martes, 17 de noviembre de 2015


     -Buenos días señor Mario ¿otro madrugón?- lo saludó animado Bruno al verlo aparecer en el ascensor
-Que remedio y te juro que hoy sí me cuesta horrores irme- masculló derrotado y Bruno rió pícaro mientras Mario se encaminaba hacia la salida del edificio- Bruno, una pregunta...- se volvió antes de traspasarla; el portero lo miró servicial- El apartamento que está frente al mío al otro lado del rellano ¿está vacío, verdad?- indagó curioso
-Sí señor, desde hace ya año y medio- aclaró despreocupado, Mario sonrió complacido- ¿Acaso está interesado en él?- indagó curioso
-Sí, me gustaría regalárselo a Ana para su madre ¿Podrías enterarte si está en venta o les interesa a los dueños alquilarlo?- propuso esperanzado
-Claro, sin problema; en cuanto sepa algo se lo haré saber
-Muchas gracias Bruno; te debo otra amigo- expuso agradecido y salió a la calle sonriendo feliz.
Los días se hacían interminables para Mario hasta volver a ver a Ana y el fin de semana se volvía sumamente corto para disfrutarlo a su lado. Se sentía tan feliz e ilusionado... Pero sin embargo, dentro de aquella felicidad, había algo que le inquietaba tremendamente; a pesar de que ya casi pasara una semana desde su propuesta de matrimonio, ella seguía sin contestarle y eso le angustiaba; pero no se atrevía a volver a preguntar por miedo a la respuesta.
Rosa lo observaba curiosa una noche más sentados dentro del coche aparcados frente al dichoso almacén. Llevaba mucho rato callado y ensimismado; muy pensativo con la mirada perdida mordiéndose el labio inferior nerviosamente
-¿Qué piensas?- preguntó intrigada pero él no respondió- ¡¡Ey, despierta!!- le increpó fuertemente
-¡¿Qué coño te pasa?!- le bramó sobresaltado recolocándose en su asiento
-¿Qué te pasa a ti? Estás ahí ensimismado sin decir nada desde hace un buen rato y me va a dar el sueño- protestó desenfadada
-Nada- repuso pasándose la mano por el rostro para espabilar
-Si estás así sin nada, no quiero verte cuando tengas algo- repuso burlona, él resopló cansadamente
-Estoy hasta las narices de esta investigación; llevamos casi tres semanas aquí de pasmarotes y nunca pasa nada- comentó molesto examinando el portalón cerrado, como siempre, del dichoso almacén- ¿Estás segura de que es aquí?
-¡¿Otra vez Mario? Mira que eres cansino!- exclamó fastidiada y él la miró impaciente- Según nuestro informador pronto llegará un cargamento al almacén 14 del muelle 6; estamos en el muelle 6 y ese es el almacén 14 ¿no? Pues eso- resolvió despreocupada encendiendo un cigarrillo
-¡¡Joder!! ¡¡Pronto, pronto ¿qué significará “pronto” para ese imbécil?!!- exclamó irritado golpeándose ansioso la cabeza contra el respaldo del sillón
-Menos que a ti al parecer; seguro que si estuviera aquí Ana no se te haría tan interminable esta vigilancia- bromeó pícara y Mario sonrió divertido. Le quitó el cigarrillo de los labios a su compañera y le dio una honda calada ante su mirada asombrada- Creí que dejaras de fumar- expuso encendiéndose otro
-Yo también, pero esto es un puro aburrimiento- repuso fastidiado dándole otra calada al cigarrillo- ¿cómo diablos, encontrando un cuerpo ahogado en el río, hemos acabado todas las noches frente a este puto almacén?- protestó de nuevo
-¿Por qué salió en la investigación el nombre de tu “amiguito” Arturo Bautista y no pudiste resistir la tentación de echarle el guante?- le reprochó chistosa, él volvió a sonreír gustoso
-Le tengo ganas a ese desgraciado desde el juicio en el que trabajamos Claudia y yo; a pesar de nuestros esfuerzos, él logró salir de rositas, pero espero que no se me escape esta vez- repuso esperanzado, ella movió la cabeza comprendiendo. 
-Bueno Ana, aquí tenemos los resultados de las últimas pruebas- habló animosa la doctora Urquijo sentándose al otro lado de su mesa mostrándole a Ana la carpeta amarilla que traía en la mano, Ana tomó nerviosa las manos de Anabel entre las suyas- debo decirte que el doctor Maldonado está muy sorprendido de los resultados ademas de orgulloso: ha realizado un trabajo impecable y tu cuerpo ha aceptado los injertos sin ningún tipo de rechazo; te has recuperado de maravilla y se puede decir que ya estás al noventa por cien- declaró satisfecha; Ana y su madre se sonrieron felices pero Ana la miró de pronto inquieta
-¿Al noventa solo?- expresó desconfiada y el rostro apesadumbrado de la doctora las puso en alerta- ¿qué ocurre doctora?
-Has sufrido unas lesiones muy graves Ana, y aunque la difícil reconstrucción por la que has pasado está resultando todo un éxito, el doctor Maldonado aconseja y recomienda que te sometas a una esterilización- anunció pesarada, el rostro de Ana se contrajo aterrado
-¡No! ¡¿Por qué?!- clamó angustiada apretando nerviosa las manos de Anabel, ella se las acarició tranquilizadora
-Ana, sé la ilusión que te hace ser madre algún día cielo; pero...- añadió muy comedida mirándola compasiva- aunque el trabajo del doctor Maldonado fue todo un éxito y tienes probabilidades de quedar embarazada, tu útero quedó dañado; no está produciendo suficiente endometrio, sus paredes no podrán sujetar correctamente al feto y sufrirás irremediablemente abortos
-¡No, no, no!- sollozó afligida negando tercamente con la cabeza
-Lo siento cielo, lo siento muchísimo... pero debemos fijar fecha cuanto antes para practicar esa esterilización...
-¡¡No!!- chilló mortificada y rompió a llorar desconsolada hundiendo su rostro en el pecho de su madre que la abrazó compasiva acunándola tiernamente como de niña siempre hacía
-Lo siento, de verdad...- susurró pesarosa la doctora mirando conmovida a Anabel que también lloraba desolada sin decir nada
Mario salió presuroso de su todo terreno aparcado delante del portal de su casa; entró corriendo en el edificio encaminándose hacia los ascensores saludando con un simple movimiento de cabeza a Bruno que estaba ocupado hablando por teléfono; tenía ansia por llegar a junto Ana y verla al fin...
-¡Ey señor Mario, espere; tengo algo para usted!- lo detuvo Bruno colgando el auricular; Mario se volvió impaciente para mirarlo pero sin soltar la puerta del ascensor. Bruno le mostró, sonriendo satisfecho, unas llaves en su mano
-¡¡Lo has conseguido!!- exclamó entusiasmado acercándosele de nuevo
-Y a muy buen precio; les aburrí hasta lograr bajarle el alquiler considerablemente- aclaró vanidoso, Mario le sonrió agradecido
-Gracias Bruno; otra más que le debo- expresó recogiéndolas
-Esta se la perdono, al ser un regalo para la señorita Ana no puedo cobrárselo; esa mujer me tiene embaucado con esos ojitos preciosos que posee- resolvió cariñoso
-Y a mí Bruno, y a mí, no sabes cómo ni cuánto- replicó derrotado y ambos rieron alegres.
-¡¿Te has vuelto loca?! ¡¡Ni se te ocurra hacer semejante estupidez Ana!!- exclamó sobrecogida Anabel mirándola atónita
-Lo tengo decidido mamá y no hay vuelta atrás- aclaró rotunda con una tranquilidad pasmosa
 -No seas boba cielito, no puedes hacer eso; nunca te creerá y además piensa en él, Ana; en el daño que le harás... con la verdad se va a todas partes hija- intentó convencerla
 -¡Más daño le produciré si le cuento la verdad mamá! ¡A él y a mí!- clamó angustiada mirándola con lágrimas en los ojos conmoviéndola terriblemente- porque no va a querer dejarme si le digo la verdad y siempre me quedará la duda de si lo hace porque me quiere o por lástima
-¡Por todos los santos Ana, estamos hablando de Mario: nunca haría algo así!- le recriminó rotunda
-No sabes lo que desea tener una familia mamá y lo hará, no digo de inmediato, pero tarde o temprano se arrepentirá y me reprochará no poder cumplir ese sueño que tanto anhela, y nos haremos mucho daño el uno al otro, más que ahora
-Ana, él nunca hará eso mi niña...- exclamó compungida
-¡Por Dios mamá! ¡Si tienes que ver tu cara siempre que me miras y piensas en ello!- le reprochó dolida, Anabel apretó afligida los labios; no quería hacerle daño pero no podía evitar sentir lástima por su pequeña al verla sufrir de aquella manera- Pues ahora ponte en mi lugar: ¡¡Así me mirará él también al principio y después con reproche!! ¡¡y no podré soportarlo; de él no!!- clamó angustiada; el sonido del timbre las sobresaltó y se quedaron mirándose sobrecogidas unos segundos. De nuevo replicó insistente y Ana tomó aire profundamente- ahí está...- murmuró sin moverse y miró fijamente a los ojos de su madre- por favor mamá, déjame sola ¿sí?
-No- contestó rotunda
 -Mamá, por favor...- volvió a suplicar
-No- repitió tajante- harás lo que te de la gana; pero de aquí no me muevo- aclaró decidida; Ana tomó aire profundamente vencida por la terquedad de su madre y abrió la puerta
-Hola cielo mío, no sabes las ganas que tenía de verte; te tengo una sorpresa...- la saludó entusiasmado así Ana abrió la puerta e intentó besarla; pero quedó frío cuando ella apartó levemente la cabeza y sus labios solo alcanzaron besar su comisura de la boca- ¡Ey mi ángel ¿a qué vino eso?!- expresó desconcertado ante aquel inesperado gesto
-A nada- expresó dándole la espalda y se adentró en la sala; Mario miró interrogante a Anabel que estaba muy seria de pie frente a ellos; demasiado seria y apesadumbrada, pudo apreciar Mario preocupado -¿A qué vienen esas caras? ¿Acaso ha ocurrido algo?- interrogó inquieto entrando en el piso
-No, no ha ocurrido nada; pero tenemos que hablar Mario- expresó Ana muy parsimoniosa, a él el corazón empezó a latirle ansioso; aquellas palabras nunca traían nada bueno...- Mario...- expresó volviéndose y lo miró a los ojos- estos días he estado pensando mucho en tu proposición y, debo decirte, que...- tragó nerviosa saliva, a él el corazón parecía irsele a salir del sitio
-¿Qué Ana?- instó apremiante ante su silencio
-Que no- contestó rotunda elevando decidida su cabeza hacia él. Mario abrió incrédulo sus ojos; su corazón se detuvo de pronto y hasta había dejado de respirar
-Pero Ana... ¿qué...?- musitó desolado
-Por favor Mario, déjame acabar de hablar- lo interrumpió rauda- es más, he estado recapacitándolo todo muy bien Mario y...- volvió a tragar saliva sin verse capaz de seguir hablando al ver en sus ojos aquel dolor e incredulidad; su corazón se rompía en mil pedazos pero debía seguir- quiero que aquí y ahora se acabe lo nuestro, no quiero volver a verte Mario- aclaró contundente dejándole las llaves que él le había entregado de su piso la semana anterior en su mano; él las miró pasmado
-¿Qué coño estás diciendo Ana?- apenas logró pronunciar
-Lo que oyes: que no me voy a casar contigo ni ahora ni nunca y, la verdad, es que es mejor dejarlo ya, aquí y ahora- resolvió decidida dándole de nuevo la espalda ocultando las lágrimas que intentaban escapársele de sus ojos. No podía soportar ver su cara de dolor, la estaba matando hacerle sufrir así, pero era lo mejor
-Santo Dios- murmuró sobrecogida Anabel al escuchar a su hija
-¡¿Qué?!- exclamó sin poder creer lo que estaba oyendo mirando interrogante a Anabel que bajó su mirada esquivando abatida sus ojos- No estoy entendiendo nada, Ana... ¡¿Qué rayos ha ocurrido para que decidieras algo así?!- interrogó confundido, Ana ni respondió ni se volvió a mirarlo- ¡Ya sé! ¡He hecho algo que te incomodó y hablas así solo porque estás enfadada ¿verdad cielo?!- instó esperanzado sujetándole suavemente del brazo para volverla hacia él pero ella se negó a mirarlo; él ante su terca negativa, la abrazó cariñoso por detrás besándola tierno en la mejilla; todo el cuerpo de Ana se estremeció a su contacto, a su aroma, sentía que perdía las fuerzas... ¡Dios, cuánto lo quería y sentía un dolor y una opresión terrible en el pecho como si su corazón se estuviera partiendo en mil pedazos! Cerró los ojos angustiada; pero aquello no podía ser, él se merecía ser totalmente feliz y tener una vida plena que con ella no obtendría nunca; aunque sabía el daño que le estaba haciendo, debía alejarlo de ella, debía coger valor y continuar...- anda mi niña preciosa, perdóname ¿sí? cariño mío, sea lo que sea lo que haya hecho, te juro que no volveré a hacerlo mi ángel; pero ahora mírame con esos preciosos ojos que me tiene loco y dime que me perdonas- le habló meloso intentando besarla de nuevo pero ella se apartó de él evitándolo- Ana...- murmuró desconcertado y dolido por su nuevo desprecio
 -No Mario, no has hecho nada ni estoy enfadada; estoy hablando muy en serio: se acabó- volvió a repetir rotunda
-Por Dios bendito Ana, no sigas mi niña; háblale claro...- sollozó compasiva Anabel mirando reprochadora a su hija
-¡¡Tú cállate, mamá!!- bramó desconsiderada
-Ana, nunca le hables así a tu madre y menos delante de mí ¿me oyes?- le regañó duramente Mario tomándola más fuertemente del brazo y obligándola a volverse, ella esta vez obedeció y lo miró a los ojos- además tiene toda la razón ¿no crees? habla claro Ana; explícame de una puñetera vez a que viene todo esto; dime de una forma clara y concisa que cojones está pasando ¡¡me merezco una explicación a todo este sin sentido!!- exclamó ya irritado por el absurdo comportamiento de Ana; ella se soltó bruscamente de su agarre mirándolo desafiante
-¿Quieres que te hable claro?- repuso masticando las palabras, él la miraba fijamente a los ojos- ¡¡Pues que me he dado cuenta que no te quiero ¿conforme?!!- expresó decidida y apartó sus ojos de los de él; no podía verle a la cara... Mario volvió a contener la respiración y sus ojos se abrieron atónitos impresionado por aquella respuesta
-No estás hablando en serio- murmuró incrédulo, ella no le miró- no puedes estar hablando en serio...- repitió buscando alguna explicación en los ojos de Anabel que lloraba en silencio, evitó también mirarlo pero algo en su esquiva mirada lo hizo reaccionar- ¡¡Eso no es cierto Ana!! ¡¡Estás mintiendo y no sé por qué!!- clamó rotundo sujetándola por el brazo obligándola a mirarlo- no sé a qué viene todo esto pero eso sé que no es cierto; mírame Ana; mírame a los ojos y repítemelo a la cara si eres capaz- la desafió decidido, ella empezó a respirar afanosamente mientras lo miraba nerviosa a los ojos; intentó repetirlo pero no podía, viéndole a aquellos dulces ojos llenos de ternura con los que siempre la miraba a pesar del dolor y la incredulidad que expresaban en aquel momento, no podía... El teléfono de Mario empezó a sonar en el bolsillo de su cazadora pero él seguía con sus ojos clavados en los de ella esperando su respuesta- ¡¡Habla Ana; díme a la cara que no me quieres si tienes cojones!!- expresó sulfurado por su silencio y el insistente timbre de su teléfono que lo estaba desquiciando
-Te está sonando el teléfono- evitó contestar muy calmadamente
-¡¡Ya lo estoy escuchando, no soy sordo!!- bramó irritado
-¡¡Pues contesta imbécil; me está volviendo loca!!- clamó molesta; él apretó furioso sus mandíbulas
-Loco me estás volviendo tú a mí y no entiendo porqué- masculló colérico pero obedeció- ¡¡Ahora no puedo hablar Valverde, te llamo después!!- clamó déspota- ¡¿Contenta?!- exclamó déspota hacia Ana y ya iba a colgar
 -¡¡Espera Mario, que es importante!!- oyó decir nerviosa a Rosa, él volvió a apretar irritado las mandíbulas y puso atención de nuevo al teléfono
-¿Qué pasa?- interrogó sulfurado
 -Ven en seguida, aquí de pronto hay mucho movimiento; han llegado dos coches de alta gama hace unos segundos y en uno de ellos venía Arturo Bautista en persona: nuestro hombre, Mario- él escuchaba interesado pero sin apartar sus ojos de los de Ana- ¡Joder, ahora llegó un trailer y está maniobrando hacia la plataforma de descarga: llegó el momento jefe; creo que va a ser hoy!
-Ahora mismo voy- respondió más calmado y cortó la comunicación pero seguía mirando fijamente a Ana- me tengo que ir; pero ni pienses que esta conversación está acabada ¿me oyes? Voy a regresar y me vas a decir que coño te pasa, por las buenas o por las malas Ana- amenazó contundente
-No vuelvas Mario, haz el favor de irte y no regreses porque no quiero volver a verte- respondió decidida dirigiéndose hacia su cuarto
-¡¡Ana, por favor; no me hagas esto ¿dime que coño te pasa?!!-exclamó compungido pero ella no se detuvo y se encerró en su dormitorio- ¡¡Mierda, Ana!!- clamó furioso de rabia y dolor lanzando impotente las llaves que aún tenía en su mano contra la pared haciendo que Anabel diera un respingo sobresaltada y salió hecho una furia del piso dando un tremendo portazo que hizo temblar hasta las paredes.
-Mario... Dios mío Mario, perdóname amor mío- susurró Ana entre angustiosas lágrimas arrimada con su espalda a la puerta de su cuarto escuchándolo gritar rabioso del dolor; así oyó el portazo, se dejó resbalar despacio hasta quedar sentada sobre el parqué de su dormitorio- ¿Por qué Dios mío? ¿Por qué este castigo también? ¿No he sufrido bastante ya? ¿Qué te he hecho yo para merecer tanta inquina de tu parte?- sollozó afligida hundiendo su rostro en sus rodillas; en su mente veía el rostro de Mario mirándola compungido de dolor y el dolor en su pecho iba en aumento; no soportaba la idea de no volver a verle, le amaba tanto, tanto... pero él se merecía ser feliz, se merecía encontrar a alguien que realmente lo hiciera totalmente feliz...- ¡¡No!!- gritó angustiada; no podía imaginarlo en brazos de otra... besándola y amándola como hacía con ella... eso le destrozaba el alma y el dolor se incrementaba gigantescamente hasta el punto de no dejarle ni respirar... Nunca podría soportar saberlo con otra mujer que no fuera ella, mucho menos verlo...
Mario conducía demasiado rápido por las carreteras casi vacías de la ciudad hacia los muelles del puerto. Aunque lo hacía hábilmente, las lágrimas le enturbiaban la visión mientras su mente no dejaba de pensar en Ana y en todo lo que había sucedido. No comprendía nada, no lograba entender nada de todo aquello... y aquellas palabras suyas le golpeaban dolorosamente la cabeza: “No regreses, no quiero volver a verte” ¿Cómo podía pedirle eso? ¿Si solo pensar en no volver a verla lo desquiciaba y angustiaba tremendamente? Secándose nuevamente las incontrolables lágrimas que no cesaban de manar de sus ojos, siguió conduciendo
Llegó a su destino y aparcó su todo terreno a una distancia prudencial para no ser visto por los sospechosos. Se limpió enérgico el rostro con sus manos para hacer desparecer todo rastro de aquellas lágrimas que parecían no querer ceder y se quitó la cazadora dejándola en el asiento trasero al tiempo que recogía su chaleco antibalas. Colocándoselo, se aproximó al vehículo de sus compañeros atento a cualquier movimiento extraño proveniente del almacén o sus alrededores
-¿Qué tenemos?- preguntó impaciente metiéndose raudo en la parte trasera del coche desde donde vigilaban Rosa y Expósito
-¡Joder Mario, que susto me has dado!- exclamó sobresaltada Rosa retirándose los binoculares de los ojos con los que observaba atenta el almacén
 -¡Sí coño, a mí también; ni te oí ni te vi venir: pareces un gato!- expuso asombrado Expósito mirándolo perplejo; pero al instante, frunció el ceño extrañado- coño jefe, que careto ¿le ha ocurrido algo?- interrogó preocupado, Rosa también lo examinó curiosa al oír a su compañero; ciertamente tenía mala cara y los ojos muy rojos e hinchados
-No- expresó tajante retirándole los binoculares a Rosa de las manos y se puso a examinar ansioso el lugar. Expósito y Rosa se cruzaron una mirada inquieta mientras él observaba como dos máquinas elevadoras apuraban la carga en el trailer- dijiste dos coches Valverde y ahí veo tres...- explicó desconcertado
-Acaba de llegar Buendía- anunció Rosa, él se retiró los binoculares de los ojos y la miró boquiabierto
-¡¿Buendía también está aquí?!- exclamó sorprendido, ella asintió con la cabeza- ¡¡Joder, esto no es una simple descarga Valverde; aquí hay algo más para venir personalmente ese desgraciado escurridizo!!- exclamó sobrecogido revisando nuevamente el trailer a través de los binoculares
-Supongo que a eso se refería Paquillo cuando decía que pronto habría una descarga y era algo muy gordo- expuso Rosa
-Y estaba ahí todo este tiempo, delante de nuestras narices; porque no están descargando que están cargando- masculló fastidiado
 -Ya he pedido refuerzos, jefe; están a punto de llegar- aclaró Expósito
-Se están dando mucha prisa, demasiada diría yo... parece que tienen apuro en quitarse, sea lo que sea eso, cuanto antes de encima...- volvió a murmurar inquieto; dejó los binoculares y desenfundó su pistola de su cintura revisando atento su carga
-¿Qué coño pretendes hacer?- indagó nerviosa Rosa imaginándose ya su idea
-Entrar y al menos retrasar su huída- anunció rotundo
-¡¿Te has vuelto loco? eso sería una estupidez; no sabemos cuántos hombres pueden haber dentro Navarro; sería casi un suicidio!!- clamó sobrecogido Expósito por la descabellada idea de Mario
-Por eso voy a entrar solo, no podemos esperar o se nos escaparán; ver juntos a Buendía y Bautista no es cosa de todos los días y seguro que entre que se disponen los refuerzos y se piden las órdenes aún tardarán unos siete minutos en llegar... y el camión ya está casi cargado...
-¡No seas idiota, Mario; Expósito tiene razón! ¡A parte de que ya hubiera alguien dentro: con cada coche llegaron dos hombres más tres que venían en el que acompañaba a Bautista; con los dos hombres que están cargando y el conductor del camión ya son mínimo diez hombres, añade a Buendía y a Bautista que no son mancos y tenemos doce; nosotros solo somos tres Mario; sería un suicidio!- reclamó Rosa mirándolo aterrada
-Por eso he dicho que entraré solo, vosotros esperar los refuerzos; a mí Buendía esta vez no se me escapa- aclaró decidido y salió del coche
-¡Navarro joder, no seas loco!- lo llamó inquieta Rosa pero él se empezó a aproximar a hurtadillas aprovechándose de la oscuridad de la noche al almacén- ¡¡Mierda para ti Navarro, estás como una cabra y nosotros también por seguirte!!- protestó fastidiada revisando también su arma. Expósito recogió dos chalecos de la parte trasera pasándole uno a su compañera que se lo puso rauda; él la miró inquieto mientras también revisó su arma
-Valverde, esto es una total locura... además ¿Te has fijado en los ojos enrojecidos e hinchados que trae? ¿Qué le habrá pasado?- expresó preocupado; ella asintió con la cabeza moviendo imprecisa los hombros
-Ni idea pero mejor ni preguntes- aclaró rotunda y, sin decir nada más, salió del vehículo. Expósito la siguió.
-¿A dónde coño creéis que vais?- les recriminó al verlos llegar a su lado
-¿Acaso crees que te vamos a dejar solo? Somos un equipo jefe- expuso Expósito, él sonrió agradecido
-Voy a intentar inmovilizar el camión para que no pueda huir con la carga, esperad aquí a que regrese, que no os vean o perderemos el factor sorpresa- les indicó encaminándose ya al trailer. Ambos obedecieron y observaban nerviosos como Mario se internaba entre el remolque y la cabeza del camión. Observó indeciso todo aquel cableado. Pensaba vacilante cuál de aquellos cables podría provocar una buena avería, pero Ana le invadía la mente completamente y no le dejaba pensar con claridad
-Joder Mario, acaba de una vez; estás tardando demasiado- murmuró inquieta Rosa al ver como uno de los hombres cerraba la compuerta del remolque tras la última carga
-¡Dios lo van a descubrir!- expuso muy nervioso Expósito al observar como el conductor del camión se bajaban de la plataforma del almacén encaminándose hacia la cabina
-Mario, por tu padre, acaba de una vez coño- exclamó mortificada Rosa y él pareció oírla porque, de un rápido movimiento, arrancó sin pensar varios de aquellos gruesos cables saltando hábil de encima del camión y ocultándose en la oscuridad a tiempo justo de que el camionero apareciera del otro lado abriendo la puerta de la cabina. Recogió algo del asiento del acompañante y regresó al almacén. Mario aprovechó para unirse a sus compañeros- ¡Joder ¿En qué rayos estabas pensando?! ¡¿Tenías que tardar tanto para hacer la chapuza que finalmente hiciste?!- le recriminó fastidiada Rosa pero él ni se inmutó
-Yo entraré por aquella puerta lateral mientras vosotros os quedáis vigilando aquí fuera; si alguno de esos dos intenta llegar al coche, detenedlo como sea- indicó ya moviéndose con toda la intención de salir hacia el lugar; pero Rosa lo detuvo firme por el brazo
-Te falta más de un tornillo en ese cabezón que tienes si piensas que voy a permitirte entrar ahí solo- exclamó rotunda; él la miró reprobador a los ojos pero ella se la contuvo desafiante
-Vamos entonces, mula terca; pero quédate detrás de mí- resolvió derrotado al verle su determinante decisión- tú sí quédate aquí Expósito y no permitas que nadie salga de ahí dentro- indicó a su otro compañero y se aproximaron con mucho tiento a las escalinatas de hierro que llevaban a la puerta lateral.
-Ana cielo... cariño mío, hablemos; busquemos otra solución mi ángel... Mario te quiere tanto, no se merece esto mi niña... por favor Ana...- suplicaba afligida Anabel a través de la puerta del dormitorio de Ana pero no recibía respuesta; suspiró profundamente ante su silencio- está bien, te dejare por ahora- y se encaminó abatida hacia la sala. Pero a medio camino se detuvo- ¡¡No Ana; no es así!! ¡¡Te estás comportando como una niña malcriada y me vas a oír; vas a recapacitar, por las buenas o por las malas!!- aclaró rotunda regresando al dormitorio y abrió decidida la puerta- Ana, tu obligación es decírselo y que él decida...- hablaba decidida pero lo que se encontró, no era lo que esperaba. Sus ojos se abrieron desorbitados mientras de su garganta exhaló un grito de terror- ¡¡Dios mío Ana!! ¡¿Qué has hecho mi niña?! ¡¡Por Dios santo, Ana!!- chilló despavorida

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