domingo, 10 de mayo de 2015


     -¡Uy que susto me diste, padrino!- exclamó sobrecogido Héctor al abrir la puerta de casa de Iris y encontrarse inesperadamente a Carlos frente a él que sonrió divertido
-¿A dónde vas campeón?- indagó curioso entrando en el apartamento y revolviéndole cariñoso el pelo -A ningún lado, solo vigilo- respondió resuelto quedándose con la puerta entreabierta espiando atento la puerta de su casa. Carlos frunció desconcertado el ceño y miró intrigado a su pequeña que miraba la televisión sentada en el sofá
-Ni caso papi, es un tonto aburrido que lleva así más de dos horas aunque él le prometió que no iba a pasar nada- aclaró fastidiada y siguió peinando a su muñeca
-¿”Él” quién, cielo?- se interesó curioso
-El señor que está hablando con tía Lucy- resolvió desenfadada y él, sin aún comprender nada, se dirigió a la cocina donde se encontró a Esther preparando la cena
-Hola amor ¿cómo has estado?- le preguntó amoroso acariciando tierno su apenas visible vientre mientras la besaba dulcemente los labios
 -Bien, sin molestias- respondió sonriéndole complacida y él le correspondió
 -Mejor- remarcó satisfecho y, besándola nuevamente en los labios, cogió un vaso del mueble dirigiéndose al frigorífico de donde sacó la jarra del agua- ¿Qué hace el campeón vigilando la puerta?- preguntó intrigado mientras llenaba su vaso de agua
 -¡¿Ya está otra vez?!- expresó atónita y él asintió con la cabeza, ella rió divertida- pobrecillo; está nervioso vigilando que Jaime no vuelva a gritarle a Lucy- explicó enternecida dirigiendo su atención de nuevo a los fogones
 -¡¿Jaime está aquí?!- exclamó sorprendido, ella asintió con la cabeza- ¡¡Vaya, por fin logró dar con él!!
 -No, que va; él lo descubrió al ver una fotografía suya de niño... cielo tienes que verla: ¡¡son idénticos, caray!!- exclamó impresionada
-¡Vaya!- exclamó sobrecogido- ¿y cómo se lo tomó?
-¿Tú cómo crees, Carlos?- expresó sarcástica mirándolo reprochadora, él movió levemente sus hombros indicando que lo sospechaba pero no lo sabía- Lucy tenía razón cielo: ¡¡ese hombre tiene un genio de mil demonios, caramba!! llegó hecho un auténtico basilisco reclamándole furiosamente a Lucy que no le hubiera dicho nada
-Normal, quiero mucho a nuestra chiquita pero hay que reconocer que no obró nada bien con ese pobre hombre- expresó comprensivo y bebió un trago de su vaso de agua- pero dices que están hablando ¿no?
-Sí, al final logré tranquilizarlo y llevan ahí dentro más de dos horas encerrados sin oírse nada; aunque Héctor no se fía y está atento a que no vuelva a gritarle a su mamá- explicó resuelta y lo miró con los ojos abiertos del pasmo- ¡Tenías que ver que tremenda patada le metió al pobre Jaime defendiendo decidido a su mami cuando le gritaba como un poseso, nos dejó a todos boquiabiertos!- añadió impresionada aunque no pudo evitar reírse, Carlos también sonrió entrañable
 -¡¡Ese es mi campeón, ante todo y sobre todo defendiendo a su mami; sí señor!!- exclamó satisfecho y ambos rieron divertidos. Carlos se acabó el vaso de agua y miró intrigado a Esther- entonces ¿Nuestro campeón sabe ya que Jaime es su...?
-¡No, cállate!- lo interrumpió de inmediato Esther mirando nerviosa la puerta por si el pequeño estuviera por allí
-¡¡Uy, vaya!!- exclamó sobrecogido por su casi metedura de pata- ¿Y dices que llevan solos y demasiado callados en el apartamento?- preguntó inquieto y ella asintió- ¿Y tú lo ves conveniente corazón? ¿No sería mejor ir a echar un vistazo por si acaso?- añadió mirándola prevenido
-Se ve a leguas que es un buen hombre cielo, no te preocupes; es cierto que tiene un genio endiablado y estaba muy dolido por el comportamiento de Lucy, pero la quiere aún muchísimo y sería incapaz de hacerle daño- explicó sincera pero Carlos la observaba desconfiado- De verdad corazón ¿No sabes cómo se pone Héctor cuando Iris no hace lo que él quiere? ¿Cómo despotrica y parece que la va a devorar poniendo esos preciosos ojitos tan grandes y llenos de rabia pero, al final, es incapaz de hacerle algún daño?- él asintió sonriendo tierno- Pues igualito es su padre cielo... ¡¡ese niño es clavadito a su padre, caray; en todos los sentidos!!- expuso impresionada y ambos se sonrieron amenos.
Jaime y Lucía seguían besándose incansables, saboreándose gustosos mientras sus ambiciosas manos no podían estarse quietas y recorrían despacio sus cuerpos intentando aplacar con dulces caricias toda aquella añoranza y anhelo que habían sufrido por no sentir su mutua suave y tersa piel en todos aquellos años
-Me quedaría así toda la noche hasta desgastarte estos ricos labios que tanto extrañé- musitó amoroso y se sonrieron felices, pero Lucía lo miró inquieta y su rostro se ensombreció de pronto de manera alarmante- ¿Qué pasa mi amor?- instó temeroso
-Jaime... ¿y Clara? ¿Has pensado en ella?- expuso mirándolo nerviosa
-No, absolutamente para nada se me pasó por la cabeza- respondió despreocupado recogiendo uno de los cojines del sofá colocándoselo debajo de la cabeza y la miró despreocupado así estuvo acomodado- ¿por qué tenía que acordarme de ella mi ángel?- interrogó desconcertado
 -Ella me dijo que teníais...
 -¡Ah sí, ya sé lo que te dijo; Esther me lo contó!- la interrumpió indiferente y la besó dulcemente en los labios- tranquila mi vida que no es cierto; ya arreglaré cuentas con ella así regrese a Santa Mónica- intentó expresar desenfadado pero su voz sonó demasiado irritada alarmando a Lucía
-Por favor Jaime, déjalo estar; no le digas nada- suplicó sobrecogida, casi con miedo; él la miró fijamente a los ojos
-Deja de tenerle miedo, Lucía- expresó tajante, ella tragó incómoda saliva
 -No es miedo, es...- intentó defenderse pero su voz sonó temblorosa
-Es miedo- remarcó rotundo y ella lo miró acobardada viéndose descubierta- mi ángel, ¿no comprendes que de eso se vale? Ella desde hace años no puede aguantar la envidia que te tiene porque sabe de sobra que no puede compararse a ti ni en sueños; pero es muy lista la puñetera y sobre todo manipuladora, sabe que le tienes miedo y lo utiliza en tu propia contra manipulándote como le viene en gana; no debes demostrárselo o seguirá manejándote a su antojo- explicó tierno y ella sonrió más calmada comprendiendo; Jaime le acarició dulcemente la mejilla con el revés de su mano mirándola tremendamente arrepentido- no voy a mentirte amor mío, primero porque no quiero y segundo porque sé que será de lo primero que esa víbora se servirá para intentar hacerte daño así sepa que volvemos a estar juntos...- expuso prevenido, ella lo miró intrigada- es cierto que he estado con ella, Lucía; y no nos hemos acostado ni una ni dos veces, sino que fueron varias...- declaró sincero esquivando arrepentido su mirada
-No tienes que darme explicaciones ni me importa lo que hayas hecho, mi amor; no estábamos juntos y eras tan libre como yo de hacer lo que quisieras- aclaró despreocupada besándolo amorosa en los labios
-Pero yo quiero contártelo; para dejar las cosas bien claras y que no haya mal entendidos después- aseveró rotundo y la miró con preocupación a los ojos- porque lo va a intentar Lucía, lo sé; sé que esa gata va a intentar separarnos así sepa que hemos vuelto y no quiero que te llene la cabeza con cuentos -Está bien- suspiró vencida y él la besó con ternura en la frente
-Es cierto que, tras tres años esperándote inútilmente, en un intento estúpido y alocado de querer olvidarte cometí el grave error de empezar con ella una especie de... podría decirse “relación” por llamarlo de alguna forma; pero no es para nada cierto que fuera feliz a su lado como ella quiso hacerte entender, pronto me di cuenta que fue una tremenda estupidez porque, cuanto más estaba con ella, más me acordaba de ti- declaró mirándola apasionado y se sonrieron tiernos- tampoco ayudó su forma de ser altanera y déspota que no me gusta nada; pero la puntilla final para acabar con aquello ya antes de que volviéramos a encontrarnos, fue cuando empezó a querer manejar a su antojo mi vida, mi casa y hasta lo que hacía en el trabajo y sabes que es algo que no soporto...
-Pero sí te gusta también hacer a ti con los demás- reprochó al instante y él la miró tremendamente dolido haciéndola sentir mal- lo siento mi vida, lo siento mucho; perdóname- se disculpó arrepentida besándolo amorosa por el rostro, él sonrió dulcemente
-No tienes por qué pedir disculpas mi amor, es cierto y me lo tengo bien merecido- repuso sincero y se sonrieron comprensivos- ¿y tú? ¿has tenido alguna relación estos años?- se interesó curioso
-No, aunque Carlos intentó emparejarme varias veces con compañeros suyos del trabajo, en mi vida solo hay cabida para un hombre- respondió mirándolo profundamente enamorada, él sonrió plenamente complacido- y por cierto, para Héctor, ese hombre es él- aclaró chistosa y Jaime soltó una sonora carcajada
 -Así que, además de temperamental, descarado y vivaracho, también nos salió celoso y posesivo como su padre; pues vamos bien, se me están poniendo las cosas cada vez más fáciles caramba- resolvió irónico aunque su voz sonó llena de orgullo y ambos rieron alegres; Lucía tomó su rostro entre sus manos mirándolo profundamente enamorada
 -Pero también es muy dulce, tierno, lleno de bondad y amor; y, sobre todo, guapísimo como tú ¡¡Ay Dios, más igual a ti no pudiste hacerlo carajo!!- aclaró satisfecha apretándole suavemente la cara con sus manos y él rió feliz oprimiéndola encantado contra su cuerpo
 -¿Vamos a recoger a nuestro hijo, amor mío?- propuso de pronto mirándola entusiasmado- ¡¡Oh Dios, que bien suena: nuestro hijo!!- repitió dichoso oprimiéndola de nuevo contra su cuerpo, ella rió divertida
 -Ya estará durmiendo cielo- comentó enternecida
-¿Tú crees?- expresó inseguro mirándola dudoso- ¿Cuánto me apuestas a que Esther nos está esperando aún con él despierto?- propuso resuelto y ella volvió a reír explayada
-¡Que nos está esperando impaciente de noticias, eso seguro!- declaró guasona y ambos rieron divertidos- pero no creo que aún tenga a los niños sin acostar; están acostumbrados a dormirse a las nueve- él examinó su reloj, ya pasaban de las diez y media
-Probemos, quien sabe- resolvió decidido levantándose no sin antes besarla tierno en los labios -Vale… Al mal paso darle prisa- dijo nerviosa también poniéndose en pie, él la besó tierno en la frente
 -Todo va a salir bien cielo, ya lo verás- aseguró rotundo- ¡Héctor! Cómo mi padre; me gusta- sonrió feliz vistiéndose sus boxers.
-Estaba decidida a ponerle Jaime así me enteré de que era un niño; pero cuando nació y vi su carita, la primera imagen que me vino a la cabeza fue la de tus padres a los que tanto extrañaba, y cambié de opinión en ese instante- explicó conmovida y sus ojos se llenaron de lágrimas, él la tomó dulcemente entre sus brazos besándola amoroso en la sien y ella se aferró a su cuerpo con pasión- ¡Si supieras cuanta soledad sentí en aquel instante, Jaime; mas que en toda mi vida a pesar de haber estado siempre sola en el mundo! ¡os extrañaba y echaba tanto de menos a los tres! ¡Pero sobre todo a ti, que no sabes cuanta falta me hacías a mi lado y cuanto me llevo arrepentido de haber hecho lo que hice...!- sollozó afligida oprimiéndose casi con desesperación a él
-Y tú a mí ángel mío, no tienes ni idea de cuánto te necesité yo a ti- expresó mortificado abrazándola fuertemente contra él al tiempo que la besaba en los labios tiernamente. Ella lo sujetó por la nuca y profundizó aquel dulce beso convirtiéndolo en una entrega apasionada. Jaime la aprisionó aún más contra él devolviéndole con su boca tanta pasión y amor como ella le ofrecía. Poco a poco se fueron deteniendo, pero no podían dejar de rozarse mimosos los labios mientras se reían felizmente pletóricos- ¿seguimos así o vamos a buscar de una vez a nuestro pequeño? Porque te juro que yo me puedo pasar así toda la noche como no me detengas- le susurró chistoso depositando de nuevo otro dulce beso sobre los labios de Lucía que rió divertida
 -Te amo con locura Jaime, lo eres todo en mi vida amor mío- declaró llena de pasión
-Y yo a ti amor, nunca dejé de amarte y creo que, cada vez que intentaba olvidarte, más crecía este amor dentro de mí haciéndolo imposible- aclaró sincero y volvieron a besarse ardientemente apasionados
Carlos y Esther miraban entretenidos el televisor abrazados en el sofá mientras oían a los pequeños jugar divertidos en el cuarto de Iris. Héctor se había tranquilizado de manera fulminante así Carlos llegara a casa dando a entender que, estando su padrino allí, sabía de sobra que nada podría pasarle ya a su mamá
 -¿No son horas de que esos dos se vayan ya a la cama cielo?- expuso Carlos examinando su reloj de pulsera- ya son casi las once...
-Un poquito más- respondió dulcemente mirándolo esperanzada a los ojos, él sonrió tierno y la besó amoroso en la frente- ¿No están tardando ya demasiado?- expuso inquieta, él rió divertido
-No les metas prisas corazón que son cinco años los que tienen que recuperar y eso no se hace en dos minutos- bromeó pícaro
-¡¡Carlos, tú siempre igual ¿eh?!!- protestó al instante pero también rió entretenida. Llamaron suavemente con los nudillos a la puerta
-Ahí están- resolvió animado Carlos levantándose para abrir. También Esther, expectante, se puso en pie esperando verlos aparecer
Agarrados amorosos de la mano esperaban que les abrieran, Lucía oprimió nerviosa la mano de Jaime cuando oyó pasos acercándose a la puerta
 -Tranquila, verás como todo sale bien- le murmuró cariñoso besándola tranquilizador en los labios. Abrió Carlos, sus ojos se clavaron al instante en los de Lucía intentado descifrar algo de lo que pudiera haber pasado pero, al verle aquel precioso brillo en sus ojos de plena de felicidad, sonrió conforme. También Esther examinaba nerviosa el rostro de su amiga y sonrió feliz, encantada de verla nuevamente con aquel brillo especial en aquellos bellos ojos color café y aquel suave rubor de sus mejillas tan bonito pero tan delatador el puñetero; no pudo evitar soltar una risita pícara provocando que Lucía se sonrojara
-No hay prisa ¿eh? Héctor se puede quedar a dormir aquí… ¡Tenéis aún mucho atrasado que recuperar!- bromeó malicioso Carlos al verla sonrojarse de aquella manera, ella aún se puso más colorada y Jaime rió divertido
-Para eso tenemos todo el resto de nuestras vidas ¿verdad amor?- le devolvió sagaz la pelota a Carlos besando tierno la sien de Lucía. Se rieron encantados los cuatro
-Jaime quiere hablar con Héctor cuanto antes- dijo nerviosa Lucía
-Tú tranquila cielo, es un niño vivaz y muy listo, lo comprenderá- explicó dulcemente Esther
-Sí, además creo que Jaime tiene razón, sería mucho peor esperar; es tan perspicaz que se formaría una idea errónea si lo ve merodear mucho por aquí y acabaría rechazáñdolo y echándolo con cajas destempladas- añadió divertido
-Eso digo yo también y no tengo muchas ganas de volver a sentir toda su rabia contra mi pantorrilla- expuso chistoso Jaime y volvieron a reírse divertidos los cuatro
-Bueno, entonces, vamos allá… ¿preparada?- le preguntó animada Esther, Lucía negó con la cabeza y su amiga esbozó una risa divertida- ¡Héctor! ¡Ven mi ángel, mami está aquí! ¡Te vas a casa mi rey!
Lucía cerró los ojos y tomó aire profundamente. Soltó la mano de Jaime al momento que apareció el niño corriendo feliz hacia su madre pero se detuvo en el acto al ver también allí a Jaime; todos lo observaban inquietos
-¿Qué te pasa capitán?- se atrevió a preguntar Jaime y el niño lo observó entrecerrando sus ojos -¡¿Qué haces aún aquí?!- indagó suspicaz, todos quedaron callados
 -Es que quiero hablar contigo- respondió serenamente, el niño seguía mirándolo desconfiado
-¿Y me vas a gritar como le gritaste a mi mamá? Porque sino yo…- y, ante el asombro de todos, arremetió contra él para intentar patearle de nuevo la espinilla, pero esta vez no pilló descuidado a Jaime que lo esquivó hábilmente al tiempo que Carlos lo sujetó raudo por los hombros
 -¡Ey, gran jefe! Eso no está nada bien campeón- le regañó seriamente Carlos
 -Tú me has dicho que debo defender a mami siempre, padrino; que soy el hombre de la casa- respondió rotundo el pequeño
-Sí hombre, pero no así- exclamó sobrecogido
 -¿Le muerdo entonces?- indagó el pequeño interesado y dispuesto
-¡No, claro que no! ¿Cómo se te ocurre?- aclaró rotundo y todos rieron divertidos
-Ey colega...- le habló dulcemente Jaime acuclillándose ante él e intentó sujetarle por los hombros pero el pequeño se revolvió evitándolo- Héctor, cielo... escúchame, estaba muy, muy enfadado con mami porque no me había contado algo muy importante para mí y soy muy atolondrado, pero te prometí no gritarle nunca más y pienso cumplirlo- el niño lo miraba desconfiado
-¿Nunca más? ¿Lo prometes?- expuso más sereno
-Nunca más capitán, te lo he jurado antes ¿verdad?- el niño lo observó más tranquilo
-Bueno... Entonces... puedes quedarte- expuso resuelto y todos rieron divertidos
-Despídete cielo y vámonos a casa- expuso más relajada Lucía
-Hasta mañana tía Lucía- le dijo la niña cariñosa mientras la besaba en las mejillas al tiempo que Héctor lo hacía con Carlos y Esther despidiéndose de ellos
 Cuando entraron en casa, Héctor se fue derecho a por el balón para jugar en la sala
-Héctor ¿qué te tengo dicho?- le recriminó suavemente su madre
-Vaaale, en casa no se juega al balón- respondió despreocupado llevándoselo al dormitorio
 -Se llevan de maravilla ¿no?- preguntó complacido Jaime mientras cerraba la puerta fijándose por primera vez en el apartamento; era pequeño pero parecía luminoso por sus amplias ventanas. Apenas tenía un salón que lo separaba de la pequeña cocina una isla de mármol, dos dormitorios y un baño. Realmente era muy pequeño; pero muy acogedor y, sobre todo, muy familiar con todas las fotografías que Lucía tenía de Héctor por toda la estancia
-No pueden estar ni cinco minutos uno lejos del otro, pero como la pobre Iris no haga lo que él quiere, siempre acaban tirándose los trastos a la cabeza; es muy intransigente- explicó cariñosa agachándose a recoger el camión de bomberos y los pequeños muñecos que estaban tirados junto al sofá; él también la ayudó- Perdona el desorden, pero no logro que obedezca y sea ordenado
-No está desordenada Lucía, no seas quisquillosa- declaró cariñoso y se sonrieron amorosos- solo son juguetes; sería muy extraño una casa con niños y sin algo de este desorden ¿no?- le entregó el muñeco rozándole apenas su mano en una dulce caricia que les erizó la piel a ambos- me muero por besarte de nuevo amor mío- le murmuró meloso mirándola ardiente
-Ahora no Jaime, que puede vernos y...- respondió inquieta pero él le sujetó dulcemente de la nuca y la besó ardiente aprovechando la intimidad que les ofrecía el respaldo del sofá, ella se entregó sin reticencias y también deseosa- estás loco ¿sabías?- murmuró deleitada así se separaron y se rieron divertidos al tiempo que se levantaban examinando atentos con la mirada el salón, pero Héctor seguía en su dormitorio. Lucía hizo amago de rodear el sofá pero Jaime la tomó de la muñeca y volvió a esconderse junto a ella detrás del sofá- ¿quieres parar de...?- iba a protestar pero él la calló atrapando de nuevo su boca y volvieron a besarse complacidamente deleitados. Jaime se separó despacio depositando dulces toques en los labios de Lucía que rió divertida y juguetona- tú sigue que cómo nos encuentre ya verás...- avisó y él rió jocoso. Volvieron a ponerse en pie y rodearon el sofá sentándose en él. Jaime tomó amoroso la mano de Lucía entre las suyas y, tras besársela tierno, se quedaron con ellas unidas para apoyarse el uno al otro
-Héctor, cielo…Ven aquí un momento que tenemos algo que decirte- lo llamó amorosa Lucía
-¿Qué mami?- preguntó despreocupado saliendo de su cuarto más atento en guiar su coche dirigido por la sala que en su madre; pero de pronto, sus lindos ojitos se fijaron en sus manos entrelazadas sobre las rodillas de Jaime y se puso alerta al instante mirándolos muy serio- ¿qué me quieres decir mami?- instó prevenido el niño mirando desconfiado a Lucía cuya primera reacción ante aquella mirada de su hijo fue soltar de inmediato la mano de Jaime, pero él se lo impidió cerrando con más contundencia sus dedos alrededor de los de ella
-Héctor cariño... mira corazón, yo… tengo que decirte que... bueno, más bien, queremos decirte que...- empezó a balbucear Lucía buscando nerviosa las palabras correctas
-Que soy tu papá, Héctor- acabó de pronto la frase Jaime franco, directo y contundente mirando con una tranquilidad pasmosa a los ojos del niño dejando perpleja a Lucía cuya respiración se cortó al instante de oírlo y abrió aterrada sus ojos mirando expectante al pequeño esperando su reacción. Héctor entrecerró levemente sus ojos demostrando una gran desconfianza a lo que acababa de oír mientras le mantenía firme la mirada a Jaime que tampoco la apartó quedándose ambos mirándose fijamente a los ojos y en silencio

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