viernes, 15 de mayo de 2015


    Ya en la intimidad del cuarto, profundizaron más aquel amoroso beso intentando entregar en él todo el amor y pasión que sentían y cada vez crecía más encendiéndolos rápidamente y pronto se transformó en voraz apetito mientras sus respiraciones iban acelerándose llenándose de deseo. Jaime deslizó su mano por debajo de la blusa azul que Lucía llevaba puesta sobre sus vaqueros al tiempo que ella también buscaba su piel ardiente bajo su camisa negra y, acariciándose suave y mutuamente sus espaldas desnudas, se fueron oprimiendo anhelantes el uno al otro deseosos de mucho más que aquella tentadora y excitante caricia. Jaime escabulló despacio su mano por su costado hasta acabar atrapando gustoso uno de aquellos preciosos pechos que llenaban completamente su mano y lo acarició provocador por encima del sujetador provocando en Lucía un leve gemido de placer al tiempo que ella buscaba ya ambiciosa el cierre de su cinturón desabrochándolo presurosa
 -Jaime ya está listo el cuarto de la pequeña; si me das su maleta, coloco su ropita en el arma... - entró en aquel momento Cata en el dormitorio encontrándolos en aquella incómoda situación; Lucía se separó precipitada de Jaime sonrojándose tremendamente- ¡Uy, lo siento, lo siento mucho!- exclamó avergonzada mirándolos arrepentida por aquella inoportuna interrupción
-Tranquila Cata, la culpa no fue tuya sino nuestra por no cerrar la puerta- expresó compasivo Jaime al ver el tremendo azoramiento de la pobre mujer- puedes irte ya cuando quieras, de las maletas nos encargamos nosotros
-¿No quieres que os prepare algo de cenar y... tenga un ratito a los niños entretenidos?- se ofreció amable aunque sin poder evitar un leve tono malicioso, él y Lucía rieron divertidos
-No pero gracias por tu ofrecimiento, mamá nos espera para cenar y si nos tardamos, aparecerá aquí a buscarnos y ella puedo asegurarte que no será tan comprensiva como tú- bromeó chistoso y los tres rieron explayados
-Bueno, entonces si no me necesitáis, me voy ya; hasta mañana
-Hasta mañana Cata, y mil gracias- se despidió amable Lucía y la mujer le sonrió amistosa antes de desaparecer por el pasillo
-¿Qué te parece si nos damos una ducha rápida juntos?- expuso meloso Jaime así Cata se fue rodeando con sus brazos la cintura de Lucía atrayéndola de nuevo contra su cuerpo, ella sonrió deleitada rodeándole el cuello con los suyos
-Una idea maravillosa, pero imposible ahora; será mejor dejarla para cuando regresemos de cenar con tus padres- le murmuró dulcemente jugueteando con sus labios en los de él
 -¿Por qué?- preguntó intrigado
-Pues porque creo que te estás olvidando otra vez de algo...
-¿De qué?- instó confundido preguntó sin comprender
-¡¡Mami ¿dónde estás?!!- se oyó la voz de Héctor correteando por la casa buscándola
-¡De eso precisamente: si tarda más de diez minutos sin verme, me busca con desesperación!- aclaró resuelta Lucía hacia Jaime sonriendo divertida, él también rió derrotado
 -¡Ah estás aquí!- apareció Héctor e Iris en la puerta del dormitorio- ¿sabes que se puede venir de la cocina hasta aquí cruzando por la terraza de la piscina?- gritó divertido mientras tiraba de la mano de su madre intentando arrastrarla fuera del dormitorio, ellos se separaron muy despacio mirándose derrotados pero sonriendo divertidos
-Esto es tener hijos ¿ves? Hay que dejar la intimidad para cuando estén dormidos- le explicó desolada Lucía a Jaime que volvió a reír entretenido
 -Tía Lucy...- la llamó cohibida Iris también tirando de su blusón
-¿Qué pasa mi ángel?
-Es que... tengo hambre- susurró avergonzada poniéndose de puntillas como si así Jaime no pudiera oírla, él no pudo evitar reír entrañable
 -¡¡Ven aquí preciosa!!- expuso cogiéndola en brazos besándola cariñoso en la mejilla, la pequeña le sonrió dulcemente- ¡Venga, vámonos; que nuestra preciosa Iris tiene hambre!- resolvió decidido y salieron del cuarto
-Pero antes quiero agua- aclaró Héctor saliendo por la puerta corredera del pasillo cruzando la terraza del jardín y entrando en la puerta de enfrente. Jaime, aún con Iris en brazos, junto a Lucía lo siguieron llegando a una gran cocina con muebles en color cerezo y mesado de granito negro. Los muebles superiores tenían todos puertas de cristal velado y una isla cuadrada también de granito negro ocupaba el centro de la cocina donde estaba insertada la vitrocerámica. Al otro lado de la estancia estaba el comedor con una gran mesa de cristal con ocho sillas en madera de cerezo igual a los muebles de cocina sobre otra mullida y gran alfombra negra que ocupaba casi todo el suelo del comedor y un amplio aparador con un enorme espejo encima sobre la pared. Sobre la mesa había otro fino florero de cristal con más rosas
-Hay muchas flores por toda la casa ¿no recordaba que te gustaran tanto?- expuso sorprendida Lucía mientras Jaime dejaba a Iris en el suelo y cogía unos vasos del mueble sobre el fregadero
-Le pedí a Cata que llenara la casa de rosas para ti- expuso enamorado besándola dulcemente en los labios al pasar junto a ella dirigiéndose al doble frigorífico, ella lo miró sorprendida
-¡¿Para mí?!- exclamó atónita
 -Claro mi ángel ¿para quién si no?- respondió resuelto abriendo una de las puertas del frigorífico- Cata ha hecho limonada ¿la preferís al agua?- expuso desenfadado mirando a los pequeños que aceptaron la limonada y les sirvió dos vasos que se bebieron sedientos- ¿nos vamos ya?- expuso cuando los niños le devolvieron los vasos vacíos y ellos, en respuesta, echaron a correr hacia la puerta de la calle
-¡¡Esperar ahí, no salgáis solos!!- les gritó al instante Lucía intentado detenerlos, Jaime la tomó cariñoso de la cintura
 -Tranquila, esto es una finca privada y por aquí no pasan coches a no ser los nuestros; tenía intención de cerrarla pero lo fuí dejando y ahora creo que llegó el momento de hacerlo- explicó resuelto besándola tranquilizador en la sien y la guió hacia la salida
-Entonces ¿Todo esto es tuyo?- expuso anonadada observando de nuevo todo aquel terreno arbolado que los rodeaba
-No, todo esto es nuestro- remarcó rotundo y ambos se sonrieron enamorados
La casa de los padres de Jaime no estaba muy lejos, dando un bonito paseo entre la arboleda pronto llegaron a ella. Era una casa de ladrillo rojo de planta baja con tejado de dos aguas.
 -Que bonita y que cerca, me encanta que vivan tan próximos a ti- expresó gustosa, él le sonrió agradado
-Quise que se vinieran a vivir conmigo pero no aceptaron, decían que algún día formaría mi familia y ellos no querían andar a estorbar por el medio… Así que les mandé construir esta casita- le explicó cariñoso y ambos se sonrieron tiernos
 -Menuda tontería, no creo que les estorbaran a nadie porque son encantadores, aunque también así está muy bien, no son aún muy mayores y también quieren su intimidad- aclaró cariñosa, él se detuvo y se quedó mirándola encandilado; aquella era Lucía: dulce tierna y comprensiva, tan pero tan distinta a Clara... ¡que gran estupidez estuviera a punto de cometer!- ¿qué pasa?- interrogó descolocada por aquella mirada de Jaime
-Tú sí que eres encantadora- expresó deleitado besándola dulcemente en los labios , ella abrió los ojos desconcertada por aquella contestación pero él abrió la puerta de cristal tallado sin contestarle- ¡¿Qué?! ¡¿Aquí no se cena hoy o qué?! ¡¡Pues aviso que traigo a dos lobeznos hambrientos conmigo!!- gritó divertido entrando en la casa provocando las risas de Lucía y los niños
 -¡¡Ah, ya están aquí Héctor!!- gritó entusiasmada Marisa levantándose del sofá de la sala cuando ellos entraron
-¡Por Dios bendito; no soy ciego y mucho menos sordo mujer! ¡Aunque, tras este chillido, no sé yo...!- protestó fastidiado Héctor cubriéndose molesto el oído lastimado por aquel inesperado grito de su esposa justo junto a él y ellos volvieron a reír explayados.
-Viejo carcamal, cada día más protestón- farfulló Marisa mientras se dirigía hacia ellos- por fin llegasteis y así que mis angelitos tienen hambre ¿eh? Perfecto; pues la cena está lista, vamos a avisar a Alicia de que empiece a servir- aclaró tomando a ambos pequeños de las manos y se fue por la puerta que había en la sala- ¡¡Alicia ya han llegado y los pequeños tienen hambre; espero que tengas ya todo preparado!!- la oyeron avisar aunque más parecía un regaño
-Lleva histérica desde que habló con vosotros ayer, nos tiene a la pobre Alicia y a mí locos de la cabeza; espero que se le pase pronto o me voy a vivir con vosotros ¡aviso!- explicó chistoso mientras también se levantaba del sofá y Jaime y Lucía volvieron a reírse divertidos. Jaime volvió a rodear con su brazo la cintura de Lucía y la guió tras su padre hacia la puerta por donde había salido Marisa con los niños; tras ella Lucía pudo descubrir una hermosa sala comedor muy acogedora donde la mesa estaba ya preparada informal pero elegante para la cena. Regresó de la cocina Marisa aún con los pequeños de la mano, seguida de una joven muy bonita que portaba una fuente de deliciosa comida que olía a gloria
-Mira Alicia, ella es mi nuera Lucía- la presentó informal Marisa mientras ayudaba a sentarse a la mesa a los pequeños, Lucía se quedó asombrada con aquella presentación y la joven le sonrió amena -Bienvenida y encantada de conocerla- la saludó amistosa la muchacha, Alicia le correspondió con una dulce sonrisa y se dispusieron a cenar.
 La cena transcurrió amena charlando animadamente despreocupados como siempre había sido y así las recordaba Lucía, que no podía dejar de sonreír feliz al estar de nuevo junto a aquel matrimonio entrañable y cariñoso al que quería con pasión y los que seguían demostrándole que ellos también seguían queriéndola a ella
-Ya acabé mami; vamos a jugar Iris- dispuso raudo el pequeño Héctor ya levantándose
-Quieto ahí señorito, hay que acabarlo todo- lo detuvo rápidamente su madre y él se metió al instante en la boca la última ración de carne junto a unas pocas judías que le quedaban en el plato levantándose seguidamente de la mesa provocando las risas entretenidas del resto
-Tía Lucy- la llamó cohibida Iris tirándole suavemente de la manga de la camisola, ella le puso atención al instante- pero es que a mí no me gusta las zanahorias...- le murmuró avergonzada tras su regañina y Lucía cayó en la cuenta que Alicia le había servido dos trozos de zanahoria asada
-¿Qué zanahoria mi ángel?- resolvió raudo el abuelo pinchando con su tenedor aquellos trozos del plato de la pequeña y metiéndoselos presuroso en la boca haciéndolos desaparecer, la pequeña le sonrió agradecida- anda, ve a jugar con Héctor muñequita preciosa- La invitó resuelto y la pequeña también se levantó de la mesa, pero antes de seguir a Héctor, se acercó al padre de Jaime y lo besó cariñosa en la mejilla susurrándole un dulce “gracias” que conmovió al anciano y le sonrió tiernamente complacido
-¡A ver a dónde vais y qué hacéis ¿eh?!- indicó prevenida Lucía al verlos salir del comedor
-Fuera mami, a jugar entre los árboles- respondió dispuesto el pequeño sin detener su paso -Tranquila, ya te dije que aquí no hay peligro cielo- repuso Jaime tranquilizador besándola amoroso en la sien provocando que su madre soltara un profundo suspiro de deleite mientras los miraba enternecida; se la veía realmente feliz viendo a su hijo de nuevo sereno y radiante de felicidad
-Ven mi sol, tomemos el café en la sala mientras Alicia recoge todo esto; estoy rabeando de deseos de que me cuentes todo- la invitó emocionada Marisa levantándose de la silla y dirigiéndose de nuevo a la sala
-¿Contarle qué mamá Marisa?- expresó confundida siguiéndola
-¡Todo mi ángel, todo!- exclamó exaltada y Jaime y su padre rieron divertidos siguiéndolas también-Cuéntame ¿cómo llevaste el embarazo? ¿cómo fue el parto? ¿cuánto pesó Héctor al nacer? y sobre todo mi niña ¿por qué no nos dijiste nada? No tenías porque pasar ese mal momento sola mi ángel- la interrogaba ansiosa ya sentadas en el sofá con las manos entrecogidas cuando ellos entraban en la sala
-No lo pasé sola mamá Marisa, Esther siempre estuvo atenta y a mi lado; ni ella ni su esposo Carlos nunca me dejaron sola ni desatendida- contestó tranquilizadora
-¿Esther? ¿Quién es cielito?- se interesó curiosa
-La madre de Iris, mamá; se hicieron buenas amigas así Lucía llegó a la capital y poco a poco esa amistad fue creciendo hasta que se hicieron como hermanas, tanto, que Esther conoce a Lucía como si fuera su madre; y para Lucía, Iris es como su hija...- explicó dulcemente Jaime ante la sorpresa de Lucía que lo miró atónita
-¿Cómo sabes eso?- instó pasmada, él sonrió entretenido
 -Solo hay que veros cuando estáis juntas cielo... pero Esther me lo contó una noche en el hospital que yo no podía dormir y ella vino a hacerme compañía- explicó besándola tierno en la frente, ella sonrió dulcemente conmovida- ¿queréis un licor o preferís café?- les ofreció servicial
 -Yo café, por favor- respondió ella aunque Marisa prefirió licor y Héctor whisky; él se dirigió de regreso al comedor volviendo con un café para ella y después se fue al mueble bar a servir el resto de bebidas mientras Lucía seguía contestando a las preguntas de Marisa-... y un 9 de julio y tras nueve horas de un parto relativamente fácil y sin complicaciones, nació al fin Héctor con 3,900 de peso -¡Un bebé grande, como lo fue su padre!- exclamó emocionada la anciana sonriendo complacida
-Ya se ve que es un niño altote para su edad- añadió satisfecho Héctor
 -No papá Héctor, solo medía 48 cm y siempre fue pequeñito hasta que a los tres años pegó un estirón increíble que nos dejó a todos sorprendidos- rectificó ella provocando las sonrisas tiernas de los tres -Era más bien un bebé gordito mamá, con unas piernas rechonchas de esas que dan ganas de pegarles un bocado- explicó divertido pero con gran dulzura Jaime, Lucía lo miró sorprendida- he estado mirando las fotografías que tienes de él por toda la casa- aclaró resuelto y ella sonrió dulcemente -¡Oh ¿Le tienes fotos de recién nacido?! ¡¡Yo las quiero Lucy, por favor; quiero hacerle un álbum como le tengo a su padre!!- suplicó la anciana oprimiéndole cariñosa las manos a Lucía
 -Claro mamá Marisa, así regresemos se las envío; no se inquiete
-¡¿Cómo qué regresar?! ¡¿Acaso no os quedáis aquí a vivir?!- se alarmó Marisa al escucharla
 -Sí, pero tenemos que...- intentó calmarla Lucía
-No mamá, viviremos en la Capital- habló al tiempo Jaime rotundamente y ambos se quedaron mirando atónitos el uno al otro- ¡¿cómo que sí viviremos aquí, Lucía?!- exclamó él sin comprender -¡¿Qué estás diciendo Jaime?!- expuso incrédula ella al unísono mirándolo sin poder salir de su sorpresa; Héctor soltó un sonora carcajada
 -No sé por qué sospecho mi viejita que de ese tema ni han hablado siquiera- declaró chistoso y todos rieron divertidos
-Cielo, tú no quieres regresar; te encanta tu trabajo, tienes tu vida allá y, sobre todo a Esther- explicó comprensivo mirándola conmovido
-¿Quién te dijo eso? Ya estás haciendo suposiciones sin preguntar Jaime- le recriminó fastidiada, él la miró confundido- Es cierto que Esther está allá y la extraño muchísimo pero al llegar aquí me di cuenta también de cuanto extrañaba mi ciudad, me encanta este lugar y estar de nuevo con tus padres a los que eché muchísimo de menos; sí, también es cierto que me encanta lo que hago, pero aquí también hay hospitales Jaime y, lo de Esther, pues... ya veré cómo lo supero; pero sobre todo cielo mío: tú y Héctor sois mi vida y lo más importante para mí, el resto poco me importa- aclaró posando dulcemente su mano en la mejilla de Jaime que sonrió dichoso
-¿De verdad mi ángel? ¿De verdad quieres regresar? ¿No lo estarás haciendo por mí?- insistió desconfiado aunque sus ojos brillaron de felicidad
-Sí bobo, claro que quiero regresar- remarcó rotunda
 -Pues entonces, si lo único que te inquieta es estar lejos de Esther, no te preocupes que a eso le intentaré buscar yo solución- resolvió dispuesto
 -¿Qué te propones hacer Jaime?- preguntó recelosa pero él sonrió pícaro
-Eso déjamelo a mí- expresó deleitado y, sonriendo alegre, atrapó deseoso la boca de Lucía ante la mirada plenamente dichosa de sus padres; ella se entregó tan enteramente, en cuerpo y alma, a aquel delicioso beso que Jaime no pudo evitar excitarse tremendamente- bueno, nos vamos a casa- decidió de pronto levantándose presuroso del sofá ante la sorpresa de Lucía y sus padres
-¡Ey, ey, ey muchacho; no te aceleres que hay tiempo para todo!- bromeó pícaro Héctor mirando malicioso a su hijo
 -¡¡No papá, es que se hace tarde para los niños!!- intentó defenderse aunque el sonrojo que apareció en sus mejillas aclaraban que su padre había acertado de pleno y todos rieron ladinamente jocosos, Jaime acabó sonriendo derrotado- está bien, cotillas metomentodo: sí, vale: es cierto que, desde que me desperté esta mañana, estoy rabeando hacer el amor con Lucía; pero vuestro nieto no me dio ni un ratito de tregua ¿contentos?- explicó desenfadado provocando las risas divertidas de ambos ancianos -¡Pues me alegro un montón que mi nieto te haya hecho eso! ¡Y ojalá se parezca realmente tanto a su padre que quiera meterse todos los días en vuestra cama hasta quedarse dormido; para que sepas lo que tú me has hecho padecer a mí!- exclamó enojoso Héctor
 -¡Serás rencoroso papaíto!- le reprochó divertido Jaime sonriendo burlón provocando las carcajadas de todos
-Descansar tranquilos, os esperamos mañana a comer- expuso Marisa cuando ya se despedían en la puerta de casa
-No esperes por nosotros mamá, mañana tengo que ir a la oficina y de paso quiero llevar a Lucía de compras a la ciudad; no creo que nos dé tiempo a venir a comer- contestó resuelto Jaime
-¿De compras?- repitió descolocada Lucía mirándolo desconcertada
-Sí, quiero que le compres un cuarto para Héctor; quiero que tenga su propio dormitorio y quiero que sea a tu gusto, más ahora que dices que nos regresamos a vivir aquí- aclaró decidido
-Pero Jaime…- protestó melosa, él la miró tierno
-Es su casa cielo y quiero que mi hijo tenga su lugar donde se sienta a gusto y muy feliz... Y sí, lo sé, debo cambiar la frase de “yo quiero” por “¿qué te parece si…?”… pero es que ésto lo deseo de verdad mi amor- expresó zalamero besándola mimoso en los labios, Lucía sonrió derrotada.
-Está bien pelotillero, mañana le compramos el dormitorio- expresó rendida y él sonrió satisfecho- ¿Le apetece acompañarnos mamá Marisa?- la invitó cariñosa Lucía
-Gracias cielito pero no, ir vosotros y disfrutar del día juntos; nosotros os esperamos para cenar- denegó dulcemente y, volviendo a besarse todos de nuevo en las mejillas, regresaron a casa tomados de las cinturas mientras los dos pequeños corrían incansables delante de ellos entrando como una exhalación en la casa inundándola de risas y alegres chillidos al tiempo que recorrían juguetones por toda la casa. Jaime sonrió feliz al escucharlos, era la primera vez en todos aquellos años que llevaba viviendo allí que aquella casa parecía tener vida.
 -¡Dejar de enredar que se ha hecho muy tarde!- expuso rotunda Lucía cruzando el salón en dirección a los dormitorios, Jaime la detuvo tomándola de la cintura y, volteándola de un rápido y preciso movimiento, atrapó ansioso su boca saboreándola ardientemente deseoso, ella le correspondió al instante y, sujetándole suavemente la nuca con sus manos mientras se amoldaba gustosa contra su cuerpo, se entregó casi tan ambiciosa como él. Jaime posó sus manos en sus glúteos y la oprimió anheloso contra su entrepierna
 -Haz que se duerman pronto cielo, que lo que dije en casa de mis padres es totalmente cierto: estoy ya me tienes desesperado de todo lo que llevo aguantado durante el día- le murmuró ardiente sobre los labios
 -Pues si supieras yo... ¡Buff!- susurró agobiada mirándolo con auténtico deseo en la mirada y él sonrió divertidamente gustoso
 -¿De verdad?- instó pícaro
 -¡Dios, no sabes cuánto!- respondió ansiosa frotándose descarada contra su entrepierna, él rió entretenido
-¡Pues no tardes gatita que yo te estoy esperando!- expresó resuelto palmeándole suavemente la nalga y ella, riendo alegre, apresuró el paso por el pasillo
-¡¡Vamos, rápido a la bañera niños; ya!!- exclamó presto y él volvió a reír jocoso al escucharla mientras se sirvió un whisky del mueble bar y se dirigió a su despacho.
Entretenido oyéndolos reír y chapotear felices en el baño del cuarto de Héctor mientras Lucía les regañaba dulcemente para que se estuvieran quietos, revisó el correo que Cata le había dejado sobre el escritorio sin poder dejar de sonreír feliz; aquella casa al fin tenía vida, al fin parecía un verdadero hogar...su hogar.

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