miércoles, 18 de noviembre de 2015


      Aquello se había vuelto un verdadero infierno, eran más hombres de los que suponían y las balas de sus automáticas volaban hacia ellos desde todas las direcciones acorralándolos detrás de unos bultos; estaban atrapados
-¡Esto ha sido una auténtica barbaridad ¿Dónde rayos se han metido esos malditos refuerzos?!- expresó nerviosa e impotente Rosa al sentir como las balas les pasaban demasiado cerca y se incrustaban en las cajas tras las que se habían refugiado haciendo saltar cientos de astillas. Tampoco fuera parecía irle mucho mejor a Expósito
-Ahora no han de tardar en llegar; aguanta pelirroja... ¡¡Joder ¿Estás herida, Valverde?!!- preguntó inquieto al verle sangre en la sien; ella se echó la mano comprobándolo
-No, solo es un rasguño; debió lastimarme alguna astilla de las que saltan- indicó tranquila al tiempo que respondía al fuego enemigo aunque casi sin poder apuntar bien ya que los disparos contrarios no cedían llegando desde todas partes
-¡¡Mierda, Buendía intenta escapar!!- exclamó Mario al ver como el sospechoso intentaba alcanzar la plataforma del almacén protegido por las balas de sus hombres
-¡¿Dónde coño crees que vas?! ¡¡Mario, por todos los demonios no lo hagas!!- gritó espantada al verlo salir del escondrijo a pesar de los disparos que los rodeaban. Pero Mario hizo caso omiso a sus protestas y salió al descubierto mientras respondía al fuego enemigo corriendo hacia el sospechoso- No estás loco, no: lo que ocurre es que parece que no le tienes amor a la vida, capullo- farfulló molesta Rosa intentando cubrirlo como meramente podía pero eran demasiados... de pronto se oyeron llegar las sirenas de los coches patrullas y al instante aquel infierno se volvió aún más ensordecedor. Se oían disparos por doquier y en todas direcciones. Rosa sonrió satisfecha al ver como Mario saltaba encima de Buendía antes de que alcanzara la salida impidiendo su huida; parecía que no le habían dado- cabrito con suerte- exclamó satisfecha y respondió más decidida y contundente a los disparos enemigos.
Al poco rato, todo había acabado. Sus compañeros había logrado entrar al fin y no tardaron en rendirse los contrarios al ver que no tenían escapatoria.
-¿Valverde, estás bien?- se interesó Mario hacia Rosa que salió de su escondite para ayudar a esposar a los detenidos mientras él se ponía en pie levantando también a Buendía ya esposado, ella asintió con la cabeza y él le sonrió satisfecho- ¡¡Expósito ¿y tú?!- elevó la voz
 -¡Sí jefe, aquí todo bien!- respondió el compañero desde fuera de la nave y ambos se sonrieron complacidos
-Buen trabajo Navarro, le hemos echado el guante a un buena pieza- lo felicitó el capitán palmeándole suavemente el hombro mientras miraba sonriendo satisfecho a Buendía que se metía dentro del coche sin oponer ninguna resistencia.
-Esto no es mérito mío capitán, Valverde y Expósito han estado más a pie de cañón que yo vigilando noche y día este lugar- respondió desmereciéndose, el capitán sonrió campechano ante tal muestra de sincera humildad. El teléfono de Rosa empezó a vibrarle en el bolsillo trasero de su pantalón
-Valverde- respondió autómata alejándose de Mario y el capitán que siguieron charlando despreocupado; sus preciosos ojos verde esmeralda empezaron a abrirse aterrados al tiempo que escuchaba a su interlocutor- ¡¡Dios santo, Anabel!! Tranquila, ahora mismo vamos para allá- expuso en apenas un susurro cerrando su móvil sin apartar su mirada de su compañero; se encaminó a su lado- ¡¿Qué rayos os ha pasado a ti y a Ana?! ¡¿Qué demonios le has hecho, animal de bellota?!- le increpó furiosa golpeándole inclemente en el hombro, él la miró desconcertado
-¡Yo nada imbécil! ¡¿A qué viene esto?!- protestó fastidiado por aquella injusta e inmerecida represalia; pero los ojos aterrados de Rosa llenos de lágrimas lo alertó- ¿Qué pasa Rosa?- indagó inquieto
-¿Y si no le has hecho nada porque ha intentado suicidarse?- instó corriéndole ya las lágrimas por sus mejillas
-¡¿Qué coño estás diciendo?!- exclamó sobrecogido abriendo aterrorizado sus ojos- ¡¡Dios santo, Ana ¿qué estupidez has hecho mi ángel?!!- gritó espantado saltando ya de la plataforma y corrió alocadamente hacia su coche arrancando como un poseso. Rosa también corrió hacia su coche siguiéndolo.
Aunque conducía descontrolado por las calles de la ciudad adelantando a todo lo que se le ponía por delante por izquierda o derecha indiscriminadamente, ella no se separaba ni un ápice de él llevando sus sirenas puestas abriéndole paso.
 Mario frenó haciendo chirriar las ruedas de su todo terreno frente a las puertas del hospital y entró impetuoso. Rosa detuvo su coche tras el de él y lo siguió cerrando a su paso la puerta del coche que Mario dejara abierta al descender.
Cegado y aterrado por el miedo a perderla, intentó entrar en urgencias pero el guardia lo detuvo -No puede pasar a aquí dentro, señor- repetía intentando sujetarlo pero Mario estaba desquiciado
-¡¡Suéltame imbécil, déjame pasar!!- gritó enervado levantando ya su puño con toda la intención de golpearlo, pero Rosa lo contuvo a tiempo sujetándole firme el brazo
-Somos policías; déjenos paso por favor- le habló rotunda al guardia mostrándole su placa que se apartó al instante dejando paso libre a Mario que echó a correr por el pasillo buscando afanoso con la mirada a Anabel mientras examinaba atento dentro de todos los boxes por los que pasaba en busca de Ana. Por fin descubrió a Anabel al fondo del pasillo acompañada de Javier, ambos se abrazaban angustiados
-¡Anabel!- la llamó desesperado corriendo hacia ella, Anabel levantó esperanzada su mirada hacia él y también corrió a su encuentro
 -¡Gracias a Dios que llegaste! ¡Mi niña, Mario; mi niña!- sollozó afligida fundiéndose en un desesperado abrazo a él
-¿Qué ha pasado? ¿Por qué rayos Ana hizo tal estupidez, Anabel? ¿Cómo está? ¿Dónde la tienen?- interrogó precipitado
-No lo sé hijo, no lo sé... ni sé dónde se la han llevado ni me dicen cómo está... solo sé que entré en su cuarto y ya me la encontré sobre la cama con el bote de somníferos que la doctora Urquijo le había recetado completamente vacío en su mano... intenté despertarla pero era imposible y llamé a Javi porque tú no me cogías... ¡¡Oh Dios Mario ¿por qué esperé? ¿Por qué no fui a su lado así te fuiste?!!- intentó explicar entre sus angustiosos sollozos, Mario la besó consolador en la frente dejándosela de nuevo entre los brazos a Javier y entró decidido por las puertas que llevaban a los quirófanos.
-No puede estar aquí- lo detuvo de inmediato una enfermera, ahora sí mostró su placa
-Soy policía, debo saber inmediatamente como se encuentra esta paciente- indicó rotundo mirando angustiado a través del ventanuco de la puerta del quirófano a Ana acostada en la camilla mientras cinco personas del personal médico la atendían afanosos
-Están intentando estabilizarla; se ha tomado una fuerte cantidad de somníferos- explicó preocupada también observando a Ana a través del ojo de buey- eran muy fuertes... cuando llegó aquí venía realmente mal, aunque los de la ambulancia se afanaron en mantenerla estable, sus constantes vitales venían al mínimo ya...
-Dios santo Ana ¿por qué lo hiciste mi vida?- murmuró angustiado mientras las lágrimas corrían por sus mejillas apoyando sus manos en la puerta; se moría por ir a su lado, necesitaba estar junto a ella y que ella supiera que estaba allí...
-Tranquilícese y déjenos trabajar; le prometo que así sepa algo le avisaré de inmediato, pero ahora debe salir...- le habló más comedida al ver su sufrimiento; él obedeció aunque le costó horrores separarse de aquella puerta.
-¡¿Cómo está mi niña, Mario?!- lo asaltó impaciente Anabel al instante que apareció de regreso al pasillo; él la miró a los ojos intentando contestarle pero no pudo, rompió a llorar como un niño desolado- ¡¡Dios santo, mi chiquita!!- clamó aterrada y se fundieron en un angustioso abrazo ante la mirada afligida de Javier y Rosa.
Tras más de hora y media de interminable espera, por fin apareció la doctora Urquijo acompañada de la amable enfermera que atendiera a Mario dentro. Todos se aproximaron a ella mirándola esperanzados
-Por fin hemos logrado estabilizarla; tranquila Anabel, se va a poner bien- anunció agotada posando tierna sus manos en los brazos de Anabel, todos respiraron más relajados- ¿Por qué lo hizo Anabel? Si parecía haber superado el trauma y estar recuperada...- expresó confundida, Anabel solo la miró apesadumbrada a los ojos- ¡¡Por todos los demonios ¿No sería por lo que le dije esta mañana, verdad?!!- se interesó inquieta ante aquella mirada y Anabel asintió con la cabeza sin poder dejar de llorar- ¡Por Dios santo!- murmuró afligida
-¿Dónde está doctora? ¿Puedo ir con ella?- indagó impaciente Mario sin interesarse de lo que hablaban; solo quería estar a lado de Ana...
-La están subiendo a Vigilancia Intensiva y sí, supongo que podréis estar un ratito con ella, aunque necesita...- Mario no esperó más explicaciones y corrió hacia los ascensores.
-Dios mío- murmuró sobrecogido así la vio tras aquel ventanal, estaba tan sumamente pálida y demacrada... posó sus manos en el cristal en un intento inútil de acariciarla mientras observaba como una enfermera atendía los sueros y las máquinas a las que Ana estaba conectada
-¿Es familiar de la paciente?- le preguntó amable la enfermera al salir
-Soy su prome...- empezó a decir pero calló dudoso sin apartar los ojos de Ana- soy su novi...- tampoco sabía si aquello era cierto aún- ¡No sé ni lo que rayos soy para ella, pero ella para mí lo es todo, todo!- exclamó abrumado pasándose ansioso las manos por la cabeza al tiempo que las lágrimas manaban de sus ojos; la enfermera sonrió enternecida
-Tranquilo, se pondrá bien- le habló amistosa y él esbozó una leve sonrisa agradecida- ¿No se llamará usted Mario por un casual?
-Sí señora, Mario Navarro ¿por qué?- respondió desconcertado, ella le sonrió gustosa
-Lleva llamándolo desde que ingresó, así que usted también significa mucho para ella- explicó animosa, él le sonrió mas tranquilo
-¿Puedo entrar?- indagó esperanzado
-Claro que sí, pero si no despierta, déjela descansar por favor; necesita mucho descanso- él asintió con la cabeza y entró en la habitación.
-Dios mío... ¿por qué mi ángel? ¿por qué?- sollozó conmocionado besándola tierno en la frente
-¿Mario?- nombró ella muy débilmente; él se limpió raudo las lágrimas de sus mejillas aunque era inútil, seguían brotando incontrolables de sus ojos
-Sí mi bien, estoy aquí cielo mío; tranquila- le habló tierno besándola amoroso en la frente de nuevo
-Mario- repitió más calmada y satisfecha e intentó levantar su mano hacia él pero le pesaban tanto...
-Tranquila amor mío; pronto te pondrás bien, estoy aquí mi vida y no pienso irme hasta que estés recuperada del todo- le indicó tranquilizador tomándole suavemente la mano que ella intentaba levantar; al instante de sentirla, Ana se la apretó con las pocas fuerzas que le quedaban y sonrió más serena. Se podía detectar que estaba aterrada y, al sentirlo, su miedo se iba desvaneciendo- ¿por qué lo has hecho mi vida? ¿Por qué has hecho semejante estupidez mi ángel?- no pudo resistir reprocharle cariñoso besándola nuevamente con gran ternura en la frente; en ese instante Anabel, Javi y Rosa también entraban en la habitación
-No concibo la vida sin ti a mi lado, Mario; no tiene ningún sentido para mí si no puedo volver a verte, acariciarte o besarte- expuso desolada abriendo sus ojos y mirando con desesperación a Mario mientras las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas- no soporto la idea de no volver a estar contigo... mucho menos imaginarte con otra...- declaró abatida
-Hija...- sollozó afligida Anabel al escucharla; Javi la abrazó tierno contra su cuerpo
-Pero... ¡¡Por todos los demonios Ana, eso nunca ocurrirá mi vida!!- exclamó atónito Mario- borra esas ideas absurdas de tu cabecita amor mío porque tú eres la única para mí ¿es qué aún no has entendido que te amo más que nada en esta vida Ana?- aclaró rotundo acariciándole tierno con el dorso de su mano sus mejillas intentado secarle aquellas lágrimas, ella sonrió complacida- Y si piensas así ¿a qué vino la estúpida escenita de esta tarde Ana?- le reprochó dolido, ella apretó arrepentida los labios- Si tú me amas tanto como yo a ti ¿por qué me has rechazado de esa manera y has intentado echarme de tu lado? No lo comprendo mi amor, por más que llevo dándole vueltas toda la noche, no lo entiendo vida mía- ella esquivó su mirada y las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos; pero él le sujetó firme el mentón obligándola a mirarle de nuevo- háblame Ana; dime qué te ha pasado ¿A qué rayos vino todo aquello?- insistió ante su silencio
-A que ese desgraciado tenía razón; él fue el verdadero vencedor de todo esto, me destruyó totalmente acabando con mis sueños y, sobre todo, con los tuyos...- sollozó agobiada, Mario movía incongruente la cabeza
-No te comprendo mi ángel; mi único sueño es estar contigo y a mí ese tipejo no me ha destruido nada- aclaró rotundo- y tú parecías haber superado todo aquello cielo mío, creía que eras feliz y disfrutabas a mi lado como yo disfruto y lo soy junto a ti ¿Acaso no es así Ana?- interrogó inquieto mirándola temeroso de su respuesta
-Sí Mario; soy muy, muy feliz a tu lado- contestó decidida
-Entonces mi ángel, todo lo demás no importa vida mía...
-¡Sí importa; sí importa!!- exclamó destruida, él la miró confundido
-¿Qué puede ser tan importante para ti y que yo no pueda ayudarte a superar?- interrogó aturdido, ella intentó apartar de nuevo su mirada de él pero Mario no se lo permitió- Habla Ana, dime que sueño es más importante que estar tú y yo juntos amor mío
-¡¡Ser madre Mario!! ¡¡Nunca podré ser madre!! ¿Lo comprendes ahora?- exclamó rompiendo a llorar amargamente, él la miró impactado- ¡No podré darte esos hijos que tanto deseas! ¡Yo nunca podré darte esa familia que tanto añoras, Mario! ¿Entiendes ahora por qué quería que te fueras de mi lado? Te mereces encontrar a una mujer que sí te haga plenamente feliz, y esa nunca seré yo Mario, nunca...
-Por todos los demonios Ana ¿Qué estupidez estás diciendo?- clamó incrédulo mirándola atónito- Tú eres la única mujer que me hace feliz Ana; soy el hombre más dichoso del mundo solo con que me miren tus preciosos ojos y ni te cuento lo feliz que me siento cuando despierto contigo entre mis brazos cada mañana; lo demás me da absolutamente igual- ella negó con la cabeza
 -Lo dices ahora pero sé que te arrepentirás... tarde o temprano te arrepentirás- expuso bajando la cabeza evitando mirarle
-Ana, mírame- le habló contundente sujetándole de nuevo el mentón obligándola a mirarle a los ojos- Nunca me arrepentiré de nada porque te amo más que a nada en este mundo ¿entiendes? Te quiero a ti Ana, solo a ti; te necesito a ti a mi lado, nada más; el resto me importa bien poco amor mío- aclaró con tal sinceridad que impresionaba; pero ella seguía negando tercamente con la cabeza
-Vi el dolor en tu rostro cuando te enteraste que Claudia te engañaba, la desolación al saber que nunca iba a llegar ese bebé que tanto esperabas; te veo cada fin de semana con los niños del orfanato... te arrepentirás Mario... lo sé...- insistió terca y terriblemente afligida
-Ana, por todos los demonios...- exclamó molesto por su terquedad, pero tomó aire profundamente para calmarse- Ana, escúchame por favor... Ana...- habló más comedido volviendo a sujetarle firmemente la cabeza para detener aquel movimiento negativo de su cabeza; ella lo miró fijamente a los ojos- Ana mi vida, estás muy equivocada conmigo si piensas así de mí; para mí ser padre no es engendrar un hijo; nunca creí ni pensé tal cosa...- aclaró rotundo
-Eso es cierto, siempre lo dijo- remarcó Rosa; Ana los miró confundida a ambos
-Ana, para mí ser padre es estar a lado de esa personita siempre que me necesite; cuidarle diariamente y que nada le falte; jugar con él, leerle su cuento favorito por las noches y echar a esos malvados monstruos que viven en el armario y que tanto le asustan...- explicó lleno de pasión, Ana sonrió enternecida- mi vida, me importa bien poco que lleve mi sangre o no; lo importante es hacerle feliz, ayudarlo y protegerle en todo lo que pueda; eso es ser padre para mí, Ana: querer a un niño y estar a su lado siempre que me necesite; no engendrarlo- Ana lo miraba interesada en sus palabras- y ese hijo que tanto deseamos bien puede ser Andreita si tú quieres cielo mío; es aún un bebé y ya me reconoce y empieza a quererme ¿te has fijado como me sonríe en cuando me ve?- propuso esperanzado acariciándole tierno la mejilla; ella sonrió tierna
-Yo me encargo del papeleo- se ofreció decidido y entusiasmado Javier, todos rieron felizmente conformes; pero Ana negó con la cabeza confundiéndolos de nuevo
-¿Por qué no mi ángel?- interrogó intrigado Mario
-Andreita aún es un bebé como bien dices y no se da cuenta de nada Mario; además, son los primeros en adoptar pues todo el mundo desea bebés; sin embargo...- explicó cariñosa mirándolo melosa, él sonrió embaucado por aquellos preciosos ojos grises que algo iban a proponerle y seguro le convencerían- Chispita está en una edad en que sí ya se da cuenta de las cosas pero no logra comprenderlas y le hace mucho daño ver que no es elegida... lo sé- propuso dulcemente mirándolo esperanzada
-Pues entonces vamos a tener un problema de espacio mi ángel, porque vamos a necesitar una habitación más- expresó resuelto, Ana lo miró desconcertada- porque si tú quieres adoptar a Chispita, yo quiero a Martín; ese niño me tiene loco, amor mío; y como quiero también a Andreita, con ella son tres, y el apartamento solo tiene dos habitaciones...- explicó y ella sonrió deleitada
-Chispita y Andreita pueden compartir habitación- resolvió decidida y todos rieron alegres; Mario besó amoroso la mano de Ana que sostenía entre las suyas
 -¿Lo ves mi ángel? ¿Ves que rápido nos hemos convertido en familia numerosa? todo tiene solución en esta vida menos lo que tú intentaste hacer amor mío- añadió aunque con algo de reproche en sus palabras, ella bajó su mirada apesadumbrada de su acto
-Por favor Mario...- susurró abochornada llenándosele los ojos de lágrimas
-Lo siento mi ángel, no intento reprocharte nada, pero no sabes el daño que me has hecho hoy; primero con tus palabras y luego con esto ¿no te das cuenta que si algo te pasa o te pierdo, yo me muero de pena y dolor Ana?- volvió a reprocharle dolido
-Perdóname- murmuró avergonzada mirándole conmovida
-Te perdono si me prometes que desde ahora mismo me hablarás siempre; me explicarás y me consultarás todo lo que te preocupe, sea lo que sea, y juntos buscaremos la solución- propuso animoso besándola tierno en su mano
-Prometido- aclaró rotunda haciéndose una cruz sobre el pecho con su dedo índice y se sonrieron felices.
-Mi niña grande- murmuró deleitado Mario y atrapó su boca fundiéndose ambos en un apasionado beso saboreándose complacidamente deleitados.
-Mario...- murmuró mirándolo interesada, él la observó curioso- cuando llegaste a mi apartamento... dijiste que traías una sorpresa ¿recuerdas?- él sonrió pícaro y asintió con la cabeza- ¿qué es?- indagó mirándolo mimosa
 -¡Ah, así que a la señorita le come la curiosidad pero, así a todo, me echaba de su lado ¿eh?!- bromeó picajoso
-Mario...- protestó fastidiada y todos rieron divertidos, él la besó cariñoso en la frente
 -Está bien, mira...- expresó mostrándole las llaves que Bruno le entregara aquella tarde, ella entrecerró confundida los ojos- como no me dabas contestado a mi proposición de casarnos, te iba a proponer que viviéramos juntos; y para que no me pusieras peros ni excusas como has hecho con la proposición de matrimonio, antes me curé en salud y he conseguido un apartamento para Anabel cerca del mío- ella sonrió alegre
-¿En tu mismo edificio?- expresó emocionada recogiéndolas
-No solo en el mismo edificio amor, sino en el mismo rellano; así estará justo a lado...- sonrió pícaro acercándose más a ella- ...pero no bajo el mismo techo, para que no me dé reparo hacerte el amor como aquel día- le susurró malicioso besándola dulcemente en los labios, ella rió feliz y se fundieron en otro apasionado beso ante la mirada tierna y sonrisas alegres del resto.
Unos meses después de contraer matrimonio en la bonita capilla del orfanato y con la estimada y desinteresada ayuda de Javier que se preocupó de todo el papeleo de la adopción, Chispita y Martín llegaron a su nuevo hogar junto a Mario y Ana que no cabían en sí de gozo.
 Pronto la alegría de aquellos dos pequeños inundó cada rincón de aquel apartamento; eran unos verdaderos ángeles que entregaban cariño a manos llenas y Mario y Ana se descubrieron como unos increíbles padrazos donde sus dos hijos pasaron a ser lo primero en sus prioridades  y se volcaban en querer, ayudar y cuidar... pero su alegría fue multiplicada cuando, tras un año de espera, al fin llegó Andreita a aumentar aquella bonita familia.
Ahora sí, ya la familia estaba completa y la felicidad era inmensa quedando olvidados aquellos malos recuerdos.    
                                                                  FIN

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