lunes, 20 de julio de 2015


   Tomándose un delicioso café mientras sonaba una dulce melodía por toda la casa proveniente del aparato de música instalado en el salón, estuvo entretenida vaciando algunas de las cajas hasta que se percató que la noche había caído.
-Buff, tengo hambre; mañana seguiré- expresó resoplando agotada y comenzó a prepararse algo de cena. Hoy, por ser su primer día de independencia y estrenar su casa nueva, quería celebrarlo por todo lo alto; así que, muy animada y llevando el ritmo con sus caderas de la música que sonaba suavemente por toda la casa, preparó salmón a la plancha con unas verduras al vapor y abrió una botella de buen vino tinto.
Cuando se servía una copa, comenzó a sonar una canción mucho más rítmica y que a Lara le encantaba. Sonrió feliz y empezó a bailar siguiendo muy bien el compás con un preciso contoneo mientras llevaba el ritmo con la cabeza; sin darse cuenta, se dejó llevar por el entusiasmo y al rato estaba cantando la animada canción con la cuchara de palo haciendo de micrófono mientras seguía bailando eufórica por la cocina combinando sus acompasados movimientos de cuerpo con giros rápidos en momentos precisos. En uno de aquellos alocados giros, percibió a alguien en la ventana de la cocina de enfrente y se detuvo al instante descubriendo a Mario y a Luna mirándola entretenidos mientras sonreían divertidos
 -¡Ups!- exclamó sonrojándose tanto que hasta lo pudieron ver ellos desde su casa y aquello provocó que Mario aún riera más abiertamente esbozando una hermosa sonrisa mientras continuaba lavando los platos en el fregadero
-¡Que bien huele lo que estás cocinando, Lara!- expresó animada Luna
 -Gracias preciosa ¿Queréis? He preparado mucho... cuando tengo hambre parece que no me va a llegar nada y luego me sobra demasiado- respondió resuelta y sincera, Mario volvió a reír divertido mientras dejaba el último plato en el escurreplatos y desapareció de la visión de Lara
-Muchas gracias pero nosotros ya hemos cenado- contestó educada la pequeña y Lara le sonrió agradada, para ser tan pequeña era muy resuelta y dispuesta.
 -Vamos ardillita, es hora de acostarse- Se oyó la voz de su padre desde el piso superior
 -Me tengo que ir, mañana nos vemos- se despidió la pequeña sacudiendo su manita de derecha a izquierda; Lara le correspondió y, sonriéndose amistosas, la pequeña también se marchó
Se despertó antes de que la alarma de su teléfono móvil sonara como pasaba muy a menudo; examinó la hora: eran las siete y había descansado bien, de maravilla. Se levantó alegre, como la mayoría de los días, y se dirigió al baño recogiendo antes de una de las cajas aún sin vaciar un pantalón de algodón blanco y una camiseta roja de manga larga volviendo en seguida al cuarto vestida y con su negra melena recogida en una alta coleta. Abrió la ventana tomando una bocanada de aire puro, la mañana estaba fresca pero muy agradable. Irremediablemente, sus ojos se dirigieron a la casa de enfrente, todas las persianas de las ventanas superiores estaban aún cerradas a no ser la de justo frente a su dormitorio que además tenía la ventana abierta de par en par y pudo ver a través de ella un hermoso cabezal de hierro negro forjado arrimado a la pared pintada de un malva muy suave cuya ancha cama, ya bien hecha por cierto, tenía un bonito y delicado edredón malva oscuro haciendo contraste con el color de las paredes ¿sería el cuarto de Mario? Se preguntó curiosa
-Pues, por si acaso, tendré que tener cuidado al desnudarme: desde esa cama se debe ver toda mi habitación- concluyó desenfadada y bajó a la cocina a tomarse un café; después conectó los cascos a su reproductor de música y salió de la casa para dar su media hora de footing diaria.
 Trotando a buen ritmo por la acera, descubrió un parque y se metió por él siguiendo a su buen trote y distraída oyendo su música. Era aún muy temprano y el parque estaba vacío, no se veía un alma... de pronto e inesperadamente, un hombre pasó tan rápido por junto de ella que la sobresaltó de sobre manera y se detuvo en el acto; tremendamente sorprendida y con el corazón latiéndole a mil por el susto que había llevado, observó a aquel hombre que ya había alcanzado el alto del sendero con su veloz carrera y se había detenido para beber del botellín de agua que llevaba en la mano, Lara pudo reconocerlo: era Mario; se vació el resto del agua por el rostro y volvió a su frenética carrera desapareciendo colina abajo. Lara tomó aire profundamente para tranquilizarse del susto que aún tenía en el cuerpo y siguió con su animado y sereno trote de regreso a casa.
Se cruzó con una pastelería donde se apreciaban unos bollos de nueces deliciosos y paró a comprar unos pocos. Cuando llegó a casa, Luna estaba sentada en las escaleras de su porche vestida con el uniforme del colegio, se sonrieron abiertamente
-Buenos días, Lara ¿También sales a correr? Mi papá lo hace todas las mañanas- la saludó alegre la pequeña
 -Buenos días preciosa; y sí, ya lo vi: me crucé con él en el parque- respondió sonriéndole amistosa, la pequeña le correspondió mientras Lara se acercaba a la valla que separaba ambas casas- ¿Te apetece un bollo de nueces que acabo de comprar?- la invitó animosa sacudiendo levemente la bolsa de papel que llevaba en la mano, la niña se acercó sin dejar de sonreír y Lara le entregó uno de los bollos al que la pequeña le dio un breve mordisco
-¡Uhmm, están buenos!- exclamó alegre
-Claro ¿acaso lo dudabas?- expresó resuelta y ambas rieron divertidas- ¿Esperas a tu papá?- preguntó también dándole un buen mordisco a otra de las magdalenas, ella negó con la cabeza mientras le daba otro mordisco al suyo
-Al autobús- intentó hablar pero tenía la boca llena y escupió sin querer restos del bollo provocando unas carcajadas alegres en ambas- me recoge aquí mismo- explicó tras tragar presurosa lo que tenía en la boca señalando la verja de su casa
 -Ah, mira que bien; qué cómodo ¿no?- expresó complacida y se volvieron a sonreír- ¿y tardará mucho en llegar?- le acarició cariñosa el rostro a la niña y ella se lo agradeció con un brillo en sus bellos ojos color miel.
-No, ya debe estar a punto de venir
 -Está bien, pues entonces me quedo a esperar contigo ¿vienes?- expresó resuelta señalando con la cabeza las escaleras de su porche, la pequeña sonrió feliz y, tirando su mochila dentro del jardín de Lara, escaló ágil la valla- ¡¡Pero ¿Qué haces?!! ¡Te vas a lastimar!- se sobrecogió Lara al verla
-¡Que va; si está chupado!- expresó resuelta y de un pequeño salto, ya estaba dentro del jardín recogiendo de nuevo su mochila; ambas se rieron divertidas y se sentaron en las escaleras
 -¿Quieres otro?
-Para el recreo- resolvió jovial, Lara recogió dos de dentro de la bolsa y le mostró uno a la niña
-Este para ti, este para mí…y este para el recreo- repartió amistosa entregándole la bolsa de papel, la pequeña volvió a sonreír alegre y, uno junto a la otra, saborearon aquellos jugosos bollos recién horneados charlando amenas y sin percatarse de que Mario las observaba desde una de las ventanas del piso superior mientras se abrochaba la camisa de su uniforme; no podía evitar sonreír enternecido por aquella dulce imagen.
-Ahí está mi bus- anunció Luna al ver llegar un autobús escolar levantándose del escalón, Lara la imitó y recogió su mochila acompañándola hasta la verja del jardín- nos vemos a la tarde- se despidió resuelta recogiendo la mochila que Lara sujetaba e, inesperadamente, la pequeña la besó cariñosa en la mejilla antes de subirse al autobús. Lara sonrió encandilada por aquel tierno y hermoso detalle y se quedaron despidiéndose sacudiendo sus manos hasta que el bus se marchó. Regresó a casa y se dirigió a la cocina donde se sirvió otro café, al ir a darle un sorbo a su tazón, descubrió a Mario mirándola desde la ventana de enfrente
-Buenos días- lo saludó animosa sonriéndole alegre, pero él solo le correspondió con un breve gesto que apenas fue un leve movimiento de su boca hacia la derecha y, acabándose su café de un trago, volvió a desaparecer de la visión de Lara que escuchó a los pocos segundos después como arrancaba un coche del frente de la casa; se había ido también- Bueno, al menos has conseguido que te sonriera... si a eso que hizo con la boca se le puede llamar sonrisa...- resolvió chistosa provocándose a ella misma risas divertidas; también se bebió su café y observó el montón de cajas que aún esperaban por deshacerse, resopló desanimada- buff, tengo que acabar de ordenar todo esto...- expuso nada alentada por la idea y siguió sin moverse mirando aquel desorden- no sabes cuanto te echo de menos en estos momentos nana- murmuró guasona y volvió a reírse entretenida
 Conducía apurado por la ciudad, se le había hecho tarde por haberse quedado mirando a su hija con la vecina por la ventana... y volvió a sonreír tierno al recordar aquella bonita escena de ambas charlando alegres sentadas en las escaleras, Luna hacía rápidamente amistad con todo el mundo y la vecina parecía muy amena y buena persona ¿Por qué él no podía ser un poco más abierto como lo era su pequeñina? ¿Por qué tenía que costarle tanto hacer nuevas amistades cuando, mirando a su hija, parecía tan fácil? Suspiró profundamente derrotado por su inevitable forma de ser tan arisca y a su mente acudió el lindo rostro de Lara bordeado de aquella larga y sedosa melena negra como el azabache. Era realmente muy bonita y agradable, tenía unos preciosos ojos negros vivos y brillantes como una noche estrellada y una boca perfecta que, no sabía como lo lograba, pero siempre mostraba una alegre y amable sonrisa que encandilaba… sin darse cuenta, seguía sonriendo cuando aparcó delante de la estación de bomberos
-¡Caray, tío, menuda sonrisa! Hace tiempo que no se te veía tan alegre ¿pasó algo especial o qué?- le preguntó su compañero Arturo al verlo llegar
-No pasó nada… solo recordaba algo que me dijo Luna antes de irse a la escuela- repuso esquivo -Esa niña es un rayito de sol… confundiste el nombre, colega- comentó animoso otro de sus compañeros y a Mario se le borró su sonrisa de repente
-Cosas de la otra, yo quería ponerle Alba- expuso cortante y se fue al vestuario
 -¡Mira que eres bocazas! Con lo bien que llegaba y tú tienes que meter la pata- le reprochó Arturo dándole un codazo en las costillas, el otro se quejó del dolor
-¡Ey tío, que no lo hice a propósito joder!- se defendió arrepentido echándose dolorido la mano al costado; Arturo siguió moviendo reprochador la cabeza- ¿Crees que algún día logrará olvidarse de ella y superar aquello? Ya va camino de seis años...- expresó conmovido por su compañero, Arturo tomó aire profundamente
-¡Ojalá, es un buen tío y un compañero excepcional; se merece encontrar una buena mujer, rehacer su vida y ser feliz de una puñetera vez!- exclamó sinceramente deseoso, aunque movía su cabeza negativamente- Pero eso va a resultar muy difícil y con el paso del tiempo cada vez más… la pequeña Luna cada día que pasa se parece más a su puñetera madre- expresó fastidiado recogiendo de nuevo la esponja del cubo a su lado y empezó a frotar enérgico el camión de bomberos
-¿Tú llegaste a conocerla?- se interesó curioso su compañero también retomando su trabajo de lavar el camión
 -Sí, fui a su boda; era guapa a rabiar la muy puñetera…- contestó sincero y se calló quedándose ensimismado unos segundos- y era tan dulce y cariñosa, se la veía tan feliz con el nacimiento de la pequeña... por más que lo pienso, no logró comprender como pudo hacer aquella tremenda barbaridad...- expresó compungido y se quedó callado de nuevo mientras seguía enjabonando el camión; su compañero movió los hombros resignado y, sin decir nada tampoco, también continuó con su trabajo.
Ya había pasado una semana de su llegada a su nueva casa y se sentía cada vez más feliz con su decisión de haberse por fin independizado. Al principio había tenido grandes dudas y hasta miedo pues, como bien había dicho su padre, nunca se había separado de él y de nana ni de la segura protección que le ofrecía la casona. Pero al final se sentía bien por haberlo hecho; necesitaba, y sobre todo ya era hora, de que se realizara como mujer. Además la suerte parecía estar de su lado diciéndole que había obrado bien ya que, además de encontrar aquella preciosa casa, ya había encontrado un local céntrico y precioso donde abrir la clínica veterinaria que tanto deseaba tener. Pero sobre todo, su suerte fue enorme al tener como vecina a la pequeña Luna; aquel angelito maravilloso había hecho mucho más fácil aquella separación de su protector y familiar entorno alegrando sus mañanas al ver aquella preciosa carita y, al despedirla en el autobús escolar, ya se quedaba esperando deseosa su regreso a la tarde... Y por supuesto también a Mario que le daba una inmensa seguridad saberlo cerca y, aunque era algo más esquivo y sobre todo mucho más callado que su hija, ya empezaba a abrirse poco a poco. Sí, era verdad que desde lo de la llave de paso no le había vuelto a dirigir la palabra, pero cada mañana al encontrarse sus miradas desde sus respectivas cocinas le mostraba una sonrisa cada vez más abierta y sincera a forma de saludo... que por cierto, era preciosa y aún lo hacía más atractivo al puñetero provocando en Lara un cosquilleo gustoso que le recorría la espina dorsal cada vez que la veía.
Como cada mañana se preparó para salir a correr por el parque; sin darse cuenta, cada día escogía con más detalle lo que ponerse y, aunque iba entretenida con su animada música, cada día esperaba más ilusionada la aparición de Mario. Aquel sobresalto del primer día se fue transformando en un alegre brinco de su corazón que la hacía sonreír complacida cuando él pasaba como una exhalación por su lado sin ni siquiera mirarla, iba tan absorto y concentrado en su carrera que ni se percataba que era ella... pero Lara estaba equivocada, él sí que la reconociera el primer día que se la cruzara y desde entonces, así distinguía su preciosa melena negra sujeta en una juvenil y alta coleta que brincaba suavemente al ritmo de su entretenida carrera, ralentizaba su zancada y la observaba unos segundos por detrás antes de volver a acelerar su ritmo. Además de ser una muchacha agradable y muy bonita, se podía distinguir un hermoso cuerpo bajo aquellas flojas camisetas y aquellos pantalones largos de algodón. Pero aquella mañana lo sorprendió con un ajustado top blanco que solo cubría sus pechos dejando un moreno y precioso cuerpo de estrecha cintura totalmente a la vista y un corto pantaloncito rojo ceñido a unas caderas bien formadas que dejaba ver unas bellas y prietas piernas muy bien hechas; la observó deleitado y sonrió satisfecho al descubrir que, como él había sospechado desde el primer día, poseía un cuerpo hermoso y muy atractivo bajo aquellos flojos ropajes que había usado hasta entonces. De pronto su corazón empezó a latir encabritado al tiempo que sentía una inquietante y desconcertante dentellada en las entrañas que lo alteró tremendamente y aceleró al instante su marcha pasando como una exhalación a su lado sin atreverse a mirarla intentado aplacar aquella inesperada y bochornosa excitación que le había producido el ver aquel hermoso cuerpo.
 Pero fue un esfuerzo inútil, no lograba desterrar de su mente aquella bella y atractiva visión... Cuando llegó a casa, Luna ya lo esperaba preparada para irse a la escuela como siempre -Buenos días papi- lo recibió alegre como todas las mañanas
-Buenos días ardillita- contestó ameno besándola amoroso en la cabeza y se dirigió a la cocina donde preparó los desayunos mientras ella le contaba animada algo sobre la tortuga Claudio, pero él no podía borrar de la cabeza la imagen de Lara y no lograba ponerle atención a la pequeña
-Pero ¿Me estás escuchando papi?- protestó fastidiada y él la miró sorprendido dando a entender que no, la pequeña suspiró resignada- Ya te fuiste a tu mundo y no me has hecho ni caso ¿verdad?- le reprochó desarmada provocando una sonrisa tierna en su padre
-No mi ángel… claro que te estaba atendiendo- expresó resuelto besándola de nuevo en la cabeza, ella lo miró desconfiada y él volvió a sonreír entretenido- de verdad que sí, mi ardillita preciosa: me estabas hablando de Claudio, la tortuga de Lara...
-¡Ja ¿ves cómo no me hacías ni caso?! Eso fue hace más de un cuarto de hora; ahora te hablaba del tonto de Óscar- aclaró satisfecha y siguió comiéndose tan campante sus cereales; él esbozó una dulce sonrisa al verse descubierto
 -Perdóname ¿vale? Te prometo que no volverá a ocurrir- se disculpó cariñoso y la pequeña le sonrió desenfadada; Mario se acabó su café de un solo trago y recogió la loza de su desayuno dejándola en el fregadero- me voy a la ducha, no te retrases que está a punto de pasar el autobús- indicó besándola nuevamente en la cabeza al pasar junto a ella al salir de la cocina
-Papi...- lo detuvo antes de que cruzara la puerta
 -Dime mi ángel- expresó tierno volviéndose para mirarla
-¿Te encuentras bien, verdad?- indagó preocupada mirándolo muy inquieta, él le sonrió tranquilizador -Sí mi vida, estoy bien, tranquila; solo algo despistado esta mañana- contestó sincero besándola con pasión en la frente, su dulce angelito era aún tan chiquitín pero nunca dejaba de estar pendiente de él; ella sonrió más calmada- anda, acaba pronto o perderás el bus- resolvió yéndose al piso de arriba mientras ella acababa presurosa sus cereales.
 Lara aquel sábado se levantó tarde y sin ganas de salir a correr; así que, tras un buen desayuno, se propuso arreglar su jardín mientras Claudio deambulaba a su aire pero nunca lejos de ella.
 -Buenos días- la sorprendió el saludo de una dulce voz femenina a su espalda cuando estaba entretenida arrancando las malas hierbas junto a su porche
 -¡Oh disculpe, no la oí; muy buenos a usted también!- respondió sonriéndole amistosa a aquella mujer cargada de paquetes. Ella le correspondió mostrándole una abierta y bonita sonrisa sin detener su paso hacia la casa de Mario, Lara se quedó observándola curiosa; era una mujer muy atractiva y algo madurita, estaría ya rondando los sesenta si no los pasaba, pero vestía tan juvenil y llevaba su pelo castaño casi rubio en un corto y muy moderno corte que la hacía más joven ¿quién sería...? -¡Hola abuelita, que bien que hayas llegado; ya te echaba de menos!- se oyó saludarla alegre a Luna así la mujer abrió la puerta de la casa con su propio juego de llaves y Lara sonrió divertida ¡Claro, la abuela ¿quién sino iba a ser?!
-Hola mi muñequita preciosa ¡ainss, yo también te echaba de menos mi chiquita adorada!- le respondió la mujer con gran ternura y pasión antes de cerrar la puerta tras ella provocando una tierna sonrisa en Lara que continuó con su trabajo en el jardín.
-¡¡Hola, Larita ¿hoy no has ido a correr?!!- la asaltó de pronto inesperadamente por la espalda la pequeña abrazándose a su cuello
-¿Cómo has entrado sin que yo...?- exclamó asombrada por aquel sorpresivo ataque pero al instante rió divertida- ¿has vuelto a saltar la valla, verdad?- le reclamó aunque divertida y la pequeña soltó una alegre carcajada- eres un diablillo encantador ¿sabías?- expresó encandilada besándola arrebatada en la mejilla, aquella pequeña tan risueña y dicharachera le había ganado el corazón rápidamente -¿Estás ocupada? Porque me gustaría que vinieras a mi casa, quiero presentarte a mi abuelita Lucía; verás que guay es y ella está deseando conocerte- propuso dispuesta recogiendo a Claudio del suelo que siguió pateando en el aire como si aún estuviera sobre la hierba provocando las risas divertidas de la pequeña contagiando también a Lara
-No, no estoy ocupada, esto puede esperar- aclaró resuelta levantándose y limpiándose las manos a la parte trasera de los cortos shorts vaqueros que llevaba puestos; después de oír hablar tanto a la pequeña de su querida abuelita, también tenía muchas ganas de conocerla...

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