien señalados ¿no crees?!!- remarcó mordaz, Esther apretó impresionada sus labios- y no me equivoco Esther, es él, estoy segura que es Jaime, no pude olvidarlo en todos estos años, está aquí clavado…- sollozó posando su dedo índice en su sien- además Héctor cada día se parece más a él haciéndome aún más imposible olvidarlo...
-Santa Bárbara bendita….- murmuró conmovida abrazando tierna y compasiva a su amiga contra su cuerpo; de pronto, sudoroso y con rostro muy cansado, entró el doctor Martínez en la sala de enfermeras
-¡Por Dios bendito, por fin!- exclamó Lucía al verlo y corrió a su lado- ¿cómo está doctor? ¿Se encuentra bien Jaime? ¿Por qué han tardado tanto?- lo asalto impaciente y nerviosa a preguntas -Cálmate cielo, está bien; ha sido un trabajo duro y arduo pero Arteche ha logrado recomponerle el brazo y parece que no va a perderlo- la tranquilizó cariñoso
-¡Oh gracias a Dios!- exclamó algo más aliviada abrazándose inconsciente a él que la recogió amoroso entre sus brazos cerrando complacido sus ojos, pero ella se separó levemente de nuevo para mirarle de nuevo a los ojos- ¿Y el pulmón doctor?- se interesó de nuevo inquieta
 -Tranquila; la costilla rota, aunque atravesó el mediastino, apenas rasgó la segunda capa de pleura no logrando llegar al pulmón; por lo que se ve hace bastante deporte de fuerza y resistencia que tiene los pulmones muy fortalecidos- aclaró tranquilizador
 -Gracias Dios mío, gracias- susurró agradecida sonriendo más serena, él la miró intensamente a los ojos
-En el quirófano no me has contestado a mi pregunta Lucía- instó inquieto aunque su voz sonó impaciente, ella lo miró desconcertada- ¿tanto te afecta aún verle de nuevo?- insistió con interés, ella apretó sus labios y, sin contestarle, cerró sus ojos volviendo a recostarse sobre el pecho del doctor que la recogió gustoso entre su brazos y besándola tierno en la cabeza al tiempo que también cerraba sus ojos deleitándose en tenerla entre sus brazos; Esther lo observaba conmovida por el gran amor que aquel hombre demostraba por su amiga y le resultaba imposible disimular- maldita sea, de tantos hospitales que hay en esta ciudad y precisamente tuvieron que traerle a este, por todos los demonios…- murmuró disgustado
 -¡No diga eso ni en broma doctor!- exclamó afligida mirándolo sobrecogida- menos mal que lo trajeron aquí, la doctora Arteche es la mejor traumatóloga de la ciudad y solo ella podía salvarle el brazo- expuso satisfechamente convencida y con gran pasión y amor en la voz demostrando clara e indudablemente todo lo que aún sentía por Jaime; el doctor Martínez sonrió decaídamente derrotado, la besó tierno en la frente y se marchó sin decir nada más dejando a Lucía desconcertada
-Pobre hombre- murmuró compasiva Esther, Lucía la miró sin aún comprender nada- es que no te enteras cielo, ese hombre no puede quererte más y tú le das cada patada en el estómago sin darte cuenta que no sé ni cómo aguanta
-¡Oh por favor Esther, no empieces ¿quieres?!- protestó fastidiada por aquel comentario provocando que su buena amiga sonriera derrotada
-Bueno... ¿Y qué vas a hacer tú ahora con él aquí corazón?- se interesó amistosa levantándose del sillón y acercándose a Lucía
-¿Cómo que voy a hacer Esther?- instó sorprendida por su pregunta, su amiga la miraba interesada- ¡¡Pues desaparecer hasta que le den el alta!! ¡¡Está claro!!- resolvió rotunda secándose los restos de lágrimas de sus mejillas
 -¿Cómo que vas a desaparecer Lucía…?- exclamó atónita mirándola incomprensible
 -¡¡Sí Esther, sí!! Adelantaré mis vacaciones, o cogeré unos días, o una baja si es preciso… pero yo me largo de aquí hasta que él no regrese a Santa Mónica- explicó resuelta, Esther se quedó mirándola boquiabierta
 -¡Lucía, quiero hablar contigo ahora mismo!- las interrumpió la doctora entrando en ese instante en la sala y mirando muy irritada a Lucía, ella la miró amedrentada
-Lo siento doctora, lo siento muchísimo- se excusó abochornada mirándola retraída y avergonzada; la doctora la miró fijamente a los ojos unos segunds y tomó aire profundamente 
-No vuelvas a hacer algo así Lucy o tendré que tomar serias medidas- le recriminó más calmada, ella asintió con la cabeza
-¿Cómo está Jaime, doctora?- le preocupó más que aquella regañina
-Bien, logré restaurarle los nervios seccionados y creo que le he salvado la movilidad del brazo; aunque hay que esperar…- le explicó animosa y se sonrieron complacidas- está en REA; hay que tener muy vigiladas sus constantes no vaya a ver algún contratiempo, además hasta que esté plenamente despierto y lúcido hay que estar atentos pues puede despertarse desorientado y hacerse daño en el brazo... quiero que tú te ocupes personalmente de ello- ordenó resuelta extendiendo la tablilla del paciente ante Lucía que dio dos pasos atrás huyendo de ella
-¡¿Yo?!- exclamó tragando nerviosa saliva mientras la miraba con los ojos abiertos del terror
 -¡Sí tú, Lucía!- remarcó tajante moviendo la tablilla ante sus ojos obligándosela a recoger, pero ella ni la mano extendió- quiero que estés a su lado y me avises en cuanto despierte; es mucho mejor que, cuando eso ocurra, se encuentre con una cara amiga para que esté tranquilo- explicó rotunda, a Lucía se le encogió el corazón
-¡Por favor doctora, no me haga eso; no puedo! No puedo estar ahí… no puedo- expuso agobiada y la doctora la miró irritada de nuevo
-Mira Lucía, te paso el desastre que has formado en el quirófano porque Martínez me explicó a qué vino esa reacción ilógica que tuviste ya que no esperabas encontrarte de esa manera al padre de tu hijo y hasta puedo comprender que no quisieras asistirme porque había conflictos sentimentales en medio... pero eres enfermera de este hospital y no hay excusas válidas para que no atiendas a este paciente ¿está claro?- resolvió tajante empujando la tablilla que aún sujetaba en el aire contra el pecho de Lucía que al fin la sostuvo- y ahora obedece y ve a lado del paciente- aclaró autoritaria, Lucía apretó incómoda los labios pero no dijo nada más y salió de la sala
-Espera Lucy, te acompaño- se ofreció amistosa Esther y ambas salieron de la sala.
Lucía se quedó inmóvil tras traspasar las puertas de rehabilitación y ver a Jaime de nuevo. El corazón se le oprimió al verlo tan lastimado e indefenso; pero al mismo tiempo estaba tan arrebatadoramente guapo, mucho más de lo que recordaba…
-Lucy…- le habló tierna Esther pero ella, aunque miró llorosa a su amiga, siguió sin moverse, parecía que tenía los pies clavados al suelo. Esther suspiró profundamente y tomándola suavemente del brazo, se aproximaron al fin a él que seguía profundamente dormido- que guapo es el condenado y como se parece Héctor a él carajo; son dos gotas de agua- expuso impresionada Esther, Lucía sonrió dulcemente
 -Sí muchísimo… y cada vez más, ya te lo dije- expuso melosa acariciándole amorosa el pelo, seguía tan sedoso como lo recordaba- siempre fue muy guapo, pero ahora aún lo está mucho más...- susurró encandilada acariciándole dulcemente la mejilla de Jaime con el revés de su mano; su amiga la miraba enternecida cuando, inesperadamente, él abrió los ojos sobresaltándolas y dejándolas sin aliento; al instante volvió a cerrarlos
-¡Joder, que susto me dio el muy cabrito!- exclamó impresionada Esther echándose la mano en el pecho como para intentar sujetar su corazón que parecía iba a salírsele del susto que había llevado, ambas se rieron nerviosas aún estremecidas por el sobresalto.
Jaime oía murmullos cerca. Intentó abrir los ojos pero los párpados le pesaban. Tenía la cabeza embotada y la boca seca y pastosa. Maldita sea, había soñado de nuevo con Lucía... Pero esta vez fuera aún mucho más real, tanto que hasta juraría haberla visto a su lado... sintió una suave y tierna caricia en su mejilla ¿no habría sido un sueño y realmente Lucía había vuelto? Abrió sus ojos para comprobarlo encontrándose con el precioso pero bastante borroso rostro de Lucía, se le cerraron al instante; no, aquella era otra visión, otra tortuosa e insoportable visión...
-¡Maldita sea! ¡¿Cuánto se acabará esta maldita tortura?!- murmuró afligido, ellas se miraron confundidas
-¡Dios! ¿Te duele mucho Jaime?- musitó compasiva Lucía acariciándole nuevamente la mejilla y el corazón de Jaime se volvió loco latiendo frenético; era su voz; sí, era ella...
-¿Lucía?- expresó aún desconfiado de que aquello no fuera verdad
-Sí tranquilo, soy yo: Lucía... quédate aquí Esther, voy a llamar a la doctora...- instó impaciente y al moverse, su mano rozó la de Jaime que él sujetó raudo de la muñeca deteniéndola y al fin abrió los ojos
-¡¡Lucía!!- murmuró perplejo mirándola alucinado y ella esbozó una sonrisa nerviosa- ¡Dios santo, sí; eres tú!- expresó sin aún creérselo del todo y cerró un poco más su mano alrededor de su muñeca ¡¡Dios, sí; era ella y estaba allí!! ¡¡todos sus sueños, todas sus ilusiones, se habían hecho realidad por fin!! ¡¡Lucía, su Lucía había regresado a su lado!! Sonrió mirándola deleitado y ella le volvió a sonreír dulcemente ¡¡Tenía que oírselo decir... tenía que escuchárselo de sus labios...!!- ¿A qué has vuelto Lucía?- preguntó esperanzado mirándola ilusionado por su respuesta, ella sonrió tierna
 -Yo no he vuelto a ningún lado, Jaime; fue a ti a quien te trajeron al hospital donde yo trabajo- le explicó cariñosa, él parpadeó confundido; eso no era lo que tenía que contestar... “vuelvo a tu lado; te echo de menos; aún te amo...” ¡¡eso era lo que tenía que decir!!
-¿Qué dices Lucía? Eso no es así cielo, tú...- expresó tierno intentando explicarle qué era lo que tenía que contestar
-Sí es así Jaime; has tenido un grave accidente y te han traído al Hospital General- lo interrumpió resuelta, él abrió aún más sus ojos atónito de lo que escuchaba
-¡¿Qué?!? ¡¿Qué estás diciendo?!- exclamó sobresaltado al oírla e intentó erguirse pero un fuerte dolor en las costillas se lo impidió- ¡¡Oh, mierda; Dios!!- clamó dolorido echándose la mano al costado al tiempo que cerraba angustiado sus ojos al sentir aquel tremendo dolor, ella posó sus suaves manos en sus hombros desnudos intentando inmovilizarlo
-Cálmate Jaime y procura no moverte- recomendó tierna. Él no se movió ni abrió los ojos, podía sentir la ternura de sus manos en sus hombros haciéndole que la piel le ardiera a aquel contacto que su cuerpo extrañaba tanto, su tierno y dulce tacto…- has sufrido un accidente de tráfico bastante serio y has llevado un gran golpe en las costillas fracturando algunas; también acaban de operarte el brazo derecho, así que procura no moverlo…- le explicó dulcemente, su voz seguía sonando a ángeles celestiales y con solo escucharla seguía calmándole cualquier desasosiego que pudiera estar sintiendo, abrió de nuevo los ojos encontrándose con su hermoso rostro que le sonreía con aquella preciosa sonrisa que recordaba tan bien; sonrió complacido, había deseado y soñado tantas veces con poder volverla a ver y estaba al fin allí, delante suyo...- quédate con él Esther, voy a avisar a la doctora...- al oírla, un miedo atroz de que volviera a desaparecer lo asaltó
-¡¡No, no te vayas Lucía!!- clamó al instante mirándola muy inquieto y volviendo a sujetarle ansioso la muñeca, ella lo miró conmovida
-Tranquilo Jaime, solo voy...
-¡¡No!!- la interrumpió rotundo cerrando aún más su mano en torno a la muñeca de Lucía
-No te preocupes cielito, yo me encargo de avisarla- se ofreció amable Esther saliendo de la sala. Cuando se quedaron solos, se sonrieron amenos sin saber qué decirse. Lucía le puso el termómetro y siguieron callados mientras esperaban el resultado del termómetro, aquel silencio se les hacía incómodo
-Ya han avisado a tu familia y vienen de camino- comentó ella queriendo finalizar aquel embarazoso momento
-Bueno ¿Y qué es de tu vida?- habló él al mismo tiempo intentando también acabar con aquel molesto instante, se rieron divertidos- ¿Avisaron a mis padres?- preguntó azorado, Lucía tragó incómoda saliva ¡Oh, Dios, los padres de Jaime! Tendría que verlos, enfrentarlos… Se volvió a poner nerviosa
 -Pues no sé si fue a ellos, solo me dijeron que tu familia viene de camino; no sé más.
 -Entonces son mis padres, otra no tengo- explicó resuelto y sonrió entretenido, ella también sonrió- ¿Y tú? ¿Tienes familia?- la pregunta la tomó por sorpresa y no sabía que contestar pero sonó el pitido del termómetro y ella se lo retiró rauda dedicándole toda su atención esquivando responder
-No hay fiebre, eso es muy buena señal- expuso sonriendo complacida mientras escribía en la tablilla, evitó mirarlo deseando olvidara su pregunta- ¿Sientes nauseas o mareos?
-No, por ahora no; solo la boca muy seca- respondió tranquilo
-Bien, eso es normal; tranquilo- repuso mientras seguía escribiendo, cerró la carpeta y la colocó de nuevo colgada a los pies de la cama; se miraron a los ojos y, sin saber qué hacer o decir, simplemente se sonrieron dulcemente. Por fin llegó la doctora acompañada por Esther y Lucía, para pesar de Jaime, se apartó de él para dejarle sitio

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