miércoles, 6 de mayo de 2015


   Héctor salió de la casa, Jaime observaba de nuevo fijamente aquel pedazo de papel en su mano que parecía tener un número de teléfono escrito y que últimamente se lo encontraba, muy a menudo, mirándolo ensimismado
-Hola hijo ¿qué haces aquí sentado?- le habló animoso, Jaime reaccionó al instante escondiendo raudo el dichoso papel en el bolsillo de su pantalón como hacía siempre
 -Nada papá, dejando pasar el tiempo hasta la hora de la cena- respondió despreocupado dedicándole una amena sonrisa; su padre se sentó junto a él- Esto de no tener nada que hacer en todo el puñetero día es desalentador… ¿no te aburres sin hacer nada día tras día papá?- expuso indolente suspirando profundamente
-Si vivieras más con tu madre verías que eso de aburrirse no es posible; siempre se las arregla para encontrar alguna puñetera encomienda que mandarme hacer- respondió resuelto y ambos rieron animados- hablando de ella hijo… ¿sabes que la tienes muy preocupada? Empieza a pensar cosas raras- instó inquieto, él lo miró confundido- como que te vas a enfermar o te vamos a perder si sigues en este estado de desolación- explicó sereno, Jaime le sonrió dulcemente
 -Estoy bien papá; aburrido, pero me encuentro bien- repuso indiferente
-No hijo, ya no nos engañas; y a decir verdad, a mí también me empiezas a preocupar- instó rotundo, Jaime bajó la cabeza al suelo sin atreverse a mirar a su padre- ¿qué te pasa hijo? Estás muy apagado; sabemos que hay algo que te preocupa y sabes que puedes hablar en confianza hijo- lo animó a hablar- sé que es por Lucía ¿a qué sí?
 -No puedo borrarla del pensamiento papá, aunque lo intento hasta la desesperación, no logró desterrarla de mi mente; está tan bella si la vieras… aún más hermosa de lo que recordaba…- declaró apasionado, su padre posó cariñoso su mano en el hombro de su hijo
 -¿Y por qué no luchas por ella en vez de quedarte aquí parado lamentándote?- lo animó esperanzado, Jaime le sonrió apagadamente
-No puedo papá, perdí mi oportunidad; ella ya tiene su vida hecha con otra persona y tienen un precioso niño…- miró a su padre a los ojos y le sonrió tierno, Héctor pudo detectar un brillo emocionado en los ojos de su hijo- y aunque me pese decirlo, ese cabrito me ha enamorado solo con verlo un par de veces; tiene una carita de pícaro que no se puede aguantar y heredó de Lucía sus ojos grandes y dulces y su sonrisa alegre que lo ilumina todo a su alrededor; es realmente precioso papá si lo vieras- expuso encandilado y ambos se sonrieron enternecidos; Jaime se volvió sombrío- sé que a mí solo me queda olvidarla… y aunque lo intento e intento odiarla con todo mi ser recordándome que, por la edad del pequeño, ya se había liado con Carlos cuando aún estábamos juntos, me es imposible papá; la tengo clavada en mi mente, en mi corazón, en cada milímetro de mi piel de manera increíble; después de tanto tiempo ya empezaba a acostumbrarme a vivir sin ella a mi lado, pero al volver a verla…- tomó aire profundamente y volvió a clavar su mirada en el suelo- volvió a renacer todo esto que siento con una fuerza increíble y cada poro de mi piel la extraña de nuevo; sé que era la mujer de mi vida papá, la única... pero también sé que la perdí irremediablemente y que ya no hay vuelta atrás…- remató soltando un profundo suspiro venido de los más hondo de su alma -¡¿Has dicho qué Lucía te engañó?! Perdona hijo, pero eso no puedo creerlo ¿no estarás equivocándote? si esa muchacha estaba perdidamente enamorada de ti y no podía disimularlo- expresó completamente anonadado
 -Pues sí, aunque te parezca increíble- aseguró rotundo, su padre movió incrédulo la cabeza- aunque yo intenté hacerla feliz papá, te juro que lo intenté dándole todo cuanto podía y estaba en mi mano para ello, ella escogió a otro y yo la perdí...- lo miró fijamente a los ojos- ¿qué rayos hice mal, papá?- preguntó dolido
 -No lo sé hijo, eso tendrías que preguntárselo a ella; aunque no siempre darlo todo funciona Jaime, a veces escuchar es mucho más valioso que cualquier regalo- murmuró Héctor apenado por el sufrimiento de su hijo apretando suavemente su hombro; ambos se quedaron callados unos segundos hasta que, de pronto, Jaime tomó aire profundamente y le sonrió animoso
-¡Bueno, ya está bien de lamentaciones! ¿A ver? ¿Dónde me anda esa loquita con ideas raras que voy a animarla un poco?- expuso resuelto levantándose del escalón
-Donde se refugia siempre cuando te ve mal: en ver una y otra vez tus fotos de cuando eras niño; a veces pienso que cree que, mirándolas tanto, te volverás de nuevo pequeño y por fin ella podrá protegerte y librarte de todo los males del mundo como hacía antes- indicó chistoso y ambos se rieron enternecidos entrando en la casa.
Se encontró a su madre sentada en el sofá de la sala observando ensimismada una de las fotos del álbum mientras le pasaba con mucho cariño las yemas de los dedos por encima, se acercó a ella y se sentó a su lado
-¿Qué haces mi viejita?- expuso cariñoso besándola tierno en la sien, ella le sonrió dulcemente -Recordando cuando eras niño, mi cielo; lo guapo que eras- expuso conmovida cerrando el álbum -Ah ya te vale ¿eh? ¿Quieres decir que ya no lo soy entonces?- bromeó chistoso y los tres rieron divertidos
-Siempre mi ángel, no hay hombre más guapo que tú en el mundo- declaró con pasión y lo besó amorosa en la mejilla, él le sonrió plácidamente
-Y yo tengo la mamá más guapa del universo- aclaró besándola impetuoso y sonoramente en la sien. Los tres volvieron a reírse animados- Bueno ¿qué? ¿Aquí hoy no se cena o qué?- exclamó resuelto, su madre lo miró ilusionada
-¿Tienes hambre amorcito?- preguntó esperanzada
-Pues la verdad es que sí mamita; ayer por fin el médico me retiró los antibióticos que me tenían siempre el estómago mareado y la verdad es que tengo algo de hambre- mintió y su madre sonrió feliz
-Pues vamos a cenar entonces; Alicia ya la debe tener preparada- resolvió dispuesta dejando el álbum sobre el sofá y se fue más animada a la cocina; Jaime lo recogió e iba a abrirlo cuando su padre posó cariñoso su mano en su hombro, él le miró sonriendo ameno
-Sé que le has mentido descaradamente, pero, gracias- murmuró agradecido y ambos se sonrieron compasivos. Volvió a dejar el álbum donde estaba y, levantándose del sofá, le pasó cariñoso el brazo por los hombros a su padre y se dirigieron al comedor donde ya se oía disponer resuelta a su madre hablando con su empleada Alicia.
Aunque le costó un trabajo tremendo, acabó con toda la cena de su plato mientras intentaba mantener un charla amena con sus padres y observando agradado como su madre sonreía feliz al ver su cambio. Luego, tras despedirse cariñoso de sus padres, regresó a su casa dando un tranquilo paseo en donde al fin pudo relajarse y dejar de disimular aquella alegría que tanto le costaba fingir. Pero reconoció que no podía seguir así, debía sobreponerse de una vez y retomar su vida; dejar atrás su dolorosa añoranza por Lucía y, aunque sabía que le sería imposible olvidarla, por lo menos tenía que mentalizarse que nunca más volvería a su lado y seguir adelante. Sí, tenía que hacerlo y tenía que hacerlo ya. Rotunda y decididamente.
Lucía llevaba semanas apática y triste. Que Jaime se hubiera negado a contestar a su llamada le había dolido mucho; pero, que no le devolviera la llamada en todo aquel tiempo sabiendo que había insistido en que era sumamente importante, la tenía desmoralizada completamente. Esther y todos en el hospital, la observaban andando cabizbaja por los pasillos, suspirando profundamente como si el alma se le fuera en cada resuello y desde hacía ya varios días no mostraba aquella linda sonrisa que a todos encantaba ni sus ojos tenían aquel esplendoroso brillo alegre.
-¿Qué le pasa a Lucy, Esther? Últimamente está de lo más decaída- le preguntaban curiosas sus compañeras a cada instante; pero Esther solo movía indiferente los hombros y no contaba nada. Se sentía tan impotente viendo sufrir de aquella manera a su querida amiga, a su hermana, y no poder ayudarla...
-¡Dios santo Lucía!- exclamó el doctor Martínez cuando ella se fue directamente contra él sin hacer ningún amago de esquivarlo acabando por tropezarse ambos
-Oh, lo siento doctor Martínez; no lo vi- expuso avergonzada sonrojándose tremendamente
-No, ya; ni a mí ni a una estampida de búfalos aunque te vinieran encima- expresó chistoso, pero ella solo esbozó una leve sonrisa educada- ¿Se puede saber que te pasa? Llevas unas semanas la mar de abstraída y con cara triste ¿qué te ocurre pequeña?- se interesó cariñoso acariciándole tierno la mejilla con su pulgar
-Nada- respondió demasiado deprisa mirándolo amedrentada a los ojos
 -¿Nada, eh? Y ese “nada”... ¿tiene algo que ver con la marcha del padre de Héctor?- interrogó mirándola fijamente a los ojos
-No- respondió de nuevo demasiado presurosa sin poder remediar ponerse colorada
-¡Ya!- exclamó moviendo la cabeza asintiendo y tomó aire profundamente- ¿sabes qué hago en esta planta a estas horas en vez de estar en mi consulta Lucía?- expresó serio, ella negó con la cabeza- Pues vengo de hablar con la doctora Arteche que me mandó llamar para darme las quejas de ti y te aviso que ese “nada” tuyo está empezando a enfadarla y mucho; ya van dos veces que te equivocas al apuntar en las tablillas de los pacientes Lucía, en una fue la fiebre y en la otra la presión arterial, gracias a Dios cosas casi sin importancia, pero teme que mañana sea la medicación o aparezca una operación urgente y tengas que asistirla en quirófano...- le regañó serio pero muy amable
 -Oh Dios mio, lo hice sin querer... lo siento, lo siento muchísimo...- se disculpó aún más sonrojada y abochornada
-¡Hombre Lucía, lo supongo; solo jodería que lo hubieras hecho a posta!- exclamó chistoso y ella ahora sí no pudo evitar sonreír divertida
-Lo siento doctor Martínez, voy a estar más atenta se lo prometo
-No, vas a hacer algo mejor... te vas a tomar unos días de descanso, los que sean necesarios para poner en orden tus sentimientos o tu cabeza o lo que rayos sea ese “nada” que te tiene así antes de regresar a tu puesto- recomendó autoritario
-Pero doctor...
-Pero nada Lucía, lo vas a hacer, es una orden ¿me oyes?- remarcó tajante y autoritario no dándole opción a contrariar el mandato del subdirector del hospital.
-Buenos días mamá; hola Alicia- las saludó ameno Jaime entrando en la cocina donde su madre ya preparaba la comida junto a su empleada
-Hola cielito- respondió despreocupada Marisa besándolo cariñosa en la mejilla- ¿A dónde has ido tan temprano? Fui hasta tu casa y me dijo Cata que ya te habías marchado hacia un buen rato
-A rehabilitación como todos las mañanas- respondió desenfadado cogiendo una manzana del frutero que había sobre la mesa de la cocina- ¿por qué? ¿me necesitabas para algo?- indagó servicial dándole un buen mordisco a la jugosa fruta
-No, por nada- resolvió moviendo despreocupada los hombros- ¡Y no comas eso ahora, caray; que te quitará las pocas ganas de comer con las que me andas últimamente!- le regañó retirándosela de la mano, él sonrió tierno
 -Deja de preocuparte por mí viejita, que estoy bien; de verdad ¿vale?- aseguró amoroso besándola en la sien, ella le sonrió dulcemente- ¿Y papá?
-Pues hace un buen rato que no lo veo; seguro que ya está metido de nuevo en el garaje enredando en su dichoso coche y llenándose todo de grasa como siempre ¡es como un niño chico, por Dios bendito!- protestó maternal y él y Alicia se rieron divertidos- anda, ve a buscarlo cielo; que seguro tendrá que lavarse a conciencia y la comida estará lista en breve- Jaime volvió a besarla en la sien y obedeció.
-¿Qué te han dicho en rehabilitación, hijo?- se interesó su padre ya sentados a la mesa del comedor -Que todo va muy bien papá, mucho mejor de lo que esperaban; pronto podré volver al trabajo- contestó muy animado
-Tampoco te vayas a emocionar que no pienso dejarte volver a hacer las locuras que hacías ¿me oíste?- aclaró rotunda su madre, él rió divertido y continuó comiendo- oye cielo... hace tiempo que no nos visita Clarita; mejor dicho, no ha vuelto por aquí desde que regresamos ¿todo está bien entre vosotros?- indagó curiosa mirándolo intrigada
-Sí, todo está bien- contestó bajando la cabeza esquivando descaradamente los ojos de su madre que se cruzó una mirada inquieta con su esposo Héctor
-¿De verdad Jaime?- insistió desconfiada
 -Sí mamá, de verdad- remarcó ahora sí mirándola a los ojos- lo único que sucede es que ella y Pedro andan muy liados poniendo al día la nueva empresa para sanearla y echarla a andar cuanto antes; si nos retrasamos empezará a dar pérdidas y no nos interesa- explicó desenfadado y siguió comiendo pero no le pasó desapercibida la mirada poco conforme con su explicación que sus padres volvieron a cruzarse- es más, para que te quedes tranquila te diré que hoy mismo voy a llevarla a cenar a su restaurante favorito- añadió resuelto, su madre sonrió más relajada y él la miró tierno, le hacía sentir tan bien verla feliz...- ¿quieres que te enseñe una cosa viejita?- expuso emocionado, ella asintió con la cabeza y él sacó una cajita del bolsillo de su pantalón- Mira ¿te gusta?- preguntó abriéndola ante ella mostrando un hermoso anillo de compromiso; sus padres abrieron perplejos sus ojos
-¿Qué es... esto, Jaime?- expresó mirándolo atónita su madre
-Un anillo mamá ¿acaso no lo ves?- replicó fastidiado por su cara de asombro- esta noche voy a pedirle a Clara que se case conmigo- aclaró decidido
-¡¿Te has vuelto loco de repente o qué rayos te pasa?!- clamó su madre mirándolo completamente pasmada
-¿Por qué mamá? Tengo 36 años y ya va siendo hora de formar una familia ¿no crees?- replicó molesto por su reclamo
-Sí, estoy totalmente de acuerdo contigo en eso Jaime... ¡¡pero no con ella!! ¡¡Tú no la amas Jaime, eso es una auténtica locura!!
-Aprenderé a quererla- resolvió rotundo guardándose de nuevo el anillo en el bolsillo
-¡¡Eso es una estupidez y de las más grandes Jaime; no se “aprende” a querer a nadie; además, eso ya lo llevas intentando todos estos años y sin ningún resultado, no amas a Clarita ni la amarás nunca, hijo!!- aclaró contundente Marisa
-¡¡Pero logré cogerle cariño mamá!! Seguro que con un poco más de tiempo consigo llegar a amarla...- se defendió intentando convencerla y, sobre todo, convencerse él
-¡¡Deja de decir sandeces, por Dios bendito!!- lo interrumpió tajante- ¡¿Más tiempo Jaime?! ¡¿Más de tres años no es suficiente?! ¡¡Lo único que conseguirás con todo esto es hacerle daño a ella y, sobre todo, a ti ¿no lo comprendes, hijo?!! ¡¡Y tú dí algo de una vez, caramba!! ¡¿Acaso no estás escuchando la sarta de barbaridades que está diciendo tu hijo, Héctor?!- le recriminó a su esposo pegándole suavemente en el brazo haciéndole reaccionar pues se quedara pasmado con aquella noticia
-Tu madre tiene razón hijo; el matrimonio no es el camino de rosas que creemos cuando estamos solteros, está lleno de dificultades y problemas que, como no tenga una buena base de comprensión y amor, se puede llegar a convertir en una auténtica pesadilla- explicó su padre muy serenamente sin perder la compostura
-Mientras no llego a amarla como se merece, puedo ser muy comprensivo papá; puede funcionar...- insistió tercamente
-¡¡Ja!! ¡¿Tú comprensivo cuando tu terrible genio se dispara a la mínima?! ¡¡Eso no te lo crees ni tú!!- exclamó sarcástica su madre, él la miró irritado
-Sé porque lo estás haciendo hijo, sé porque te estás agarrando a ésto como un náufrago a una tabla; pero abre los ojos Jaime: esta tabla está podrida y te vas a ahogar igualmente solo que con más sufrimiento; porque Clara no te va a ayudar a superar todo lo que estas sintiendo hijo, al contrario, aún te hará recordar más y extrañar a quien tú realmente amas cuando las cosas empiecen a complicarse e irán a peor- le habló sincero y ambos se quedaron mirándose a los ojos fijamente -Bueno, pues si no funciona; para algo se inventó el divorcio ¿no?- replicó moviendo desinteresado los hombros
-¡Otra estupidez más y ya perdí la cuenta de cuantas van!- exclamó alterada su madre
-¡¡Bueno!! ¡¡Ya está bien!!- clamó poniéndose impetuosamente de pie- quise daros una buena noticia y os ponéis así, no sé porque narices dije nada...- protestó irritado
 -Hijo, solo queremos que abras los ojos; te estás equivocando y de pleno, esa no es la solución... solo te pido por favor que lo pienses un poco, solo un poco más antes de dar este paso; recapacita por favor...- intentó convencerlo su padre, Jaime se quedó mirándolo unos segundos a los ojos
-Lo siento pero ya está decidido papá: me voy a casar con Clara os guste o no, y no tengo nada más que pensar- resolvió rotundamente tajante y salió presuroso del comedor sin mirar atrás
-¡Oh por Dios bendito; nuestro hijo va directo al desastre y no podemos hacer nada para evitarlo, Héctor!- exclamó abatida su madre y rompió a llorar impotente; Héctor le pasó tierno el brazo por los hombros acercándola a él y la oprimió compasivo contra su pecho mientras la besaba amoroso en la cabeza. Sí, él también lo sabía; pero tampoco tenía ni idea de cómo evitar aquella catástrofe que se venía encima...
A Lucía aquella semana de castigo en casa aun la hundió más; apenas salía y su rostro cada vez estaba más demacrado. Pero aquel jueves que Esther libraba, se empecinó en que la acompañara a recoger a los niños en la escuela y no la dejó regresar a casa, quiso ir de compras insistiendo tercamente a pesar de las negativas de Lucía que finalmente no le quedó más remedio que aceptar aunque muy desganada
 -¿Aún no sabes nada de él verdad?- se decidió a preguntar amistosa al cabo de un rato de estar examinando distintas prendas en absoluto silencio mientras los pequeños enredaban juguetones entre los colgadores. Lucía negó con la cabeza sin apartar su mirada de unos vaqueros para Héctor- bueno, llamará corazón, ya lo verás- intentó darle ánimos
-Cuando no lo hizo Esther, es que ya no va a hacerlo; lo conozco bastante bien- aclaró apagadamente, revisó el precio y volvió a colgarlos soltando un hondo suspiro desolador; Esther la miró apenada por la tristeza que embargaba a su buena amiga
-¿Te gusta este pantaloncito?- le preguntó animosa mostrándole un pequeño vaquero para un bebé; Lucía la miró sorprendida
-¿Estás tonta? Eso no le vale a Héctor Esther- declaró concluyente
-Ya lo sé so lista, pero a mi bebé sí- expuso sonriendo pícara, Lucía abrió atónita sus ojos
-¡¿De verdad?!- exclamó más animada y Esther asintió con la cabeza mientras esbozaba una feliz sonrisa- ¡¡Oh, eso es fantástico; hermanita!!- expresó dichosa y se abrazaron entusiasmadas aunque detectó al instante algo de preocupación en la mirada de Esther- ¿Pasa algo Esther? ¿Acaso lo llevas mal como el de Iris?- se interesó cariñosa
-Bueno ya sabes cómo llevo yo los embarazos, a sobresaltos y trompicones, pero por ahora vamos llevándolo bastante bien- aclaró aunque seguía inquieta; Lucía la miró insistente a los ojos- es por Carlos Lucy…- añadió apagadamente
-¿Qué le pasa? ¿Acaso no está feliz con la noticia?- se preocupó al instante
-No, que va; si está encantado con la noticia... pero está mucho más preocupado que antes pues sigue temiéndose que vaya a quedarse sin trabajo; con la llegada de la nueva dirección en la empresa, corre el rumor de que están haciendo una selección de trabajadores y puede haber despidos... y ahora esa es la peor noticia que podíamos tener al llega otra boca que alimentar... - explicó inquieta
 -Pero ¿sabes si van a seguir manteniéndola haciendo lo que hacen o han decidido destinarla a otra cosa?- se interesó mirándola esperanzada
-Por lo que parece les interesa seguir con la producción de diseño de programas, chips informáticos y todo lo que rayos hacen allí y que nunca entendí por mucho que Carlos se mate a explicarme- respondió y ambas rieron divertidas
-Pues entonces deja ya de preocuparte por eso porque, como ya te dije muchas veces, Carlos es un informático estupendo y puedo asegurarte que Jaime, será lo que sea: tozudo, temperamental y algo impulsivo, pero nada tonto para los negocios y tiene un ojo especial para calificar a las personas y sé que no dejará escapar a Carlos- la animó resuelta y volvieron a sonreírse- así que... ¿sabes qué te digo? Que este pantaloncito tan mono y chiquito se lo voy comprar yo a mi sobrinito para que lo estrene el primer día que vaya a recoger a su papi al trabajo así nazca; porque estoy segura que Carlos seguirá en la empresa cielo; y sé que de esta vez será un niño para deleite de ese papi que lo lleva deseando mucho tiempo- resolvió animada y ambas rieron divertidas- ahora vamos a buscarle una bonita camisita a juego para que vaya la mar de guapo...- expresó alegre yéndose hacia otro lado de la tienda. Esther la observó complacida, la noticia del embarazo pareció darle una inyección de ánimos a Lucía y sus lindos ojitos tan apagados últimamente, volvían a brillar un poquito más animados mientras escogía ropita para el bebé y eso la alegró muchísimo. Ver feliz a su hermanita pequeña era lo que más deseaba en el mundo y lo había conseguido, aunque fuera por un instante que no duraría mucho ya que sabía que, así llegara a casa y sus ojos descubrieran la luz apagada del contestador indicando que no había habido llamadas durante su ausencia, aquellos preciosos ojos se volverían a apagar como la delicada luz de una candela- ¿Te gusta esta, hermanita? ¿A qué es monísima?- indagó sonriendo entusiasmada mientras le mostraba una alegre camisita de pequeñas ovejitas azules, Esther también sonrió tierna
-Sí mi ángel, es preciosa- respondió cariñosa mirándola con gran ternura, suspiró profundamente y se acercó a ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario