martes, 27 de octubre de 2015


      Tras la muerte de Claudia, pasaron dos meses en los que incomprensiblemente no hubo más víctimas. Pero así a todo, Mario y sus compañeros no cesaron en la investigación y buscaron incansable a Pablo Villa o Carlos Méndez por todos los moteles, hostales o pensiones de la ciudad y sus alrededores; pero era cómo si de pronto nuevamente se lo hubiera tragado la tierra... no había rastro de él y nadie parecía haberlo visto...
Se le había pasado la tarde sin darse cuenta y ya había anochecido, detenida en lo alto de la escalinata de piedra de la biblioteca observó la calle vacía iluminada con las farolas; no se veía a nadie, estaba solitaria y silenciosa. terriblemente silenciosa.
–Que frío hace para estar rozando ya el verano ¿verdad?– comentó la bibliotecaria a su lado sobresaltándola
–Sí, la verdad es que sí– respondió sonriéndole amistosa y ambas a la par descendieron despacio las escaleras
 –¿Vienen a recogerte?– se interesó amistosa cuando alcanzaron la acera
–No; vivo cerca, solo tengo que cruzar el parque y ya estoy en casa– indicó despreocupada, la mujer la miró inquieta
–Aunque vivas cerca no deberías andar sola de noche, y mucho menos pensar en cruzar el parque con ese loco aún suelto por ahí– indicó sobrecogida la buena mujer
–No se preocupe, hace tiempo que los periódicos no hablan nada de él; ya debieron cogerlo– respondió serena. Un coche rojo se detuvo delante de ellas y la bibliotecaria saludó cariñosa al conductor con la mano
 –Es mi marido– anunció resuelta la mujer abriendo la puerta del coche y Ana le sonrió dulcemente– ¿Quieres que te acerquemos? No es molestia ninguna ¿verdad cielo?– le comentó al conductor que le sonrió amable negando con la cabeza
–Gracias pero no es necesario, de verdad que estoy muy cerca– denegó entrañable Ana
 –Como quieras, pero no me quedo tranquila dejándote sola en estas calles vacías; aunque como bien dices no se sabe nada de él, no creo que lo hayan cogido o lo hubieran dicho– indicó preocupada la mujer y Ana volvió a sonreírle tranquilizadora
–No se preocupe, de verdad que vivo muy cerca y estaré bien; en serio– insistió agradecida. La mujer se quedó mirándola nada convencida unos segundos pero finalmente se metió en el vehículo
–Está bien, pero ni se te ocurra cruzar el parque ¿vale?– recomendó maternal, Ana solo le sonrió dulcemente sin más contestación y el coche se alejó calle abajo. Ana esperó hasta perder de vista el vehículo y cruzó la carretera en dirección al parque a pesar de la recomendación de la buena mujer; pero se detuvo antes de adentrarse en él mirando dudosa el poco iluminado camino de grava que se perdía entre los setos y árboles, la bibliotecaria la había puesto nerviosa con sus comentarios. Acarició suavemente con las yemas de sus dedos las dos iniciales de oro que llevaba al cuello en una fina cadenita mientras saltaba sus ojos de la acera que rodeaba el parque al caminito de grava que lo cruzaba: si daba toda la vuelta, tardaría más de una hora en llegar a su casa; pero si cruzaba el parque como siempre solía hacer, en un cuarto de hora estaría ya en ella... pensó mordiéndose indecisa el interior de su mejilla izquierda; regresó la vista al parque y volvió a sentir inquietud de nuevo como hacía unas semanas, estaba demasiado solitario, no se veía un alma…
–Noestá mas solitario que la calle, Ana– replicó animosa observando que las calles también estaban desiertas completamente. Tomó aire profundamente para armarse de valor y, tras besar con pasión las iniciales de oro que llevaba al cuello, apretó su carpeta contra su pecho y se internó decidida en el parque pero sin dejar de acariciar suavemente la cadena de su cuello que tanta serenidad le daban. Caminaba apuradamente observando temerosa a un lado y otro, examinando atenta cualquier sombra entre los setos, alerta a cualquier ruido infrecuente… Aunque aquella noche todo parecía sonar muy extraño realmente, hasta sus pisadas crujiendo sobre las piedrecillas del camino. Inquieta vio como se acercaba de frente un hombre haciendo footing– ¡Hay que tener humor para salir a correr cuando se está tan bien en casita!– murmuró burlona intentando calmar su desasosiego
 –Una muchacha tan bonita como tú no debería internarse por aquí sola y menos con esta noche tan oscura– le dijo amable el hombre cuando llegó a su altura; ella lo miró desconfiada pero se relajó ya que su cara le sonaba, aunque no podía decir de qué, él le sonreía cordial como sí también la conociera. Seguro que se habían cruzado miles veces, pero ella era tan despistada con las caras... Le sonrió dulcemente
-Oh no se preocupe, mi novio me está esperando allí delante– mintió sin saber muy bien por qué lo hacía e intentó continuar su camino
 –Mejor la acompaño hasta llegar junto a él, hoy el parque está demasiado solitario– expuso resuelto ya caminando junto a ella, Ana se detuvo al instante muy nerviosa ¡¡Dios santo, si la acompañaba se daría cuenta que le había mentido y sentía una gran vergüenza si él lo descubría!!
–De verdad que no es necesario, ya estoy llegando– denegó intentando ser agradable y, sonriéndole agradecida, lo miró a los ojos intentado persuadirle de su amable ofrecimiento
–¡¡Tú!!– clamó abriendo sobrecogido sus ojos al ver el rostro de Ana dejándola descolocada– ¡¡ Pero no puede ser!! ¡¡Es... es imposible!! ¡¡Pero... Esos ojos...!!– siguió exclamando asombrado mientras palidecía de manera extrema
 –¿Se encuentra bien?– se interesó servicial intentando acercársele y él aún abrió más sus ojos llenos de horror al ver su aproximación
–¡¡No, no te acerques, no me toques maldita!!– gritó aterrorizado alejándose unos pasos de ella mirándola como si de un espectro se tratara; Ana lo miró desconcertada sin comprender qué le ocurría a aquel hombre– ¡¡No puede ser, no puede ser!! ¡¡Yo te destruí maldita, te mandé al infierno!! ¡¡Has vuelto para atormentarme ¿verdad?!!– le escupió mirándola con verdadera repulsa en sus ojos, ella lo miraba sin saber qué decir ¿qué rayos le pasaba a aquel hombre y por qué le hablaba así? De pronto empezó a pasarse las manos por la cabeza de forma desesperada– ¡¡No quiero hacerlo de nuevo, no quiero, no quiero... Señor no me obligues, por favor!!– sollozó atormentado y fuera de sí –Por favor señor, cálmese; creo que está equivocándose, que me confunde con otra persona– intentó serenarlo posando compasiva su mano en el brazo de aquel pobre hombre tan atormentado
–¡¡No; no me engañas, eres tú!!– gritó con rostro desencajado mirándola con los ojos desorbitados sobrecogiéndola, parecía un loco perturbado y Ana sintió de pronto un miedo atroz al ver aquel rostro desquiciado– ¡¡Sé que eres tú, tu Amo te ha devuelto aquí para hacerme sufrir de nuevo, para atormentarme, para hacerme sucumbir de nuevo ahora que había expiado todas mis culpas; pero no lo conseguirá... no lo conseguiréis puta maldita!!– exclamó furioso e, inesperadamente y sin darle tiempo ni a reaccionar, sujetó a Ana fuertemente de su larga melena rubia rizada tirando de ella hacia los setos. Ana intentó gritar pero él le tapó la boca con su mano– ¡¡No permitiré que estropees mi obra; ya te maté una vez y volveré a hacerlo mil veces si es necesario, hija de Satanás; pero no volverás a hacerme pecar ahora que estoy en Gracia de mi Señor Dios!!– gritaba enfurecido mientras la tiró despiadado al suelo sentándose a horcajadas sobre ella inmovilizándola; con ojos llenos de pánico, intentó desasirse de él al tiempo que hacía esfuerzos sobre humanos por gritar pero su mordaza era tremenda y tenía una fuerza descomunal. Se quedó muda y paralizada de terror cuando él quitó de su espalda un cuchillo de grandes dimensiones cuya dentada hoja relució ante los ojos de Ana– ¡¡Señor, dame fuerzas de nuevo para derrotar el mal!! – imploró elevando su mirada al cielo; Ana reaccionó y, presa del pánico, volvió a forcejear con todas sus fuerzas intentando escapar de la prisión de aquel hombre– ¡¡Estate quieta que no voy a permitir que escapes estúpida!!– increpó metiéndole un pañuelo en la boca para tener las manos libres que provocó en Ana unas arcadas casi irrefrenables. El terror fue mucho mayor cuando sintió el frío de la hoja de aquel cuchillo rozándole la piel mientras le cortaba el jersey y el sujetador, ella intentó defenderse pero él la golpeó en la cara con tanta furia que la aturdió– ¡¡Dios, sigues siendo preciosa vida mía!!– murmuró excitado mientras pasaba sus asquerosas manos por sus pechos desnudos acariciándolos con lujurioso deseo, Ana sentía una repulsión y un asco tremendo pero su terror era mayor y se quedó callada y muy quieta– no sabes cómo te eche de menos amor mío– siguió hablando mientras aquella asquerosa boca recorría el cuerpo de Ana que no lograba poder moverse, estaba inmovilizada del pánico; de pronto sintió como su pene se adentraba en ella provocándole un dolor intenso y gimió dolorida; él reaccionó a su leve gemido de dolor y la miró confundido a los ojos– No puede ser; no puedes ser virgen porque nosotros ya lo hemos hecho otras veces...– balbuceó descolocado, pero al instante, sacudió enérgico su cabeza como intentando salir de un trance– ¡¡No, maldita sea; queréis confundirme para que caiga en vuestras redes pero no sucumbiré!!– exclamó fuera de sí de nuevo retirándose de dentro de Ana y volvió a mirar al cielo blandiendo aquel terrorífico cuchillo ante el rostro de Ana– ¡¡Dios, soy yo: tu enviado; dame fuerzas para no caer en su malvada tentación y poder acabar con ella de nuevo!!– suplicó al cielo, pero hablaba como si estuviera bajo los efectos de alguna droga. Ana negaba con la cabeza intentando explicarle que se equivocaba, que ella no era quien él suponía, pero el pañuelo en la boca no le permitía hablar. De pronto, él posó el cuchillo en el cuello de Ana y el terror se apoderó aún más de ella; solo rogaba a Dios para que no la matara, que hiciera lo que quisiera con ella pero que no la matara– Cállate, no intentes engañarme con tus dulces palabras envenenadas porque ya no surten efecto en mí; estoy bendecido, estoy protegido por la mano de Dios y tú volverás a los infiernos junto a las demás, de donde nunca debiste salir– ella le miraba con los ojos extremadamente abiertos del pánico, no podía pensar ni reaccionar; estaba paralizada por el terror al sentir como el cuchillo se presionaba cada vez más en su cuello. En un intento de hacerlo reaccionar, intentó volver a hablar– ¡¡He dicho que estés callada puta; no intentes enredarme con tus dulces palabras y tu voz melodiosa y diabólica!!– le gritó enfurecido golpeándola en el rostro con el puño con el que sujetaba el cuchillo provocándole un dolor tan tremendo que parecía que le había reventado el pómulo y sintió como la sangre caliente comenzó a correr por su mejilla– ¡¡Volverás junto a tu Padre, a las entrañas del infierno de dónde nunca debiste salir maldito engendro del mal!!– decía colérico y violento mientras le pasaba rápidamente un pañuelo por el cuello y comenzó a apretarlo. Ana, presa del pánico, intentó resistirse arañándole los brazos y la mejilla cosa que lo encolerizó aún más y empezó a golpearla sin medida; ella pensó que allí se acababa todo, aquellos terribles golpes la aturdieron hasta perder el control de su propio cuerpo, dejándola completamente abandonada a lo que él quisiera. Ahora solo deseaba que la matara de una vez y que aquellos golpes tremendos se detuvieran por fin– No lograrás engañarme con tus triquiñuelas; yo te amaba, solo quería hacerte feliz, busqué tus flores preferidas porque no podían ser ni amarillas ni naranjas: tenían que ser especiales para ti y sobre todo con espinas... ¿recuerdas lo que decías? “Las rosas son una buena representación de lo que es el amor: tierno como sus pétalos, pero debes tener cuidado porque tienen espinas” y tú te me lo dejaste muy claro en nuestro 10 aniversario juntos ¿te acuerdas zorra? Llegué a casa con gran ilusión, llevando un ramo con 10 de tus rosas preferidas y dispuesto a prepararte la mejor y más romántica velada de nuestra vida ¿Y qué pasó? ¡¡Que te encontré revolcándote con aquel maldito hijo de puta y en nuestra cama desgraciada!! Pero no volverá a ocurrir, ninguna volveréis a reíros de los hombres... ¿No es suficiente todo lo que nosotros os entregamos, verdad? Pues yo te saciaré puta... a ti y a todas las de tu ralea– expresó asqueado y, sin esperarlo Ana, volvió a penetrarla bruscamente y un tremendo dolor la invadió provocándole un grito desesperado, parecía que la había desgarrado por dentro desde su sexo hasta las entrañas mientras con su otra mano seguía apretando el pañuelo hasta casi ahogarla; el intenso e insoportable dolor se repetía una y otra vez con sus brutales embestidas mientras apretaba cada vez más el pañuelo, era tan terriblemente doloroso que no podía soportarlo… cerró los ojos y dejó volar su cuerpo y su mente de regreso al orfanato donde se criara, regresaba a lado de la hermana María. La cariñosa, buena y dulce hermana María; era lo más parecido a una madre que había conocido
–Tranquila corazón, estoy aquí mi niña– escuchó su dulce voz mientras la rodeaba con sus brazos recogiéndola en su regazo y oprimiéndola contra su pecho– Ya pasó, cielo mío; chisss, no llores mi vida, ya casi pasó todo…– repetía con gran dulzura mientras Ana sentía sus dulces labios en su frente besándola con gran ternura al tiempo que la acunaba suavemente entre sus brazos... y pronto dejó de sentir aquellos tremendos e insoportables dolores...
–¿Dónde coño andas metido maldito desgraciado?– murmuró irritado Mario sentado a su mesa revisando los últimos informes que sus hombres le habían pasado; no había rastro alguno de él por ningún lado
–¡Dios, Mario!– le gritó Rosa desde su mesa mientras colgaba el teléfono, él la observó curioso a través de la cristalera de su despacho y vio como se levantaba precipitada y corría hacia él– ¡Apareció otra víctima Mario… y esta está aún viva!
–¡¿Dónde?!– se interesó mientras ya recogía su chaqueta del respaldo saliendo apresurado del despacho
–En el parque Central– anunció eufórica y ambos corrieron raudos hacia los ascensores.
–¡¡Apártense por favor!! ¡¡Dejen trabajar y no molesten!!– expresaba rotundo un policía intentando alejar a los cientos de curiosos y periodistas que curioseaban tras la cinta amarilla; Mario y Rosa se abrieron paso llegando hasta los de la científica que recogían muestras junto al seto
–¿Qué tenemos?– le preguntó Mario al muchacho que fotografiaba acuclillado los charcos de sangre en la tierra, él se levantó
–Sacando esta cantidad de sangre, por ahora nada inspector– anunció desalentado– pero no perdemos las esperanzas de que cometiera algún error y estamos batiendo milímetro a milímetro el parque ya que al parecer esta vez se volvió loco Navarro, golpeó sin piedad a la pobre muchacha hasta destrozarle la cara, la pobre está irreconocible
–¿Se sabe quien es la víctima?– indagó interesada Rosa
–Sí: Ana Sanlúcar de 21 años, su bolso y pertenencias las encontró un corredor esta mañana tiradas allí en medio del camino; Lois las ha llevado ya al laboratorio para revisarlas bien– Mario asintió conforme con la cabeza– a la muchacha se la llevaron al hospital comarcal, pero estaba muy mal; como puedes ver perdió una gran cantidad de sangre y su pulso era extremadamente débil, casi ni se percibía
-Vamos al hospital Rosa, con un poco de suerte a ver si llegamos a tiempo; sí averigüáis o encontráis algo que sea de importancia, hacérmelo saber cuanto antes– expresó regresando a paso apresurado al coche y se dirigieron velozmente hacia el hospital comarcal.
Esperaban impacientes ante las puertas de los quirófanos, al fin salió una doctora aún retirándose la mascarilla de su rostro
–¿Aún vive doctora? ¿Cómo está?– indagó precipitado Mario
 –La verdad es que es increíble que aún siga respirando; ha perdido mucha sangre...– expuso entre asombrada y muy conmocionada por lo que había visto– a Dios gracias hemos podido detener la gran hemorragia que sufría y estabilizar sus constantes... ahora el doctor Maldonado está intentando recomponer sus genitales antes de que los músculos y nervios se pierdan y sean completamente inservibles... pobre criatura, ese animal la ha destrozado completamente por dentro– expuso conmovida
 –¿Se salvará?– interrogó esperanzado Mario, la doctora lo miró fijamente a los ojos, tomó aire profundamente y solo movió los hombros sin saber qué responder a aquella pregunta– Espero que viva lo suficiente para poder declarar que fue de nuevo ese desgraciado al menos...– musitó él esperanzado
–¡¡Mario joder; pero ¿qué coño te pasa?!!– le increpó incrédula su compañera mirándolo reprochadora
 –¡¿Qué dije?!– reclamó sorprendido por aquel regaño de su compañera y ambas mujeres movieron la cabeza sin dar crédito a la insensibilidad demostrada por Mario.
–Valverde, Lois ha descubierto algo y quiere hablar con nosotros; vamos– indicó al día siguiente saliendo de su despacho en dirección a los ascensores, su compañera lo siguió. Al entrar ambos en la morgue, el chico rubio de grandes ojos azules que estaba ante un nuevo cadáver, se quedó mirando a Rosa sonriendo dichoso
–Hola preciosa– expresó deleitado, ella también sonrió coqueta y ambos se quedaron mirándose –Hola también a ti Navarro– exclamó retórico Mario sacudiendo su mano ante el rostro del muchacho rompiendo aquella ensoñación en la que ambos estaban inmersos; el muchacho carraspeó nervioso intentando reponerse de su azoramiento mientras Rosa enrojecía de bochorno– vosotros no disimular un poquito que como se enteren los de arriba la vais a tener cruda– les recriminó amistoso y ellos sonrieron cómplices– ¿A ver? ¿Qué es eso que has averiguado tan importante?
–Pues que examinando las ropas ensangrentadas de vuestra nueva víctima y me he encontrado con fluido seminal– habló muy profesional, Mario y Rosa lo miraron desconcertados
–¿La violó antes de insertarle la empuñadura del cuchillo? Nunca hasta ahora lo había hecho– expuso asombrado Mario
–Cierto– aseveró complacido– pero observando todo su comportamiento con esta muchacha, se nota que significa algo especial para él
–¿A qué te refieres?– preguntó intrigado Mario
–¿Acaso no la habéis visto o qué?– expresó desconcertado, ellos negaron con la cabeza
–Aun la tienen en la UCI y muy sedada, aunque está luchando como un Titán por su vida, sigue en estado muy crítico y no nos permiten verla– aclaró Rosa, Lois asintió con la cabeza
 –Pues a esta pobre chiquilla le destrozó el rostro, cosa que nunca había hecho con las otras víctimas; es cierto que las otras tenían algunos golpes que quedó claro se las hicieron durante el forcejeo... pero con esta se ensañó a gusto, la dejó irreconocible; y ahora con esta novedad de la penetración...– añadió sagaz y los tres se miraron unos segundos unos a otros
–O le atrajo más que las otras o esta muchacha tiene algo que lo enfureció terriblemente– aclaró Rosa
–Exacto mi pelirroja preciosa– remarcó satisfecho guiñándole un ojo coqueto, ella sonrió complacida– también tengo que deciros que ella se defendió todo lo que pudo, encontré al revisarla restos orgánicos bajo sus uñas que resultaron ser piel humana de donde saqué epiteliales del asesino lo que significa que la muchacha le arañó; y le arañó con ganas así que ese hombre tiene que tener arañazos bastante profundos– explicó muy profesional, Mario y Rosa sonrieron satisfechos
–Gracias Lois; vamos al hospital, Valverde, debemos hablar cuanto antes con esa muchacha; tú sigue buscando ¿vale?– lo animó alegre Mario y ambos policías salieron de la sala.
A Mario se le encogió el corazón al ver aquello que había sobre la cama del hospital tras las paredes acristaladas de la UVI; aquello no era una muchacha, era una horrible masa de carne golpeada y amoratada; su rostro estaba completamente desfigurado y ennegrecido por los miles de golpes que había recibido, sus labios inflamados y partidos en varias zonas distintas.
–Dios, como la dejó ese animal; pobre muchacha, debió sufrir lo inexplicable– musitó afligida Rosa también al verla .
–Sí, pobre chiquilla; no puedo ni pensar en cuanto debió sufrir la pobrecilla– expuso conmovida la doctora que los acompañaba y los tres se quedaron callados observándola sobrecogidos tras la cristalera– No comprendo como pudo aguantar todo eso y estar aún viva… Es una muchachita muy fuerte y valiente– añadió la doctora
–¿Cómo se encuentra?– indagó Mario
–Va recuperándose poco a poco; además de las varias puñaladas que le ha propinado por todo el cuerpo, tiene algunos huesos rotos como el del pómulo y la nariz además de la mandíbula fisurada… tiene el esófago lastimado al intentar estrangularla pero no le ha producido lesiones graves; lo más preocupante son los desgarros tremendos en su vagina, el cuchillo la destrozó por dentro literalmente… Esperamos no tenga contratiempos y siga recuperándose con éxito– respondió profesional y los tres la observaron de nuevo apenados y sobrecogidos
–Tan joven y ya con ese panorama en su futuro…– repuso tristemente conmovida Rosa
–La pobrecilla está peleando por vivir con dientes y uñas, es una auténtica luchadora– aclaró con auténtica ternura la doctora
–¿Podemos hablar con ella, doctora?– le preguntó interesado Mario, ella lo miró preocupada.
–No sería conveniente aun ya que la pobrecilla acaba de pasar por una operación tremendamente dura y debe estar muy relajada... pero sé que es muy importante para ustedes que la víctima esté viva y el tiempo en estos casos corre en su contra– les miró a ambos a los ojos– pero por favor, al menor indicio de cansancio, déjenla descansar– añadió preocupada
–Por supuesto, no se preocupe por eso– aseveró rotundo Mario y ambos policías entraron en la habitación acristalada

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